Buscar

Entradas populares

miércoles, 21 de marzo de 2012

Vocación -sentido estricto de la palabra-

Autor: Mauro Piacenza
Fuente: Revista Seminarios

¿Qué es vocación?

Quisiera iniciar hacendo una premisa de carácter metodológico y semántico, sobre el empleo del término: “vocación”. Mi impresión es que, ahora, se utiliza demasiado a menudo este término para indicar no tanto una específica llamada del Señor, cuanto las elecciones de vida que los hombres autónomamente cumplen; la consecuencia es que cualquier profesión, trabajo, condición o estado de vida, se transforma en una presunta vocación!


Parafraseando un aserto teológico del Card. Cottier, según el cual “si todo es gracia, nada es gracia”, podríamos decir: “¡Si todo es vocación, nada es vocación!”.
Presentar todo como “vocación” sin las necesarias distinciones, conlleva el riesgo de un grave aplastamiento, de un artificial horizontalismo y de una “normalización”de la vocación, que sería el resultado de una mera elección humana.


Si es cierto que es lícito, más bien, un deber, hablar, por ejemplo, de “vocación universal a la santidad”, o de “vocación a la vida”, tenemos que reconocer que estos lenguajes pertenecen a aquel esquema teológico-moral, que ve en P. Haring uno de los mayores referentes, que ha interpretado la relación de salvación según el díptico: “Dios llama - el hombre responde”. No podemos no reconocer los méritos de un tal enfoque, pero tenemos que también evaluar sus límites. Este, en efecto, si no es adecuadamente comprendido, corre el riesgo de no tener en la debida consideración la dramática realidad del pecado de los orígenes,“pecando” así, a su vez, de un cierto optimismo e irenismo antropológico.


Personalmente estoy convencido que se pueda, y se deba, volver a distinguir con gran claridad, entre “vocación natural” y “vocación sobrenatural”, reservando, sólo a esta última, en sentido estrecho, el significado auténtico de vocación. En este sentido, por ejemplo, el matrimonio es, y permanece, una hermosa realidad, al que cada hombre, sanamente orientado, está naturalmente llamado; por lo tanto, específicamente, no tendría sentido hablar de “vocación” matrimonial, a no ser que se aclare que se trata, más que de una “vocación”, de una “natural inclinación”.


Será, luego, el matrimonio cristiano sacramental que podrá ser descripto con “acentos vocacionales”, porque esta institución natural ha sido elevado, por Nuestro Señor, a la dignidad de sacramento (cf Catecismo de la Iglesia Católico n. 1601). Pero, ciertamente, no todos los movimientos del ánimo humano pueden ser de origen sobrenatural: bien imaginamos cosa ocurriría si cada “inclinación” de los hombres fuera canonizada en una presunta “vocación” divina. Es claro, como un tal enfoque, no resista el impacto de verificación con la realidad y, sobre todo, el análisis del drama universal del pecado, del que no es nunca lícito atribuirle a Dios alguna responsabilidad.

Entonces, cuando se habla de “vocación”, es necesario recuperar el auténtico significado de los términos, reconociendo ciertamente que ya aquella de devenir cristianos es una auténtica vocación sobrenatural, pero reservando, luego, el término a aquellas que, clásicamente, han sido siempre consideradas vocaciones, (sacerdotales, a la vida consagrada).

Si es cierto que no se nace cristianos – a no ser, en cierto sentido, culturalmente - pero se deviene, a través del acontecimiento del encuentro con Cristo, que da a la vida un nuevo horizonte (cf Deus caritas est, 1) es igualmente verdadero e irrenunciable, que la vocación sacerdotal no es una elección humana sino una llamada divina. ¡Es la entrada sobrenatural de Dios en la existencia humana! Un Dios que llama a seguirlo radicalmente, totalmente, renunciando a todo aquello que es humanamente bueno y lícito, para ser, para Él y para el mundo, la “tierra prometida” a la tribu de Levi, quien, por el culto al Señor, no poseía tierra en este mundo. Recordemos el Salmo: “El Señor es mi parte de herencia y mi cáliz” (Salmo 16,5).


Este intento de recuperación semántica del término “vocación” tiene enormes consecuencias de carácter metodológico, sobre todo en orden al discernimiento vocacional: si la vocación es un acontecimiento sobrenatural, el discernimiento tiene que ser cumplido con métodos sobrenaturales. De otra manera, discernir la vocación, por ejemplo, sólo a través de técnicas psicológicas, sería una violencia al objeto, el que impone, ex natura sui, el método del conocimiento.


La psicología es un método natural, por lo tanto resulta inadecuado para discernir la vocación sobrenatural. Las ciencias humanas también pueden resultar sumamente útiles para “trabajar sobre lo humano”, que tiene que sostener la gracia sobrenatural de la vocación, pero nunca pueden convertirse en el criterio último de discernimiento vocacional.

Es necesario, luego, considerar que el Señor dona, a quienes Él llama, también la gracia de un extraordinario “florecimiento humano”: la humanidad, tocada por la gracia de la vocación sobrenatural al sacerdocio, y más en general a la virginidad por el Reino de los cielos, florece como nunca se habría podido pensar y, como la experiencia en Congregación certifica, si se abandona el camino de la vocación, marchita al improviso.


La vocación sacerdotal es, por lo tanto, un acontecimiento sobrenatural de Gracia, una intervención libre y soberana del Señor que “Llamó a los que él quiso y se reunieron con él. Así constituyó a los Doce para que estuvieran con él y para mandarlos” (Mc 3,13; cf Pastores dabo vobis n. 65). A este acontecimiento sobrenatural responde la libertad humana, adhiriendo a la divina voluntad y conformándose a ella progresivamente.


0 comentarios:

Publicar un comentario