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jueves, 14 de junio de 2012

Aspectos Morales


Aspectos morales 

 El tema de la homosexualidad en relación con los valores éticos y morales es de una gran complejidad. Dentro e la reflexión católica encontramos formas muy diversas de afrontar el problema: desde los que rechazan la orientación y el comportamiento homosexual sin más, hasta los que aceptan éticamente el comportamiento homosexual cuando se dan las mismas condiciones que legitiman el comportamiento heterosexual.  Los hay que rechazan las acciones y el estilo de vida homosexual; y quienes afirman que en las acciones homosexuales, cuando se actúa responsablemente, habría un mal óntico pero no necesariamente un mal moral; por fin, para otros las acciones homosexuales en un homosexual irreversible estarían moralmente justificadas en el contexto de una relación amorosa que aspira a la estabilidad.

Frente a esta diversidad de opiniones nos interesa destacar la valoración que de la homosexualidad hace el Magisterio, pues es el punto de referencia obligado de cara al discernimiento de las vocaciones. Recordemos el cambio que supuso el Concilio Vaticano II en la comprensión de la sexualidad humana presentándola como una realidad esencialmente positiva creada por Dios y, por tanto, buena (LG 11, GS 50-51, GE 1). La Congregación para la doctrina de la fe en 1975 desarrollará en la declaración Persona humana los aspectos referidos a la homosexualidad que no habían sido abordados por el Concilio.

Parte la Declaración de una doble distinción: por un lados e habla de homosexualidad adquirida o transitoria y por ello mismo susceptible de reducción terapéutica, y de condición homosexual originada por cierto instinto innato y, por tanto, de difícil reconversión, muy en relación con lo ya explicado de las bases biológicas y genéticas de la homosexualidad; por otro lado se recuerda la diferencia entre conducta homosexual o realización de actos homosexuales siempre reprobables, y condición homosexual, tendencia o inclinación que no necesariamente conduce a la realización de dichos actos. Ambas distinciones deberán ser tenidas en cuenta cuando se trate de hacer un juicio moral.

Para salir al paso de interpretación excesivamente benévolas de la condición homosexual urgidas a partir de la Declaración, la misma Congregación volvió a tratar el tema de la homosexualidad años después (CFD, Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1986) afirmando que dicha inclinación, aunque en sí no sea pecado, constituye, sin embargo, una tendencia hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral y que por ese motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada.

Con respecto a los actos o conductas homosexuales, la Iglesia siempre a afirmado que son intrínsecamente desordenados, contario s a la ley natural porque cierran el acto sexual al don de la vida, no proceden e una verdadera complementariedad afectiva y sexual y por ellos no pueden recibir aprobación en ningún caso. En esta línea el CIg.C reafirma la doctrina tradicional e la Iglesia rechazando los actos homosexuales como intrínsecamente malos (CIgC 2357) y moralmente reprobables (CIgC 239); pero recordando a la vez el espeto, la acogida y la atención pastoral que la Iglesia debe dar a esos hombres y mujeres que presentan tendencias homosexuales instintivas evitando cualquier tipo de injusta discriminación (CIgC 2358), pues distingue entre la persona, su inclinación y los actos homosexuales.

Quienes experimenten esas tendencias están llamados a realizar la voluntad de Dios en su vida, y a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar a causa de su condición. Dejarse llevar por estas inclinaciones sólo producirá una angustia más grande, profundos  desequilibrios afectivos, una mayor desesperanza y deterioro psíquico. Quienes se encuentran en esta situación están llamados a vivir la castidad, un sacrificio que les proporcionará como beneficio una fuente de autodonación que dará sentido nuevo a su vida (CIgC 2359), CDF, Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1.10.1986).

Al mismo tiempo la Iglesia condena todas esas expresiones malévolas y acciones violentas de las que han sido tantas veces víctimas os homosexuales, afirmando por encima de todo  la dignidad de persona creada por Dios. Las inclinaciones homosexuales son objetivamente desordenadas, y, por tanto, es inmoral realizarlas, pero el homosexual como persona merece respeto y ha de ser acogido con compasión y delicadeza. También los homosexuales tienen que sentirse miembros de pleno derecho de la Iglesia, pues para ellos vale la misma llamada a la santidad del resto de los demás hombres y mujeres, evitando prejuicios que nada tienen que ver con el espíritu del Evangelio.


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