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jueves, 12 de julio de 2012

La búsqueda de la verdad como fundamento de la formación sacerdotal II

Por: Jorge A. Oliva Navarro

Cuando iniciamos el camino del filosofar (eros veritatis) partimos de lo más conocible: la realidad de las cosas. El hombre se asombra de una verdad evidente que le golpea en lo profundo del alma, como aquello que lo maravilla: existen cosas, y yo también existo. Sin embargo, cuando se introduce en ésta realidad del existir de las cosas (con un esfuerzo de la inteligencia, que parte de la realidad sensible), comprende que también él mismo existe.

La existencia es una realidad que le maravilla, que le asombra, y que se padece a tal punto que lo afecta. Es aquí donde se nos muestra el actus essendi (acto de ser) de santo Tomás[20]. El ser es la primera sinceridad que la razón debe reconocer. Y que conoce, no como algo separado de las cosas creadas (piénsese en la corporeidad de todo lo creado), sino como aquello inmerso e introducido tan profundamente en toda su realidad, pero que a la vez lo permea en todo lo que es, y lo sostiene[21].

Esta verdad del actus essendi es posible comprenderla como unaen cada cosa creada. Como ese aquello que le pertenece a cada realidad creada, y que al mismo tiempo es algo común a todos: existimos. Cada una de ellas existe como una unidad no dispersa, sino recogida en un cada ser que es. Esto no causa mucho problema a la razón, y por la cual es sincera en aceptar. Por ejemplo, yo me experimento como un uno en mí ser, a pesar de lo complejo de mi existencia (piénsese en la división cuerpo y alma espiritual). Sin embargo, sucede algo a la ratio cuando acepta esta realidad, pues al introducirse en la realidad de la unidad de mi ser, y al pensar también en el ser de las demás cosas, experimento no solo la contingencia, sino la donacióndel ser.

Es aquí donde sucede un golpe duro a la ratio; ya que no solo debo reconocerse esta contingencia, que ya es un duro golpe para la ratio, sino que debo aceptar la donacióndel ser en todo lo creado, incluyéndose a mí mismo como parte de esta experiencia. La experiencia de la muerte se siente tan mía que debe implicar un sentido real mi existencia; éste actus essendi no puede reducirse a la nada, como sucede en el existencialismo de Sartre[22], debe implicar una verdad más profunda, y es a ella a donde nos introducimos con ayuda de una seria y sincera acción de la ratio.Yo, en este camino, «me convertí en un oscuro enigma para mí mismo»[23], y preguntándose sobre la razón del ser dice: «todas esas cosas le gritan: No nos hicimos nosotras, nos hizo el que permanece por toda la eternidad»[24]

Es ahí, en este evento complejo, donde se hace experiencia de la comunicación entre la razón, el corazón, la realidad (actus essendi) y la verdad. Iniciándose propiamente una actitud de diálogo común, la verdad del actus essendi, que exige una sinceridad entre la razón y la verdad conocida en la realidad, y la respuesta del corazón a ser sincera ante la verdad conocida por la razón. El punto de la no traición y la respuesta fiel de parte de toda la ratio y el corazón se decide aquí. Pues, la verdad del actus essendi es puesta en evidencia y presentada a la razón, como si estuviese delante de los ojos de la mente, por así decir; para que el corazón se adhiera a ella, obedeciendo con toda libertad al ser, y no traicione aquello que se funda en el ser mismo, y no en la nada.

La experiencia de verdad que la razón tiene ahí, deja de ser un simple conocimiento intelectual, y pasa a ser algo más personal, pues en ese momento golpea (el padecer griego-
πάθος) en lo más propiamentehumano que hay, la fragilidad de la vida[25]. Aquí comienza el camino de interiorización al estilo agustiniano, pues se experimenta que tal verdad, que también él comparte, es una verdad donada, que lo supera y lo sostiene, y que se encuentra en algo más profundo que la simple percepción sensible. Una verdad que no le pertenece ni a las cosas, ni él mismo, ni a otros hombres como única, sino que pertenece a todos como única y diferente en cada uno, sin dejar de ser una única realidad en todos: actus essendi.

