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sábado, 25 de agosto de 2012

La máquina del tiempo: revisando mi historia

 
Un aspecto básico del proceso formativo de todo seminarista es la revisión de la propia historia. Es casi una condición para alcanzar la madurez necesaria para ser sacerdote o, en caso de que no se ordene, ser un hombre mejor. Sin embargo, el viaje al pasado no es fácil y tiene sus riesgos. Revisar la historia personal, conlleva el aceptar entrar en terrenos dolorosos, muchas inexplorados. Aunque difícil, necesitamos hacerlo si, paradójicamente, queremos afrontar nuestro presente y descubrir plenamente su sentido.
 
 
Imaginemos, por ejemplo, que construimos una máquina del tiempo y tuviéramos realmente la posibilidad de viajar al pasado. Evidentemente sería algo emocionante y que haría fluir la adrenalina por nuestras venas, pero…¿acaso no tendríamos miedo de hacer un viaje del cual no sabemos si hay camino de regreso? ¿qué tal si la máquina falla y nos deja allá? Lo más probable es que habría algunos que jamás se atreverían a realizar el viaje o que ni siquiera tendrían el valor de acercarse a la máquina. Pero, ¿cómo podemos animarnos a realizar ese viaje? ¿Qué nos puede hacer sentir más seguros de que regresaremos sanos y salvos? A continuación algunas ideas:
 
1. Comprender que el viaje al pasado, en realidad forma parte de nuestro presente. Cuando estamos en un proceso de acompañamiento psicológico y/o espiritual, empezamos a tocar distintos aspectos de nuestra infancia, adolescencia, etc., sin embargo, lo hacemos desde la seguridad del presente; el viaje es a nivel mental y emocional. La revisión de la historia personal no nos libra de tener que afrontar nuestro presente con todas sus problemas y dificultades.
 
2. Hemos de ir al pasado, pero no solos, sino acompañados. Lo más recomendable, es buscar un acompañamiento de tipo psicológico y/o espiritual. El acompañante nos conecta con nuestro presente y nos ayuda a comprender mejor lo que descubrimos en el viaje. Si estamos en problemas o atorados, dicha persona cuenta con recursos para ayudarnos.
 
3. Seguir conectado con mi presente. Esto significa que debo seguir con mi vida, a pesar de que esté revisando aspectos de la historia personal. Se trata de permanecer abierto al presente y a lo que la vida me va proponiendo día con día; minuto a minuto; instante a instante. Comprender que, en última instancia, el viaje al pasado tiene como objetivo impulsar el presente, sanando o liberándome de cargas pesadas que impiden mi avance.
 
4. Aceptar que ya no hay marcha atrás. Esto es, desde mi perspectiva, uno de los aspectos más difíciles de lograr. En el pasado vivimos ciertas pérdidas y es necesario aceptarlas. No hay camino de regreso. Lo perdido, perdido está. A veces, uno se queda en el pasado, porque está atorado en este proceso. Por supuesto que será doloroso, pero terminará siendo liberador.
 
5. El pasado y el presente están conectados. La persona que soy ahora es, en parte, el cúmulo de experiencias y aprendizajes que se han tenido. Inclusive, puedo encontrar mucho el sentido de mi presente, en ese pasado. Enfrentarme con mi historia, me dará sentido de identidad y conocimiento personal.
Aprovechar el tiempo de formación para revisar la propia historia, es una inversión que los seminaristas deben plantearse seriamente. La vocación sacerdotal implica necesariamente el trabajo con uno mismo. En efecto, hay riesgos –como en toda inversión-, pero vale la pena hacer el viaje al pasado, con la seguridad de que el presente y la misión personal siempre nos estarán esperando.
 
Para reflexionar:
¿Qué sentimientos me genera la idea de recibir acompañamiento psicológico o espiritual? ¿Cuáles son mis creencias al respecto? ¿Le doy suficiente importancia a la revisión de la propia historia en mi proceso formativo?


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