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viernes, 23 de marzo de 2012

Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos



LA HERMANDAD DE SACERDOTES OPERARIOS DIOCESANOS

UNA ASOCIACIÓN SACERDOTAL AL SERVICIO

DE LAS VOCACIONES EN LA IGLESIA UNIVERSAL

Después de haber visto la universalidad de la misión del presbítero recibida en la Ordenación sacerdotal, de ver cómo los presbíteros pueden elegir su propia forma de espiritualidad siempre buscando su propia santificación y del derecho que asiste a los sacerdotes de poder pertenecer a una asociación clerical y analizar las asociaciones en sí, estudiando cómo las regula el CIC, en este cuarto capítulo nos proponemos el ejemplificar todo lo anterior.
Vamos a repasar la historia de una asociación en concreto, la de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos fundados por el Beato Manuel Domingo y Sol en el año 1883 y que como asociación clerical de Derecho Pontificio fue aprobada por la Santa Sede el 22 de mayo de 2008, pero antes de llegar a esto pasaron por una serie de estatutos jurídicos dentro de la Iglesia y que ahora repasaremos brevemente.
1.- Breve historia de la Hermandad
Manuel Domingo y Sol nació en Tortosa (Tarragona) el día 1 de abril del año 1836. Su vida entera fue una pasión ardiente por el sacerdocio, y lo vivió con toda intensidad. Le atraían, a la vez, todas las facetas del apostolado sacerdotal.
A la edad de 15 años ingresó en el seminario diocesano. Fue ordenado sacerdote en Tortosa el día 2 de Junio de 1860 a la edad de 24 años. Celebró su primera Misa en Iglesia de S. Blas, el día 9 de Junio de 1860. Su primer destino fue a La Aldea (Tortosa), el 7 de Marzo 1862 y un año más tarde se hace cargo de la parroquia de Santiago de Tortosa. Durante los primeros 13 años de su sacerdocio, fue misionero diocesano, párroco, confesor de Religiosas -levantó tres conventos de religiosas de clausura- y profesor del Instituto de Tortosa. Se dedicó, sobre todo, al apostolado con la juventud. Construyó de nueva planta un centro para jóvenes, y fundó la primera revista juvenil católica de España: El Congregante[1].
Pero nada de esto colmaba sus aspiraciones. Necesitaba un punto de apoyo definitivo para aunarlo todo, influir en todo, y restaurarlo todo.
Un día del mes de febrero del año 1873, se encontró con el seminarista Ramón Valero, pobre y humilde, que vivía de limosna con otros seminaristas en una buhardilla. El Seminario de Tortosa había sido destrozado por la Revolución del año 1868, y los pocos seminaristas que aún quedaban vivían diseminados por la ciudad, con hambre y sin formación. Ramón Valero contó a don Manuel las estrecheces en que vivía, sin pan, sin luz para estudiar, sin orientación.
Don Manuel vio muy claro y para siempre: la clave de sus anhelos era dar pan y cariño, ilusión sacerdotal y formación adecuada a los futuros sacerdotes. Había encontrado la "perla preciosa" de la parábola, y vendió todas las cosas para comprarla.
En el mes de septiembre de 1873 comenzó la tarea ingente de su vida con la humilde “Casa de San José”, donde reunió a 24 seminaristas pobres. Muy pronto hubo de adquirir una casa más amplia para los 98 alumnos que tenía el año 1876. E1 día 11 de abril de 1878 puso la primera piedra del nuevo “Colegio de San José para Vocaciones Eclesiásticas”, y lo inauguró el 11 de abril de 1879 con 300 seminaristas. Educaba y mantenía, además, gratuitamente a otros 100 seminaristas en el Palacio de San Rufo[2].
Durante los primeros años de funcionamiento del Colegio de San José, D. Manuel fue madurando ideas y vio que los esfuerzos individuales no tenían garantía de perennidad: el hombre pasa y los problemas permanecen. Quería dar consistencia a su "Obra" e irradiar su actividad a otras diócesis. Así, e1 29 de enero de 1883, después de celebrar la Santa Misa, recibió la luz de lo alto, y “estuvo dos días bajo la influencia de aquella inspiración sobrenatural” según palabras del propio D. Manuel. El 30 se completó la idea y la organización. Durante el mes de febrero de ese año de 1883 Don Manuel se aplicó a redactar el proyecto y ya el 2 de marzo se lo presentó al P. Vigordán, rector de la Casa del Jesús de Tortosa, que será el «consultor, resolvedor, animador» de la fundación del Hermandad, como le llama Don Manuel.
