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jueves, 11 de octubre de 2012

El Sínodo de la Nueva Evangelización!

Mons. Esteban Escudero
Obispo de Palencia
 
 

Cuando el lector abra los niticieros esta mañana, el Papa Benedicto XVI estará celebrando en la plaza de San Pedro de Roma la Misa solemne de inauguración de la XIII Asamblea General del Sínodo de Obispos dedicado a la “Nueva Evangelización”. Obispos de todo el mundo, elegidos de entre sus compañeros en cada una de las Conferencias Episcopales, se reunirán con el Papa y un selecto número de expertos para debatir, desde el 7 al 28 de este mismo mes de Octubre, la transmisión de la fe cristiana a los hombres y mujeres que viven en el cambiante mundo actual.
Los padres sinodales compartirán las experiencias de sus Iglesias particulares, redactando unas proposiciones que presentarán al Papa, a fin de que, una vez aprobadas y elaboradas debidamente las publique en forma de “Exhortación Apostólica postsinodal”, documento eclesial de alto rango doctrinal. El trabajo de los asistentes al Sínodo ya ha sido preparado previamente por informes y aportaciones llegados a la Secretaría del mismo desde todo el mundo y que han sido recogidos en un texto con el nombre latino de “Lineamenta”, que es en realidad un documento base sobre el cual iniciar el diálogo. Yo quisiera en este artículo dar a conocer a la opinión pública las intenciones programáticas recogidas en este extenso documento preparatorio del Sínodo.
El tema de la Asamblea. En los primeros números del articulado de los “Lineamenta” podemos leer: Las afirmaciones del apóstol Pablo «predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!» (1 Co 9, 16) se pueden aplicar y entender en relación a la Iglesia en su conjunto. Como nos recuerda el Papa Pablo VI: «la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia… Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar».
Ya hace más de cuarenta años el Concilio Vaticano II afirmaba: «El género humano se halla en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero». Estos cambios de los cuales el Concilio nos habla, se multiplicaron en el período sucesivo a su celebración y, a diferencia de aquellos años, no inducen sólo a la esperanza, no suscitan sólo esperanzas utópicas, sino que además generan incluso miedo y siembran desconfianza. En un tiempo caracterizado por cambios y transformaciones es útil para la Iglesia dedicar momentos y ocasiones de escucha y de confrontación recíproca, para que se mantenga en un nivel alto de calidad el ejercicio del discernimiento exigido por la acción evangelizadora, que, como Iglesia, estamos llamados a vivir. La Asamblea General Ordinaria desea ser un momento privilegiado, una etapa significativa de este camino de discernimiento.
Qué es la nueva evangelización. Nueva evangelización no significa un “nuevo Evangelio”, porque «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos» (Hb 13, 8). Nueva evangelización quiere decir: una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos escenarios que diseñan la cultura a través de la cual encontramos nuestra identidad y buscamos el sentido de nuestra existencia. Nueva evangelización significa, por lo tanto, promover una cultura más profundamente enraizada en el Evangelio; quiere decir descubrir al hombre nuevo que existe en nosotros gracias al Espíritu que nos ha dado Jesucristo y el Padre.
La alegría de la evangelización. Nueva evangelización quiere decir compartir con el mundo sus ansias de salvación y dar razón de nuestra fe, comunicando el Logos de la esperanza (cf. 1 P 3, 15). Los hombres tienen necesidad de esperanza para poder vivir el propio presente. El contenido de esta esperanza es «el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo». Por esto la Iglesia es misionera en su íntima esencia. No podemos tener solo para nosotros las palabras de vida eterna, que se nos dan en el encuentro con Jesucristo. Esas palabras son para todos, para cada hombre. Cada persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, tiene necesidad de este anuncio.
Precisamente la falta de esta conciencia genera desaliento. Uno los obstáculos para la nueva evangelización es la ausencia de alegría y de esperanza que tales situaciones crean y difunden entre los hombres de nuestro tiempo. Con frecuencia esta falta de alegría y de esperanza es tan fuerte que influye en nuestras mismas comunidades cristianas.
Por lo tanto, afrontemos la nueva evangelización con entusiasmo. Aprendamos la dulce y reconfortante alegría de evangelizar, aunque parezca que el anuncio sea una siembra entre lágrimas (cf. Sal 126, 6). «Hagámoslo -como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia- con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual -que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo».
Con todo mi afecto
+Esteban Escudero
Obispo de Palencia
Publicado Por: Agencia SIC


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