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domingo, 25 de marzo de 2012

Sacerdocio sí, celibato no


Sacerdocio sí, celibato no


Por otro lado, «hay quien se pregunta hoy día si no se podría ser buen sacerdote sin ser célibe»[1]. Si consideramos en toda su extensión el sentido de la vida célibe conforme al Evangelio y apreciamos sobre todo el celibato como «signo escatológico», entonces veremos que el celibato y el sacerdocio ministerial se hallan relacionados mucho más íntimamente de lo que se expresa en las polémicas de los últimos años[2]. En consecuencia, ser o querer ser sacerdote y «preguntarse si el “sacerdote” debe ser célibe es algo contradictorio en sí mismo, ya que el celibato forma parte de nuestra misma noción de sacerdote»[3].

Evidentemente, el celibato no es una exigencia intrínseca del sacramento del Orden; por ello la Iglesia nunca ha afirmado la necesidad sino la conveniencia del vínculo entre sacerdocio y celibato (Cfr. PO 16)[4]. Esta «conveniencia» ciertamente no siempre es entendida por algunos clérigos. Pues, «el ministerio es posible sin celibato, lo mismo que el celibato es posible sin ministerio»[5], pero el significado del celibato no se agota en la mera conveniencia.

En este sentido, el celibato no se elige, sino que es un carisma, una gracia de Dios, una vocación. Sería mutilarse el cuerpo o la vida optar por el celibato por propia iniciativa. El comportamiento afectivo de un hombre no sólo le compromete en él a los demás, sino que compromete en él a Cristo[6]. El motivo principal del celibato sacerdotal se describe de la mera contemplación del celibato de Jesús. El motivo fundamental del celibato de Jesús es la entrega a la construcción del Reino de Dios[7].

En este sentido, resulta significativa la opinión de algunos seminaristas sobre el celibato: en un consenso unánime manifiestan que el celibato debería ser algo opcional, es decir, la Iglesia debería juzgar que el celibato no sea requisito en la admisión al ministerio presbiteral. Al mismo tiempo, manifiestan que si se diera esta opción libre del celibato, ellos optarían por vivir su sacerdocio siendo célibes[8].





[1] Congregación para la Educación Católica, El celibato, valor positivo del amor, Roma 11 de abril de 1974, Paulinas, México 1985, 12.
[2] Cf. Gisbert Greshake, Ser sacerdote hoy, 380-381.
[3] R. L. Stern, «Cómo llegaron a ser célibes los sacerdotes», 241.
[4] Cf. Javier Fronza, «El celibato don, propuesta y tarea»,139.
[5] Comisión internacional, Le ministére sacerdotal, 103, en Dionisio Borobio, Los ministerios en la comunidad, 271.
[6] Albert Chapelle, «Una comprensión cristiana del celibato», en Selecciones de Teología 18/72 (1979) 348.
[7]  Cf. J.M. Uriarte,Ministerio presbiteral y espiritualidad, Idatz, Donostia 20035, 84.
[8] Cf. Paúl Alva Jave, «Celibato y sacerdocio», [entrevista grabada a 5 alumnos seminaristas de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de México], México D. F. [09.05.2010].


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