Don Manuel consultó el proyecto también con el arzobispo de Tarragona, D. Benito Vilamitjana. La presentación de la Hermandad pone en primer lugar la atención a la juventud masculina mediante congregaciones y gimnasios; en segundo lugar apunta al «desarrollo y sostenimiento de las vocaciones… y todo bajo la divisa del amor y culto al Corazón de Jesús». Don Manuel se presenta en Tarragona el 15 de marzo para exponerle el plan detenidamente con el escrito que había elaborado en febrero, presentándole las primeras bases de la Hermandad[3]. En esta ocasión el arzobispo únicamente le recomendó no empezar hasta no contar con seis o siete colaboradores.
El 4 y 8 de mayo de 1883 se entrevistó con el obispo de Tortosa, señor Francisco Aznar y Pueyo, presentándole las primeras Bases de la Hermandad que conocemos. Solicita la bendición del obispo para poder así invitar a alguno a que se una al proyecto[4].
Vio con claridad la fundación de una Hermandad de Sacerdotes Operarios que, con acendrado espíritu de Reparación, se dedicaría a la formación de futuros sacerdotes. La Hermandad será aprobada por el Obispo de Tortosa el día 17 de mayo del año 1883. Con un puñado de sacerdotes buenos y entregados, don Manuel se sintió capaz de llevar a cabo su empresa.
Lo que le urgía a Don Manuel era encontrar colaboradores. Tres sacerdotes tan sólo respondieron a su llamada: D. José García, D. Francisco Osuna y D. Francisco Ballester, además del subdiácono D. Elías Ferreres[5].
El día 2 de julio se entrevistó con el obispo de Tortosa y le comunicó que se reunirían en el Desierto para «redactar la organización». Con los cuatro que contaba en ese momento se reunió del 16 al 19 de julio en el Desierto de las Palmas, monasterio de carmelitas cerca de Benicasim, donde redactaron las Bases permanentes y Reglas provisionales.
A pesar de la aprobación, el problema seguía siendo el mismo: la falta de Operarios. Efectivamente, las listas que manejaba Don Manuel ya le daban número suficiente para comenzar: Manuel Domingo y Sol, presbítero; José García y Serrano, presbítero; Francisco Osuna, presbítero; Manuel Pech, pbro.; Miguel Gimeno y Gimeno, pbro.; Francisco Ballester y Ferreres, diácono; Elías Ferreres y Climent, subdiácono[6]. Don Manuel se dedica también a ampliar las obras. Ve necesario que la Hermandad salga de Tortosa donde ha nacido. Surge la posibilidad de un colegio en Tarragona y también en Valencia. De hecho quería abrir un nuevo colegio ya en el curso 1884-1885, pero tendrá que esperar a 1885 para concretar el proyecto del Colegio en Valencia.
D. Elías Ferreres fue enviado a Ares de coadjutor. El resto de los colaboradores, a los que ahora se les había agregado D. Vicente Vidal Mompó, se reunieron el día 2 junio de 1885 en el Colegio de Tortosa e hicieron una promesa de consagrarse, llegado el momento, a la Obra en los siguientes términos: «Hago voto de procurar por todos los medios posibles la instalación y desarrollo de la Hermandad de Operarios Diocesanos, Reparadores del Sagrado Corazón de Jesús, aún con el sacrificio de mi consagración a ella, si esto fuera indispensable para dicha instalación». D. Elías Ferreres lo firmó en Ares el 4 de junio.
Se reúnen los Operarios en Villareal el 26 de diciembre y el 31 de diciembre van al Desierto de las Palmas. Fue este un verdadero Capítulo: decidieron reformar los objetos de la Hermandad de manera que apareciese como objeto principalísimo el fomento de las vocaciones por encima de los demás. A continuación los Operarios ya constituidos como tales, eligieron director general: Don Manuel Domingo y Sol. La renovación de dicha consagración fue el 1 de enero de 1889, entonces serán ya 12 Operarios.
