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domingo, 25 de marzo de 2012

Concepción del celibato clerical


Concepción del celibato clerical








El tema del celibato clerical tiene su inicio con la predicación y vivencia de Cristo, desde entonces es inseparable de la vida la de Iglesia. En distintos momentos dio lugar a importantes debates teológicos, definiciones conciliares e intervenciones pontificias[1].



En este sentido, hace más de cuarenta años se señalaba que «la práctica del celibato ha suscitado siempre la curiosidad del mundo en general, y nunca más que en nuestros días. Es una práctica que ha provocado a menudo sentimientos de admiración o de repulsa, pero que raramente ha sido comprendida debidamente»[2]. Actualmente sigue siendo un tema controversial, que ha encontrado no pocas dificultades, no sólo en el ámbito eclesial sino también en el social. La mayor parte de los debates en torno al celibato tienden a desgajar el problema de su contexto[3].



Se puede encontrar diferentes visiones acerca del celibato, manifestados en diversas expresiones como Dionisio Borobio lo recoge en su libro:




El celibato es un carisma y no una obligación; no se debe unir necesariamente carisma ministerial con celibato; la ley del celibato es una ley eclesiástica que va contra un “derecho divino” al matrimonio; el no poder acceder al ministerio por no sentirse capaz de celibato, es una violación injusta por parte de la Iglesia; el mantener hoy esta ley tal como está es desoír la voz de muchos pastores y fieles, y desconocer la prioridad de la misión[4].



Junto a los planteamientos mencionados, podemos considerar que  actualmente se atribuye al celibato diversas situaciones o problemas, como: la falta de vocaciones en la Iglesia, los abusos sexuales a menores de edad y la deserción de los ministros sagrados, como también aceptar el sacerdocio y no el celibato.




[1] Cf. Javier Fronza, «El celibato don, propuesta y tarea», 137.
[2] L. Lengrand, La doctrina bíblica de la virginidad, Verbo Divino, Estella 1967, 13.
[3] Cf. Walter Kasper, El sacerdote, servido de la alegría, 75.
[4] Dionisio Borobio, Los ministerios en la comunidad, 270.


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