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lunes, 17 de septiembre de 2012

Isla de naufragio

 

Existe una tentación muy común de una persona cuando se enfrenta con su presente: pensar que si las cosas en su pasado hubiesen sido de otra manera, su vida sería mejor y más feliz. Es cuando viene el pensamiento de “y que tal si hubiera…” o “si todo hubiese sido distinto, tal vez…”. Lo real es que nunca lo sabremos. Siempre nos encontraremos en el presente y, por lo tanto, la vida requiere ser afrontada desde el mismo. No cabe otra posibilidad.
 
Cuando un barco naufraga, es algo inesperado totalmente. Nadie imaginaría que el embarcarse los tripulantes piensen: “vamos a naufragar, por lo tanto no llevemos equipaje”. Lo normal es tener una idea positiva de lo que será el viaje y, sobretodo, del destino al que se pretende llegar. Sin embargo, la posibilidad de un naufragio siempre existe y cuando efectivamente se da, los sobrevivientes se percatan de que están en un lugar desconocido e inesperado. Entonces llega la frustración, la desolación, el miedo, la angustia y todas aquellas lógicas reacciones ante un hecho así.
 
Me parece que en la vida sucede algo similar. Creo que muchos de nosotros tenemos nuestra propia “isla de naufragio”. A lo que me refiero es que en todo momento estamos tomando decisiones: “embarcarse en una determinada travesía”. El problema es que los lugares a los que nos lleva ese barco generalmente no son los que pensábamos o cómo los pensábamos. Es ahí en donde puede surgir la pregunta: ¿qué habría sucedido si no me hubiese embarcado? Dicho de otra manera: ¿cómo sería mi presente si no hubiese tomado tal o cual decisión?
 
Ante esta actitud cabe una salida: descubrir el sentido de esa “isla de naufragio”. Con esta última idea, pareciera que estoy siendo un tanto pesimista o determinista, como si habría que resignarnos con lo que nos toca. Nada más alejado de lo que quiero decir. En realidad, se trataría de descubrir el sentido de estar en ese tiempo y espacio (presente), para encontrar posibilidades. Es aquí a dónde quería llegar.
 
¿Qué pasa, por ejemplo, cuando un seminarista se da cuenta que en ocasiones la vida del seminario no es lo que esperaba (por su idealización)? Generalmente es una crisis lógica en el proceso de formación. Este enfrentar la realidad de un seminario, con sus problemas, dificultades, etc., es una gran oportunidad para decidir quedarse o tomar otro camino, pero con una mayor libertad que antes cuando todavía estaba el enamoramiento y la idealización. Aquí sí se puede hablar de un verdadero “optar por…”. Con una mayor libertad, debido al menor peso de lo afectivo, puede ser algo positivo, sobretodo cuando descubre que su vocación no era el seminario.
 
La isla de naufragio, más que representar un lugar en el que nos encontramos atrapados y sin salida viendo todos nuestros anhelos frustrados, representaría una posibilidad. El presente se vería así como un trampolín desde el cual se puede tener más libertad para optar por una cosa o por otra.
 
Para reflexionar:
¿En qué etapa me encuentro como seminarista? ¿Todavía estoy en la idealización? ¿Soy realmente consciente de las implicaciones que tiene la vida sacerdotal? ¿Podría decir que para mí es una opción de libertad?


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