La situación de los Seminarios españoles era bastante precaria. Don Manuel supo elevar el nivel espiritual, disciplinar e intelectual de tal manera que resaltaba la formación dada en el Colegio de Vocaciones y comenzaron a llover sobre él peticiones de los Obispos para que los Sacerdotes Operarios fueran a sus diócesis (Valencia, Murcia, Orihuela, Plasencia, Burgos, Almería, Lisboa)[7].
La aprobación de la Hermandad y de sus Constituciones por parte de la Santa Sede sería un largo y difícil camino que comenzaría en el año 1893 con el envío por parte de D. Manuel de las primeras Constituciones a Roma. Después de muchas reuniones y votos en la Congregación de Obispos y Regulares no se daría el Decretum Laudis[8]de la Hermandad hasta el año 1898, pero no se decía nada de las Constituciones[9].
Muerto Don Manuel, la Hermandad ha ido pasando por diversos tipos de formas jurídicas, adaptándose a la legislación de la Iglesia, hasta nuestros días en que definitivamente la Hermandad ha sido aprobada como Asociación clerical de Derecho Pontificio, reconociendo por fin la idea original de D. Manuel. Las formas jurídicas por las que ha pasado ha sido las siguientes: la aprobación definitiva de las Constituciones[10]tiene lugar el 23 de marzo de 1935, de manos del Papa Pío XI y será aprobada como Sociedad de vida común sin votos. La X Asamblea General de 1951 plantea el paso de sociedad de vida común sin votos a la nueva forma jurídica de Instituto Secular, cambio que será aprobado el 19 de marzo de 1952. A partir de la XIV Asamblea General (1969), se insiste en la idea de que la Hermandad se oriente hacia otra forma canónica, más en consonancia con su fisonomía originaria; y será la XV Asamblea General (1972) quien declare positivamente que la Hermandad no debe ser Instituto Secular, encargando al Consejo Central que busque otra fórmula jurídica más adecuada. La XVI Asamblea General (1978) vuelve a recordar los elementos esenciales que configuran la naturaleza de la Hermandad y después de haber consultado a todos los Operarios sobre la conveniencia de abandonar la figura jurídica de Instituto secular, determina en las proposiciones para la elaboración de un Directorio que el Consejo Central dé los pasos necesarios para ver la posibilidad de ser en el futuro Asociación sacerdotal y se le encomienda la redacción de un Directorio según las bases aprobadas por la Asamblea y teniendo en cuenta la legislación particular anterior[11].
Recién promulgado el nuevo Código de Derecho Canónico, el 25 de enero de 1983, la XVII Asamblea General (1984) toma la decisión de continuar en la forma jurídica de instituto secular a la espera de una mayor profundización en las nuevas formas jurídicas tal y como eran presentadas por la nueva codificación. En la Asamblea General XIX, de 1996, al estudiar nuevamente el tema de la forma jurídica, se partió de la idea de no continuar siendo Instituto secular, tal y como se venía reclamando desde 1969 (XIV Asamblea) y se orientó la discusión considerando dos alternativas fundamentales, según las aportaciones previas de los Operarios: pasar a ser asociación sacerdotal o sociedad de vida apostólica. Finalmente se decidió que se dieran los pasos oportunos para que se hiciera la consulta a todos los Operarios acerca de la opción de solicitar el paso de la Hermandad a Asociación sacerdotal, pero dicha consulta nunca se llevó a efecto.
La Asamblea General XX de 2002 ha vuelto a pedir al Consejo Central que inicie el proceso para pasar a la forma jurídica de Asociación Sacerdotal, informando adecuadamente a los Operarios, recabando su preceptiva aprobación y, si se diera ésta, presentar la solicitud formal ante la Congregación del Clero. Será definitivamente aprobada esta forma jurídica, por la Santa Sede, el día 22 de mayo de 2008 llegando después de muchos años a concluir el deseo de D. Manuel de la aprobación de la Hermandad, como una asociación de sacerdotes “y sólo sacerdotes”[12].
2.- Notas identificativas según sus estatutos
Los estatutos y directorio de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos fueron aprobados por la XXI Asamblea general celebrada en Julio del año 2008. Dichos estatutos habían pasado la aprobación de la Santa Sede en el mes de mayo, en la misma fecha de aprobación de la nueva forma jurídica.
