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viernes, 3 de agosto de 2012

La fragilidad vocacional

Pbro. Vicente Zueco

Orientaciones para la formación inicial y los 6 primeros años.


- Se habla mucho de fragilidad psicológica, pero parece más exacto hablar de fragilidad vocacional.
- La realidad vocacional abarca además la maduración humana y a la vida de fe, a los procesos formativos, a las relaciones sociales y eclesiales, al contexto histórico y cultural.
- Al prolongarse la adolescencia y la juventud la fragilidad se extiende a la primera asunción de verdaderas responsabilidades.
- En estos últimos años se ha incrementado el número de abandonos que se producen en los seis primeros años.
- Esto nos obliga a reflexionar el fenómeno, tomar conciencia de las dificultades y buscar caminos que ayuden a las nuevas vocaciones.
- Las fragilidades son sólo un aspecto de la realidad. La realidad vocacional cuenta con numerosos recursos. Hay que valorar las potencialidades de nuestros jóvenes voccionados.

RAÍZ DE LA FRAGILIDAD VOCACIONAL

La postmodernidad, cultura dominante hoy, caracterizada por su complejidad, que hace que la vida sea como un laberinto sin indicaciones y provoca desorientación en las opciones. Cambios rápidos con el abandono de viejos modelos y con la falta de nuevos referentes. Está inmerso en los procesos de globalización que conducen a la homologación y al nacimiento de identidades confusas. El nudo más problemático es la evidente separación entre la propuesta de fe y la cultura en continua evolución, que produce un relativismo acentuado que se refleja en la claridad y perseverancia vocacional.
Semejante cultura débil influye sobre la mentalidad y estilos de vida:
  • El consumismo que se manifiesta en la búsqueda de experiencias siempre nuevas. Implica la esfera emotiva del “me siento” o “me gusta”.
  • El subjetivismo. El propio punto de vista es la única medida válida de la realidad.
  • La fruición de lo inmediato que refuerza la percepción del “todo y enseguida”;
  • La búsqueda de lo efímero y de la imagen que exalta la apariencia y el eficientismo.
  • La valoración de la antropología del hombre secularizado, que margina el modelo del hombre religioso.
- La experiencia religiosa

Se convierte en búsqueda de estar bien consigo mismo y en experiencia de fuertes emociones. La formación religiosa no implica a la persona en profundidad.
Cada uno permanece centrado en sí mismo con la convicción de que todo se puede obtener fácilmente gracias al prestigio personal y a los medios económicos y no con el trabajo y la perseverancia.
- Las instituciones

A causa del relativismo ético no existen valores compartidos. Como consecuencia las instituciones civiles, eclesiales y religiosas, no tienen un índice de agrado y de aprecio, de confianza y de referencia.

- Las familias

Sobre todo las problemáticas y rotas sufren el influjo de este clima cultural. Se balancean entre el hiperproteccionismo ansioso con los hijos y la ausencia en la educación, creando fuertes vacíos afectivos y falta de puntos de referencia.
- Los jóvenes

Tienen una vida fragmentada y condicionada por las modas. Esta debilidad se va
convirtiendo cada vez más en inconsistencia, incoherencia, insatisfacción, inestabilidad y superficialidad.
EXPRESIONES DE LA FRAGILIDAD VOCACIONAL


Incapacidad de decisiones definitivas. Se nota un anclaje en el presente, sin perspectivas de futuro y sin certezas. Vacío, malestar, apatía e inseguridad. La vida de fe no motiva el arrojo hacia el futuro, no influye en la conciencia moral. Se llena el vacío con fuertes emociones y se da mayor importancia a intereses secundarios.
La búsqueda ansiosa de reconocimientos: deseo de afecto y estima, títulos de estudio e identificaciones profesionales, reconocimientos públicos y carreras ambiciosas. Se siente atraído por el hoy y no se sabe si por el mañana.
La vocación se presenta como irrealizable y el individuo se siente fuera de lugar y en frecuente estado de confusión.
Se ve la vocación como un hecho privado que no va más allá de los estados de ánimo. Se tiene miedo del futuro, no se tiene el valor de mirar al pasado, asustan las opciones coherentes y definitivas y así se vuelve débil la capacidad de proyectar la propia vida.

INCERTIDUMBRE DE IDENTIDAD VOCACIONAL

El segundo núcleo de inmadurez proviene de una débil identidad, de la inseguridad y de la no aceptación de sí mismo. En la vida consagrada uno no sabe definirse y se proyecta sobre “qué haces”, “qué tienes”, más que sobre “quién eres”. Las debilidades y alienaciones hacen que se vayan reduciendo los ideales de la consagración: la primacía de Dios, el don de sí al carisma, el seguimiento radical de Cristo, la vida fraterna en comunidad, la formación.
Aparecen las inmadureces que se han mantenido escondidas bajo diversas coberturas.
BÚSQUEDA DE SEGURIDADES

Buscar en la comunidad presbiteral un nido seguro y relaciones gratificantes que colmen los vacíos personales y las inseguridades heredadas de la familia.
Hay una lucha sorda entre autonomía e independencia, a la que se añade una dosis de competitividad, de necesidad de estima, de culto de la imagen.
Hay demasiadas expectativas con relación a la comunidad presbiteral y poca atención al don de si. Por otra parte la diócesis se preocupa poco de las personas y mucho de las obras.
Sigue una depreciación de la vida fraterna sacerdotal, que no satisface la demanda de afecto, de éxito, de realización y comienza la crítica dura a todas las instituciones.
El problema no es la fragilidad vocacional, sino el hecho de que no se la acepta como ocasión para una ulterior maduración y no se la sabe integrar. Contiene una demanda formativa.

