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lunes, 10 de septiembre de 2012

La formación física en la formación sacerdotal

Por Catholic.net
 
 
 

La vida espiritual, la práctica constante de las virtudes, la formación intelectual, el ritmo de vida de un seminario o de un centro de formación sacerdotal son exigentes. Se requieren actividades deportivas y recreativas que ayuden a recuperar fuerzas físicas y psíquicas, a conservar y fortalecer la buena salud, y que estimulen la sana convivencia. Lo afirma el Vaticano II, hablando en general de la educación en nuestros días: El deporte ayuda a conservar el equilibrio espiritual... y a establecer relaciones fraternas. (GS 61).


Además, estas actividades ofrecen magníficas oportunidades de conocimiento propio, de formación y de ejercicio de múltiples facultades y virtudes: la diligencia, el esfuerzo y sana tensión de la voluntad, la generosidad, la apertura caritativa hacia los demás.

Por otra parte, los alumnos aspirantes al sacerdocio serán en su mayoría jóvenes que necesitan vitalmente el deporte para su sano desarrollo físico y su equilibrio psicológico. Esto no quiere decir que todos deban necesariamente ser deportistas, pero cierto ejercicio físico como la participación en algún juego comunitario, el caminar, el realizar excursiones al campo o a la montaña, hace bien a todos. Sería extraño que un joven rehuyera todo deporte, ejercicio físico o trabajo que suponga sudor y fatiga: indicaría quizá un personalidad perezosa, un estado enfermizo o una tendencia al encerramiento en sí mismo.

Se necesitan, por tanto, tiempos, espacios y actividades para desarrollar esta faceta de la formación. Los programas del seminario no pueden olvidarlo.

El ejercicio corporal sobre todo practicado en los deportes resulta ser un excelente medio de conocimiento personal, de apertura, de donación a los demás, y de formación.

Hablar de formación física no sólo se refiere al deporte, sino también a la necesidad de ejercitar de vez en cuando algún trabajo manual que requiera esfuerzo físico.

El trabajo es una faceta a imitar de la vida de Cristo, que contribuye a formar el carácter, a robustecer la voluntad, a ejercitar en la laboriosidad, a descubrir nuevas habilidades, a conocer más de cerca las condiciones, trabajos y fatigas de muchas personas y así comprenderlas mejor. Ayuda también a vencer la inclinación a la comodidad, a vivir el espíritu de pobreza con mayor autenticidad.

Por último consideremos que tanto el juego como el trabajo físico integra a los miembros de la comunidad entre sí y con el centro formativo, y contribuyen a dar a la comunidad un auténtico aire de familia y a considerar el centro como el propio hogar.


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