A) Asociación pública internacional
La Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos ha sido erigida por la Congregación para el Clero como una Asociación Pública Clerical de Derecho Pontificio[13]por lo cual deberá regirse por lo establecido por el CIC para las asociaciones públicas de fieles en los cánones 312-320 y por los cánones 298-311, normas comunes para todas las asociaciones.
En cuanto a su ser internacional la Hermandad depende únicamente de la Santa Sede, de ahí que sea erigida por ella y sea de Derecho Pontificio. Esa universalidad queda reflejada en los Estatutos al indicar que los Operarios están obligados a ir a cualquier parte del mundo que exija la necesidad[14]. Además se prestarán a trabajar en las necesidades de las diócesis de forma especial en aquellas de carácter más universal[15].
B) Unidos por el vínculo de la caridad: la fraternidad sacerdotal
En el capítulo dos destacábamos como fundamental, dentro de la caridad pastoral como punto destacable de la espiritualidad sacerdotal, las relaciones entre los presbíteros, o dicho de otra forma: la fraternidad sacerdotal.
Ya el primer artículo de los Estatutos de la Hermandad hace referencia expresa a esta fraternidad al definir su naturaleza[16]. Y el artículo tercero expone que, como una expresión de esa fraternidad sacerdotal, los miembros de la Hermandad deberán observar la obediencia, la vida común, el amor entre ellos y el afecto y disponibilidad a los objetos de la propia Hermandad.
Pero esta búsqueda de la fraternidad no será solamente entre sus miembros sino que los Operarios correspondiendo a su propio nombre, Operarios Diocesanos, deberán estar atentos a las necesidades de las diócesis donde se encuentren desempeñando su misión, bajo la dirección del Obispo y en unión con él y con una estrecha colaboración y una relación personal con el presbiterio diocesano[17].
C) La dirección común: incardinación y obediencia
La Santa Sede erige la Hermandad en los siguientes términos:
“ERIGE, a tenor de los cánones 302 y 312 § 1 del CIC y también del canon 278 § 1 y 2, la Asociación Clerical, internacional y pública: Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús, dotándola de la facultad de incardinar los clérigos socios que sean necesarios para atender los apostolados propios de la Asociación, y al mismo tiempo, aprobando los Estatutos de la Asociación”[18].
La capacidad de incardinación de una asociación clerical no es un derecho propio de la asociación, sino que, como vimos en el capítulo 2 al hablar de la incardinación, se trata de una concesión especial, un privilegio, concedido expresamente por la Santa Sede.
Los miembros de la Hermandad, por su propia naturaleza, deberán incardinarse o permanecer incardinados en sus propias diócesis de origen o en aquellas en las que de hecho se encuentren, pero por causas especiales podrán incardinarse en la Hermandad cumpliendo lo establecido en el CIC[19] y obteniendo las letras dimisorias del Director General[20].
La obediencia dentro de la Hermandad es la única virtud que aparece prescrita como promesa. Se trata de una obediencia completa en todo aquello que atañe al servicio de la propia Hermandad, conforme a lo que se prescribe en los estatutos. Esta obediencia debe ser, además de completa, cordial[21]en todos los Operarios a los que competen tareas de la Hermandad. Pero esta obediencia no excluye la sinceridad en el manifestar la mayor o menor inclinación de cada uno en los cargos o encargos para los que sean llamados, exponiendo las dificultades o inconvenientes que pueda preveer, pero aceptando a la resolución que se establezca por parte de quienes tienen la autoridad[22].
D) Un carisma peculiar: las vocaciones y la juventud
El carisma propio y peculiar de la Hermandad queda reflejado en el Título II de la primera parte de los Estatutos en el cual se establece cuáles son los objetos de la Hermandad. El fomento, sostenimiento y cuidado de las vocaciones aparece como el objeto principal, el cual será el primero y preferente y que debe caracterizar a la Hermandad[23]y tenerlo los Operarios como un medio universal y eficaz para la promoción de todos los intereses de la gloria de Dios[24].
En palabras del mismo D. Manuel: “Mas en nuestras manos ha tomado tal incremento con nuestro carácter y nuestros medios, que parece indicar que Dios nos [ha escogido] a nosotros para la realización de este objeto como si fuese un fin de nuestra Hermandad, y esta circunstancia, estas proporciones que ha tomado, repito, no pueden menos de intimidarnos”[25]. Y continúa diciendo que la formación del clero es “la llave de la cosecha en todos los campos de la gloria de Dios”[26].