CAUSAS DE LA FRAGILIDAD VOCACIONAL

La carencia de maduración humana

Faltan ambientes y formadores. Los jóvenes no se dejan ayudar. Las áreas más críticas parecen ser la identidad, afectividad y sexualidad. A veces tienen una carga de experiencias negativas que requieren ser integradas en su historia de vida. Sienten una gran sed de autenticidad que no logran.


Falta de motivaciones de fe

La vida sacerdotal es, a veces, una ocasión para salir de la situación de pobreza, para tener un reconocimiento social y para alcanzar una promoción cultural.
Debemos preguntarnos sobre las motivaciones y ver si tienen una profunda vida de oración, formación de la conciencia, libertad interior y autenticidad.


Debilidad de los caminos formativos

La debilidad formativa más grave está en la incapacidad de ayudar a lograr una personalización que le ayude a crecer como persona, en la fe y en el ministerio. Nos ocupamos más de la formación intelectual. Los formadores no siempre están capacitados y no siempre tienen metodologías armónicas.


Malestar de las diócesis

El escaso dinamismo espiritual de las diócesis y la falta de formación permanente determina motivaciones vocacionales pobres. La falta de relaciones profundas engendra individualismo y desafección. Se sienten empleados de una empresa.
PRIORIDADES DE INTERVENCIÓN


Cuidado de las vocaciones.

Cuidar los ambientes educativos, la familia, la comunidad parroquial, los grupos vocacionales. Cuidar más el acompañamiento personal y comunitario.
Si el propedéutico es una comunidad de propuesta, filosofía es el momento de profundización en la vocación, particularmente en lo referente a la madurez humana. Toma conciencia de su historia personal, descubre recursos y puntos débiles, asume una imagen positiva de sí mismo, construye su identidad.
Es también el tiempo de arraigar en la fe y en la vida cristiana. Exige una sólida catequesis, iniciación en la vida sacramental, devoción mariana y vida de oración.
Experiencia de dirección espiritual y de vida de comunidad.
Muchas crisis tienen su origen en la PV y en una maduración humana pobre, con problemas de afectividad, de relaciones y de ejercicio de la libertad.
METODOLOGÍA FORMATIVA

La estrategia fundamental para superar la fragilidad vocacional es la personalización:
Atención a las motivaciones, a las emociones, a los afectos, a los sentimientos.
El proceso de identificación con la vocación.
La asunción de responsabilidades en la propia formación.
El proyecto personal de vida.
El acompañamiento personal.
La práctica del discernimiento.
La inculturación formativa..
No hay que olvidar que estamos en un campo que toca el misterio de la libertad de la persona y de la gracia del Espíritu.
El acompañamiento personal debe ayudar a acortar distancias entre lo real y lo ideal y crear la capacidad de opciones autónomas y responsables.

PERSONALIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA FORMATIVA

Es una realidad unitaria que se refiere a la vida en el Espíritu, a la entrega apostólica, al ejercicio intelectual y a la maduración humana.
Es importante vivir esta experiencia como camino de personalización.
La vida en el Espíritu: Cristo se convierte en el centro de gravedad de las experiencias de la vida y en el punto de referencia. Tiempos de silencio, oración personal, lectio divina, adoración eucarística, contemplación. Cuando el sentido apostólico es débil y la misión no es atrayente pueden surgir problemas de identidad. Hace falta el acompañamiento pastoral.
El ejercicio intelectual contribuye a la consolidación de la vocación. Muchas veces no asumen un valor formativo. Se quedan en lo académico y no es una fe que reflexiona, no dialoga con lo profundo de la persona, no se hace una comprensión afectiva de la realidad. Necesitamos más que profesores, verdaderos maestros.
La maduración humana fruto de un proceso que se da cuando la persona se confronta con lo más profundo de su ser. Allí descubre la acción de Dios en su historia y proyecta un camino para el futuro. Adquiere responsabilidad sobre su propia vida y desarrolla el sentido crítico sobre personas y acontecimientos. Ve en la solidaridad, en la aceptación del otro, el camino para crecer.

CONSISTENCIA DEL EQUIPO FORMADOR

En todas partes se lamenta la ausencia de directores espirituales, formadores y profesores preparados, sobre todo en ciencias humanas. Es urgente la formación de formadores que estén disponibles para esta tarea.
LA VIDA COMUNITARIA

Para los jóvenes la vida comunitaria es un factor determinante a la hora de abrazar o abandonar la vocación. El testimonio gozoso de fraternidad y de espíritu de familia, el celo pastoral, el trabajo por los más pobres y la vida espiritual de la comunidad constituyen un fuerte atractivo vocacional.
Así como hay que superar la fragmentación personal hay que encauzar la fragmentación comunitaria, dando espacio e importancia a la vida comunitaria, a la oración y al compromiso pastoral de la comunidad. Esto es posible cuando el formador toma como tarea prioritaria el acompañamiento personal y comunitario.
Cada año la comunidad ha de elaborar un proyecto de vida y de misión.
LAS SALIDAS

Son un dato preocupante. No basta con detenerse en las estadísticas. Hay que conocer profundamente los desafíos que ponen en crisis a la praxis vocacional y formativa. Trabajo por zonas:
- Estudiar la raíz, las expresiones y las causas de la fragilidad vocacional en el propio
contexto cultural.
- Hacer una lectura formativa de los abandonos durante los cinco primeros años y también de las fases sucesivas, a partir del año 1990.
- Busquen qué intervenciones se pueden poner en acto en la acción formativa y en la
vida de la diócesis, para afrontar la fragilidad y para superar el fenómeno de los abandonos.
- Hagan una lectura formativa de lo que favorece la perseverancia dentro de la
Diócesis.
- Ver cómo implicar en este proceso a las comunidades formadoras.


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