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lunes, 7 de mayo de 2012

Cosas que no hay que contar/ experiencia del curso de filosofía

Por. Jesús Alejandro Mendívil Escalante
Seminarista de la Diócesis de Obregón


Estimado hermano seminarista, en esta ocasión te comparto un poco sobre mi vida y mi vocación. Yo soy Jesús Alejandro Mendívil Escalante, tengo 26 años. Estoy en el Seminario Diocesano de Cd. Obregón, Sonora, México. Actualmente curso primero de Teología. Antes de entrar al Seminario estudié tres años la carrera de Psicología, la cual no terminé.
El Curso Introductorio fue para mí un proceso de adaptación y disciplina, y de una visión más cercana y profunda sobre la vocación sacerdotal, donde aclaré algunas dudas y prejuicios.
En mi etapa de Filosofía, que fueron tres años, fue muy especial para mí, por varios motivos. El primero que quiero comentar es que disfrutaba la espontaneidad de la convivencia y algunas ocurrencias de bromas, disfrutaba mucho jugar ping pong. En esta etapa todavía no me desprendía completamente del ritmo de amistad con mis amigos de antaño. Desde el principio tenía gran expectativa por los estudios filosóficos, y no quedé defraudado, buenos sacerdotes y laicos como maestros hicieron de mis estudios filosóficos algo fascinante y apasionante. En lo personal me gustó mucho la filosofía, y (espero que no suene arrogante) tampoco me pareció algo difícil, pues lo disfruté mucho.
Sentí gran atracción por la filosofía existencialista, sobre todo la línea de Kierkegaard, aunque no es una corriente muy popular o prestigiosa en los seminarios, incluso es vista con desdén por no asemejarse a la tradición tomista, con la cual no tengo nada en contra, sino que la valoro y promuevo. La razón por la que sentí tanta atracción por esta corriente filosófica es que me identifico y tiene mucho qué ver, me parece, con el proceso vocacional, que ante todo es un enigma existencial, un enigma que se va vislumbrando poco a poco. Cuando experimentaba el llamado o la inquietud vocacional antes de entrar al seminario realmente experimentaba cómo me cimbraba la existencia, como un terremoto, no de angustia en un sentido negativo, sino por lo inexplicable de la atracción vocacional, como un estruendo que me envolvía.
Remito a la Gaudium et Spes la cual dice en el número 21: “Mientras tanto, todo hombre sigue siendo para sí mismo un problema no resuelto, percibido confusamente” aunque el contexto es en el marco del ateísmo, bien puede aplicarse en la cuestión vocacional: ¿para qué es mi existencia? Al momento de volverse a uno mismo me encuentro con una inquietud de naturaleza extraña, que pocos la experimentan: el llamado, ¿qué es eso? Mi vida, que de entrada no tengo respuesta ni definiciones, se ha ido clarificando a la luz de una vocación, la cual le da sentido a mi existencia.
Esta filosofía poco valorada o poco conocida, en realidad tiene mucho qué ver con la cuestión vocacional. Siguiendo con este filósofo que también experimentó un profundo llamado y dilucidó que la entrega debía ser total, sin reservas, esto incluía en celibato. Kierkegaard, de tradición luterana, descubre por sí mismo, no por disciplina, que la entrega a la misión de Dios no era en algunos casos compatible con el matrimonio.
Mi tesina se tituló “El individuo ante Dios, en Kierkegaard”, es apenas un trabajo de bachillerato filosófico, no se haga usted, estimado lector, grandes expectativas con mi tesina.
Durante estos tres años me enseñaron -y muy bien- la corriente aristotélico-tomista que es la que el Magisterio de la Iglesiarecomienda y con la cual no tengo ningún problema aceptar, al contrario, como dije arriba, la promuevo. Sin embargo, al llegar a Teología el cambio fue drástico para mí. Por ejemplo, después de impugnar durante tres años contra todo relativismo, me encuentro en Teología, sobre todo en las materias sobre Sagradas Escrituras, algunas cuestiones de índole relativista, es decir, que no tienen validez sino en un momento determinado ( y no me refiero al AT, sino a situaciones de la Iglesiaprimitiva). Otro aspecto fue descubrir las cuestiones históricas, sobre todo del NT. No me quitaron la fe o algo así, sino que sufrí un proceso de asimilación y acomodo de esa nueva información que me hizo cambiar mi percepción de la fe, incluso mi espiritualidad.

La etapa de Filosofía fue hasta cierto punto algo juvenil, incluso todavía con ilusiones de joven, enamorándome. Viendo a mis amigos con los cuales seguía reuniéndome y conviviendo como siempre. Ahora en la etapa de Teología todo es diferente, ni yo ni mis amigos, ni mi familia son ya los mismos. Hemos cambiado por la edad, los compromisos, y en lo personal por mirar ya cerca el compromiso del sacramento sacerdotal. Esta situación de tomar verdaderamente enserio la opción vocacional, me causa un terrible miedo. No son los vértigos de adolescente, que no son menos importantes que estos, pero definitivamente la responsabilidad es todavía mayor. No es algo que repercutirá solamente en mí, sino en mi familia, en mi parroquia y en la Iglesia.

La teología ha hecho que me plantee preguntas como: ¿En qué creo?, por aquello que entre más conocemos o nos enseñan la visión de la fe se va limando y se nos va mostrando elementos más esenciales y profundos, dejando de lado lo periférico o primario en materia de fe.

Otro aspecto que se me ha hecho fascinante pero que es un verdadero reto, es de hacer oración con lo estudiado, u orar mientras estudio, ir conociendo sobre Dios para ponerme en diálogo constante.

El cuestionamiento, en este año, de seguir en este camino ha sido muy duro y constante, más fuerte que en cualquier otra etapa o momento. Dios si se toma enserio en discernimiento y la promesa del llamado, de tal modo que, desde mi experiencia, me concede experiencias que me lleven a tenerlo a El como única fortaleza y fuente para seguir caminando, me está enseñando cómo y por dónde debo caminar. Lo siento como un paso de una respuesta con ilusiones adolescente a una toma de conciencia seria que implica toda una vida, una vocación que se gesta y culmina en el silencio y la soledad, ahí me la da a conocer, para que todo mi caminar sea tomar la cruz y seguirlo, es en verdad una propuesta de vida cristiana y discipulado.

Si mi vocación la he hecho conciente en el silencio y la soledad, en lo personal es algo que disfruto: la oración ya muy tarde o muy de mañana. Insisto un vocacionado nace y muere, por su vocación, en el silencio y la soledad, comparte la misma suerte del Maestro.


Mis pasatiempos son leer, pero sobre todo escribir. Tengo ya algunas novelas, que no he publicado (y no creo que las publiquen, no son de gran calidad), poemas y uno que otro pensamiento. Me fascina lo que tiene que ver con lo literario y artístico. Sueño con aportar algo a la cultura en este sentido, revalorar la cuestión de la belleza, sobre todo en literatura.
Gracias por tomarte el tiempo de leer estas notas. Me encomiendo a tus oraciones y a las de la Iglesia universal
Jesús Alejandro Mendívil Escalante.
       Cursa el I de teología en el Seminario Diocesano de cd. Obregón, Sonora, México.
Finalizó sus estudios filosóficos el año 2011, y su trabajo científico, es titulado: “El individuo ante Dios, en Kierkegaard”.


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