Buscar

Entradas populares

domingo, 20 de mayo de 2012

Casos y cosas 1

Soy seminarista en etapa de teología, he dejado la confesión y no soy sincero con mi director espiritual

Si está sucediendo esto, hay que revisar inmediata y urgentemente la ilusión por el llamado. El amor e ilusión por el servicio al que estamos llamados deben surgir de una motivación muy íntima y profunda que no está atada a mis estados de ánimo. La solidez de la vocación no es una "inyección" de ánimo, sino de amor que Dios ha hecho en nosotros y que nos hemos dejado hacer.
Lo nuestro no debe entenderse como una "profesión", sino como una respuesta a una llamada que compromete todo el ser, por lo cual mi estado interior es esencial para poder cumplirlo bien. Para ello, hay que estar siempre sobre uno mismo, vigilando los deseos, las intenciones, las ilusiones..., y defendiendo cada vez más cercanamente el tesoro que llevamos dentro.
Cuando se descuida la confesión se está permitiendo que se vaya perdiendo esa riqueza que tenemos dentro. La desilusión, la indiferencia, el enfriamiento, son los peores enemigos de la Gracia interior. Más aún que el pecado mortal, pues éste nos puede hacer reaccionar por lo terrible que es. Pero la indiferencia te hace bajar la guardia trágicamente, y te va destruyendo casi sin darte cuenta, lo cual es fatal para la Gracia.
Si no hay sinceridad con el Director Espiritual el principal perjudicado es uno mismo. Delante de Dios estamos como somos. Y Él, que es quien nos ha llamado, nos conoce perfectamente. La Dirección Espiritual no debemos entenderla como "un favor" que hacemos nosotros, sino como un favor que se nos hace, para que nuestras motivaciones, nuestra solidez, nuestra fuerza interior, nuestra Gracia, sean cada vez mayores y más firmes. Si queremos servir con verdadero amor, debemos buscar el camino por el cual podemos hacerlo con mayor fortaleza. Y es necesario ser honestos, para que se nos pueda ayudar de verdad en eso. De lo contrario, hay que pensar honestamente sobre nuestra idoneidad para el Sacerdocio...

En todo caso, lo que nos debe mover es el amor a Dios, a su Iglesia y a los hermanos. Y revisarnos internamente con frecuencia sobre nuestra vivencia de ese amor. No es un amor idílico, sino inmensamente comprometedor y exigente. Y hay que ser valientes para responder con lealtad a él...

Monseñor Ramón V.


0 comentarios:

Publicar un comentario