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lunes, 7 de mayo de 2012

Las claves del discernimiento vocacional




1. LAS SITUACIONES

El discernimiento se da en toda clase de situaciones por las que pasa la comunidad cristiana. Siempre en la vida del creyente es necesario discernir "lo que agrada al Señor" con una significación claramente religiosa, de modo que es la capacidad de discernir lo que especifica al hombre cristiano, una nota característica de su identidad. Estas situaciones diversas hacen referencia al camino de Jesús y a la fidelidad del cristiano a este camino, mostrando que quien lo transita debe estar atento a descubrir su novedad, lo que Dios quiere en cada momento. La razón profunda de esta necesidad de discernir es que Dios no impone sus planes. Los sugiere, invita al hombre a ser colaborador en su proyecto salvífico. El discernimiento es así exigido por este juego de libertad y respeto.


2. EL OBJETO DEL DISCERNIMIENTO
Los textos del Nuevo Testamento presentan una anchura de planteamientos que se convierte en la mayor exigencia para el creyente: todo queda abierto hacia la perfección, la bondad, lo que agrada al Señor. Consiste en una saber práctico, ordenado a la conducta; se refiere más a la ortopraxis que a la ortodoxia. Este saber práctico nace de la misma fe: no se trata de ver si las obras son mejores o peores desde un sistema racional de moral, sino de ver que correspondan a la vida de la fe. Se trata entonces de concretar el principio del amor al prójimo en las diversas circunstancias por las cuales pasa la comunidad, para distinguir el bien en cuanto es lo mejor, la plenitud del mandato del Señor en cada momento. En el fondo se busca la ortopatía, es decir, sintonizar con los sentimientos de Cristo y actuar consecuentemente.


3. EL SUJETO DEL DISCERNIMIENTO Y SUS CONDICIONES
Es siempre el hombre creyente. A su juicio personal se remite su conducta, un juicio que se supone cristiano y que se da en un contexto comunitario-eclesial. El discernimiento es hecho por todos y cada uno, por cada uno en el ámbito de la comunidad. Hay una estrecha relación entre la oración y el acto de discernir, de modo que la presencia de Dios garantiza la autenticidad del discernimiento. Es hecho en el Espíritu Santo. Hay que insistir en que el sujeto debe ser creyente. La condiciones para discernir no son otras que ser propiamente creyentes, ser adultos en la fe.


4. LA CLAVE DEL DISCERNIMIENTO
Los criterios para discernir son siempre específicamente cristianos: juzgar según la sabiduría de Dios y no según los criterios del mundo; dejarse renovar la mente (es decir, el hombre completo) por el Espíritu Santo; llevar a sus últimas consecuencias el principio del amor fraterno. La clave fundamental para este discernimiento parece ser el sentido comunitario-eclesial, lo que construye-edifica a la comunidad, que puede estar incluso sobre la ley moral o sobre o sobre los derechos y obligaciones de cada uno: "Todo es lícito, mas no todo edifica; que nadie procure su propio interés sino el de los demás" (1 Cor 10,23s). De esta manera se puede decir que juzgar según el Espíritu de Dios significa deponer el propio juicio para elegir según este instinto comunitario-fraternal lo que conviene a la comunidad en sus circunstancias históricas concretas. Así el amor fraterno se configura como la facultad del discernimiento.


5. LAS SEÑALES DEL DISCERNIMIENTO
En los textos hay una relación directa entre el discernimiento y los frutos del Espíritu. En ellos se conoce la autenticidad cristiana. Se postula un realismo radical: ante Dios el hombre es lo que hace, su conducta objetiva. Por tanto no se puede tomar en consideración primeramente la interioridad, la piedad, las buenas intenciones, la devoción, sino la conducta. La interioridad, la consolación y la desolación vale como criterio, pero es insuficiente. Los frutos del Espíritu se pueden reducir al solo fruto del amor al prójimo, es decir, a la imitación del Padre del cielo. Una vida interior rectamente vivida ha de llevar consecuentemente a conductas cristianas objetivas, y en esto se muestra la autenticidad de dicha vida interior.


