Buscar

Entradas populares

domingo, 15 de julio de 2012

La paternidad del formador en el Seminario I

Lorenzo Trujillo
Boletín OSAR 5/10

¿Qué rasgos podríamos subrayar para comprender más a fondo y promover más a fondo la paternidad del formador en el Seminario? Pues, evidentemente y continuando la precisa homilía de esta mañana, la filiación. Hay algo que para todos nosotros es elemental, evidente, obvio, y es lo siguiente: dado que la paternidad de la que podemos hablar, siempre es una paternidad misionada, encargada, representativa, pero no propia, originaria, y por lo tanto tiene que estar asentada y tiene que perfeccionar lo que sí es nuestra condición, y nuestra condición es condición de hijos. Si en el Seminario un formador quiere hacer presencia de padre y ser sacramento de paternidad lo primerísimo que tiene que cultivar en él es el sentimiento, la conciencia, la actividad, poned todas las dimensiones que queráis, de la filiación.


Y teniendo en cuenta algo que después va a salir: la función de educadores en general, pero sobre todo de educadores a este nivel que supone el Seminario, es siempre una tentación de apropiarse de la paternidad, ya, una de las tentaciones que hay que superar cuando se está largos años en el Seminario. Ocurre en todas las misiones de tipo educativo, cuando se toman en serio y vocacionalmente, pero mucho más en un tipo de educación que es integral y total de la persona, además desde las raíces, entonces, la peligrosidad que tiene, aquí podríamos aplicar todo aquello que decía Agustín del episcopado: "cristiano con vosotros, obispo para..." lo peligroso para mí es esto porque me puede desviar de lo primero. Es una frase paradójica, hay que entenderla, pero eso aplicadlo a todo el que toma oficio de padre, y dado que el ministerio es oficio de padre, y el ministerio de educador en un Seminario, es oficio de padre reduplicativo, pues hay que cultivar muchísimo el sentimiento de filiación. Eso que decían, que nos perdonen porque es mentira, pero haber las hay... eso que decían de las monjas, "mujer con toca dos veces loca..." Un cura en Seminario tres veces padre, ¡que tenga cuidado!


Qué caminos hay para el cultivo de esa filiación? pues las recetas habidas y consabidas, no hay más, porque no somos una raza extraña, lo único es que habrá que asumirlo con responsabilidad y sabiendo que a lo mejor lo necesitamos más que otros.


En primer lugar por supuesto, el gran signo de la filiación, el espacio por donde la filiación penetra, el Espíritu que se nos ha dado, es para decir Padre. La oración es el gran sacramento de la filiación, utilizando la palabra sacramento en sentido amplio. La oración no es un imperativo categórico, la oración es la estética del hijo. Por tanto, en la vida de un formador del Seminario y en la vida de todo cristiano, que no quiero distinguir excesivamente sino subrayar, la palabra Abba y todo su entorno, el sentimiento de padre, la oración permanente, pues es no sólo el eje de su vida, es su ventana permanente. Un formador de Seminario, pues lo mismo que hace cursos y cada vez parece que se va tomando más en serio y que incluso a niveles no sólo nacionales sino internacionales van naciendo cursos muy sólidos de formación, eso está muy bien, pero desde su filiación permanente a lo mejor tendría que buscar espacios largos, períodos sabáticos de oración en soledad, de distanciamiento de la tarea para devolverla al Padre y decir aquí está... si tengo que ir a las aldeas, yo no soy de Cafarnaún, estoy en el Seminario, pero yo no soy el Padre. El formador del Seminario, tiene que ampliar muchísimo los espacios limpios de oración y no me refiero sólo a la oración diaria, quiero decir los espacios de distanciamiento a esa misión que te atrapa, te agarra, te succiona y te puede distanciar del que te la ha dado, esto es curioso. Somos niños en el fondo, no acabamos de madurar y nos pasa un poco lo que el chiquillo en la escuela, llega la maestra y les dice: "hijitos, hay que ser muy buenos con los ancianos, por ejemplo: cuando ustedes vean un ancianito en la acera y va a cruzar, pues ustedes cogen al ancianito y le pasan a la otra acera..." y los chiquillos salen entusiasmados y ancianito que ven, sin preguntarle si quiere cruzar a la otra acera, lo agarran y va a la otra acera. La misión, cuando uno la toma con cariño, dado que son misiones muy bonitas, (la misión sacerdotal es la misión más bella del mundo que habría que pagar por hacerla), dado la belleza de la misma misión, cómo te atrapa, cómo te agarra, cómo te seduce, cómo te coge las horas libres, etc. puede llegar ese momento contradictorio en que la misión te separa del que te ha dado la misión. Quien no haya tenido esta experiencia, le falta una experiencia importante. "Trabajo para mis hijos" y llega un momento en que trabajas tanto que te olvidas de tus hijos y no les ves en todo el día. Otra vez volvemos a lo de Graham Greene o Santo Tomás, la virtud puede ser el gran enemigo cuando no está informada de la caridad. Pues la misión puede destruir al hombre cuando no es entregada a su dueño diariamente y recibida de nuevo diariamente. Si eso lo hacía el Hijo, cómo no lo vamos a hacer los que somos hijos en el Hijo. Entonces, esa soledad en Dios, pero insisto, hasta períodos largos. A mí me llama la atención que de cuando en cuando empecemos ya con lo de los cursos sabáticos, a estudiar tal cosa, y no se nos ocurre por lo menos como tentación de decir: me voy a un monasterio a rezar y punto. Un curso, y no hacer el doctorado en ese curso ¡hombre!, es perder el tiempo ¿no tendríamos en esto que hacer un pequeño giro en nuestra interioridad? La misión puede ser el gran enemigo de la misión, eso se ha llamado activismo, americanismo, cuando la condena de aquel activismo norteamericano, un Pío XII, etc., llamadlo hache, pero es algo realmente peligroso. La madrugada de Jesús es la entrega de la misión al Padre, y cuando vienen los apóstoles a presionarle: "Señor, que te esperan en Cafarnaún", "miren, a mí me esperan en muchos sitios pero el único que me espera realmente, es el Padre".


