A pesar de que, tanto la OT como la PDV, no desarrollan este tema con tanta extensión como las otras dimensiones de la formación, en estos años del postconcilio ha crecido considerablemente la con- ciencia de la importancia de la dimensión pastoral en la formación sacerdotal y religiosa. Se ha llegado a una nueva visión de la relación entre formación y apostolado.
“La preocupación pastoral que debe informar enteramente la educación de los alumnos exige también que sean instruidos diligentemente en todo lo que se refiere de manera especial al sagrado ministerio, sobre todo en la catequesis y en la predicación, en el culto litúrgico y en la administración de los sacramentos, en las obras de caridad, en la obligación de atender a los que yerran o no creen, y en los demás deberes pastorales. Instrúyaseles cuidadosamente en el arte de
dirigir las almas, a fin de que puedan conformar a todos los hijos de la Iglesia a una vida cristiana totalmente consciente y apostólica, y en el cumplimiento de los deberes de su estado; aprendan con igual cui- dado a ayudar a los religiosos y religiosas para que perseveren en la gracia de su propia vocación y progresen según el espíritu de los diversos Institutos.
En general, cultívese en los alumnos las cualidades convenientes, sobre todo las que se refieren al diálogo con los hombres, como son la capacidad de escuchar a otros y de abrir el alma con espíritu de caridad ante las variadas circunstancias de las relaciones humanas (OT 19)”.
Ha sido muy importante la tarea realizada por los diferentes Institutos de Pastoral para que esta dimensión se tenga en cuenta en las facultades y casas de formación. Los estudios de teología han dejado de tener una orientación meramente especulativa para tener una dimensión más pastoral. Todavía queda mucho camino por andar, pero cada vez se está integrando mejor la dimensión especulativa con la pastoral práctica.
“Como cualquier otra formación, también la formación pastoral se desarrolla mediante la reflexión madura y la aplicación práctica, y tiene sus raíces profundas en un espíritu que es el soporte y la fuerza impulsora y de desarrollo de todo. Por tanto, es necesario el estudio de una verdadera y propia disciplina teológica: la teología pastoral o práctica, que es una reflexión científica sobre la Iglesia en su vida diaria, con la fuerza del Espíritu, a través de la historia; una reflexión, sobre la Iglesia como «sacramento universal de salvación» (180), como signo e instrumento vivo de la salvación de Jesucristo en la Palabra, en los Sacramentos y en el servicio de la caridad. La pastoral no es solamente un arte ni un conjunto de exhortaciones, experiencias y métodos; posee una categoría teológica plena, porque recibe de la fe los principios y criterios de la acción pastoral de la Iglesia en la historia, de una Iglesia que «engendra» cada día a la Iglesia misma, según la feliz expresión de San Beda el Venerable: «Nam et Ecclesia quotidie gignit Ecclesiam»(181). Entre estos principios y criterios se encuentra aquel especialmente importante del discernimiento evangélico sobre la situación sociocultural y eclesial, en cuyo ámbito se desarrolla la acción pastoral.
El estudio de la teología pastoral debe iluminar la aplicación práctica mediante la entrega y algunos servicios pastorales, que los candidatos al sacerdocio deben realizar, de manera progresiva y siempre en armonía con las demás tareas formativas; se trata de «experiencias» pastorales, que han de confluir en un verdadero «aprendizaje pastoral», que puede durar incluso algún tiempo y que requiere una verificación de manera metódica (PDV 57)”.
Los servicios pastorales
Sin embargo, hay una dimensión de la formación inicial y de la pastoral vocacional que merece una reflexión más profunda. Se trata del acompañamiento a los jóvenes que realizan diferentes tareas pastorales.
“Enséñeseles también a usar los medios que pueden ofrecer las ciencias pedagógicas, o psicológicas, o sociológicas, según los métodos rectos y las normas de la autoridad eclesiástica. Instrúyaseles también para suscitar y favorecer la acción apostólica de los seglares, y para promover las varias y más eficaces formas de apostolado, y llénense de un espíritu tan católico que se acostumbren a traspasar los límites de la propia diócesis o nación o rito y ayudar a las necesidades de toda la Iglesia, preparados para predicar el Evangelio en todas partes.
Y siendo necesario que los alumnos aprendan a ejercitar el arte del apostolado no sólo en la teoría, sino también en la práctica, que puedan trabajar con responsabilidad propia y en unión con otros, han de iniciarse en la práctica pastoral durante todo el curso y también en las vacaciones por medio de ejercicios oportunos; éstos deben realizarse metódicamente y bajo la dirección de varones expertos en asuntos pastorales, de acuerdo con la edad de los alumnos, y en conformidad con las condiciones de los lugares, de acuerdo con el prudente juicio de los Obispos, teniendo siempre presente la fuerza poderosa delos auxilios sobrenaturales (OT 20-21)”.
Muy importante nos parece lo que estas prácticas pastorales pueden significar como entrenamiento para el ejercicio de las funciones pastorales. En orden a la “eficiencia” estas prácticas deberían estar programadas con la misma seriedad con que lo hacen, por ejemplo, las facultades de medicina. No se puede dejar reducido el entrenamiento pastoral a la experiencia que se realiza en los “años de pastoral” o en el diaconado, o en los “tirocinios” o experiencias similares de los religiosos.
Pero no va a ser ese el objeto más importante de nuestra reflexión. Nos queremos centrar en la experiencia pastoral como oportunidad formativa. Con ocasión de ella el equipo formativo puede ayudar a los jóvenes a crecer vocacionalmente.
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