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domingo, 15 de julio de 2012

Dinámica del proceso de fe en la formación

Emilio Lavaniegos
Boletín OSAR 4/8

La estructura del seminario mayor se caracteriza por su finalidad específica: formar candidatos para el ministerio presbiteral. Sin embargo, la experiencia originaria y dinámica de la fe es fundamento del proceso formativo específico. Es imposible formar sacerdotes si no se procura a la vez y conscientemente formar cristianos y formar hombres. De modo que se comprenda y viva el ministerio sacerdotal como vocación humana-cristiana-sacerdotal. Los candidatos, a través del proceso formativo, deberán pasar desde una situación de apertura a la fe, que se percibe como novedosa y desconcertante, hasta la situación propia de las órdenes, en que la fe polariza toda la existencia.

En esta integración de los diversos niveles de la vocación cobran especial importancia los fundamentos motivacionales que están a la base de la actividad formativa. Es necesario ayudar a los candidatos a concretar su vivencia de fe en la línea de la vocación específica. No basta con que se cumpla un reglamento; es necesario concretizar y verificar las motivaciones de ese cumplimiento. El fin que se persigue es formar personas capaces de activar los mecanismos del proceso de fe-vocación, de modo que pueda darse en ellos una verdadera perseverancia, y sean después los promotores de la identidad vocacional de los miembros de la comunidad cristiana.

¿Cuáles son esos mecanismos o resortes de la formación? No es fácil determinarlo.
Hunden sus raíces en la psicología profunda de las personas. La opción vocacional y la perseverancia en esta opción están relacionadas con los mecanismos motivacionales, es decir, el para qué profundo de esas opciones. Y las ciencias humanas comprueban que estos mecanismos se mueven más bien al nivel del inconsciente, y que en un buen grado y número no suelen ser consistentes con la opción vocacional. Esta realidad condiciona y al mismo tiempo impulsa todo el proceso formativo desde la base.
Pero estos mecanismos se fundan también en el grado de conciencia que los alumnos van adquiriendo, a lo largo de la formación, de sus propias motivaciones, sus recursos y sus limitaciones. De modo que la formación, a través de un constante esfuerzo, va ayudando a que los alumnos pasen del conocimiento a la interiorización de los valores vocacionales.

Antes de continuar conviene recordar cómo en los evangelios, cuando se nos relata el trato de Jesús con el grupo de los doce, con frecuencia surge la dificultad de los discípulos para aceptar los valores que el maestro proclama y testimonia. Hay una clara oposición entre la mente de Jesús y la de sus discípulos, que no terminan de asimilar una serie de valores que resultan tan novedosos. Estos valores están relacionados con la vocación específica, de modo especial en el texto de Mt 20,20-27:
El ocupar los primeros lugares no obedece a la voluntad de los discípulos, ni a sus capacidades personales, ni siquiera a la voluntad del mismo Jesús. La solicitud de los Zebedeos y la indignación de los demás muestra cómo no se comprende el modo propio de ejercer la autoridad en la comunidad cristiana. El choque se da entre la mentalidad de "los jefes de las naciones" y el testimonio del "Hijo del hombre". Son realidades frontalmente contrapuestas.

Jesús da una gran importancia al grupo de discípulos que aprende de su maestro una nueva manera de vivir, a través de la expresión "entre ustedes". Los criterios que allí se mencionan tienen todos los rasgos de radicalidad que caracterizan la vida de Jesús "Beber el cáliz de amargura", "ser servidor y esclavo de todos", "no a ser servido, sino a servir", "dar su vida en rescate por todos". El choque fuerte entre la mentalidad de Jesús y la circundante, de la que participan los discípulos, produce en ellos la conciencia de los valores, que van más allá de los corrientes, de una nueva concepción de la existencia y de la autoridad en concreto.

Jesús va educando a los discípulos, desde su "querer ser importantes" hasta la experiencia del don de sí por medio de la cruz. Provoca un crecimiento paulatino, en el cual las personas van evolucionando, hasta que lleguen a convertirse en verdaderos apóstoles y testigos, según el modelo de Cristo. Aquí podemos descubrir el retrato de lo que significa la formación: Razones poderosas y profundas llevan a los zebedeos a arrodillarse ante Jesús "para pedirle un favor", pero a partir de la conciencia de otros valores, y sobre todo del ejemplo de Jesús, ellos irán aprendiendo lo que significa eso que piden, y lo lograrán interpretar hasta el don de su propia vida.

A continuación se describe una serie de tensiones propias de la formación, que sirven como coordenadas para el análisis de un proceso unitario de crecimiento en la fe. Es a través de esas tensiones como se va dando paulatina y aproximativamente la interiorización de los valores. En cursiva aparece un ejemplo para cada una de ellas.

