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martes, 5 de junio de 2012

Vinculación de la espiritualidad y la acción pastoral en la formación

No basta con la competencia pastoral, sino que se precisa del dinamismo espiritual. Una pastoral sin espiritualidad se aleja de su óptica eclesial y se diluye entre técnicas y esfuerzos humanos que pierden de vista si fin último, afirmaba hace unos años ya fallecido Julio Ramos. De Igual manera Juan Pablo II, recogiendo una proposición de los padres sinodales, afirma que “sin la formación espiritual, la formación pastoral estaría privada de su fundamento” (PDV 45).

El Seminario debe iniciar en el entrenamiento para unir ambas dimensiones esenciales en el futuro pastor. Éste es un creyente que ejerce un ministerio pastoral, un creyente pastor. No se trata sólo de potenciar la formación espiritual por un lado y la formación pastoral por otro, como si no tuvieran que ver más que se han unidas en la misma persona. Eso conlleva al riesgo de fractura de la unidad de vida de la misma persona, por una comprensión de corte dualista de la espiritualidad, en la que la contemplación y la acción son consideradas como dos polos de alternancia. No, ambas dimensiones de la persona del pastor están en estrechísima vinculación y por ellos necesitan ser desarrolladas de manera conjunta y armónica. El pastor encontrará la fuente de su espiritualidad presbiteral en el ejercicio del ministerio pastoral. El ejercicio del ministerio pastoral alimenta y configura la espiritualidad presbiteral. La actividad pastoral tiene que ser entonces profundamente espiritual y la espiritualidad esencialmente pastoral. Es lo que recientemente ha venido ha llamarse una espiritualidad pastoral.

Ello está en la base para pensar y proponer que toda la formación programada en el Seminario debe estar orientada a desarrollar y potenciar esta espiritualidad pastoral del candidato al sacerdocio, dado que no es algo que no se improvisa cuando llega la ordenación. La vida de oración, tanto personal como comunitaria, el encuentro y el trabajo de la Palabra de Dios, las celebraciones litúrgicas, la práctica sacramental, el mismo acompañamiento espiritual pretende iluminar la vida diaria desde la experiencia de Dios, a la vez que vivir teológicamente, hacer lectura creyente de la realidad vivida y celebrar gozosamente aquello que se vive. Los años de seminario sirven de entrenamiento, pero en el horizonte de la formación está conseguir que en el futuro esta misma integración de fe y vida se convierta en articulación armoniosa de espiritualidad y ejercicio del ministerio; o mejor aún, que el ejercicio del ministerio sea vivido con espíritu de pastor siendo ambas una misma cosa, la espiritualidad de pastor y el ejercicio del pastoreo. Para ello, la caridad pastoral sirve de elemento unificador.

Entere las sugerencias que pueden llevarse a cabo para trabajar esta unidad se encuentran las de estar atento a las llamadas de la vida, hacer lectura creyente de la realidad, o sea, una oración pastoral, tener una gran conciencia de misión en el empeño pastoral, desarrollar actitudes que favorezcan la acción y vivir la vinculación estrecha entre lo privado y la actividad pastoral. Tener en cuenta esto supone dar una importancia máxima al proceso de discernimiento vocacional del futuro pastor, ya que no sólo las supuestas motivaciones espirituales son las que harán posible su aceptación definitiva al el sacerdocio ordenado, sino también y principalmente su deseo de vivir sanamente la misión apostólica. Si esta combinación es tenida en cuenta durante el proceso formativo se pueden evitar posteriormente muchas crisis personales y deserciones en el ministerio, principalmente durante los primeros años de ministerio, porque en el fondo las dificultades vienen motivadas por una vida pastoral insatisfactoria que hace replantearse las motivaciones vocacionales, normalmente de tipo espiritual. Cuando entra en cuestión lo primero suelen buscarse justificaciones que ponen en riesgo las segundas.

Ser contemplativos en la acción en algo que ya puso de manifiesto San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales como necesarios para vivir espiritualmente en la vida. Para el presbítero se convierte en algo imprescindible para su ministerio, dado que en el transcurso de la vida es donde ejerce el ministerio de ofrecer la salvación de Dios para los hombres. El pastor debe estar atento a qué sucede en la vida de los hombres y a cómo sucede, qué repercusiones tiene en ellos, cómo afecta a sus vidas diarias, porque es ahí donde Dios habla al hombre creyente (cf. PDV 10), y desde ahí percibir la llamada de Dios para ofrecerle su oferta de vida.

El futuro pastor tiene que estar igualmente atento a percibir estas llamadas en el transcurrir diario de su vida ordinaria y rutinaria, pero también en las actividades pastorales en las que participa. Consecuentemente de esta atención a las llamadas de la vida, la oración del pastor no puede ser de otra manera que teniendo en cuenta esa realidad vivida, tiene que ser una oración pastoral, donde la oración está estrechamente vinculada con la actividad pastoral. La oración del pastor pretende acrecentar la experiencia personal de Dios, pero es un modo de hacer oración en la que tiene una importancia capital el ejercicio del ministerio realizado y un ejercicio del ministerio pastoral realizado con espíritu de oración. Este modo de hacer oración propio del pastor tiene que ser iniciado y entrenado en el periodo formativo, porque si no el modo de oración tradicional seguido normalmente en los seminarios corre el riesgo de no ser del todo válido y consecuentemente perderse una vez que se comienza la actividad apostólica. Este modo de oración fundamentado principalmente en el rezo de las horas litúrgicas y en la programación fija y determinada de momentos de oración personal y comunitaria (exposición del Santísimo, rezo del rosario, actos marianos…) crea unos hábitos de oración muy buenos en el caso de que el candidato al sacerdocio fuera a vivir en un monasterio o en una comunidad religiosa, pero quizá no tan adecuado para la vida del sacerdote secular inmerso en las actividades pastorales, con la consiguiente dispersión de tareas de que tanto se habla.


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