Hasta aquí la ratioencuentra un límite que lo paraliza, pero que en su sinceridad no deja nunca de ser inquieta por conocer la verdad del actus essendi. Quiere encontrar el sentido y la razón de aquello que lo hace ser, y hace ser a las cosas.

La ratio es inmersa en un mar de preguntas sobre la existencia, y que por tanto, llega al límite de su propia luz. Se ha introducido en un discurso personal y no subjetivo, sino realmente objetivo mediante un proceso subjetivo de interiorización. Un método de honradez seria del corazón y de la razón ante la unidad del ser por conocer la verdad.

Es aquí donde la ratiocuestiona su limititud, y que por tanto, o se vuelve orgullosamente egocéntrica[26], diciendo o reduciendo la verdad solo al plano intelectual que el eros busca, o se vuelve humilde en la fe (del don del actus essendi) llevándolo al plano personal de un encuentro con el Otro (que le dona el ser), la caritas veritatis. O se abre a Dios o se cierra en el hombre. O se abre a la Luz de la fe, o se queda en la luz de la razón. O se abre a la Verdad que lo transforma y le permite comprender plenamente la razón de su ser o se cierra en la verdad intelectual que no transforma y no le permite comprender más que aquello que entra en el plano material y no trascendental del ser. San Agustín lo expresa de esta manera en sus confesiones: «Siendo yo débil e incapaz de encontrar la verdad con las solas fuerzas de mi razón, comprendí que debía apoyarme en la autoridad de las Escrituras»[27].

Es aquí donde se decide y se exige la humildad de la ratio[28], que por razón de la sinceridad conoce que la verdad del actus essendi y su unidad lo impulsan a abrirse a algo revelado en sí mismo, que tal actus essendi es dado, donado por Otro. Pero tal humildad no es una anulación de ésta, sino que implica una sinceridad de ésta ante el misterio que lo trasciende. Un misterio que le descubre que su existencia implica la donación, y no solo una contingencia absurda, sino una contingencia donada con un sentido real y profundo por Alguien que quiere que exista. Ese Alguien es Dios. Dios quiere y participa el ser a las cosas, y al hombre mismo. Y es así como, poco a poco, el camino de la verdad del ser se empieza a descubrir a partir del descubrimiento de Dios. Él, en la persona de Cristo, su hijo único, LOGOS eterno, y Verdad revelada para el hombre, nos revela el logos del hombre.

Es aquí donde la filosofía, o el filosofar del hombre por la Verdad revelada, se encuentra con la iluminaciónde la fe[29]; y que para entrar en ella, exige la humildadde la ratio[30]. Una fe que revela e ilumina la verdad del actus essendi, no destruye la seriedad de rigurosidadque toda ratio sigue exigiendo en el eros veritatis. Tal humildad de la ratio, que la fe exige ante lo revelado del don del ser, no contradice ni anula el deseo natural de la razón por la verdad, más bien la implica en toda su naturaleza para impulsarla a conocer más plenamente la verdad y elevarla a la experiencia del caritas veritatis[31].

Es aquí donde la ratio,ante la fe, que implica la revelación de la verdad, forman una unidad de método, llamado intellectus fides[32], pues, es una exigencia de la fe el que la razón siga actuando en la verdad revelada para, no solo comprenderla, sino para configurarse con ella, que es el fin de la caritas veritatis.

La búsqueda seria de la ratio por la verdad es la única que nos introduce a las puertas de la fe; sin embargo la fe es la única que nos introduce en el misterio de ese Alguien, que nos revela el don la vida, el don del ser. Pero en ese camino interior de la mente y el corazón ante la realidad, ahora revelada por la fe, implica un camino de sinceridad y fidelidad ante la configuración con la persona de Cristo que es la verdad, camino y la vida: plenitud de la caritas veritatis que al hombre se revela. Esta iluminación de la Verdad de Cristo que lo invita a ser uno con él, exige del hombre las dos virtudes mencionadas anteriormente: sinceridad y humildad,sinceridad de la razón y el corazón por un deseo fuerte de conocer y amar la verdad, y humildad, como la del leproso, de pedirla en la oración[33].

