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domingo, 22 de julio de 2012

Al empezar la tarea de formador

Querido Rogelio:
No hace mucho tiempo me comunicaron mi próximo destino: integrarme de lleno al equipo de formadores del seminario de nuestra diócesis; dejaré, por tanto, la parroquia que me habían asignado anteriormente y donde tú colaboraste pastoralmente los fines de semana.
Quiero manifestarte que he aceptado esa encomienda con mucha ilusión; desde el día en que me la confirmaron pido a Dios por cada uno de vosotros, de manera muy especial por aquellos que conozco y he tenido contacto anteriormente; y tú eres uno de ellos.
Seguramente te preguntarás ¿qué pienso hacer con vosotros, qué planes tengo?; o mejor, ¿qué podéis esperar de mí como formador? ¿qué ilusiones surgen en mi corazón en estos momentos con respecto a vosotros?

Empiezo diciendo que lo primero que he de aprender es a respetar al máximo lo que Dios ha hecho y hará en cada uno de vosotros, su plan. A mí, como formador, me corresponde ir descubriendo las huellas de Dios en vuestras vidas y ayudaros desde mi experiencia a interpretarlas debidamente. Por eso preciso dedicar muchos ratos a estar con el Señor para aprender a miraros como Él os mira y descubrir que tiene designios especiales para cada uno de vosotros; he de aprender a descifrar y entender las huellas de Dios en los acontecimientos de vuestra vida y en las calladas intuiciones del corazón. De ahí que me propongo estar cerca de vosotros, lo más posible, para prestaros ese hermoso servicio.
Por lo mismo, puedes estar seguro que no está en mí la idea de formaros según esquemas preconcebidos o según mis criterios personales. Tendré que empezar cada jornada haciéndome disponible para colaborar lo mejor posible en los planes de Dios sobre cada uno de vosotros.
Pero también es cierto, que como formador me corresponde la tarea empeñativa de ayudaros a extraer lo mejor que hay en cada uno de vosotros, conociendo vuestras cualidades y limitaciones, las ilusiones que el Señor va suscitando en vuestro interior, favoreciendo vuestros hobbies, apoyándoos en los momentos de dificultad o de desánimo… pero, sobre todo, ayudaros a descubrir todo ese potencial que hay en cada uno de vosotros, fruto de la benevolenciade Dios, empezando por esas mismas experiencias de intimidad que Él os va regalando, a través de las cuales iréis descubriendo lo mucho que Él os quiere y cómo ha apostado por cada uno de vosotros, para que lleguéis a ser sus verdaderos representantes, signos vivientes, en medio de las comunidades cristianas; una tarea, la del pastoreo, que requiere no sólo una buena preparación que os va ofreciendo el Seminario, sino ir afianzando ese corazón de pastor, que pueda reflejar de manera cada vez más diáfana, al Pastor por excelencia que es Jesucristo.

Por tanto, no esperes otra cosa de mí, a pesar de la amistad que nos une desde hace tiempo. Porque te quiero, y he de querer igualmente a todos los otros seminaristas, ayúdame tú también, con tu oración, comprensión y apoyo, a la hora de realizar esa tarea, de tanta trascendencia para el futuro de nuestra diócesis. Ah, y también, reclámame si no lo hago como te estoy indicando, pues tienes todo el derecho a exigirme eso que me corresponde como formador.

Y nada más por hoy. Recibe mi más cordial saludo, a la espera de poderlo hacer personalmente dentro de unos meses en el Seminario.

P. José Luis Ferré


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