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domingo, 18 de marzo de 2012

La búsqueda de la Verdad: fundamento de la formación sacerdotal

Por: Jorge A. Oliva Navarro

Del eros veritatis a la caritas veritatis.
Quisiera partir de unas ideas. Primero, todo hombre tiene deseo por la verdad. Segundo, tiene que existir el objeto de tal deseo: existe la verdad. Tercero, tal objeto de tal deseo se inicia desde la realidad[1]que nos asombra[2].Cuarto, el hombre es capaz de conocer la verdad.
¿Qué es la verdad? Hay que tener en cuenta que esta pregunta sobrepasa todo sentimentalismo y nos invita a situarnos en la ratio[3]del hombre. La única intención de la ratioes que quiere conocer[4] y tiene deseo de saber la verdad.
Recordamos que la pregunta por la verdad siempre nos la planteamos en todo momento, un hecho histórico claro de esta experiencia es la de Pilato que se hace esta pregunta ante una situación seria y dificultosa: tiene que juzgar a un hombre justo. Pero no sólo Pilato se ha hecho esta pregunta, sino que todo hombre, en algún momento de su vida experimenta esta misma pregunta y esta misma seriedad que estremece y retumba toda su persona: ¿Qué es la verdad? ¿Dónde está la verdad? ¿De qué sirve la verdad para el hombre?[5]
De estas preguntas solo podemos concluir una cosa, que el hombre es quien se cuestiona sobre la verdad y tiene deseo de saber en qué consiste esa verdad; por tanto, se sitúa ante la posibilidad de abrirse un camino[6]que lo guíe hacia la misma verdad: ¿cuál es ese camino a recorrer? ¿Por dónde debemos iniciar tal recorrido a la verdad?
Esta es la finalidad de éste trabajo. Pues, solo a partir de ello, podemos comprender qué importancia tiene la filosofía en la formación sacerdotal: mostrar el camino que se nos descubre en tal deseo de la sabiduría- erosophia.


La filosofía etimológicamente ese amor a la sabiduría, pero que sin embargo recoge o manifiesta ese deseoeros veritatis[7]- por la verdad que todo hombre tiene como inscrito en lo más profundo de sí, pero ello, es un compito que pertenece solo la ratio[8], aquella ratio que experimenta tal impulso de saber; pero no de la nada, sino de la realidad misma que le cuestiona y le afecta. La seriedad con que la ratio se dirige a conocer la verdad debe tomarse en cuenta en este camino de conocimiento, porque el estar atenta a ella mostrará los valores que la voluntad debe seguir. Por ello, este camino se debe realizar en la más absoluta seriedad y sinceridad. “La filosofía no es cuestión de sentimiento y de imaginación, de una fantasía de altos vuelos, sino que es cuestión de la razón que indaga seria y sobriamente[…] un logoz que impera en todo cuanto existe, y de que a nuestro conocimiento le es posible ir descubriendo progresivamente y de manera incesante algo de ese logoz, cuando el conocimiento procede según el principio de la más estricta honradez intelectual[9].

El eros veritatis empieza a describir un camino que pone en evidencia una relación profunda entre la ratio, corazón y la verdad de la realidad. La ratio como aquella capaz de conocer aquello evidenciado por la realidad, y el corazón como ese aquello que busca ser sincero con la verdad conocida por la ratio.

Tal experiencia de la realidad no golpea sólo a la ratio, sino que lo padece toda la persona humana: Yo quiero saber la verdad. Por eso la intervención del corazón en el conocimiento de la verdad. San Agustín de Hipona en sus confesiones, ya manifestaba tal experiencia por la verdad: «¡Oh verdad, verdad!, cuán íntimamente suspiraba entonces por ti desde los meollos de mi alma, cuando aquéllos te hacían resonar en torno mío frecuentemente y de muchos modos, bien que sólo de palabras y en sus muchos y voluminosos libros. Estos eran las bandejas en las que, estando yo hambriento de ti, me servían en tu lugar el sol y la luna, obras tuyas hermosas, pero al fin obras tuyas, no tú, y ni aun siquiera de las principales. Porque más excelentes son tus obras espirituales que estas corporales, siquiera lucidas y celestes. Pero yo tenía hambre y sed no de aquellas primeras, sino de ti misma, ¡oh verdad, en quienno hay mudanza alguna ni obscuridad momentánea[10]Y en otra parte hablando de la verdad que es Dios, dice: «¡Tarde te amé, belleza siempre antigua y siempre nueva! Tarde te amé»[11], y en otra parte de las confesiones del mismo libro X dice: «Si se les pregunta a los hombres qué es lo que prefieren: si gozarse en la verdad o gozarse en la falsedad, todos a una dirás que gozarse en la verdad; y esto lo dicen con la misma firmeza con que afirman querer la felicidad. Es que la felicidad consiste en gozarse en la verdad, y la verdad eres Tú, mi Dios, luz de mi mente y salud de mi alma»[12].

