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jueves, 5 de julio de 2012

Consejo a los formadores 2

Ana belén Vázquez Muñoz
Voluntaria Misionera, profesora de Religión.
Alcañizo, Toledo, España

El tema que se nos propone en este número es bastante complicado pues, imagino que las propuestas o consejos que cada uno de los que intervenimos podamos dar, son aspectos que están más que machacados por los equipos de formación. Pero al mismo tiempo me parece interesante que se nos pida opinión a los laicos en temas que siempre están reservados a los sacerdotes, como si laicos y sacerdotes no tuviésemos que interactuar. El protagonismo de los laicos, del que tanto se habla pasa, no sólo porque se nos encomienden tareas, sino también porque podamos expresarnos y que sea tenido en cuenta nuestra opinión. Supongo que poco a poco se irá logrando.

Respecto al tema que nos incumbe me parece que los formadores deberían insistir más profundamente en la formación humana de los sacerdotes, sin desdeño de la formación intelectual y espiritual, pero creo que habría que incidir en estos tres aspectos:


1. desarrollo de una afectividad madura versus negación de sentimientos:

Me parece algo de vital urgencia pues incide directamente en la actitud que va a tomar frente a los demás y va incidir en su apostolado. Yo creo que los sacerdotes deben ser humanos, no seres que viven en otra galaxia donde los sentimientos no existen. Éstos existen y nosotros, los laicos, queremos sacerdotes que sufran, se alegren, canten, rían, lloren y vivan con nosotros. Personas que no te huyan porque seas mujer, personas en definitiva que sean ellas mismas, auténticas, que no se escondan tras una máscara de hierro por el hecho de ser sacerdotes. Imagino que es un tema trabajado pero creo que urge incidir cada vez más en ello, pues cada vez nos encontramos con sacerdotes más distantes, fríos y totalmente opacos.


2. Inserción en la vida versus vivir aislados:

Éste es otro aspecto que debería ser más considerado. Conozco formadores y conozco seminaristas y creo que estos deberían salir más de la burbuja en la que se les forma, insertarse en la vida real no es sólo pasar unos meses en una parroquia o compartir con un grupo de jóvenes, creo que debería potenciarse la prestación de algún tipo de servicio desde el inicio de su formación, visita a enfermos, a presos, asistencia a personas necesitadas, experiencias misioneras, voluntariado, etc. todo aquello que los vincule con la realidad a la que después se van a enfrentar. Potenciando siempre la vocación de servicio a la que han sido llamados. Me entristece el  ver como cada año a la escuela en la que trabajo llegan seminaristas con motivo del día del seminario y hay que entresacarles las palabras porque no saben enfrentarse a los niños, no saben cómo tratarlos, ni que decirles…


3. Capacidad de diálogo versus imposición:

Muchas veces nos encontramos con sacerdotes que no saben dialogar, que imponen sus formas y modos sin atender a más consideraciones. Entiendo, como laica, que la iglesia es una institución jerárquica, pero eso no quiere decir que deba ser autoritaria. Muchas veces hablamos de la inculturación cuando un sacerdote se marcha a las misiones, de la necesidad de comprender y respetar una realidad antes de ponernos en marcha. Pero ¿qué sucede en nuestras parroquias? Cada una tiene su idiosincrasia y no es ni mejor ni peor que otras, también se debería comprender y respetar. Por otro lado, se proclama a los cuatro vientos que los laicos debemos tomar protagonismo, pero es un protagonismo ficticio en muchos casos, precisamente por esta incapacidad para el diálogo, por la incomodidad que eso supone imagino. Poco a poco deberíamos caminar hacia la existencia de Consejos pastorales en todas las parroquias, para que el sentido de comunidad, fuese realmente asumido por todos. El diálogo es también fundamental a la hora de estrechar lazos, de abrirse al otro y recibir del otro, saber hablar y también escuchar. Entiendo que la tarea del formador es ardua y complicada.
Para todos ellos mis oraciones.


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