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viernes, 8 de junio de 2012

El por qué de las actitudes

Ante las experiencias apostólicas los formandos tienen diferentes predisposiciones que les hacen  responder de una u otra forma. A esta predisposición  la  vamos  a  llamara  actitud. No  tiene  que  ver  con  el comportamiento exterior, sino a la predisposición para ese comportamiento. La pregunta que debemos hacernos es ¿Por qué tal actitud?  Una misma actitud puede desempeñar funciones diferentes

– Función utilitaria: se toma porque sirve para una utilidad personal, inmediata o mediata, en vistas a un premio a conseguir, o a un castigo a evitar. Esta utilidad está ligada a las propias necesidades.

– Función defensiva: nos protege de  los peligros que vienen de dentro,  de  reconocer  la  verdad  sobre  nosotros mismos.  Para  salvar nuestra autoimagen.

– Función de expresión de los valores: para manifestar los valores en que la persona cree.

  Función  de  conocimiento: la  actitud  sirve  para  satisfacer  el deseo  de  conocimiento  de  sí mismo  y  del mundo. Esto  nos  permite organizar las experiencias de nuestra vida de acuerdo a una escala de valores.

La ambigüedad de las actitudes consiste en que las cuatro pueden superponerse. Lo que importa es ver cuales son las que prevalecen. En la medida  en  que  vamos  creciendo  nos  vamos  haciendo  señores  de nuestras actitudes.

Eficiencia y eficacia apostólica

Visto que nuestras actitudes pueden desempeñar diferentes  funciones y que las buenas intenciones no bastan, frente a los seminaristas que están haciendo experiencias pastorales nos hemos de preguntar ¿Qué buscan estos jóvenes en el apostolado? Con el tiempo van a hacer mejor su trabajo, van a ser eficientes pero ¿Serán también eficaces?

Entendemos por eficiencia apostólica que hagan las cosas bien y rápidamente. En cambio eficacia apostólica es la manifestación visible y la transmisión social de los valores de Cristo. La perseverancia en el apostolado no siempre se ve acompañada por el crecimiento en la eficiencia. En las experiencias pastorales lo importante es la eficacia y no la rapidez y excelencia con que las cosas son hechas.

El desempeño de un papel y la búsqueda de un valor

Muchas veces el desempeño de un papel es elegido como fin en sí mismo. La persona insiste en el papel para encontrar un sentido de identidad, para protegerse de la inseguridad de la falta de adaptación. Se motiva a desempeñar bien el papel por la satisfacción que eso da a sus propias necesidades. Esto puede hacerse consciente o inconscientemente. Externamente se puede ser una persona de éxito, pero mirándola bien a fondo se descubre que es una persona vacía, con miedo a enfrentar su propia realidad.

La búsqueda de un valor

Es cuando el papel  se elige como medio para vivir  los valores, para servir a un  ideal, no por  la satisfacción que ofrecen. Cuando se busca un valor muchas veces habrá que renunciar a las propias satisfacciones.

Consistencia Defensiva y consistencia Auténtica

El compromiso con la autoestima da a la necesidad una fuerza y una  urgencia  que  de  otra  forma  no  tendría. Pero  ser  auténticamente consistente no depende de la aceptación social, sino de la confluencia entre necesidades y valores.

Autorrealización y auto trascendencia

Las  personas  tienen  una  inclinación  constante  a  aprovechar  los propios  talentos,  la  propia  energía  en  objetivos  que  tengan  sentido. Algunos usan esa energía para lograr el poder, por medio de actitudes oportunistas. Otros  se  valen  de  eso  para  garantizarse  la  tranquilidad personal  mediante  actitudes  de  compromiso.  Otros  se  ponen  como objetivo de la vida el éxito y luchan y se sacrifican por eso. Hoy son muy comunes expresiones como estas:

– “Debo hacer todo lo que siento, porque debo realizar lo tengo dentro de mi, realizándome y promocionándome...”

  “Como  el  hombre  debe  realizar  todas  sus  potencialidades  es bueno todo lo que le sirve para esa finalidad, por eso es malo todo lo que impide la propia realización...”

En esta onda, la energía psíquica, en el fondo, sirve para enaltecerse a sí mismo, convirtiéndose centrada en sí al servicio del único valor: la búsqueda de sí mismo, en lugar del servicio prestado a Dios. Es esta práctica egocéntrica no hay mala voluntad o maldad por parte del hombre. Se  trata de una necesidad de  autorrealización,  encarada como fin en sí misma. Ese cambio de ruta, en lugar de llevar a la felicidad, lleva a la desilusión. Manenti dice que la realización consiste en usar la energía psíquica que se nos ha dado con la vida al servicio de los valores vocacionales. Rulla subraya que la autorrealización es fruto de la autotrascendencia y no algo que deba buscarse directamente.

Además, una persona que  tiene como meta  final  la autorrealización, está centrada en sí misma y es incapaz de tener una auténtica relación con los otros, porque se aprovecha de ellos para conseguir ser reconocida.  Es  un  egoísmo  enmascarado  que  va  contra  la  esencia  de  la vocación cristiana de renunciar a uno mismo por el Evangelio. Creados a  imagen  y  semejanza  de Dios,  tenemos  una  ilimitada  capacidad  de autotrascendencia.,  sin  embargo  experimentamos  las  limitaciones inconscientes de nuestro sistema motivacional que limita nuestra libertad.

“Para  una  adecuada  formación  es  necesario  que  las  diversas experiencias de los candidatos al sacerdocio asuman un claro carácter «ministerial», siempre en íntima conexión con todas las exigencias propias de la preparación al presbiterado y (por supuesto, sin menos- cabo del estudio) relacionadas con el triple servicio de la Palabra, del culto  y de presidir  la  comunidad. Estos servicios pueden  ser  la  traducción concreta de los ministerios del Lectorado, Acolitado y Diaconado (PDV 58)”.


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