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sábado, 7 de abril de 2012

Esquema del Sacramento del Orden Sacerdotal

Sacramento del Orden Sacerdotal

Me centraré sólo en el presbiterado, que es el segundo grado del Orden sacerdotal. El primer grado es el diaconado y el tercero es el episcopado.


El sacerdocio es un don que Dios da al que quiere. Dicho don lo otorgó sólo a varones, porque Él quiso, era su plan. No es discriminación ni falta de atención a la mujer. Son diferentes funciones dentro de la Iglesia. A la mujer le tenía Dios preparada otras funciones y ministerios, que las vive y las cumple con toda su ternura y delicadeza.

Dios elige a esos hombres que harán las veces de Cristo Maestro, Sacerdote y Pastor, y así su cuerpo, que es la Iglesia, se edifique y crezca como Pueblo de Dios y templo del Espíritu Santo.

Al asemejarse a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y al unirse al sacerdocio de los obispos, ellos quedarán consagrados como auténticos sacerdotes del Nuevo Testamento, para anunciar el Evangelio, apacentar al pueblo de Dios y celebrar el culto divino, especialmente en el sacrificio del Señor.

El obispo el día de la ordenación le dice al nuevo sacerdote:

“Por eso, vosotros, queridos hijos, que ahora seréis consagrados presbíteros, debéis cumplir el ministerio de enseñar en nombre de Cristo, el Maestro. Anunciad a todos los hombres la palabra de Dios que vosotros mismos habéis recibido con alegría. Meditad la ley del Señor, creed lo que leéis, enseñad lo que creéis y practicad lo que enseñáis. Que vuestra doctrina sea un alimento sustancioso para el pueblo de Dios; que la fragancia espiritual de vuestra vida sea motivo de regocijo para todos los cristianos, a fin de que con la palabra y el ejemplo construyáis ese edificio viviente que es la Iglesia de Dios.

Os corresponderá también la función de santificar en nombre de Cristo. Por medio de vuestro ministerio, el sacrificio espiritual de los fieles alcanzará su perfección al unirse al sacrificio del Señor, que por vuestras manos se ofrecerá incruentamente sobre el altar, en la celebración de la Eucaristía. Tened conciencia de lo que hacéis e imitad lo que conmemoráis. Por tanto, al celebrar el misterio de la muerte y la resurrección del Señor, procurad morir vosotros mismos al pecado y vivir una vida realmente nueva.

Al introducir a los hombres en el pueblo de Dios por medio del bautismo, al perdonar los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por medio del sacramento de la penitencia, al confortar a los enfermos con la santa unción, y en todas las celebraciones litúrgicas, así como también al ofrecer durante el día la alabanza, la acción de gracias y la súplica por el pueblo de Dios y por el mundo entero, recordad que habéis sido elegidos de entre los hombres y puestos al servicio de los hombres en las cosas que se refieren a Dios.

Con permanente alegría y verdadera caridad continuad la misión de Cristo Sacerdote, no buscando vuestros intereses sino los de Jesucristo.

Finalmente, al participar de la función de Cristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, permaneced unidos y obedientes al obispo. Procurad congregar a los fieles en una sola familia, animada por el Espíritu Santo, conduciéndolos a Dios por medio de Cristo. Tened siempre presente el ejemplo del Buen Pastor que no vino a ser servido sino a servir y a buscar y salvar lo que estaba perdido”.

Después de la lectura del evangelio:

·         Presentación de los ordenandos por parte del rector del seminario.

·         Homilía del obispo.

·         Se examina a los candidatos sobre sus disposiciones respecto al ministerio que van a recibir, y la promesa de obediencia al propio obispo y sucesores.

·         Letanías de los santos con la oración “Exaudi nos” del Veronense. Terminan las letanías con este hermosa oración del obispo: “Escúchanos, Señor, Dios nuestro: derrama sobre este tu servidor la bendición del Espíritu Santo y la virtud de la gracia sacerdotal, para que la abundancia de tus dones acompañe siempre al que ahora te presentamos para ser consagrado. Por Cristo nuestro Señor. Amén”.

·         Imposición de las manos en silencio por parte del obispo sobre la cabeza de los candidatos; lo mismo hacen los presbíteros que participan en el rito.

·         La oración consecratoria es la del Veronense, que pasó a todos los Pontificales, con algunas modificaciones. Lo principal de la oración dice así: “Te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a este siervo tuyo la dignidad del presbiterado; renueva en su corazón el Espíritu de santidad; reciba de ti el sacerdocio de segundo grado y sea, con su conducta, ejemplo de vida...”.

·         Después algunos presbíteros colocan la estola en sentido presbiteral a cada uno de los ordenados y les revisten con la casulla.

·         Luego, el obispo unge con el Santo Crisma las manos de los ordenados: “Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio”.

·         Sigue la entrega a cada ordenado de la patena con pan y del cáliz con vino y un poco de agua, mientras dice: “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz de Cristo”.

·         Finalmente, el obispo da la paz a cada uno de los ordenados: “La paz esté contigo”. Y el nuevo sacerdote responde: “Y con tu espíritu”.

·         Acto seguido, continúa la celebración de la Eucaristía: el obispo ordenante con los recién ordenados. Es la primera misa que celebran los nuevos sacerdotes.

P. António Rivera. Fuente: catholic.net


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