Es aquí donde el eros veritatis se convierte plenamente en caritas veirtatis. Tal amor por la verdad implica un deseo de imitación constante a la persona de Cristo; y es más, implica una configuración con Cristo: alter Christus. Trabajo y fin de todo cristiano, pero más de todo formando al sacerdocio, llamado así como tal.

La Filosofía, el camino humano de la ratio por la verdad, no se anula, ni se pierde en el camino de la fe, sino que la exige plenamente, ya que el eros veritatis sigue siendo un camino plenamente humano en la caritas veritatis. Más bien, exige una elevación de lo humano a lo divino, por medio del auxilio a causa de una virtud superior. Tal ayudo divino para un camino pleno a la Verdad, es la gracia del Espíritu Santo que nos conduce a la verdad plena. «Cualquiera sea la disposición interior [del hombre], esta nada vale sin el ayudo de la gracia divina. Pero ésta es concedida solo a quienes la piden con todo el corazón, con humildad y devoción, y, es decir, a quienes que en este valle de lágrimas se vuelven a Dios con oración ferviente. Es esto el principio y la fuente de nuestra elevación [a la Verdad]»[34]

Este camino a la caritas veritatis implica, una metanoia constante, que se empieza a encarnar cada día, cuando el corazón atento, junto con la razón, busca en todo su actuar de la persona, no traicionar a la Verdad de la persona de Cristo: modelo de la verdad del hombre; por eso se mantiene fiel, incluso hasta la muerte.

Es aquí donde se ve el ejercicio que la filosofía tuvo hasta las puertas de la fe, y tiene dentro del mismo misterio de la fe, que sin perderse, alcanza su plenitud en un amor serio por la verdad.