El punto de acción de toda filosofía, y específicamente de todo filósofo, debe ser de una sinceridad de la razón y del corazón[13] ante el conocer del eros veritatis, que es generado por el asombro que la realidad nos afecta en todo nuestro ser; es decir, que su acción de presencia nos impacta en lo más íntimo del corazón y la razón del hombre, pero que para conocer seriamente la verdad implica una sinceridad o honradez intelectual, aquí empieza el camino de -«una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia»[14]del eros veritatis.

Esta sinceridad de la razón y el corazón que se necesita en el camino hacia la verdad, es semejante a aquella experiencia profunda del leproso en el evangelio, y que manifiesta en una expresión total de conmoción de su ser por el deseo de sanación: “si quieres puedes curarme” (Mc. 1,40). Tal experiencia de sí, le impulsa a reconocer la necesidad de una verdad urgente que golpea su alma hasta desear la salud; por eso, él mismo, siendo sincero consigo, sobre aquella lepra que experimenta, hace expresar su deseo, real y profundo de toda su persona, a quien sabe puede curarlo. De la misma manera el hombre tiene experiencia del deseo por la verdad que nace en la persona ante una realidad que experimenta en sí, y cuando este pronuncia de manera de pregunta ¿Qué es la verdad? ¿Quiero saber, qué es? implica la misma sinceridad del corazón y de la razón que el leproso, y  que aquí todo hombre tiene deseo de la verdad. Por eso la expresa de manera de pregunta. Tal deseo saber la verdad es tan real, a tal punto, que nace de una experiencia de ausencia de ésta misma: sabe que él no la tiene como suya, sino no experimentaría tal deseo, pero también reconoce que no puede reducirse a un mero conocimiento, sino que debe llenar toda su persona. Pues no se desea de manera tan fuerte y personal, lo que se tiene, sino lo que no se tiene. Por eso lanza esta pregunta fuera de sí, como comunicándose con la misma verdad: ¿quién eres? ¿Puedes curarme de tal deseo? Esta experiencia da a conocer dos virtudes que se tendrán siempre necesidad en éste camino hacia la verdad: la sinceridad y la humildad.

Esta sinceridad no solo nos impulsa a introducirnos en elcamino a la verdad (deseo de la verdad), sino que nos acompañará en todo el recorrido hacia la verdad (pero con una función más, la de la fidelidad: mantenernos atentos a no traicionarla), para que podamos vivir según ella cuando se experimente ya no un eros veritatis, sino la caritas veritatis(donde la sinceridad y fidelidad nos ayuda a imitarla) –amor por la verdad que sigue implicando el eros pero purificado[15].

De esta experiencia de sinceridad o honradez de conocer la verdad, y sentir deseo de ella, nace una fuerza que invita obedientemente a ordenarse (la voluntad) a la realidad que es lo primero que le afecta primeramente, y reconoce (por la honestidad de la ratio) que a la vez le afecta tan profundamente que le exige responder seriamente sin traicionarse: ¿qué es aquello, por qué existe? La realidad del ser es el primer caminoque encontramos en este profundo caminar a la verdad. La realidad es lo primero camino que asombra o golpea al hombre, dejando heridas profundas, como veremos líneas más adelante, y que impulsará a la ratioa introducirse más a fondo en la verdad del ser de la realidad.

Ésta acción de la ratio (sinceridad o honradez intelectual) es como aquella primera virtud necesaria para introducirnos[16]en una atenta mirada interior del corazón a la ratio hacia la unidad del ser[17]; generándose  así, una relación[18]tan profunda entre la razón, el corazón y el ser de la realidad, a tal punto que se convierte en una comunicación, o mejor dicho, un tener algo en común, alguna característica que los une: la verdad. Ésta permite establecer un orden necesario entre los tres. Permite establecer una unidad de orden que algunas veces se puede romper, por ser una de las unidades más débiles de todas las unidades[19], pues se funda en la relación de orden.Por ejemplo, si el corazón no quiere seguir a la razón por ser inmersa en diversos hábitos que la alejan, por la falta de fuerza para seguirla, entonces no podrá responder como se debe, o no responderá. O si la razón no quiere entrar en comunión con la realidad del ser y la unidad que ésta manifiesta, entonces se pierde el fundamento base del asombro y del deseo. Y así generándose un círculo vicioso que termina en traicionarse constantemente sin encontrar un camino hacia la verdad, pues sólo sigue su verdad.

