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martes, 13 de noviembre de 2012

Las trampas de mi negación:


Por Roberto Ávila Rangel
Publicado por: Almas.mx


Un seminarista suele enfrentarse a una serie de expectativas que los familiares, formadores u otras personas tienen sobre él, tales como que cubra con cierto perfil y comportamiento. En el ámbito afectivo-sexual, dichas expectativas pueden llegar a pesar mucho, sobretodo porque es un aspecto en que nadie tiene un control o dominio absoluto. Existen debilidades y habrá que trabajar en éstas, pero una condición es necesaria: la aceptación.

La etapa en la que un joven entra al seminario, aunque en algunos casos es distinto, generalmente es en la adolescencia o juventud. Estas son unas etapas en las que el seminarista todavía se está descubriendo a sí mismo y, aunque este proceso dura toda la vida, en este momento evolutivo se acentúa más.

El área afectiva-sexual implica especial dificultad, pues baña o permea todo lo que la persona es: sus relaciones, trabajo, apostolado, etc. Es de donde surge la fuerza, el motor que nos impulsa. En la adolescencia esta fuerza se despierta con intensidad como una manera de decirnos: ¡aquí estoy! El problema es que el joven todavía no tiene todos los recursos psicológicos y espirituales, para manejar adecuadamente este nuevo elemento.

Es aquí en donde surgen distintas dificultades o situaciones que generan miedo, frustración, culpa en el seminarista. El impulso sexual puede llevarle a tener conductas que tal vez se perciban como una amenaza a su ser seminarista y que tratará de mantener en secreto. El problema es que la culpa y frustración se sigue acumulando, generando malestar o depresión.

El mayor problema no es tener estas dificultades en lo afectivo-sexual, el problema es que el seminarista caiga en ciertas trampas mentales que le impidan buscar ayuda o salir de la situación. Algunas de las posibles trampas las presentamos a continuación:

Dramatizar la dificultad o creer que es lo peor del mundo. ¿Qué tal si es muy grave mi problema? A nadie más le pasa; todos los demás excepto yo, son perfectos en su vivencia afectiva-sexual.
Minimizar la dificultad o problema. No es tan grave; no hay problema; qué puede pasar. Pensar que leyendo un libro o reflexionando se superará.
Concentrarse en la autoimagen. ¿Qué van a decir de mí? ¿Qué tal si piensan que soy un pervertido, sucio, malo? Me van a correr del seminario; no podré volver a ver a la cara al formador. ¿Y si alguien más se entera? Me van a ver muy mal.
Racionalizar. Por ejemplo, si un seminarista ve pornografía, tal vez pueda pensar: “lo que pasa es que no tengo prejuicios con la estética del cuerpo humano”.
Sobre-estimarse. Todo lo tengo bajo control. Puedo solucionarlo con mis propias fuerzas.

Las trampas se pueden presentar de diversas maneras. Cada persona necesita descubrir cuáles son a las que recurre con más frecuencia. Depende en gran medida de nuestra historia, el tipo de trampas que utilizamos para encubrir nuestras dificultades afectivas y sexuales. Identificar las trampas, es un buen inicio para comenzar a ser más sincero con uno mismo.

Para reflexionar: ¿Identifico alguna trampa de negación en mí? ¿Qué podría estar detrás de esa trampa (emociones, sentimientos, experiencias de la infancia)? ¿Soy totalmente sincero conmigo mismo?


lunes, 12 de noviembre de 2012

Sacerdotes y Seminaristas el latín educa a estimar las cosas bellas!


Por Luis Alva

Desde los inicios de  su pontificado el Santo padre Benedicto XVI ha insistido en el tema de la lengua latina, como la reivindicación del latín en las misas, el regreso al canto Gregoriano, el regreso del latín a las aulas, y el conocimiento serio y profundo de latín por parte de sacerdotes y seminaristas, y ahora lo hace de manera especial mediante el Motu Proprio "Latina lingua", mediante el cual ha creado una inminente Pontificia Academia de la Latinidad, que se agrega a las once ya existentes. 

Hasta ahora, la que se ocupaba de mantener vivo el latín era la fundación “Latinitas”, que se encuentra bajo la tutela de la Secretaría de Estado y que además de publicar la omónima revista y de organizar el concurso internacional “Certamen Vaticanum” de poesía y prosa latina, esta fundación se ha ocupado de traducir al latín un enorme corpus de términos modernos. Ahora con la institución de esta nueva Pontificia Académica de Latinidad se quiere dar una especial atención al conocimiento del latín especialemente por parte de los sacerdotes y los futuros sacedotes, porque "El latín educa para estimar las cosas bellas" , señala Nicolini.


A continuación presentamos la traducción del Motu Proprio “Latina lingua”, que ha sido publicado el día sábado por la Santa Sede, por el cual el Papa Benedicto XVI, con la intención de promover el conocimiento y el uso de la lengua latina, instituye una Pontificia Academia de Latinidad.

