Yo creo que la tarea más difícil es mantener la motivación y a la vez promover un crecimiento espiritual.
1.- Mantener la motivación constante
2.- Alimentar su autoestima
3.- Alimentar su espíritu a través de experiencias
- Lograr que los conocimientos no sólo se queden impresos o se entretengan en la forma, sino que se apliquen en la vida y se logre una verdadera transformación interior. Ayudarlos a través de tareas y ejercicios a pasar pruebas, cuestionarse continuamente y crecer. A que lo que se aprende se lleve a la práctica, se experimente a nivel espiritual y a nivel humano.
- Descubrir y nutrir los talentos de cada uno para que pueda sacar lo mejor que tiene y sienta la alegría de vivir a través de entregarse al servicio de Dios con lo que más le guste.
Lo más importante es que estén alegres y felices pues eso es lo que más inspira a la gente. Que así como se cuestionan y profundizan en su fe por un lado, por otro tengan espacios para que se diviertan mucho y compartan experiencias positivas. Un seminarista necesita verse transformado y realizado, eso se transmite y es como un imán.
Recomendaría:
- Talleres vivenciales con expertos de otras disciplinas como psicólogos, couches transformacionales, cursos de desarrollo humano, meditación.
- Talleres que permitan la expresión artística y física como poesía, pintura, teatro, música, fotografía, cine y deporte. Que lleven a la creación de algún proyecto personal o grupal.
- Alimentar su espíritu con experiencias positivas de películas que los mantengan sensibles al mundo de hoy. Salidas a eventos deportivos o paseos culturales.
- Tener presencia en alguna comunidad o casa de asistencia o en alguna Parroquia con alguna labor pastoral como se ha hecho con Catequesis y Crecha en Nuestra Señora de Los Ángeles. Los niños son una fuente de alegría y energía y es ahí donde se puede sembrar la fe para el futuro.
Una Feligresa. México
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