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miércoles, 4 de julio de 2012

¿Tiene el seminarista deberes de Urbanidad para con su familia?

Autor: Protocolo.org

Por ser seminarista no dejo de pertenecer a mi familia, con la que estoy ligado por los deberes que dictan el amor, la obediencia y la cortesía. Después de Dios y la Iglesia, todo se lo debo a mis próximos parientes, con los que he de estar identificado en sus gozos, penas y santos ideales; debo esforzarme por seguir los buenos ejemplos de mis mayores y preocuparme de no mancillar su reputación con mis acciones o palabras; antes bien, como seminarista, he de ser el apóstol de mi hogar, que conserve y avive en él las piadosas tradiciones familiares.

LOS PADRES.

Los máximos honores de la cortesía filial han de tributarse a los padres. Dice el sagrado Libro del Eclesiástico que "Dios ha hecho al padre venerable para los hijos, y ha asegurado sobre ellos la autoridad de la madre. El que teme al Señor honra a su padre y a su madre, y servirá como a sus señores a los autores de sus días".
Por tanto, he de observar con ellos todas las reglas de buena crianza que ellos mismos me enseñaron, y si, por mi educación superior a la suya, descubriese alguna falta en su comportamiento, procuraré, o disculparla, o evitarla con cariño; pero sin propasarme a darles irrespetuosas lecciones.
Estas atenciones y veneración han de redoblarse aun cuando se tenga tan sólo a la madre viuda, o cuando sea preciso contrarrestar la mala conducta de otros hermanos.
He de mostrar la veneración debida a mis padres, mientras viva a su lado, saludándoles respetuosamente por la mañana y por la noche; no saliendo de casa sin su beneplácito o, al menos, sin ponerlo en su conocimiento; cuando vaya en su compañía, les llevaré siempre en un lugar preferente; procuraré amoldarme en todo a sus buenas costumbres; no me sentaré a la mesa antes que ellos sin orden suya; les facilitaré asiento y todas las comodidades que estén a mi alcance, y procuraré obsequiarles cuanto me sea posible, tanto en sus fiestas como en las fechas memorables para la familia.
He de tener como norma proporcionar a mis padres todas las legítimas satisfacciones que me sea posible, y evitarles todos los disgustos que esté en mi mano desviar, procurando ser así la alegría del hogar y la corona de sus canas.
Durante mi vida de internado en el Seminario, no se han de cortar mis relaciones familiares; cuidaré de notificar a mis padres cuanto antes mi llegada, de tenerles al corriente de mi vida, contarles ingenuamente mis alegrías y penas, mis trabajos y necesidades, y de avisarles con anticipación la fecha de mi regreso al hogar; para esto sostendré con ellos una correspondencia tan frecuente como lo permita el reglamento y lo exijan las necesidades, sin consentir que lleguen a inquietarse nunca por mi demora en la correspondencia; en los días del santo y demás fiestas de la familia debo escribirles con la anticipación precisa para que llegue a tiempo mi cariñosa felicitación, acompañada de algún pequeño obsequio, aunque no sea más que una estampa bonita; cuando vengan a verme, bajaré cuanto antes a la sala de visitas y les saludaré con filial cariño, pudiendo hasta besarles; cuando me sea lícito salir con ellos, les daré esta satisfacción, sin avergonzarme de ir en su compañía por humilde que fuere su traje.
Debo tener al corriente a mis padres de todo lo relativo a mi vocación y estudios; mas no por eso he de someterme a su voluntad en lo tocante a mi permanencia o salida definitiva del Seminario, pues en asunto tan sagrado los padres no pueden violentar la voluntad de sus hijos.
He de tratar a mis padres con el máximo respeto, y el ideal sería que les hablase de usted. Algunos dicen que, tuteando a los padres, se acrecienta la confianza, sin detrimento de su dignidad; pero ha de tenerse en cuenta que esto no es más que una moda, importada de Francia, y que allí comenzó a generalizarse en tiempos de la Revolución destructora del hogar; nuestros mayores trataban a sus progenitores de vuestra merced. Es una notable descortesía propasarse a fumar en su presencia antes de ordenarse o tomar estado.

LOS HERMANOS.

A los hermanos se les debe amor, respeto y cortesia. Han de ser los seres más amados, después de nuestros padres; mas no por la familiaridad y cariño se les va a perder el debido respeto, ni a tratarles con descortesía, imponiéndoles motes o dándoles bromas de mal gusto.


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