La misma rigurosidad que ha venido acompañando a la ratio, especialmente en la virtud de la honradez o sinceridad, no debe dejar de actuar en este camino de fe; pues en compañía con el corazón, exigen que la humildad sea siempre su compañera de camino para mantenerse fiel, en la oración, a la verdad que lo hace bueno.
[20] La riqueza contenida en la realidad del actus essendi del ser, no es solamente en el simple hecho de existir o de ser, sino que su riqueza se encuentra en que ésta es de una naturaleza más profunda, y en la cual se funda la noción metafísica de participación, y que se llega a ella después de un camino profundo de la ratio (Cfr. Cornelio FABRO. LA NOZIONE METAFISICA DI PARTICIPAZIONE,Secondo S. Tommaso D’Aquino, p.188) El concepto (materia-forma) de “ser” como actus essendi se forma sobre la base de aquello que existe o llamado también ente real. Pero a tal ente real «corresponden en abstracto en el pensamiento tomista dos términos: “esencia y existencia”, […] son dos significados distintos, pero no independientes, es decir, perfectamente separables; porque el uno implica necesariamente una referencia al otro; no se puede comprender la esencia sino en relación a la existencia […]Pero el existir no es concebible, para nosotros, sino como acto, posible o real, de cualquier formalidad: el ser puro por sí subsistente no es objeto de simple aprehensión o intuición, pero es una conclusión a la cual se llega después de un trabajoso razonamiento» (ibídem). El ser, como actus essendi, es la realidad de aquello que existe y la realización de la esencia. Por tanto, se presenta como la primera formalidad de los seres, por ello, en cierto sentido, se dice que el ser es la formalidad «más vieja». Se presenta como aquella unidad del ser.
[21] La definición de permeación del ser al ente concreto, se puede entender de manera más clara en la unidad sustancial del ser compuesto del hombre, que se explica en la patrología de Leonzio de Bizanzio, al definir que la forma, siendo principio de ser de la materia, lo permea, lo recoge en el ser, dando a entender que no existe ninguna confusión ni mezcla alguna, sino que se mantiene una unidad del ser, siendo el ser una realidad distinta de la materia, y que, es participada por la forma, como su principio. Se puede revisar: DELL’OSSO Carlo, Il Calcedonismo del VI secolo in Oriente, Institutum Patristicum Augustinianum, Tipographia Detti Roma, Roma 2010, p. 136
[22] «L’uomo, secondo la concezione esistenzialistica, non è definibile in quanto all’inizio non è niente. Sarà solo in seguito, e sarà quale si sarà fatto»Cfr. Jean Paul SARTRE, L’existenzialismo è un umanismo, Mursia, Milano 1946, p. 28. En esta conferencia se expresa claramente cómo influye la filosofía del existencialismo en la realidad humana, y cómo la existencia del hombre propiamente no tiene sino valor en el hacer, mas no en sí misma.
[23] Cfr. Confesiones,Libro IV, cap. IV
[24] Cfr. Confesiones, Libro IX, cap. X; libro X, cap. VI
[25] Una clara referencia filosófica es la corriente filosófica del existencialismo que al experimentar el ser se encuentra en tal límite: o de aceptar que el ser, la vida, es un don o una condena sin sentido. Arrojado al mundo, como vomitado tomando las expresiones de Sartre (en “El existencialismo es humanismo” de Jean Paul Sartre, se llega a expresar tal tipo experiencia; en la cual la nada es el absurdo de la vida, generando “el construirse a sí” con una libertad sin límite, la única razón del ser que tiende de nuevo a la nada)
[26] El orgullo filosófico jamás nos permitirá conocer y comprender el camino de la verdadera sabiduría; que exige la humildad y el camino estrecho de la vida de fe, pero que sin embargo, nunca anula la naturaleza, sino que la implica en toda su unidad. La caritas veritatis «En oposición al amor indeterminado y aún en búsqueda [eros veritatis], este vocablo expresa la experiencia del amor que ahora ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta que predominaba claramente en la fase anterior» Cfr. Deus caritas est, n°6
[27] Cfr. Confesiones, libro VI, cap. VI
[28] Este primer punto hace referencia a la primera dimensión de la teología que San Buenaventura hace referencia en el Breviloquiumdi Ef 3, 14-19: «Perché prossiamo giungere a questo frutto e a questo fine, progredendo direttamente sulla via retta delle Scritture, bisogna cominciare dall’inizio, cioè accederé con fede pura al Padre dei lumi, piegando le ginocchia del nostro cuore, affinché egli, attraverso il suo Figlio nello Spirito Santo, ci doni la vera conoscenza di Gesù Cristo e, con la sua conoscenza, il suo amore. Conoscendolo ed amandolo e come consolidati nella fede e radicati nella carità, ci sarà allora possibile conoscere la larghezza, la lunghezza, l’altezza, la profondità della Sacra Scritura e, mediante questa conoscenza, pervenire alla conoscenza intera e all’amore estatico della beata Trinità. Là tendono i desideri dei santi, là si trovano la metà e l’acquisto di tutto il vero e di tutto il bene» Cfr. Jacques Guy BOUGEROL, Opere di San Bonventura, Introduzione Generale, Città Nuova Editrice, Roma 1990, p.33
