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lunes, 6 de agosto de 2012

Si toda mi vida me dedicaré a la Iglesia, tengo que conocerla y amarla!!

Por Carlos Alberto Jaramillo Neyra
Seminaristas de la diócesis de Carabayllo - Perú
Mientras se va avanzando más en el camino del Señor, se va descubriendo mucho más la hermosura de la llamada. Pero está llamada se da dentro de un ámbito concreto que es la Iglesia. Desde niño he participado en la parroquia que está cerca de mi casa, siempre he estado relacionado con una comunidad parroquial. Comencé como monaguillo, luego recibí la eucaristía, la confirmación, después fui catequista de niños y, luego, al terminarlos estudios del colegio entré al seminario.

Ahora estoy en el último año de la formación y, como requisito para la obtención del Bachillerato en Teología nos piden elaborar una tesina. En esta tarea, he decidido hablar sobre la Iglesia ya que creo que si es a ella a quien voy a dedicar mi vida, mi tiempo, mis fuerzas y mi juventud, quiero conocerla. Además, porque en la vida de todo sacerdote -ya desde seminarista- debe estar presente el amor a ella, pues ella es la esposa de Cristo y es a ella a quien vamos a servir como futuros ministros sagrados.

La Iglesia es, pues, la comunidad de personas que caminan hacia Dios guiadas por su mismo Espíritu. La Iglesia la conformamos cada bautizado quienes nos convertimos en hijos de Dios, por adopción, y en templos del Espíritu Santo.

¡Somos Iglesia! Somos el Cuerpo de Cristo que actúa en la historia, en el tiempo, somos sus manos que curan a los enfermos, somos sus pies que recorren los pueblos para hacer presente a Cristo, somos su voz que anuncia la Buena Nueva, que anuncia que Dios está presente, que nos ama y que nos perdona siempre.

Muchas veces hablamos de la Iglesia como si fuese ajena a nosotros, nos ponemos como espectadores delante de ella y de ese modo la hacemos extraña a nosotros. Sin embargo, Iglesia somos cada uno de nosotros, y el hecho de que la Iglesia sea mejor depende de que cada uno de nosotros seamos mejores. Depende de que como seminarista, aproveche este tiempo de formación que me brinda el seminario, aproveche este tiempo de intimidad con el Señor, este tiempo para valorar la fraternidad y aprender a vivir en una comunidad guiada por el Espíritu de Dios.

Hemos escuchado muchas cosas en torno a la Iglesia, como que la Iglesia “es sólo de curas y monjas”, o que la Iglesia es para aquellos que viven anclados en el pasado con una moral rigurosa. Pero estas cosas sólo nacen de un corazón que no ha vivido la experiencia dentro de ella, el conocer a la Iglesia desde adentro, el ir profundizando a través de los estudios sobre Dios, sobre la vida cristiana, sobre la fe, el tener una experiencia de comunidad que junta camina hacia Dios, nos hace ser realistas y nos ayuda a comprenderla y a amarla.

Que nunca se apague en nosotros el fuego del Espíritu, ese fuego que nos impulsa a dar nuestra vida por la misión de Cristo. El mismo Jesús decía “que todos sean uno...”, pues que siempre busquemos el bien de la Iglesia, pues, le pertenece a Cristo, que busquemos siempre su unidad, pues es el deseo de nuestro Señor.









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