Los estudios recientes sobre la psicología de la vocación nos dicen que la finalidad de la formación es el crecimiento de la persona en libertad, para la autotrascendencia en el amor. Será pues acción formativa en el apostolado la que conduzca a una maduración de la libertad. Para esto es imprescindible tener la honestidad de aceptar las propias inmadureces. Todos podemos aprender de la inexperiencia, pero no siempre aprendemos de nuestros errores. El apostolado puede ser la caja de resonancia para percibir posibles inmadureces e infantilismos: sentirse el salvador, mostrarse a sí mismo, dependencias afectivas, sentirse poseedor de la verdad, mendigo de consensos.
La persona está antes que la estructura
El crecimiento de las personas en la autotrascendencia, más que de las estructuras formativas, depende de la capacidad de internalización que tenga cada formando. La ilusión behaviorista (estímulo respuesta) piensa que va a lograr sus objetivos formativos programando determinadas experiencias de apostolado, sin dar la debida atención a la persona. Es más fácil trabajar con las estructuras que con las personas.
La persona es el sujeto de la experiencia.
Por eso vamos a estudiar la relación de la persona con los valores y ver las características que ha de tener una experiencia pastoral para que sea ocasión de crecimiento vocacional.
Funciones y valores
Las funciones son el conjunto de prescripciones que determinan cómo debería ser el comportamiento de un miembro del grupo. Al hablar de las experiencias pastorales nos referimos a determinadas funciones que son asumidas en el servicio a la comunidad. Lo que hemos de preguntarnos es cómo esa actividad ayuda al seminarista a crecer en su vocación; o si por el contrario está gratificando sus necesidades, sus inconsistencias que desentonan ocasionalmente (inconsistencias vocacionales). No siempre los comportamientos son expresión de valores.
No basta con proclamar los valores, hay que vivirlos. La experiencia apostólica es formativa cuando no es un fin en sí misma, sino un medio para expresar los valores vocacionales. La satisfacción que produce el apostolado no ha de ser siempre el motivo para elegir una actividad pastoral.
El P. Rulla dice que:
1. La función es expresión de valores cuando es elegida no por su capacidad de gratificar, sino por su capacidad de transparencia.
2. La función es expresión de valores cuando la persona no se liga indiscriminadamente a ella y cuando la perseverancia y la eficacia apostólica no están condicionadas al ejercicio de la función.
3. Cuando la función es vivida no como medio, sino como fin en sí misma, corre el peligro de ser realizada con legalismo y resignación.
No pensamos sentir satisfacción en la función pastoral es algo malo, lo importante es acentuar las motivaciones vocacionales trascendentes, aunque hay que aceptar que siempre están mezcladas las motivaciones trascendentes y los motivos ogoístas.
Distintas maneras de vivir una experiencia
Los agentes de pastoral vocacional y los equipos de formación inicial han de aprender a leer en la vida pastoral de los vocacionados para ir escribiendo los diferentes proyectos formativos personales (Proyecto personal). Este ejercicio de leer y escribir se puede hacer en revisiones comunitarias. Pero no es suficiente. Se necesita un trata- miento personal entre el formador y el joven.
¿Cómo saber leer una experiencia para aprender a crecer con la vida?
Lonergan propone cuatro niveles de operaciones necesarias para tener una comprensión realista:
1º. La colecta de datos de lo experimentado e imaginado.
2º. Una interpretación provisoria de los datos para ver lo que hay que hacer.
3º. La reflexión crítica, el juzgar, sus alternativas, sus posibles consecuencias. Da lugar a un juicio de valor sobre la opción que se ha hecho.
4º. La decisión como fruto de la deliberación. Es la opción para la acción.
Es el clásico método de la revisión de vida (ver-juzgar-actuar).
– Pero existen los que no ven ni oyen
Viven los acontecimientos, el sufrimiento, sin dejarse afectar por ellos. Hay que estimular en ellos la capacidad perceptiva. Que sean más permeables a la realidad, sin deformarla en función de sus necesidades. Que hagan un intervalo entre el estímulo y la respuesta, entre acción y reacción, entre instinto y deseo, entre el yo actual y el yo ideal.
– Los que se guían por el olfato
Son los que confían en sus intuiciones, en lo que sienten. Son los eternos adolescentes, incapaces de cualquier renuncia.. No crean pro- blemas, pero se sienten insatisfechos y subestimados; son incapaces de asumir compromisos duraderos. No asumen las responsabilidades propias y prefieren cumplir órdenes. Se los puede ayudar liberándolos del miedo a las responsabilidades. No tienen experiencia de haber sido amados, y al satisfacer egoísticamente esa carencia, aumenta cada vez más su insatisfacción. Hay que ayudarle a que no ceda al chantage de sus necesidades en el apostolado.
– Los que piensan y no hacen
Aparentemente toman en serio todas las circunstancias. Hay algo que les impide ser libres para hacer lo que han pensado. La ayuda que se les puede prestar es la de descubrir lo que une el corazón, la mente y la acción concreta. Educarles para el deseo. Confrontar las aspiraciones negativas con los deseos de Dios.
– Los que hacen y no piensan
También aquí hay un bloqueo entre juicio y acción. Estos nunca aprenden de la experiencia. Se las puede ayudar estimulándolos a acostumbrarse al discernimiento cotidiano.
Algunos criterios de discernimiento
Tanto los formadores como los pastores que acompañan a los seminaristas en sus experiencias pastorales tienen que ayudarles a ejercer el discernimiento. Discernimiento no es estudiar lo que se hace, sino “por qué” se hace.
Para detectar las motivaciones inconscientes enumeramos algunos criterios:
1. Verificar los ideales personales están en consonancia con el ideal vocacional
2. Verificar si hay una energía suficiente (fuerza del yo). Se percibe por la constancia y la fidelidad en las actividades pastorales.
3. Verificar si la persona va por buen camino. Se percibe en la capacidad de soportar la tensión de renunciar por los valores. Si no hay:
a) Compensaciones, que hasta podrían ser buenas.
b) Proyecciones. “El párroco no entiende nada...”
c) Depresiones: actitudes de encerramiento, aislamiento, auto destrucción, cansancio fácil, culpa psicológica
4. Verificar la capacidad de reconocer los propios errores y de aprender con ellos. Para eso los formandos necesitan ser ayudados.
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