Carta Apostólica en forma de Motu Proprio “Latina lingua” con la cual se instituye la Pontificia Academia Latinitatis

1. La lengua latina ha sido siempre tenida en altísima consideración por la Iglesia Católica y por los Romanos Pontífices, los cuales han promovido asiduamente el conocimiento y la difusión, habiendo hecho de ella la propia lengua, capaz de transmitir universalmente el mensaje del Evangelio, como ya es afirmado con autoridad por la Constitución Apostólica Veterum sapientia de mi Predecesor, el Beato Juan XXIII.

En realidad, desde Pentecostés, la Iglesia ha hablado y ha rezado en todas las lenguas de los hombres. Sin embargo, las Comunidades cristianas de los primeros siglos usaron ampliamente el griego y el latín, lenguas de comunicación universal del mundo en que vivían, gracias a las cuales la novedad de la Palabra de Cristo encontraba la herencia de la cultura helenista-romana.

Después de la desaparición del Imperio romano de Occidente, la Iglesia de Roma no sólo continuó valiéndose de la lengua latina, sino que se hizo, en cierto modo, custodia y promotora de ella, tanto en ámbito teológico y litúrgico, como en el de la formación y de la transmisión del saber.

2. También en nuestros tiempos, el conocimiento de la lengua y de la cultura latina resultan muy necesario para el estudio de las fuentes de las que se sirven, entre otras, numerosas disciplinas eclesiásticas, como por ejemplo, la Teología, la Liturgia, la Patrística y el Derecho Canónico, como enseña el Concilio Ecuménico Vaticano (cfr Decr. Optatam totius, 13). Además, en esta lengua están redactadas, en su forma típica, para evidenciar el carácter universal de la Iglesia, los libros litúrgicos del Rito romano, los documentos más importantes del Magisterio pontificio y las Actas oficiales más solemnes de los Romanos Pontífices.

3. En la cultura contemporánea se nota, sin embargo, en el contexto de un generalizado debilitamiento de los estudios humanistas, el peligro de un conocimiento cada vez más superficial de la lengua latina, incluso en el ámbito de los estudios filosóficos y teológicos de los futuros sacerdotes. Por otra parte, precisamente en nuestro mundo, en que ocupan tanto lugar la ciencia y la tecnología, se encuentra un interés renovado por la cultura y la lengua latina, no sólo en aquellos continentes que tienen las propias raíces culturales en la herencia grecorromana. Esta atención es muy significativa ya que no concierne solamente a los ámbitos académicos e institucionales, sino también a los jóvenes y estudiosos procedentes de naciones y tradiciones muy diversas.

4. Es, por eso, urgente sostener el empeño de un mayor conocimiento y un uso más competente de la lengua latina, tanto en el ámbito eclesial, como en el mundo más vasto de la cultura. Para dar relieve y resonancia a ese esfuerzo, resultan muy oportunas la adopción de métodos didácticos adecuados a las nuevas condiciones y la promoción de una red de relaciones entre las instituciones académicas y entre los estudiosos, con el fin de valorizar el rico y multiforme patrimonio de la cultura latina.

Para contribuir a alcanzar esos objetivos, siguiendo las huellas de mis venerados Predecesores, con el presente Motu Proprio instituyo hoy la Pontificia Academia de Latinidad, dependiente del Pontificio Consejo para la Cultura. Es dirigida por un Presidente, ayudado por un Secretario, nombrados por mí, y por un Consejo Académico.

La Fundación Latinitas, constituida por el Papa Pablo VI, con el Quirógrafo Romani Sermonis, del 30 de junio de 1976, se extingue.

La presente Carta Apostólica en forma de Motu Proprio, con la cual apruebo ad experimentum, por un quinquenio, el único Estatuto, ordeno que sea publicada en L’Osservatore Romano.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 10 de noviembre del 2012, memoria de San León Magno, en el octavo año de Pontificado.

BENEDICTUS PP XVI


lunes, 5 de noviembre de 2012

Bienaventuranzas del Seminarista!


Seminario de Madrid

Feliz el seminarista que:

Camina hacia el ministerio sacerdotal a pesar de las objeciones del ambiente, porque sabe que los hombres siguen tiendo necesidad de Dios hoy, mañana y siempre.

Ha descubierto que Dios está vivo y que necesita de hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás.

 Ha descubierto que no se llega a ser sacerdote solo sino en una comunidad de discípulos.

Pone en el centro de su vida la relación personal con Dios en Jesucristo para llegar a ser mensajero de Dios entre los hombres.

Aprende a vivir en contacto permanente con Dios, como punto de referencia que le hace descubrir tanto los errores como todo lo hermoso y bueno que hay en su vida.

Sabe celebrarla Eucaristía con participación interior para encontrarse a Cristo en persona.

Aprende a conocer, entender y amar la liturgia de la Iglesia como un gran coro de oración con los fieles de todos los tiempos.

Vive el sacramento de la Penitencia con una conciencia agradecida de que Dios siempre está dispuesto al perdón, sin ser escrupuloso pero luchando por la santidad y la santificación.

