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lunes, 30 de julio de 2012

Urbanidad en el seminario y trabajo pastoral!!


Olga Cristina Alvarado Copado
Religiosa Hija del Espíritu Santo

Seguramente estimado seminarista, recuerdas a personas que por su trato contigo, por su manera de tomarte en cuenta como persona han dejado  en ti más que un recuerdo agradecido hacia ellos, porque te han revelado la importancia de un estilo de trato que dignifica. Y por si alguna vez o más has encontrado con lo contrario; te compartiré un consejo que recibí alguna vez, “Te fijas la  incomodidad que te sentiste, y  el mal  ambiente que creo, pues no se lo aprendas; al contrario, tú hazte responsable de  hacer  más  amable  y cordial el  ambiente  en que te encuentras”. Upss. A fin de cuentas es una decisión personal, cultivar  un bien moral y cristiano en mi entorno.

Pasemos a lo práctico, en tu encuentro con los demás: Iniciemos con el rostro, de lo primero que sale al encuentro del otro, saluda con  amabilidad, pon interés  y atención en la persona con quien te encuentras.  Evita actitudes de gestos hostiles, indiferentes o que expresen molestia, descontento o desaprobación. Que tu disposición sea cortes, amable, sin prisas o ansiedad.

Si sabes que  vas a recibir a alguien  en el seminario prevé los detalles, avisar a quien corresponda de la visita y  llegada de la persona. Si es el caso pide la autorización, y ofrece a quien llegue  una estancia agradable, un vaso de agua o un bocadillo.  Si la visita es para ti atiéndela, si no es para ti, después del saludo cordial, deja a la visita con quien viene a encontrarse.

Cada cultura tiene un modo y manera de saludar, entérate antes para  no confundir ni confundirte.  La mirada, la forma y fuerza de estrechar la mano, si en el saludo es factible que se incluya el abrazo moderado o incluso el beso de mejilla. O si una simple reverencia hacia el otro  basta.  Que tu saludo no sea exclusivista, o selectivo, eso es excluyente y margina. Marca prepotencia y falta de madurez  en ti.

 En cuanto a la presentación personal procura que esté acorde al momento  y ambiente, escoge siempre lo sencillo y sobrio, sin exageraciones. No porque te vean sencillo te presentes con pantalones rotos o en bermudas y sandalias. O porque sea muy formal exageres en elegancia. En la formalidad también cabe la sencillez.

En tu arreglo personal toma en cuenta: higiene y limpieza de tu cara,  aliento,  humor, cabello, barba o/y bigote, manos, uñas, ropa, calzado. Siempre preséntate en tu vestir de acuerdo a la ocasión y tu identidad como seminarista o cuando lo seas  como sacerdote.

En tus cosas de uso personal  procura tener sólo lo necesario con  sencillez, orden, organización y limpieza, evita ser ostentoso y la vanidad por la búsqueda de  marcas o ser voraz y consumista en aras del avance tecnológico. Recicla y reutiliza  lo que tienes.  Aprende a compartir por un servicio pastoral y comunitario más que por un interés personal. No pongas en lo que tienes el corazón, las cosas son importantes pero las personas lo son más. No exijas a tu familia o a tus destinatarios que te procuren o consigan lo que deseas,  a ellos les puedes enseñar a  entender que sigues a Jesús pobre y libre ante los bienes y comodidades, así te podrán apoyar en tu compromiso de ser coherente con tu identidad.

 Procura que los espacios que utilizas; cuarto, baño, mesa de trabajo, comedor, estancias, salones etc., queden limpios y en orden cuando estés y te retires de ellos, y más cuando es un espacio común.  Es tu ambiente, donde el Señor también está .Esto también es caridad, cortesía, amabilidad y cuidado ecológico.

En tu relación con los hermanos de comunidad: procura  que tu trato sea amable, atento, fraterno; evita la ironía, las burlas o los mensajes de doble filo, y menos aún un lenguaje ofensivo o humillante a costumbres o culturas. 

Al platicar, escucha atento, no estés distraído o te desconectes de lo que te dicen, si estas en grupo no atropelles el hablar del otro, evita discursos moralistas o dogmáticos; interésate en la conversación más por el otro que por lo tuyo.

En cuanto a la conversación cotidiana  procura evitar cometarios desedificantes, vanos, morbosos  o vulgares, chismes y mucho menos hablar mal de otros y atizar el tema en este aspecto, o abordar un tema que fomente discusión o incomodidad.  

Atiende a tus posturas para escuchar a otro, si estas de pie o sentado, míralo, si estás sentado no te derrames en la silla o juegues con los pies o las manos manifestando ansiedad o molestia. Si usas celular apágalo cuando estés conversando con alguien; evita cundo converses estar ante la computadora haciendo otra cosa en aras de “aprovechar el tiempo”.

En algunos grupos sobre todo de hombres se manifiestan afecto a través de golpes o juegos bruscos,  esto alude a poca cultura o miedo en el trato  afectivo y  favorece los brotes de violencia  o falta de respeto. 

La puntualidad no  debe ser para ti algo reglamentario sino una actitud  que favorece la comunión,  el respeto, atención y   cordialidad con el otro.

Litúrgicamente la puntualidad es signo de  la calidez, disposición, apertura y comunión en  la vivencia de encuentro y alabanza de la comunidad con el Señor.  Es cuestión de amor, no de regla.



En cuanto a las  relaciones que entablas, procura que sean relaciones sanas que te lleven a ser  más, libre y auténtico. No es sano cultivar actitudes de sobreprotección, dependencia o chantaje.  Esto es tanto para con el grupo que formas,  como para tu relación con  formadores y grupos de apostolado.