Jorge Alejandro Oliva Navarro.
Actualmente se encuentra realizando el doctorado en filosofia,
en la Universidad Pontificia Lateranense.





[1] La realidad, según la expresión de Romano Guardini, es ese «aquello con lo que chocamos, aquello que nos obliga a que lo consideremos como algo que está ahí y con lo que tenemos que contar» Cfr. Romano GUARDINI, Ética, sobre el Bien, BAC, Madrid 2000, p. 21. La realidad significa darme cuenta de la cosa. Edith Stein llegaba a decir: «Todo ser humano, en cuanto mira a su alrededor con ojos bien abiertos, se encuentra en un mundo de cosas y personas, con las que se halla en viva interacción» Cfr. Edith STEIN, Obras completas II. Escritos Filosóficos, Etapa fenomenológica. Ed. Monte Carmelo, Burgos 2003, p. 672[2] El πάθος  griego es muy polisémico, y significa: 'sufrimiento'; 'desgracia'; 'pasión'; 'sentimiento' o 'afección del alma'. El hombre que es sincero y serio con lo que experimenta por medio de sus sentidos, padece, sufre (no en el sentido negativo) su encuentro con una realidad que es fuera de él, que está ahí (no en el sentido heideggeriano y menos en el sentido existencialista) y le con-emociona su presencia, le maravilla, y le afecta en el alma; golpea su corazón racional y le impulsa a preguntarse por la verdad de aquello que es. Al estilo de los primeros griegos.
La realidad del ser es la que impulsa el deseo por la verdad, y especialmente su unidad. La duda cartesiana no es el punto de inicio hacia la verdad, como se manifiesta en la modernidad, según la expresión de Hannah Arendt. Sino que es la vida, el ser, lo que maravilla al hombre y lo afecta en la ratio. El ser es el punto de referencia de toda filosofía seria y, sin embargo es lo más rápidamente olvidado.
[3] La razón es la única que nos sitúa, con toda la unidad de nuestro ser, delante de tal deseo de verdad. Es el hombre quién se pregunta por la verdad. Y no solo por las cosas del mundo, o de Dios, sino propiamente de sí. ¿cuál es la verdad del hombre? ¿Qué es la verdad para mí? Y es ahí donde se abre la pregunta por Dios, que es el único quien esclarece toda verdad para el hombre en la persona de Cristo.
[4] Este conocimiento «es obedecer [este obedecer implica un camino interior, una sinceridad de la razón para con el ser y un corazón que busca ser fiel con la verdad conocida] la realidad. Si digo: “esto es de tal y cual modo” no lo digo por capricho, tampoco porque se congenie con mi estructura anímica, o porque subvenga a mis necesidades, sino porque eso es así. La voluntad de conocer es una voluntad de superar la subjetividad. Quien pregunta va más allá de la pulsación auto-afirmativa hacia la disponibilidad para ver aquello que es» Cfr. Romano GUARDINI,  Ética. Sobre la convicción y  tolerancia, p.573.
[5] «“Todos los hombres desean saber”, y la verdad es el objeto propio de este deseo» Cfr. Fides et ratio, n°25
[6] A «lo largo de los siglos (…) encontrarse progresivamente con la verdad (…) es un camino que se ha desarrollado dentro del horizonte de la autoconciencia personal: el hombre mientras más conoce la realidad y el mundo y más se conoce a sí mismo en su unicidad, le resulta más urgente el interrogante sobre el sentido de las cosas y de su propia existencia» Cfr. Fides et Ratio,n°1. El deseo de conocer la verdad es para el hombre un camino de perfección. Pues es en esta búsqueda de la verdad cada uno quiere saber las respuestas a “las preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana” (Cfr. Fides et ratio, n°1). La finalidad de conocer la verdad es hacer que la existencia humana sea más digna, es decir, que se haga buena; por eso es descubrimiento que el ponerse en camino a la verdad nos muestra el significado del sentido de la vida. “La propuesta de una verdad tan existencial, de algo tan pertinente a nuestra naturaleza y a nuestra vida, que nos sentimos empujados a tratar de entender a dónde nos lleva, y por eso nos vemos empujados a adherirnos a ella” ( Cfr. Mons. Luigi GIUSSANI, El camino a la Verdad es una experiencia, Lima 2007, p.  111)
[7] Etimológicamente la Filosofía hace referencia al amor  de amistad (philia) por la sabiduría, y que nace del deseo –erosophia- que tiene el hombre por la sabiduría. «El concepto de eros en la historia y en la actualidad sobresalen claramente dos aspectos. Ante todo, que entre el amor y lo divino [de la Verdad] existe una cierta relación: el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni « envenenarlo », sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza» Cfr. Deus Caritas est, n°5
