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martes, 21 de agosto de 2012

La liturgia al servicio de la "maduración vocacional"

Por Luis Alva

“Vivir lo que se celebra para celebrar dignamente lo que se vive” marca el culmen de la maduración de la vocación. De hecho el aspecto mistérico de la liturgia no se puede separar del aspecto celebrativo de la vida. Ni el aspecto vital puede escindirse del aspecto celebrativo del misterio.




Por eso es necesario recuperar una serie de enunciados que ayudan a comprender que la liturgia es lugar vocacional. Bien entendido que se dejan a un lado los hechos experienciales, a saber, que no pocas vocaciones específicas “comienzan” o “crecen” en la celebración del sacramento de la penitencia o de la reconciliación y que alcanzan su punto de coagulación en su participación en la eucaristía.  Queremos que se considere lo que contienen los siguientes puntos de carácter teológico, litúrgico y espiritual.

1. La vocación nace en razón de la liturgia: “misterio-celebración-vida”. Como nace, se amplifica especificándose  en la liturgia; se cualifica y se intensifica por medio de la liturgia.

2. los dinamismos y dimensiones propios de la liturgia se funden con los de la vocación y viceversa hasta el punto de convenir en que el aspecto ontológico de la vocación se inserta en la realidad de la liturgia, y el aspecto existencial de la liturgia se mezcla con el de la vocación.

3. La liturgia, que es historia de la salvación que se está realizando en persona mediante la celebración, está totalmente canalizada hacia la vida de gracia, hacia la gloria, y la vocación que se quiere seguir sirve para realizar en la persona fiel la inhabitarían de la Trinidad, para dar gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu santo.

4. La liturgia es el lugar de encuentro ontológico de las tres personas divinas con la persona del fiel. En ella, el Cristo “leitourgós” se acomoda a cada persona para crecer en él. La vocación marca una etapa en el encuentro experiencial con Cristo Sacerdote, Rey, Profeta y Mártir.

5. Toda celebración sacramental, culmen del respectivo “ser llamados” a tomar parte en ella, renueva las personas y los mecanismos vocacionales. No hay mejor modo de probar la vocación en el cristianismo            que celebrar el misterio de la vida.

6. mientras la liturgia “realiza-actúa-hace presente-renueva” todo el “mysterium” siempre que termina en la celebración, ayuda a que la persona madure poco a poco su vocación y a que madure esa vocación en sí misma. Todo esto debe profundizarse en monografías que aun están por escribir.

Sin embargo, el tomar nota de que todas acción litúrgica es lugar de vocación y de quela liturgia está al servicio de la “maduración vocacional”, no puede menos que relacionar los temas aquí aludidos con el hecho de que la pedagogía de la fe y la pedagogía de la vocación pasan de los impulsos litúrgicos y de sus ritmos, al itinerario de la fe, esperanza y caridad que resalta el carácter cíclico del año litúrgico con las fiestas del Señor y con sus ministerios.

Cf. Achille M., Triaca, Liturgia “lugar de vocación”, en DPV, ediciones Sígueme 2005.


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