1. Desde la conciencia hacia la existencia. Dinamismo fundamental con que juega el proceso de fe-vocación. Se cuenta con la conciencia de los candidatos. En la formación comprenden crecientemente los valores de la fe-vocación (nivel de la conciencia) y lo plasman de modo irrepetible en su propia existencia. De modo que los conceptos por los que se pueden explicar y comprender los valores se encarnan en criterios y comportamientos objetivos, en un nuevo modo de ser. Desde el descubrimiento consciente del valor de la corrección fraterna hasta su práctica ordinaria.

2. Desde la oposición-dispersión hacia la integración. Es el sentido del equilibrio. Los candidatos parten de la comprensión y vivencia de elementos contrapuestos o incluso dispersos. En cada momento del proceso formativo, y en especial en los de síntesis, integran los elementos dispersos en una única personalidad de hombres-creyentes. Sintetizan los extremos desde una sola clave de comprensión. Desde la oposición familia-comunidad hasta la integración de ambos elementos en el ámbito de la caridad pastoral.

3. Desde la parcialidad hacia la totalidad. Los candidatos comprenden los valores como realidad dada desde fuera, y poco a poco los concretan en su vida. Comienzan por pequeños ensayos, pero la formación deberá ayudarles en el cultivo creciente de la opción por los valores con sentido de totalidad y definitividad. Los valores llegan a convertirse en objetivos irrenunciables dentro de su proyecto de vida. Desde la primera opción por la vocación especifica hasta la disposición a comprometer toda la vida.

4. Desde el cumplimiento hacia la convicción. La estructura formativa en el gran grupo ofrece el soporte de un reglamento, que los alumnos asumen desde el primer día que llegan al seminario de modo artificial. En un principio será incluso costoso cumplir con las reglas establecidas. Hacen un movimiento hacia la convicción, de modo que llegan a encontrar por sí mismos el sentido de las actividades en un estilo de disciplina interior, siendo éste el motivo de su cumplimiento. Desde el cumplimiento en los momentos de meditación, hasta la vivencia de la meditación realizada desde la voluntad personal.

5. Desde el bien genérico hacia el bien prioritario. La conciencia moral de los candidatos evoluciona desde la comprensión de lo bueno en un sistema de derechos y deberes hasta la gratuidad de las prioridades que cada momento pide, y que supone el don de sí en el ministerio presbiteral. Es el sentido de la radicalidad evangélica. Al final del proceso serán capaces de opciones gratuitas, en las que incluso medie el sacrificio de los propios derechos. Desde el puro cumplimiento individual hasta la disponibilidad ante las necesidades de los hermanos y de la comunidad formativa.

6. Desde el propio amor al amor fraterno. Los candidatos aprenden a salir de sí mismos, de su propio amor y sus intereses particulares o grupales hacia la comunidad cristiana y humana, en el sentido del servicio, el don de sí y el amor fraterno. Se desligan de la búsqueda de la realización personal para ligar su voluntad y su destino al proceso histórico del pueblo. El sentido de la fraternidad en la fe llega a constituir una segunda naturaleza, que les determina en sus comportamientos. Desde la satisfacción de las propias necesidades hasta la satisfacción de las necesidades de los demás.

7. Desde la acción primaria hasta la existencialidad modal. Los candidatos aprenden a relacionar los modos de su comportamiento ordinario con los grandes valores de la fe y la vocación, valorando no sólo las tareas propias del ministerio, sino el modo como se realizan, como medio privilegiado de evangelización. Así llegan a descubrir la importancia de un estilo sacerdotal definido, incluyéndolo en la formulación de su proyecto. Desde la pura preparación de la liturgia hasta el cuidado esmerado, delicado y personalizante de los actos litúrgicos.

8. Desde la personalización hasta la socialización. Los candidatos personalizan los valores en un primer momento, pero poco a poco se convierten en promotores de esos valores en el ámbito eclesial y comunitario, en un intento de socializar lo que viven en su interior. De este modo, lo intimo- personal trasciende los límites de la individualidad para transformarse en don en el ámbito socio- eclesial. Desde la vivencia de la oración personal hasta la difusión de la oración entre los compañeros y en el apostolado.

9. Desde la intimidad hasta el compromiso social. Los candidatos concretan su vivencia de la fe, que comienza por ser íntima y hasta intimista, hacia un compromiso social y político, sobre todo en relación con su ambiente de referencia. Así se preparan para aparecer en el ámbito social como personas enviadas, y para manifestarse como personas libres ante las tentaciones del tener, del poder y del prestigio social. Desde la intimidad de la oración personal hacia la atención preferente a los pobres.

Esta serie de tensiones, que la formación debe provocar y constatar en el proceso de fe de los alumnos, suponen una serie de exigencias de cara al mismo régimen de la formación y a la actuación de los formadores, que estudiaremos más adelante.


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