[8] Quien trata sobre la verdad no son los sentimientos, sino solo la razón. Los sentidos informan los datos del mundo sensible, mas no juzgan sobre y respecto de la verdad.
[9] Cfr. Edith Stein, Escritos filosóficos, Obras completas, III. ¿Qué es filosofía? Un diálogo entre Edmud Husserl y Tomás de Aquino, Ed. Monte Carmelo, Espiritualidad y el Carmen, Madrid 2007, p.169
[10] Cfr. S. Agustín, Confesiones,Libro III, cap. VI
[11] Cfr. Confesiones, Libro X, cap. XXVII
[12] Cfr. Confesiones, Libro X, cap. XXI
[13] Quién conoce en el hombre es la razón y quién nos impulsa a caminar a ella es la voluntad; sin embargo, cuando queremos partir de aquella honestidad o sinceridad de la razón y el corazón, trato de explicar aquella constante atención y de la razón y del corazón sobre sí, estableciéndose como una unidad que está abierta ante la verdad que se conoce y se desea en el ser; y busca, por tanto, no engañarse ni mentirse por cualquier cosa que traicione tal ser. La razón que conoce y es sincera, y el corazón que ordena obedientemente la voluntad a seguir tal camino, permiten que toda la persona se impulse en un recto camino, ya no solo de deseo por la verdad, sino un caritas veritatis (amor por la verdad), que nos invita a no solo desearla a ella, sino que nos introduce en una plena comunión con ella, según la expresión de san Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo (la VERDAD) quien vive en mi” (Gal. 2,20). Como un donarse del todo a ella.
[14] Cfr. Deus caritas est, n°5
[15] Esta caritas veritatisimplica una iluminación de parte de la verdad misma, una gracia, una revelación de la verdad misma hacia la ratio, y por la que la ratio se enamora a tal punto de vivir la experiencia de donación, de configuración, ser uno con la verdad revelada. Sin embargo, esta caritas no anula el eros, sino que lo implica tan profundamente que hace a lo humano uno con la verdad. Cfr. Deus caritas est, n°7
[16] El proceso de interiorización(como aquella que san Agustín en sus confesiones, y San Buenaventura en su Gobierno del alma nos presentan) es necesario para un camino serio a la verdad, pues solo en una atenta mirada a la sinceridad de nuestro corazón de la razón ante la verdad, nos permite introducirnos, ya no en un simple deseo, sino un verdadero amor por la verdad, en una caritas veritatis, que implica ser siempre en ella.
[17] La unidad esencial del ser para mí, ha significado el punto de referencia de un verdadero caminoúnico serio hacia la verdad. Los escritos de santo Tomás (Ver, De Veritates, art.1), de los padres calcedonenses (por ejemplo, Leonzio de Bizanzio. Ver, Carlo Dell’Osso, en su libro Il Calcedonismo del VI secolo in Oriente, Institutum Patristicum Augustinianum, Tipographia Detti Roma, Roma 2010, p.126 ss), san Agustín (en sus confesiones) y Romano Guardini (Ver el capítulo III, de Opposizione e opposti polari, 1914.) manifiestan no solo al ser (podemos pensar en el actus essendi, que es el fundamento de toda la filosofía Tomista) como base de toda construcción filosófica, sino como el principio de unidad de toda realidad, y en especial como el único camino hacia la verdad. Fijemos también que en muchos de los salmos del salterio se nos invita a la unidad del corazón como el único camino correcto para ir en busca de la verdad. Si no hay unidad en la verdad (que es Dios), hay dispersión en muchas cosas, lo que origina el pecado.
[18] «La relazione consegue alla comunicazione, in quanto il fondamento per cui l’elemento [en este caso son tres] si pone in relazione al principio [la verdad] è dato dalla comunicazione della formalità secondo la quale l’elemento partecipa dell’ordine. D’altra parte, tale formalità viene recepita dall’elemento secondo una misura determinata dalla relazione relazione terminante nel Principio» Cfr. Juan José SANGUINETI, La filosofia del cosmo in Tommaso d’Aquino, Ed. Ares, Milano 1986, p. 62
[19] «L’espressione unitas ordinis allude direttamente al tipo di unità che può acquisire il molteplice [las partes: razón, corazón y realidad] quando è sottomesso ai vincoli dell’ordine [el vinculo: la verdad]. Esaminiamo pertanto il modo in cui gli insiemi ordinati realizzano l’unità. “Essere uno secondo l’ordine non equivale ad esse uno sempliciter,poiché l’unità di ordine è minima tra tutte le unità”. Essa è la forma più debole di unità poiché si fonda sull’essere debolissimo della relazione» Cfr. Juan José SANGUINETI, La filosofia del cosmo in Tommaso d’Aquino, p. 98


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