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martes, 5 de junio de 2012

La dimensión pastoral de la formación intelectual

La formación pastoral de los futuros pastores se realiza en permanente conexión con la formación intelectual. En primer lugar porque es necesaria inicialmente una formación teórica (cf. PDV 57d), ya que quien se prepara para ejercer el pastoreo necesita del conocimiento de las claves necesarias que le ayudarán a ejercer su condición de pastor. Eso se lleva a cabo mediante la formación intelectual teológica, dado que es ahí donde se adquiere los principios teóricos sobre los que después articular una buena praxis pastoral. Por eso la formación teológica tienen que tener una clara orientación pastoral (cf. PDV 55b). Pero también es necesario adquirir unas herramienta pastorales para el ejercicio pastoral, para lo cual es conveniente completar esta formación teórica con otra más de tipo práctico (cf. PDV 57e).

La formación práctica se lleva a cabo mediante el ejercicio práctico de algunas experiencias pastorales –convenientemente pensadas y organizadas- a lo largo del proceso formativo. Estas experiencias pastorales no sólo tienen como finalidad ser unas prácticas de entrenamiento al estilo de las llevadas a cabo en los años de formación de otras especialidades académicas y científicas (magisterio, medicina, ingenierías, etc.), sino principalmente una ocasión de crecimiento en la fe y de discernimiento vocacional por lo que éstas suponen de ayuda para la madurez humana, espiritual y vocacional. Por eso mismo, las experiencias pastorales no pueden ser tenidas en cuenta sólo como continuación de una formación orientada al sacerdocio ya previamente concebida, sino como parte integrante de esa misma formación. Más aún, la formación pastoral y la dimensión pastoral que el candidato al sacerdocio confiera a su periodo formativo es un criterio necesario de discernimiento vocacional del futuro pastor. Según sea integrada está dimensión y cómo dimensión y cómo lo hace puede valorarse cuál es la motivación vocacional del candidato.

Por eso mismo el seminario tiene que programar la formación pastoral integrada en el conjunto de la formación de la vida de quien está llamado a ejercer el ministerio pastoral. Así, no se trata de organizar algunas actividades propiamente llamadas pastorales o suplir algunas necesidades de comunidades con escasez de medios en agentes de pastoral o de responder a demandas de los propios seminaristas para cubrir necesidades sentidas. Todo ellos puede confluir en un entretenimiento llamado “pastoral”, o en un modo de compensar afectividades no integradas o en un medio que dificulta la comprensión en conjunto de la orientación pastoral del sacerdote. El Seminario tiene que favorecer con la formación pastoral un sano discernimiento vocacional y una clara percepción de lo que es el ejercicio pastoral, ya que el seminarista tiene que ir asumiendo progresivamente su condición de futuro pastor, lo cual conferirá identidad a su vida y a su ministerio.

Si en el futuro, como profundizaremos más adelante, el ejercicio el ministerio es fuente de espiritualidad para el pastor, para quien se está formando para serlo un día la formación de la dimensión pastoral, con todo lo que ello conlleva, y la realización de algunas experiencias pastorales, el apostolado en sí programado y organizado dentro del Proyecto Formativo del Seminario debe ser considerado igualmente como fuente de espiritualidad, como un espacio privilegiado para profundizar en la experiencia de Dios.

El estudio en sí mismo considerado, a su vez, tiene que ser entendido en la vida del seminarista como una clara oportunidad de formación pastoral. El estudio no sirve sólo como un medio de adquisición de conocimientos para enriquecimiento personal, sino principalmente como un ejercicio de servicio a la Iglesia orientado a la mejor preparación posible para ofrecer al resto del pueblo de Dios criterios adecuados para vivir evangélicamente. Orientar así el estudio durante el periodo formativo es garantía no sólo de sacarle el mayor provecho posible, sino también tener en cuenta a los posibles destinatarios del ministerio pastoral como receptores de las riquezas aportadas a la formación. Como afirma F. Rodríguez Trives. “el descubrimiento de la dimensión pastoral del estudio es signo evidente del amor y respeto que se tiene al destinatario de la acción pastoral” (Surge 60).

Pero sería insuficiente si se entendiera tanto el estudio propiamente de la teología pastoral como las experiencias pastorales realizadas en su vertiente enriquecedora para el candidato al sacerdocio por lo que aportan de conocimientos que puedan servir para el ejercicio pastoral en el futuro. Tanto una como otra tienen el mismo origen y el mismo fin: la caridad pastoral de Jesucristo. La formación intelectual trata de potenciar en el sacerdote la caridad pastoral. Si tiene sentido en la vida del sacerdote el estudios y los otros medos por los que se desarrolla la dimensión intelectual (charlas, conferencias, encuentros, lecturas…) es desde el servicio que pueda prestar a los demás desde él, por lo que en sí ya se convierte en un ejercicio pastoral para los otros. En la vida delos candidatos al sacerdocio es entendido de igual manera. La formación intelectual tiene que garantizar ante todo “el crecimiento de un modo de estar en comunión con los mismos sentimientos y actitudes de Cristo Buen pastor” (PDV 57).





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