Ante esta misión D. Manuel exhorta a los Operarios para que “cada uno se convenza y no olvide ni un instante de que tan alta misión a que somos llamados en la formación de la juventud eclesiástica”[27].
Dentro de los objetos de la Hermandad también se señala como uno de los principales[28]la educación cristiana de la juventud y el fomento de la piedad en ella[29]. Para ello exhorta D. Manuel a amar a la juventud y a procurar imprimir en el corazón de los jóvenes el rostro de Cristo y todo ello sin rehusar esfuerzos:
“Debemos amar a la juventud como Jesús la amó, porque en esto está verdaderamente el secreto de educar bien a los pequeños y volverles felices y buenos. Este amor nos obligará, como consecuencia, a procurar que sea impresa, por todos los medios posibles, la imagen del divino Salvador en lo más íntimo de sus corazones blandos como la cera, no rehusando fatigas para ello, a fin de prevenirlos para las luchas de su provenir”[30].
Estos dos, junto con el incremento del espíritu de reparación y de la devoción al Corazón de Jesús, constituyen los tres objetos principales que son permanentes e invariables. Cualquier otro que se adoptase con el tiempo pasaría a ser secundario[31].
E) Una espiritualidad sacerdotal: la reparación eucarística
“Nervio individual, el reglamento. Nervio de la Obra, la corrección fraterna, complemento de la espontánea abertura de corazón. Mas sobre estos nervios, lo que más ha de sostener la Obra, vivificar a sus individuos y obtener gracias es el ser reparadores del Corazón de Jesús Sacramentado. La vida del Operario debe ser el amor y reparación al Corazón de Cristo Jesús, lo mismo en los actos privados que en los de su ministerio”[32]. Con estas palabras señala D. Manuel una de las claves fundamentales en la espiritualidad de los miembros de la Hermandad.
Pero antes de ver cómo aparece este tema en los Estatutos de la Hermandad es preciso que digamos unas palabras sobre el tema de la reparación.
La reparación ha estado siempre muy unida a los ritos de desagravio y con la idea, casi exclusiva, de “compensar” las ofensas, desprecios, críticas, profanaciones u olvidos de los cristianos y no cristianos hacia el sacramento de la Eucaristía, y más en concreto a las especies eucarísticas reservadas. En muchos casos a la adoración eucarística se unían actos de penitencia y ascesis, de extremado rigor en ocasiones, con el propósito de compensar el mal infligido a Cristo presente en la Eucaristía, y a esto se añadirá el elemento afectivo de la compasión con la idea de acompañar la soledad de Cristo en el sagrario.
Estos comportamientos tienen unos valores muy hondos que han estado presentes en el cristiano desde la antigüedad y que brotaban de la necesidad de dar una respuesta de amor y de agradecimiento por el amor de Dios hacia el hombre; sin embargo la praxis desvinculada de la experiencia y la ritualización de la devoción fueron llevando al olvido las actitudes que hacían legitima esta espiritualidad[33].
La identificación con Cristo se expresa en la solidaridad con los demás cristianos, identificación que enciende el deseo de cargar con los pesos de los demás. En este sentido se comprende el deseo de imitar a Cristo colaborando con Él y como Él en su misión reparadora.
Una recta comprensión de la expresión “reparar al Corazón de Jesús” ha de ser interpretado como un proceso de reorientación hacia el corazón de Dios, donde se incluye el con-sentir con Él. Aparece aquí la dimensión de la compasión. Por tanto supone un cambio en el corazón humano que reoriente al hombre hacia Dios, que configure su corazón con el corazón divino, de tal forma que sienta con Dios y como Dios, que quiera lo que Dios quiere y que busque lo que Dios busca[34].
La legítima y necesaria reparación al corazón de Jesús surge, por tanto, de la compresión escatológica de la redención que vivimos de una forma especial en la Eucaristía. El triunfo de Cristo no ha desplegado aún todo su poder, es pleno pero todavía no está consumado. Esta consumación es la que esperamos cuando todo sea recapitulado en Cristo. Hasta entonces el corazón de Cristo permanecerá abierto, incorporando a su existencia gloriosa a muchos hermanos, pero también estará sangrando la sangre que posibilita la incorporación en la alianza a quienes aún peregrinamos en la tierra.
