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viernes, 4 de mayo de 2012

Las vías de diálogo


d) Las vías del diálogo

En la parte nuclear del Encuentro Conyugal se presenta a los matrimonios un instrumento que es de gran utilidad, porque reporta la manera correcta e incorrecta de emprender el diálogo con la pareja. Queremos pre-sentar este instrumento, adaptándolo a la realidad de la vida fraterna. Como en el matrimonio, nos ocurre que no llegamos a discutir los problemas reales, sumiéndonos en una situación de conformismo. Uno no se atreve a plantear las cosas, para “llevar la fiesta en paz” o para no comprometerse en el camino comunitario. Los silencios se van acumulando y van provocando una honda frustración. La comunicación con los hermanos se sitúa en la superficialidad, porque en este nivel no se compro-mete a nadie.

Vamos a explicar primeramente la vía incorrecta para el diálogo, de modo que cada uno pueda reconocer situaciones en las que ha transitado por este camino.

1.     Juicio valorativo. Ante un acontecimiento que ocurre en la comunidad inmediatamente piensas, valoras, juzgas a los hermanos o hermanas. Ellos son responsables de la situación y por ello de tu malestar. Concentras tu atención en lo malo que el otro ha hecho, lo cual genera sentimientos negativos. Este juicio depende de un impulso, que te puede llevar a hablar mal del otro. Por objetivo que sea ese mal no es conveniente difundirlo, porque con ello se multiplica el efecto de ese mal. Cuando estás elaborando juicios, pierdes la capacidad de analizar suficiente-mente la situación. Es muy fácil caer en la subjetividad.

2.   Contra - agresión. Ante el juicio, la murmuración o la burla, el hermano se siente agredido y reacciona buscando defenderse o lastimarte como tú lo has hecho. Hace suyo el dicho: “la mejor defensa es el ataque”. En este momento tampoco él se detiene a pensar si la forma en que valora los acontecimientos es correcta.

3.   Polémica. La mutua agresión ha conseguido que, tanto tú como el hermano, se coloquen en una posición polémica, en una especie de pleito, en el que los argumentos pasan a un segundo plano, porque lo importante es ver quién gana. La ira hace que los comportamientos sean irreflexivos, irracionales. Es frecuente que en este momento se recurra a la ironía o al sarcasmo, incluso a los insultos. Llegas a decir cosas o a mostrar actitudes de las cuales luego te podrás arrepentir.

4.   Rechazo. Llegados a esta situación, surge en el interior de cada uno el sentimiento de rechazo. No quieres ver a esta persona que te ha herido, quisieras evitarlo. Todo lo suyo te molesta, su tono de voz, sus criterios, sus actitudes. Experimentas la hostilidad, que es el sentimiento de tener un enemigo. Al no llegar a ningún acuerdo, surge la tristeza, la frustración.

5.   Desánimo. El diálogo no ha ayudado a resolver el problema, antes al contrario, ha producido  heridas, ha generado resentimientos. Llegas a pensar que la situación no tiene remedio, que no tiene sentido el intentar compartir la vida con esta persona. El desaliento te invade y comienzas a actuar con desinterés, pensando que no vale la pena luchar. Es fácil que en esta situación busques evasiones que te impidan encontrarte con los hermanos.

6.   Aislamiento. No hay comunicación y mucho menos diálogo. Viniste para compartir en la vida fraterna, pero te experimentas solo. Con una soledad lacerante, que procede de la falta de diálogo. Tratas de ignorar la presencia del hermano, de evitar el contacto con él. Piensas que nada te une con él, que somos unos perfectos desconocidos habitando en la misma  casa, cada quien con su soledad.

En la vida común habrá siempre problemas. Porque no existe la comunidad perfecta. El punto está en aprender a reaccionar positiva e inteligentemente ante ellos. Para hacerlo así es necesaria una dosis de compromiso y de generosidad. Se define así una vía correcta para el diálogo. En esta nueva vía no partes de tus juicios, sino que haces un esfuerzo por comunicar lo que hay dentro de ti, especialmente tus sentimientos. Te atreves a hablar de ti mismo.

Esta es una descripción de la vía correcta para el diálogo.

1.   Actualización. En vez de elaborar juicios sobre los demás, haces un esfuerzo por hacerte consciente de tus pensamientos y sentimientos. ¿Cómo estoy valorando este acontecimiento? ¿Cómo me siento ante él? Se trata de descubrir, reconocer y aceptar lo que estás pensando, abriéndote a la posibilidad de que tu apreciación del hecho pueda estar equivocada.

2.   Inversión riesgosa. En vez de responder con una agresión, intento comunicar, con serenidad y humil-dad mi manera de apreciar la situación, así como los sentimientos que se derivan de mis apreciaciones. Me sostiene la esperanza de que los demás sabrán acoger y comprender mi punto de vista. Es una in-versión riesgosa porque la revelación que haces de tus sentimientos y pensamientos te sitúa en una posición vulnerable. Estás ofreciendo datos que pueden ser utilizados en tu contra, si los demás no acogen con fe lo que les estás comunicando.

3.   Diálogo. Las otras personas en la comunidad conocen y respetan tus sentimientos y tu manera de percibir los acontecimientos. A su vez expresarán el modo como cada uno siente y valora el problema. En vez de hacer una polémica están estableciendo un diálogo, aceptando, de entrada, que en todos pueden existir percepciones erróneas y poco objetivas.

4.   Aceptación recíproca. A través del diálogo se ha abierto la puerta al conocimiento de unos y otros. Llegarán todos a aproximarse a lo que puede significar un sufrimiento para los demás. Aparecerá la comprensión en el lugar del juicio condenatorio. Esto llevará a todos a la actitud, ciertamente más madura, de aceptar a los demás como realmente son. La relación se hace fuerte porque se cimenta en la roca firme de la verdad.

5.   Ánimo. El fruto de una mayor aceptación de los de-más es el ánimo para continuar luchando y mejoran-do como personas y como comunidad. Surgirá el deseo de complacer a los demás o al menos de no hacerles sufrir más, de amarlos y de hacerlos felices. La comprensión y aceptación de los hermanos hará a la vez que te sientas amado.

6.   Comunión. La unidad entre las personas que forman la comunidad se afianza, se amplía. La fraternidad camina hacia la unidad gracias a su esfuerzo y a su valentía para afrontar la verdad. La disposición para comprender y aceptar que todos hemos trabajado, la ayuda que nos hemos brindado para resolver una situación que nos afectaba, afianzará la comunión. Sentiremos que somos una fraternidad con sentido.

Una tabla sintetiza las dos vías para el diálogo y hace ver la importancia de desaprender un camino de equívocos y de sufrimientos, para aprender un camino nuevo, más cimentado en la verdad y en la madurez personal.



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