6. EL DISCERNIMIENTO EN LA ORACIÓN

Constantemente se afirma la relación entre oración y discernimiento. Pero apenas se nos ofrecen estilos y modelos de oración de discernimiento. Nos atrevemos a hacer algunas sugerencias de fundamentación de este tema tan importante en los procesos vocacionales
.
1. El concepto de vocación personal como inserción en el proyecto de Dios de "recapitular todas las cosas en Cristo", mediante la edificación de la iglesia. No es posible entender ni empeñarse en ese proyecto sino en y desde la oración.

2. El ejemplo-modelo de Jesús:
a. La conciencia de estar inmerso en un proyecto que le "supera" (hacer la voluntad del Padre: Jn 4,34; 5,30...) y que choca con sus tendencias-deseos-necesidades espontáneas (cf. las tentaciones: Lc 4,1-13; 22,39-46; Mt 16,23).
b. Su praxis de oración de discernimiento en los momentos cruciales de sus grandes decisiones vocacionales, de la elección de sus continuadores (Lc 3,21; 9,8; 6,12; 9,18).
3. Desde la libertad del hombre, configuradora de la vocación, al no ser ésta un destino marcado. Sólo se es libre en y por el Espíritu. Sólo en la oración nos imbuimos en la libertad del Espíritu.

7. ELEMENTOS DE UNA ORACIÓN DE DISCERNIMIENTO

1. Meditación evangélica asidua, programada, comprensiva, receptiva: educar a la escucha de la Palabra, al "sí" al Dios que me habla en aquello que me comunica.

2. Analizar, asumir la propia realidad del sujeto (cualidades, necesidades, carencias, valores...): educar a la escucha de la verdad de sí mismo, a la aceptación de sí, al relativismo, y, desde ahí, a la oblatividad.

3. Informarse-conocer la realidad (necesidades, situaciones, problemas de los hombres): educar a la escucha de los gritos de los hombres, a la lectura de la manifestación de Dios en ellos, Y educar para el "afecto" (dejarse afectar por esas realidades, sensibilidad y sintonía ante ellas).

4. Analizar el objeto del discernimiento (los valores de la respectiva vocación): educar a la confrontación personal con esos valores, a la internalización de los mismos.

5. Conocer y asumir la vida, doctrina, tradición de la Iglesia con respecto a esa vocación: educar a la conciencia eclesial de la vocación tanto en el surgir como en el discernir la vocación.


8. DINÁMICA DEL DISCERNIMIENTO EN LA ORACIÓN

1. Como preludio del discernimiento es útil tomar nota de lo que se nos viene en la mente en relación con la materia de la decisión: lo que se nos presenta espontáneamente en pro o en contra de ella nada más disponernos a afrontarla. Es una etapa preliminar.

2. Tomando más tarde lo que hayamos escrito, tratar de captar lo que hay detrás de cada razón, su motivación real. Nos daremos cuenta de que sólo una rectitud total, en la presencia del Señor, nos permite descubrir poco a poco el subsuelo profundo de nuestro querer y de nuestro actuar.

3 Este ejercicio se traducirá en estados de ánimo diversos y hasta inexplicables. Experimentamos paz y turbación, gozo y tristeza, disponibilidad y rebeldía. Podemos no sentir nada o casi sucumbir por el peso de la repugnancia y del temor, o quizá pillarnos de improviso en un inesperado entusiasmo y animación. Todas son señales del Señor que se manifiestan a través de la realidad inestable y limitada de lo que somos.

4. Es muy importante tener en cuenta a la hora de tomar una opción determinada que puede no estar totalmente clara. Esta impronta de "misterio" es paradigmática en la casi totalidad de las opciones que nos colocan explícitamente en la línea del servicio a Dios y a su pueblo. En el discernimiento es importante permanecer abiertos al postulado de la fe. La decisión, que será nuestra respuesta a Dios, deberá constituirse no tanto en la afirmación de nuestra personal clarividencia y control, cuanto en la expresión de seguridad, en la fe, de que la iniciativa es de Dios y sólo suya.

5. Lo nuestro es lanzarnos, con la certeza de quien confía, en la segura incerteza de quien espera, vinculadas ambas al don del amor que nos atrae, nos impulsa y nos sostiene. Las grandes llamadas del Señor desbaratan casi siempre nuestros planes y proyectos. Él nos lanza a lo desconocido, donde cuentan poco nuestras posibilidades y pesa mucho la certeza de que sólo Dios es el Señor de nuestra vida.