Procura en tu labor pastoral una actitud responsable, activa, cercana, sencilla, fraterna  y abierta a la colaboración con otras personas, ya sea laicos, religiosas o sacerdotes y en una comunicación clara y oportuna con quien dependes pastoralmente. La comunión y coordinación pastoral  es vital porque es testimonio de fraternidad.  Este ejemplo arrastra cuando no es por apariencia o diplomacia sino por la alegría del compromiso fraterno responsable   y solidario por un bien mayor.

En cuanto a formar equipos de trabajo pastoral hay mucho que aprender y si te toca la responsabilidad de dirigir alguna actividad y proyecto,  mantente abierto a la participación y colaboración de todos y procura una acción corresponsable y que el equipo de trabajo tenga la comunicación objetiva y a tiempo. Prepárate  prevé en lo posible a largo, mediano y corto plazo, evita improvisar; utiliza los medios que tienes a tu alcance, considera que cuando se usan medios técnicos algo puede suceder, pero si estás bien preparado tanto tú como los que colaboran contigo, les será más fácil buscar  estrategias accesibles para  sacar adelante la acción pastoral. Evita buscar culpables o quejarte  de ineficiencia, y mucho menos enojarte y manifestarlo; al contrario en esto también proyectas y aprendes tú a madurar en el equipo de trabajo así  como a los destinatarios presencian  un modo de asumir la vida  cotidiana en sencillez, comunión y  paz. Si está en tu mano y hay la posibilidad busca espacios significativos para  la integración  grupal y conocimiento de su realidad, que   el equipo cuente  con formación técnica y espiritual adecuada en las tareas que desempeña; espacios para la oración y  para compartir la experiencia de fe, de convivencia y celebración litúrgica.  Permanece atento a lo que comparten de su realidad. Es triste que algún miembro del equipo, de la comunidad o del seminario este pasando por un momento difícil y los que comparten la responsabilidad pastoral o la vida comunitaria estén ajenos, lejanos o lo que es peor indiferentes a lo que está pasando uno de sus miembros.

Si asistes a una convivencia o comida, considera con quienes estarás,  degusta los alimentos con sencillez y gratitud. Utiliza los cubiertos que se te ofrecen Para comer, si no sabes usarlos fíjate como los utiliza el resto de los comensales;  si no los hay con sencillez ingiere los alimentos al estilo de la comunidad que te los ofrece. Sé sobrio al servirte los alimentos; si se dan bebidas alcohólicas, si es posible evítalas, pero si lo consumes  hazlo con prudencia.

No hables cuando hay en tu boca alimento, si tomas líquidos evita sorber o  tomar de corrido con tragos continuos. Come despacio y conversa durante el tiempo de la comida, evita la prisa;  si te das cuenta que el alimento te repugna, se discreto en tus expresiones y pide que te sirvan sólo un poco.

En relación con la mujer, procura ser amable en tu lenguaje, ayudarla a subir o bajar de un transporte acomídete a ayudarla con  las cargas pesadas, darle el paso y si es el caso  darle el asiento.

Si compartes el trabajo con ellas, escúchalas  y así sabrás en qué y cómo pueden colaborar contigo. Además pueden ayudarte a ver necesidades y  otros aspectos  que tú puedes considerar que no son importantes pero que finalmente dan  profundidad al contenido, un toque comunitario y fraterno a la actividad pastoral.  Procura  con la mujer siempre un diálogo abierto y sin exclusividad, esto evitará relaciones de familiaridad que invadan tu intimidad; ayuda  la forma como le haces consciente de  su dignidad como persona y lo valioso de un trabajo común por un bien mayor.  Evita en todo momento ser utilitarista con la mujer, o devaluar su ser.

Siempre pide por favor las cosas, da las gracias, y si cometiste un error discúlpate.

Ten atención  y delicadeza con todos  especialmente con los enfermos, ancianos o los que son menos útiles a los ojos del mundo.

En la correspondencia o comunicación tecnológica, procura responder a los mensajes con sobriedad y amabilidad.

Hace días me llegó un mensaje que me pareció muy acertado decía:

¡De lo que hay en el corazón, habla el Facebook! Es verdad.

 Podríamos  buscar otros complementos a esta frase por  todo lo que comunica nuestro ser.

De lo que hay en el corazón,habla nuestro rostro, nuestras cosas, nuestras prioridades, nuestra boca, nuestros gestos, nuestro andar, el vestir, el compartir,  el modo de optar, el modo de descansar,  de bromear, de divertirte,  el modo de estar con el otro, con la otra, con la comunidad, el modo de mirar y lo que miras… ¡Es tanto lo que comunicamos con nuestro ser y hacer! Ojalá que comuniquemos al Señor por excelencia, al Pastor misericordioso, al Hombre de las bienaventuranzas, al Hombre que se parte y se comparte  en  comunión, al que mira con amor, al que no juzga, al que cura, al que sana, al que no entra en el juego sucio, al que no busca privilegios,  al que dialoga continuamente con su Padre, al Hijo de Dios. A Cristo. Líbrenos Dios  de querer usurpar su lugar y  su acción o deformar su presencia.

Pon atención si te aflora el rol gran señor, de superman, de director de orquesta, de conquistador, ídolo rodeado de  fans,  de tosco,  de héroe libertador, o de Romeo enamorado,  de bufón, de incomprendido, de enojón, o agresivo… etc.   Si te sorprendes actuando así o te lo dicen tus compañeros, en humildad, escúchate y escucha,  reconócete, óralo y  háblalo con tu asesor; tendrás a tu alcance la oportunidad de crecer y madurar tu afectividad y tu  calidad cristiana en tu caminar pastoral.

Hasta pronto y que Dios te bendiga.


México, julio del 2012


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