Un segundo elemento en la filiación, recuerden toda la carta a los Hebreos y cuenten todas las veces que aparece la palabra "obediencia" numéricamente, la obediencia es el signo del Hijo, porque el Hijo no es Dios, sino Dios de Dios, consubstancial, el Hijo vive del Padre, reflejo, sello, cuño de su substancia, qué vamos a hacer los hijos, otra vez lo mismo... La obediencia es pre-moral, es estilo, es mirada permanente al Padre. Lo que ocurre es que hay que concretarla y yo ofrecería como dos líneas de concreción que hay que recuperar al 100%.


La obediencia al obispo con su presbiterio. Esto en todo cristiano y en todo presbítero, pero en un presbítero que sirve en el Seminario esto es esencial, sea el Obispo que sea ¿por qué?, Porque es que la función de formar sacerdotes no es la función de formar para que luego sean ordenados, en realidad la ordenación es un largo proceso que se sacramentaliza al final y se realiza al final, pero que ha tenido muchos pasos, e incluso pasos a veces casi sacramentales. El Seminario es un gran catecumenado de este bautismo sacerdotal y en realidad a quien corresponde formar, es a quien corresponde ordenar, lo que ocurre es que como es imposible hay una delegación. Pero si en algo la persona del obispo tiene que influir y no tanto por lo que dice sino por lo que hay que adivinar de lo que el Espíritu te dice en él, y si algo hay que estar atentos a la totalidad del presbiterio, al sueño profundo de los curas sobre su ministerio, sueño que a lo mejor han abandonado por cansancio pero que tenemos que adivinar, somos nosotros. En este sentido la obediencia del formador le convierte en hermeneuta de la voluntad profunda del obispo y de los presbíteros, del sueño profundo del obispo y de los presbíteros, recibido del Padre sobre la forma existencial del sacerdote, es decir, es una obediencia que va mucho más allá de lo jurídico, de lo ético, es una obediencia en que uno es todo oídos, en que uno no ve, es ciego. Evidere = evidencia es ver, obediencia es audiencia, ¿no? De audire, oír. Tenemos que ser todo orejas, sin ojos, nosotros no vemos, oímos. El Hijo no ve, oye la voz del Padre y eso le permite dar vista al cielo. Sin ver él. Habría que cultivar una mística de obediencia en los grupos de formadores del Seminario, yo diría que fuera más allá incluso de la escuela de espiritualidad francesa. Si nos ofenden un poco las palabras que hoy en el siglo XX a lo mejor suenan un poquito a ñoñas o a piadosonas de aquella escuela de espiritualidad, el contenido y el fondo se queda corto...


Una obediencia de adivinar. Yo ayer pensaba durante la Eucaristía, estaba feliz. Pensaba muchas cosas, pensaba en la fe que levanta montañas de piedra, a veces a lo mejor no estéticas del todo, pero montañas de piedras, casas para el pueblo, en las advocaciones de la Virgen siempre con un esclavo negro, con tres pastorcitos, con una niña medio tonta... con un... qué cosa! no?, pero pensaba también que en esa celebración había dos grandes signos de la paternidad: la maternidad de María y un obispo donde estaba todo el colegio episcopal, incluido el Papa. Bueno, pues eso, si los formadores de los Seminarios no lo entendemos, la Iglesia no lo recibe. Ahí habría que ahondar muchísimo, tenemos que educar a gente que sea muy libre para que pueda obedecer, a gente que no necesite obedecer para que se dé el gusto de obedecer. Pero habría que entrar en una mística de obediencia profunda, esa obediencia que te hace en ocasiones decir no con todo el afecto porque adivinas que en esa persona en el fondo hay un sí y se lo tienes que decir. Obediencia de hijos, no de esclavos, pero cuando decimos hijos decimos hijos, es decir obediencia afectuosa, hasta las peleas con el obispo tienen que ser afectuosas. El obispo puede ser todo menos indiferente. Lo mismo que a Dios, quien no le rece por lo menos que blasfeme, por lo menos la blasfemia es a la oración como el vinagre al vino, pero ay de nosotros si llega un día en que ni rezamos ni blasfemamos, al obispo se le puede odiar pero nunca ignorar y esto no es una enseñanza para los chicos, sino una vivencia para nosotros, nada sin el obispo y sin el presbiterio; san Ignacio de Antioquía decía que "la eucaristía de espaldas a...". Leer el artículo completo



0 comentarios:

Publicar un comentario