Reconociendo su miseria, llega a ser más tolerante y comprensivo con las debilidades del prójimo.

Sabe apreciar una piedad popular purificada y centrada en lo esencial que le permite integrase con el Pueblo de Dios.

 Estudia con tesón y aprovecha los años de estudio para conocer y comprender la estructura interna de la fe.

 Va consiguiendo un equilibrio justo entre corazón y mente, razón y sentimiento, cuerpo y alma, para llegar a ser humanamente íntegro.

Camina vigilante y atento en un proceso de discernimiento para vivir una humanidad auténtica, pura y madura en la vida celibataria.

Sabe vivir su propia espiritualidad particular en el conjunto de las diversas formas de espiritualidad suscitadas como dones del Espíritu a la Iglesia.

Vive su etapa en el seminario como un periodo en el que aprende con los otros y de los otros.

Asimila la generosidad y la tolerancia para hacer posible el enriquecimiento mutuo en la vida comunitaria.

* A partir de la carta de Benedicto XVI a los seminaristas (18-X-2010)


jueves, 1 de noviembre de 2012

Verme en el otro... ¿ME INCOMODA?


Por J. Roberto Ávila
Fuente: Almas.mex 

La existencia de vínculos afectivos más o menos profundos es una condición para la vivencia de la comunidad, especialmente en un ambiente formativo como es el seminario, en el cual se está en permanente interacción con los compañeros. En este sentido podríamos hablar de una coexistencia, es decir, un compartir el momento y espacio rumbo al sacerdocio, sin embargo hay algo que la mera coexistencia no garantiza: el establecimiento y la calidad de los vínculos afectivos. La dificultad radica en que los vínculos se pueden deteriorar por actitudes o conductas que muchas veces tienen su raíz en experiencias pasadas y de las que no se tiene tanta conciencia.

Las distintas experiencias que tenemos a lo largo de la vida, principalmente en la interacción con los padres o cuidadores, van modelando en nosotros un patrón de respuesta, así como actitudes y conductas en nuestras relaciones interpersonales. Esas primeras experiencias se vuelven un referente, una base desde la cual nos vincularemos siempre.

Para saber cómo me afectaron esas interacciones pasadas, es necesario que me pregunte cómo es la calidad de los vínculos que tengo con los demás: ¿hasta que punto estoy realmente dispuesto a abrirme al otro y a asumir la vulnerabilidad que genera la experiencia del amor, la experiencia de la unión? En ocasiones se han puesto ciertas barreras, debido a desconfianza e inseguridad, situación que dificulta la empatía y la intimidad emocional en el seminario.

Las barreras emocionales que ponemos lo seres humanos en nuestros vínculos afectivos, nos hacen sentir “protegidos” de la vulnerabilidad que implican el vínculo de apego. Hay una memoria afectiva, la cual generalmente actúa de manera inconsciente, moviéndonos a tener actitudes que resultan ser un tanto desconcertantes, incomprensibles o evasivas con los demás.

 ¿Qué actitudes de este tipo podría estar teniendo con los compañeros del seminario?

•Guardarse emocionalmente. Esta es una de los mecanismos más fáciles de camuflar. Puede ser, por ejemplo, que no me involucre en las actividades de convivencia o me mantenga callado, retirándome pronto. Guardo mis alegrías, temores, debilidades, ansiedades y no los comparto con nadie.  Casi nadie es digno de mi confianza.
•Estar a la defensiva o demasiado susceptible. Reacciono con ira ante el menor estímulo o comentario de un compañero.
•Hago suposiciones. Pienso que un compañero está en contra de mí o que los formadores no me quieren, aunque tal vez no tenga razones objetivas para ello.
•Rechazo. No sé exactamente por qué pero me disgusta que los demás quieran ayudarme, acercarse a mí o simplemente hablar. No sé que hacer en estos casos o cómo debo actuar. Me muestro huraño o rígido.
•Actitud de tú o yo. Estoy en constante actitud de querer ganar. En las clases o el fútbol quiero ser siempre el número uno, el que tiene el balón y me cuesta trabajar en equipo, inclusive, en la pastoral busco resaltar.
Estas actitudes que hemos mencionado, es posible que se estén realizando de manera inconsciente. Por ello, sería interesante hacer un análisis o introspección. Además, este tipo de cosas sólo se pueden identificar del todo cuando nos abrimos a la retroalimentación de los demás, de cómo nos ven ellos, que son nuestro espejo. Otro recurso es detectar las reacciones que tienen los demás ante nuestra presencia: ¿son de gusto, indiferencia, alegría, disgusto, rechazo? Asimismo, es bueno buscar un amigo de confianza y que sea sincero, para que nos diga cómo nos percibe.

Para reflexionar: ¿qué tan cómodo me siento cuando estoy con los compañeros del seminario? ¿reconozco actitudes de evasión o aislamiento emocional?

Para profundizar:  Heredia A., Bertha (2005), Relación madre-hijo: el apego y su impacto en el desarrollo emocional infantil, México: Trillas, 144 p