Reparar el corazón de Cristo consiste en poner toda nuestra existencia al servicio de ese corazón de hombre transformado, creado para nosotros[35]y a nuestra disposición[36].
En concreto en la Hermandad la espiritualidad del Operario es la misma que la del sacerdote secular diocesano[37]y uno de los puntos fundamentales y centrales en la vida y vivencia de la Hermandad es la Eucaristía, por ello se señala en el Directorio que las prácticas espirituales habituales de los Operarios serán entre otras: la celebración diaria de la Eucaristía y de la liturgia de las horas; la oración personal y la visita al Santísimo Sacramento y un acto semanal eucarístico de reparación[38].



[1] Cf. L. Rubio Parrado – J. de Andrés Hernasanz – F. Martín Hernández, Sacerdotes operarios diocesanos. Aproximación a su historia, Salamanca 1996, 55.
[2] Ibid. 62-63.
[3] Ver Anexo I.
[4] Cf. HSOD, La identidad de la Hermandad. Materiales y apuntes sobre su configuración canónica, Salamanca 2005, 39-40.
[5] Ibid.
[6] Cf. L. Rubio Parrado – J. de Andrés Hernasanz – F. Martín Hernández, o.c., 68.
[7] Cf. HSOD, o.c., 56-57.
[8] Ver Anexo II.
[9] Cf. HSOD, o.c., 56-57.
[10] Ver Anexo III.
[11] HSOD, o.c., 146-151.
[12] Ibid. 152-153.
[13] HSOD, Estatutos, Directorio y Reglamentos, Roma 2008, art. 2: “Erigida por la Congregación para el Clero en (fecha), ha sido constituida como Asociación Pública Clerical de Derecho Pontificio a tenor de lo establecido en los cánones 278, 302 y 312 §1, 1º del Código de Derecho Canónico, con domicilio social en Via della Cava Aurelia 145, 10 int., 00165 Roma (Italia)”.
[14] Cf. Estatutos art. 11: “Para el mejor cumplimiento de los objetos de la Hermandad los Operarios quedan obligados a ir a cualquier parte del mundo que la necesidad exija y la obediencia les designe, a fomentarlos por los medios que se crean más oportunos, bajo la autoridad y la inspección de los Obispos diocesanos. También procurarán infundir celo por estos objetos en los jóvenes confiados a su dirección y en los sacerdotes más relacionados con la Hermandad (cfr. Const. 30 y 35)”.
[15] Cf. Estatutos art. 12: “Finalmente, correspondiendo al nombre de Operarios diocesanos, se prestarán a trabajar en las demás necesidades de las Diócesis, especialmente en las de carácter más universal, y más afines a los objetos de la Hermandad, siempre bajo la dirección de los Obispos. Su condición de sacerdotes seculares debe manifestarse por su unión con el Obispo en cuya Diócesis trabaja, su colaboración estrecha con los sacerdotes de la misma y su relación personal con el Obispo y presbiterio de su Diócesis de incardinación (cfr. Const. 14).
[16] “La Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús es una asociación de sacerdotes seculares cuyos miembros se unen con el vínculo de la caridad y de una dirección común, para lograr más fácilmente su santificación en medio del mundo y promover con mayor eficacia en las diócesis los intereses de la gloria de Dios” (Estatutos art. 1).
[17] Cf. Estatutos art. 12.
[18] Ver Anexo IV.
[19] Cf. CIC 83 c. 267: “§1. Para que un clérigo ya incardinado se incardine válidamente en otra Iglesia particular, debe obtener de su Obispo diocesano letras de excardinación por él suscritas, e igualmente las letras de incardinación suscritas por el Obispo diocesano de la Iglesia particular en la que desea incardinarse.
[20] Cf. Estatutos art. 29: “A quienes no se incardinan en su Diócesis el Director General puede también concederles letras dimisorias y, por la recepción del diaconado, quedarían incardinados en la misma Hermandad”.
[21] “Por lo tanto, hemos de estar dispuestos siempre y en todo, pero con cordialidad, sin necesidad de mandato. Este debe ser el distintivo” (P. Ruiz de los Paños, La idea de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos según su fundador, Tortosa 1957, 171).