[29] «Solo la fe permite penetrar en el misterio, favoreciendo su comprensión coherente» Cfr. Fides et ratio, n° 13
[30] San Buenaventura en su Itinerario de la mente a Dios dice: «Pertanto esorto il lettore, prima di tutto, al gemito della preghiera per il Cristo crocifisso, il cui sangue deterge le macchie delle nostre colpe; e ciò perché non creda che gli basti la lettura senza l’unzione, la speculazione senza la devozione, la ricerca senza l’ammirazione, la considerazione senza l’esultanza, l’industria senza la pietà, la scienza senza la carità, l’intelligenza senza l’umiltà, lo studio senza la gracia divina, lo specchio senza la sapienza divinamente ispirata […] Beato l’uomo che ha posto in te il suo sostegno e che dalla valle di lagrime, in cui lo hai posto, ha deciso di ascenderé verso a te […] Ma non possiamo elevarci sopra di noi se non a causa di una virtù superiore [Tu oh Dio]» Cfr. San BONAVENTURA, Opusculi Teologici /1, Itinerarium mentes in Deum, Città Nuova, Roma 1993, p. 501-503
[31] «Para ayudar a la razón, que busca la comprensión del misterio, están también los signos contenidos en la Revelación. Estos sirven para profundizar más en la búsqueda de la verdad y permitir que la mente pueda indagar de forma autónoma incluso dentro del misterio. Estos signos por una parte dan mayor fuerza a la razón, porque le permiten investigar en el misterio con sus propios medios, de los cuales está justamente celosa, por otra parte la empujan a ir más allá de su misma realidad de signos, para descubrir el significado ulterior del cual son portadores. En ellos, por lo tanto, está presente una verdad escondida a la que la mente debe dirigirse y de la cual no puede prescindir sin destruir el signo mismo que se le propone» Cfr. Fides et ratio, n°13
[32] Esta segunda dimensión responde también a aquella que San Buenaventura sigue explicando en su Breviloquium,citado anteriormente en la cita n°18. En esta se explica la doble actitud de la fe que corresponde a la comunión con Cristo y al don del Espíritu Santo. «Paolo dice precisamente la natura di questo dono, che é quella di una persona contemporáneamente e recíprocamente interiorità e presenza. Ora, la presenza di Dio all’interno dell’uomo suppone la comunicazione della grazia, come influenza deiforme dell’amore divino. Investendo l’uomo0, questa influenza lo rende capace di lasciarsi afferrare dagli effetti che produce, di lasciarsi definire da ciò che avviene e appare. In quanto la grazia ricrea in noi il nostro essere ordinato a Dio e rende possibile la messa in opera della nostra “capacità”, le dà la sostanza esistentiva dei nomi delle virtù teologali: fede, speranza e carità. In quanto la grazia facilita l’uso completo delle funzioni di conoscenz, di amore e di azione; ne segue la ramificazione esatta dell’opera dei doni dello Spirito, che appaiono così come l’espressione esatta dell’opera pluriforme dello Spirito nel credente: “La fede spinge alla comprensione; i doni di scienza e d’intelletto permettono di penetrare il suo oggetto stesso”. Moso dalla fede, il credente ha conscienza delle esigenze di questa fede; mette in opera una collaborazione efficace con lo Spirito Santo per raggiungere la verifica della sua fede nella realtà concreta e per sforzarsi, in una relfessione tutta concentratta sul modello derivato dal Vangelo, di vivere Cristo interiormente, perché la vita umana di Cristo è l’immagine espresiva ed efficace di ciò che è un Figlio. È questo che Bonaventura chiama il dono di scienza. Il teologo come il cristiano vive per realizzare dunque la sua conversione» Cfr. Jacques Guy BOUGEROL, Opere di San Bonventura, Introduzione Generale, Città Nuova Editrice, Roma 1990, p.34. Ver también Fides et ratio,n°13
[33] «El hombre sin Dios no puede nada. En esta común verdad cristiana está el secreto del movimiento, que Buenaventura desarrolla [en su Itinerarium mentes in Dio], desde lo inferior a lo superior, al Sumo [Bien]. Con nuestras propias fuerzas no nos moveremos sin el ayudo de una fuerza superior [la gracia del Espíritu Santo que nos conduce al conocimiento de la Verdad] ¿Por qué debemos sobrepasar el mundo sensible y no estar apegados en este? No es suficiente responder que hay en estos el vestigio de Dios. Pues, porque el mundo no sea opaco y mudo, sino elocuente, ocurre una pre-conciencia de Dios, gracias a la cual será posible re-conocer las huellas diseminadas. El hombre no va camino a Dios si no es movido por Dios» Ver nota 1, en Itinerarium mentes in Dio, p.502
34] Itinerarium mentes in Dio, p. 503


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