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miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Por qué un año de la fe?

Por Luis Alva
 
Hay un tiempo para la esperanza y un tiempo para desesperar; un tiempo de horizontes largos que nos hacen respirar y un tiempo de horizontes estrechos que nos hacen sofocar; hay un tiempo de creación y de progreso y hay un tiempo de rutina y de decadencia. Parafraseando al eclesiastes, podemos preguntarnos ¿Cuál es el tiempo en que nos encontramos como iglesia? ¿Un tiempo de esperanza o de desespero? ¡Creo que estamos en un tiempo de esperanza!. Los 50 años del Concilio Vaticano II, el Sínodo sobre la Nueva evangelización y el Año de la fe, son motivos suficientes de esperanza para "comenzar de nuevo".
 
Motivado en esta esperanza, quiero compartir con los seminaristas los "Por qué" de estos grandes acontecimientos de esperanza. Tengo certeza que la mayoria de los Seminaristas estan enteradísimo de esto. En el mes de julio monseñor Sebastian (obispo auxiliar de Barcelona) reflexionó y contestó a la pregunta ¿Por qué un Año de la fe?. Espero les pueda ayudar en su vivencia de esta gran esperanza en la Iglesia Católica Apostólica.
 
¿Por qué un año de la fe?
 
¡Seguramente porque lo necesitamos y mucho! ¿Quién no necesita en estos momentos un refuerzo de su vida cristiana? ¿Quién no necesita reencontrarse con sí mismo y adivinar qué lugar ocupa Dios en su propia vida? ¿Quién no necesita preguntarse seriamente si cree o no cree en Dios? Con sinceridad y humildad, creo que somos todos, sin exclusión, los que estamos en esta situación de recuperar aquella frescura inicial, cuando el don de Dios recibido en el Bautismo y en la Confirmación nos abrió a la aventura de la vida cristiana y, consciente o inconscientemente, dijimos «sí» al seguimiento de Jesús.
 
Un Año de la Fe puede significar todo o nada; depende del grado de aceptación y de disponibilidad de cada uno de «cruzar ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma». Hoy no resulta nada fácil dar respuesta a preguntas de alguien que desconfía de la vivencia de la fe o cuestiona su propia existencia. Sin embargo, es alentador ver que son muchos quienes buscan y experimentan la alegría de compartir cuando alguien los acoge como Jesús y les habla.
 
¿Por qué un Año de la Fe? Porque necesitamos que alguien nos recuerde que Dios existe y que debemos confiar en él sin complejos, escuchar nuevamente que nos acompaña, que nos ama y que nos perdona; porque necesitamos saber que nos ha creado por amor y con este mismo amor nos ha entregado a su Hijo, Jesús, para que lo aprendiéramos todo sobre Él; porque no podemos olvidar que nos ha dado su Espíritu que nos inspira a hacer el bien y nos hace decir Abbá, ¡Padre!, un Espíritu que es fuerza para el testimonio de amor que nos hará no sólo más creyentes, sino sobre todo creíbles. No lo dudemos, la crisis que vivimos es una crisis sobre Dios y sólo desde el encuentro de amistad con Él, que fundamenta el propio encuentro de amor con los demás, podremos diseñar nuevas vías de solución y de encuentro.
 
Un Año de la Fe —y consecuentemente toda la vida— es un tiempo para la vivencia, la profundización y la celebración de la fe, un tiempo privilegiado de oración y de estudio de los contenidos de la fe de la Iglesia, un tiempo para experientar gozosamente que la vida tiene sentido cuando su rumbo se orienta hacia Dios, que es amor; ¡un tiempo que también puede hacernos enormemente felices!
 
Sebastià Taltavull AngladaObispo auxiliar de Barcelona


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