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domingo, 17 de junio de 2012

Trascender a través de la vocación

Autor: Almas.com
A todohombre le es concedido conocerse a sí mismo y meditar sabiamente.
Heráclito

Muchos nos hemos preguntado cómo es que sacerdotes y religiosas han logrado vivir con tanta plenitud su estado de vida, tomando en cuenta que las condiciones sociales, comunitarias y personales no siempre son las mejores, y a pesar de ello, se esfuerzan por vivir cada vez con mayor plenitud.

¿Qué es lo que les mueve a vivir así? ¿Cómo lograr tener una visión más amplia que mueva a trascender a través de la vocación misma, dándole un sentido más allá de una simple recompensa efímera?
Quizá hemos tenido una falsa idea de Dios y de nosotros, que nos ha llevado a tener una visión diferente de la Gracia y de la idealidad de nosotros mismos. Y es que las reacciones internas que nos mueven en el proceso espiritual, tienen una gran relación con la concepción que tenemos de nosotros mismos, por ejemplo, lo que nos gustaría llegar a ser, las ilusiones que tenemos, así como aquello que nos hace sentir bien. Todo esto hace que nos imaginemos un Dios que proyecta nuestros propios deseos, donde alcanzar la imagen ideal que tenemos de nosotros es similar a la que pensamos que Dios tiene.

Cuando nosotros hacemos del deber ser la única razón para actuar, es cuando también convertimos a Dios en juez inalcanzable por sus tantas exigencias, muy lejos de ser un Dios misericordioso y cercano. Y es que actuar desde nuestros propios instintos y la satisfacción que nos provocan, sin poder posponerlos, no nos deja ver más allá.

Amedeo Cencini menciona que hay tres niveles en la vida psíquica que están siempre interconectados, y con los que podemos responder a los estímulos que se nos presentan. Estos son el psico-fisiológico, psico-social y racional-espiritual, los cuales están interrelacionados. Dependiendo en cuál de estos nos ubiquemos, será la visión que tengamos de las cosas. Mientras más se avanza en el conocimiento de estos niveles en nuestra vida y estén más equilibrados, tendremos la oportunidad de tomar decisiones y tener horizontes más amplios y significativos. Vivir en uno sólo de estos niveles nos hace ver las cosas de manera parcial.

El primer nivel psico-fisiológico es donde la persona se descubre sólo con una necesidad sexual y sensorial. Está determinada por la satisfacción o insatisfacción a nivel visceral, es decir, necesidades fisiológicas, y lo que las satisface son cosas externas a la persona y de manera casi inmediata.

La percepción de la realidad que la persona tiene desde este sólo nivel es parcial, limitada a lo visible, a lo físico, y por tanto, es subjetiva. Entonces todo lo que hacemos o dejamos de hacer está en función de nuestras propias necesidades, actuando de manera utilitarista e individualista.

El siguiente nivel es el psico-social, donde la necesidad principal es el deseo de comunión con los demás, desarrollando relaciones interpersonales. A diferencia del nivel antes mencionado, éste deja huella a nivel neurológico, ya que al relacionarnos con otras personas se toma conciencia de las propias limitaciones y la necesidad que se tiene de los demás, reconociéndolos como otro, por lo que al momento de satisfacer las necesidades propias, se aprende a tomar en cuenta a los demás y el bien común, que es establecido y aprendido a través de la convivencia, por lo que cada persona se siente impulsada a buscar un cierto tipo de relación gratificante o una respuesta aceptable ante ciertos estímulos.

La percepción de la realidad está constituida por las personas en conjunto y en función de una relación positiva. En este nivel se encuentra el bien del otro, pero también la autorrealización, trascendiendo a través de los otros y la expansión de sí mismo.
Y el último nivel, racional-espiritual, que menciona este autor, tiene como finalidad perseguir objetivos y metas, donde a partir de la observación de las cosas la persona hace uso de la razón, abstrayendo los principios generales y las leyes que gobiernan, tratando de dar una explicación a los datos sensibles. Es aquí donde se tiene la concepción de trascender «el aquí y ahora» para afirmar valores superiores, como los espirituales, donde se logra ver más allá de la propia satisfacción inmediata o de la necesidad de estar en contacto con los otros para poder trascender. Se llega a la reflexión sobre temas como el sentido de la vida y el conocimiento de sí mismo, desde el papel que tiene cada uno a partir del proyecto de Dios. Entonces no se parte del objeto de satisfacción, como en el caso de los otros dos niveles, sino que se trata de una experiencia más compleja y menos automática.

Aquí es donde entra la libertad, aquella que nos lleva a una toma de decisiones con una actitud respetuosa hacia las personas, viéndolas como tal, y no como «objetos de uso» para nuestros propios fines, comprendiendo que el mundo no gira en torno a mí. En este nivel logramos pensar y actuar de acuerdo a conceptos tales como virtud, bondad y justicia, con un sentido que va más allá de los criterios de uso personal o de una relación social gratificante.

Si se logran vivir estos tres niveles de manera equilibrada e integrada se tendrá la posibilidad de ser más creativo, pues ya no se estará tan apegado a las cosas inmediatas. La persona podrá dejar de mirarse sólo a sí misma y permitirá a Dios mirarle. Primero Dios y lo trascendente, y después ella.

Y es entonces que, teniendo una visión más amplia de lo que somos y de lo que queremos, podremos tener una experiencia más profunda de gratuidad hacia Dios, porque nos vemos desde un todo y desde una visión trascendente a través de nuestra propia trascendencia. Es en este momento que podremos, en el estado de vida en que nos encontremos, lograr vivir con mayor plenitud, a pesar de las dificultades.

Referencias: Cencini, A. & Manenti, A. (1994). Psicología y formación, estructuras y dinamismos. México: Paulinas


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