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jueves, 4 de octubre de 2012

Psicología y formación sacerdotal: relación y límites

Por Luis Alva

Después de analizar el “por qué”,  el “para qué” y el “cómo” del examen-acompañamiento psicológico, no cabe duda de la grande ayuda que aporta la buena psicología a la formación del Seminarista. Sin embargo, los que nos dedicamos  a la formación tenemos que estar atentos para no caer en el “psicologismo”. Los  formadores pueden ayudarse de la psicología, pero no pueden nunca ser sustituida por ella, son dos ámbitos diversos, si bien ambos tienden a buscar el bien de la persona. No olviden los seminaristas que los grandes problemas del hombre a veces son curados desde la fe,  de rodillas delante del santísimo.
 

Relación entre la formación y la psicología

El auxilio de la psicología debe integrarse en el cuadro de la formación global del candidato. Existen consonancias, por ejemplo: tienen un objetivo común: el bien de la persona, su integración. La psicología en su nivel, el formador dándole un eje en el que integrar su totalidad como persona vocacionada, la configuración con Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor. Un campo de observación  coincidente. La experiencia completa del individuo, y más el formador, que vive diariamente con él. Existen diferencias entre la formación personal y la ayuda psicológica. La perspectiva de la madurez tiene amplitud diversas (el techo de la psicología es bajo). La percepción del campo de observación es diversa. La hermenéutica espiritual y psicológica del fenómeno tiene sus diferencias, por Ej. La desolación, desde el punto de vista espiritual (S. Ignacio) y desde la psicología, la soledad, el afecto, perfección, santidad, el aquí y ahora y el kairos, etc. La estructura es distinta. La psicología se detiene en la relación entre el terapeuta y el cliente. El formador, y el seminarista, contemplan además la acción del Espíritu, y sin que sean contrapuestas.

Límites de la psicología en la formación

La psicología tiene también sus límites. Por los problemas derivados de algunas psicologías que interpretan mal hecho religioso como factor humanizador. Los límites de la psicología, dependen de la antropología en la que esté basada. Esto hace, por ejemplo, que sea individualista, centrada en el exclusivo bien del individuo cerrado en sí mismo. La interpretación incorrecta de algunas escuelas del hecho religioso. El pesimismo de una psicología que considera frustrante cada límite puesto por la moral, la ascética, etc.

De una formación de corte excesivamente psicológico, se derivan problemas, como:

La comprensión del desarrollo de la fe partiendo de las fases antropológicas. Como si  el encuentro con Cristo fuera el resultado de un proceso de maduración psicológica. El abandono de algunos elementos básicos del crecimiento cristiano: la oración, la ascesis. Por algunos esquemas terapéuticos rígidos que tienden a homologar el proceso personal a esquemas pre-establecidos, forzando a la persona a encajar en ellos. Po recurrir a interpretaciones psicológicas de algunas enfermedades espirituales, por ejemplo, desolación-depresión, culpa-culpabilidad, soledad solitariedad (en PDV 74).

Los formadores tienen que tener en cuenta que:

La psicología, a pesar de las ayudas que puede dar al formador, nunca podrá sustituir el trabajo que el formador debe realizar. Mientras que el acompañamiento, es un camino en la fe en donde el formador ayuda al joven a responder a la llamada de Dios y discernir su vocación al sacerdocio, el saber psicológico (examen-acompañamiento), le dará luz para conocer, aceptar e integrar el aspecto humano, desde la fe, en la respuesta a su vocación. No hay que caer ni en un fideísmo, ni en absolutizar la ciencia psicológica, como si fuese una solución a todos los problemas formativos. Ser conscientes, que lo que pueda descubrir a través de la psicología no debe tener un carácter definitivo. De lo contrario, podemos caer en un reducir la vocación a una serie de factores humanos, dejando a un lado la acción de la gracia y la libertad del candidato. Puede ser de grande ayuda pero ni es un recurso omnímodo, ni puede ser el centro del discernimiento. No es de recibido el que un formador diga: el psicólogo dice fulanito puede ordenarse. No podemos dejar en manos del psicólogo un discernimiento que no corresponda a su papel. Que esto quede claro[1].



[1] Cf. Juan José RUBIO, «El lugar del acompañamiento psicológico en el proceso de formación en el seminario mayor», en Seminarios 54/189-190 (2008) 198-203.


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