[22] Cf. Estatutos art. 41: “La obediencia, base de toda organización y de todo orden, es la única virtud prescrita con promesa en la Hermandad, en todo lo relativo al servicio de la misma, conforme a los Estatutos. La obediencia debe ser completa, y mejor que completa cordial, en los Operarios en lo que atañe a las tareas de la Hermandad y modo de conducirse en ella (cfr. Const. 98-99; cfr. Escritos I, 5º, 24; PO 15; PDV 28).
Art. 42: “No obstante, será virtud de santa sinceridad el manifestar cada uno su mayor o menor inclinación en el cargo o encargos que se le hagan, si es preguntado por ello, y aun exponer por sí las dificultades que tenga, o los inconvenientes que prevea, aquietándose después en las resoluciones que le den, poniendo toda su confianza en aquél que nos conforta, y en quien todo lo podemos (Const. 100).
[23] Cf. Estatutos art. 7: “Entre estos objetos, el primero y preferente, y que ha querido el Señor confiar de un modo providencial al celo y vigilancia de la Hermandad, el que ha sido ocasión de su origen, y que debe siempre caracterizarla, es el fomento, sostenimiento y cuidado de las vocaciones eclesiásticas, religiosas y apostólicas (Const. 29; cfr. AG XVI, 3).
[24] Cf. Estatutos art. 8: “No deben olvidar los Operarios que el fomento de las vocaciones eclesiásticas y apostólicas no sólo ha sido el objeto primero y principal de la Hermandad, sino que es también el medio universal y eficacísimo para la promoción de todos los demás intereses de la gloria de Dios en la misma. Este objeto debe llenar el corazón de los Operarios de gratitud y fidelidad al Señor, que les ha llamado a una Obra de tanta trascendencia para su gloria y bien de la Iglesia (Const. 32-33).
[25] P. Ruiz de los Paños, o.c., 60.
[26] Ibid.
[27] Ibid., 63.
[28] “Siendo uno de nuestros objetos preferentes el bien de la juventud –obra tan grata al Señor-, la Hermandad ha adoptado por uno de sus patronos a San Luis Gonzaga, declarado por la Santa Sede Protector especial de dicha juventud” (Ibid., 85).
[29] Cf. Estatutos art. 9: “También se propone la Hermandad como objetos principales el fomento de la piedad en la juventud y la devoción y espíritu de reparación al Corazón de Jesús en el sacramento de su amor por los medios que el celo inspire a los Operarios y la Hermandad les designe, o se proponga establecer, siguiendo siempre las prescripciones emanadas de la Santa Sede (Const. 34).
[30] P. Ruiz de la Paños, o.c., 92.
[31] Cf. Estatutos art. 10: “Estos tres objetos principales son permanentes e invariables. Si con el tiempo se creyera oportuno adoptar algún otro como permanente, se considerará siempre como secundario, y no podría ser aceptado sino por disposición de la Hermandad en Asamblea General y con el beneplácito de la Congregación para el Clero (Const. 36).
[32] Pensamiento y espíritu del Siervo de Dios Manuel Domingo y Sol, Tortosa 1956, 34-35.
[33] Cf. N. Martínez-Gayol Fernández, La Eucaristía, espacio de reparación, in: AAVV., Retorno de amor. Teología, historia y espiritualidad de la reparación, Salamanca 2008, 355.
[34] Cf. A. Vanhoye, Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo según el Nuevo Testamento, Salamanca 1984, 176-180.
[35] Cf. Sal 51.
[36] Cf. N. Martínez-Gayol Fernández, o.c., 356-358.
[37] Cf. Estatutos art. 38: “Aunque el estado sacerdotal exige mucha santificación y los Operarios se han propuesto poseer todas las virtudes sacerdotales en el más alto grado posible en medio del mundo, con todo, deben atender a que resplandezcan en ellos las propias y peculiares del carácter sacerdotal de la Hermandad y de sus objetos, pues la espiritualidad del operario no es otra que la propia del clero secular diocesano (cfr. PO 12-14; Escritos I, 5º, 23, 24, 27, 30, 53, 55c).
[38] Cf. Directorio art. 37: “Las prácticas espirituales habituales de los Operarios son: la celebración diaria de la eucaristía y de la liturgia de las horas; la oración personal y la visita diaria al Santísimo Sacramento; las devociones marianas; un acto semanal eucarístico de reparación; el retiro mensual, los ejercicios espirituales anuales…”.


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