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miércoles, 21 de marzo de 2012

La formación sacerdotal


Esta finalidad pastoral de todo el proceso de formación se pone de manifiesto con claridad en el decreto conciliar Optatam totius, que indica: “los alumnos [...] deben prepararse para el ministerio de la Palabra: para comprender cada vez mejor la palabra revelada por Dios, poseerla con la meditación y expresarla con la palabra y la conducta; deben prepararse para el ministerio del culto y de la santificación, a fin de que, orando y celebrando las sagradas funciones litúrgicas, ejerzan la obra de salvación por medio del sacrificio eucarístico y los sacramentos; deben prepararse para el ministerio del pastor: para que sepan representar delante de los hombres a Cristo, que ‘no vino a ser servido sino a servir y dar su vida para la redención del mundo’ (Mc 10, 45; cf. Jn 13, 12-17), y, hechos servidores de todos, ganar a muchos (cf. 1 Cor 9, 19)” (OT 4).

Para lograr este fin, es necesario que el proceso de formación presente una profunda coordinación y total armonía entre los distintos aspectos de la formación humana, espiritual e intelectual, así como en su propia finalidad pastoral (Cf. PDV 57, b). Por lo tanto, la finalidad pastoral del proceso de formación permite unificar y determinar las distintas dimensiones que integran este proceso al brindarles contenidos y características más concretos y prácticos (Cf. PDV 57, b), que le permitirán al alumno alcanzar una mayor profundidad y comprensión de estas dimensiones y sus diversos aspectos como elementos imprescindibles de su formación.

En este contexto, el Seminario debe ser consciente de la necesidad de profundizar en la realidad permanente del sacerdocio ministerial y de realizar una auténtica búsqueda de lo que la Iglesia pide y la sociedad requiere en el momento actual. Para ello es necesario, con la iluminación superior del Espíritu Santo, llevar a cabo una investigación que permita “descubrir las orientaciones de la sociedad moderna, reconocer las necesidades espirituales más profundas, determinar las tareas concretas más importantes, los métodos pastorales que habrá de adaptar, y así responder de manera adecuada a las esperanzas humanas” (PDV 5, e).

Por otra parte, esta finalidad de la formación sacerdotal conlleva un proceso educativo exigente, tanto para la institución encargada de desarrollarlo, como para las personas involucradas en él. De ahí que en el Seminario se deban estipular con precisión los criterios en que se sustentará la formación, las responsabilidades y funciones de cada integrante, así como las características, conocimientos, experiencia y cualidades –intelectuales y espirituales– que deben poseer para contribuir significativamente a este proceso y, principalmente, es necesario establecer con precisión los objetivos, medios y actitudes que se esperan obtener en cada una de las dimensiones, sin perder de vista el objetivo principal: la formación de verdaderos pastores de almas.


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