9. LOS CRITERIOS OBJETIVOS PARA EL DISCERNIMIENTO


Como la llamada o vocación en sí misma es algo que se percibe en el interior del hombre y no es objetivamente observable, se ve necesario determinar de una forma más clarificadora aquellos criterios objetivos que permitan a los formadores y al propio sujeto discernir cuándo, a través de actitudes-aptitudes externas, se manifiesta o no esa vocación.
1. LA RECTA INTENCIÓN (criterio subjetivo): "voluntad firme y pronta para aceptar consagrarse para siempre al Señor" (Pablo VI, Summi Dei Verbum). Nosotros hablaremos, desde un lenguaje psicológico, de las "motivaciones", es decir, del conjunto de consideraciones y fuerzas psíquicas que contribuyen a formar una intención, y, por ella, a tomar una decisión o hacer una elección. Se dice que la intención es "recta" cuando el sujeto expresa con autenticidad aquel motivo o aquellos motivos que le impulsan a obrar en un sentido positivo éticamente.

2. LA PLENA LIBERTAD (pre-requisito): el candidato, cuando se dispone a realizar una opción debe gozar de la
"debita libertas"
. Está prohibido de ningún modo y por ninguna causa obligar a nadie, o por el contrario, si es canónicamente idóneo, impedirle. Siendo la esencia del hombre el poder autodeterminarse, es obvio que su conducta, a todos los niveles, no puede ser fruto del simple azar. Al contrario, por esa misma libertad el hombre-creyente puede tomar decisiones y alcanzar su fin discerniendo cada día en su vida cuál sea la voluntad de Dios para con él.

Toda decisión libre es responsable, es decir, viene atribuida a quien la tomó, tanto la decisión misma como las consecuencias previsibles que puedan derivarse, y de un modo personal, exclusivo e intransferible. Entre libertad y responsabilidad existe una relación de correspondencia mutua: no puede darse una sin la otra.

Como nadie puede querer y rechazar lo que ignora, sin el conocimiento suficiente no es posible el verdadero ejercicio de la libertad responsable. De aquí se deriva la preparación, no sólo a nivel académico sino también en lo que se refiere a la vivencia cotidiana de la propia vocación y a los compromisos de vida inherentes a su nuevo estado.

Añadir que el concepto de libertad no se puede separar del de autonomía. En la Sagrada Escritura aparece en numerosas ocasiones
el Dios liberador del hombre y promotor de la libertad. La libertad en sentido cristiano significa la desapropiación interior de todas las cosas, internas y externas a mí, para abrirse al Espíritu, para comprender la obediencia del amor. A mayor libertad interior, mayor posibilidad tiene el sujeto para abrirse plenamente a la voluntad de Dios. Es la libertad de los hijos de Dios
. El Dios que libera a su pueblo es el único capaz de liberarme para amar.

Desde aquí se entiende el acto de obediencia como un acto de libertad: una elección libre y responsable de la voluntad esclarecida por la razón y por la fe. La obediencia perfecta supone, pues, la consciencia de un juicio sereno y justo así como la elección deliberada y responsable.

3. LA IDONEIDAD (criterio objetivo): la recta intención, como manifestación de una voluntad y de una decisión libremente tomada, no es suficiente para diagnosticar si existe o no vocación. El punto clave y necesario es que, aquel que se dice llamado, demuestre prácticamente la actuación de dicha intención por medio del desarrollo de las cualidades necesarias. Este conjunto de cualidades que se han de actuar es lo que denominamos con el concepto genérico de
"idoneidad"
.

Por él agrupamos los niveles físico, intelectual, espiritual, moral y pastoral del sujeto en orden a que pueda desempeñar las exigencias objetivas de su vocación-misión. En términos clásicos, el juicio de discernimiento sobre la idoneidad tiene por objeto determinar - de modo fundado sobre razones objetivas - si existe en el sujeto una naturaleza apta para la gracia.

10. RESPONSABILIDAD DE LOS SUPERIORES Y FORMADORES


La gracia de la vocación es concedida en y para la Iglesia. Compete por lo tanto a la jerarquía discernir y comprobar la autenticidad de una llamada y acompañar hasta la maduración. A la vez la Iglesia tiene el derecho y el deber propio y exclusivo de educar a quienes van a formar parte de alguna Institución en concreto.


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