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sábado, 30 de junio de 2012

Cultura y confianza básica

1. Un déficit paradójico
Las altas metas logradas por el hombre en el conocimiento y dominio del mundo y en la consecución de la salud y el bienestar, provocan en él un sentimiento colectivo de autosuficiencia. A primera vista, este sentimiento colectivo debería reforzar su seguridad subjetiva y existencial. Paradójicamente no parece ser este el efecto producido por tantos éxitos humanos. Prometeo tiene los pies de barro. Psicoanalistas de renombre mundial creen descubrir en el fondo de las actuales generaciones un déficit de «confianza básica», una inseguridad radical, «una extraña combinación de intensa ambición y de fantasías grandiosas, sentimientos de inferioridad, excesiva dependencia de la aprobación, insatisfacción respecto de si mismo». Me atrevo a añadir: la sensación de no estar asentados en un fundamento firme y el temor (tal vez el miedo) a un futuro incierto. Parece faltarles un punto de apoyo originario y una plataforma de proyección hacia el futuro. La inseguridad propia y la dificultad de confiar en los otros y en el Otro van emparejadas en este síndrome de la desconfianza básica.

No tengo ni espacio ni competencia para analizar con detalle las causas de este déficit vital tan importante. Pero sí la suficiente experiencia para detectar las rafces tempranas de este déficit. Winnicot se inclina por señalar fallas de calado en la relación arcaica con la madre. La crisis de estabilidad de la pareja pasa sin duda esta pesada factura a los hijos nacidos de ésta. Los niños que gozan de estabilidad familiar tienen una seguridad vital mayor. Me pregunto, no sin fundamento, si la fe en Dios, sólida y sentida, no ha ofrecido a muchos una persuasión de estar asentados, acompañados, acogidos. El déficit de esta experiencia en las generaciones nuevas y adultas agrava la carencia señalada.
Podemos entrever razonablemente algunos de los efectos de esta falla en la cimentación de la persona. La falta de confianza básica puede erosionar la mutua confianza de la pareja y afectar así a la estabilidad del amor compartido. Puede deteriorar otras relaciones humanas, tiñéndolas de actitudes suspicaces o hipersensibles. Puede dificultar la entrega confiada a Dios.
2. Confianza básica y vida presbiteral
El firme anclaje en Dios que tantas vidas sacerdotales profesan, es y debe ser una fuente de seguridad básica. Pero no compensa del todo otras carencias tempranas que pudieran anidar en algunos sacerdotes. Varios síntomas pondrían delatar estas carencias. Uno sería la ansiedad intensa y un tanto crónica que acompaña a bastantes sacerdotes en su vida y trabajo. En una primera aproximación está provocada por la incertidumbre de conseguir aquel objetivo que deseamos obtener. Pero una aproximación más honda y más certera revela algo de la inseguridad existencial que antes hemos descrito. A la persona ansiosa le cuesta mantener su paz interior. Su ansiedad se refleja en la prisa, muchas veces inmotivada, que se apodera de él. La prisa le vuelve impaciente. El insomnio es su pesadilla.
Un segundo síntoma sería la hiper-responsabilidad. El hiper-responsable no se fía de que las cosas se harán si él se desentiende de ellas. Por eso le cuesta mucho «desconectar». La responsabilidad «le persigue». Le conduce además a la hiperactividad que pone nerviosos a él y a sus colaboradores. Le quita el sosiego para escuchar a la gente... y a Dios. Más al fondo, debajo del hiper-responsable subyace una persona tocada por la antedicha inseguridad existencial. La hiper-responsabilidad es, ante todo, la patología de los responsable existencialmente inseguros.
Llegar hasta el fondo de la inseguridad existencial es una tarea muy ardua en la que se afanan, con resultados modestos, cuando es muy profunda, algunos especialistas. La profundización en la experiencia creyente, sobre todo en la confianza en Dios «a fondo perdido», significa un notable alivio. Puesto que esta inseguridad es, en gran medida, de naturaleza afectiva, se presta a ser confortada a través de una relación rica en familiaridad y explícita a la hora de mostrarles aprecio real por su persona y su trabajo. He aquí una tarea especialmente indicada para Delegados y Obispos.


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