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viernes, 21 de junio de 2013

¿Se puede hablar hoy de una específica formación para el celibato sacerdotal en los Seminarios?

 Por Luis Alva

Dada la importancia y la complejidad que exige la función del ministerio sacerdotal en la vida de la Iglesia, corresponde a la Iglesia el deber de procurar la mejor formación a los futuros sacerdotes, y el deber de formarse lo mejor posible. Por esto, el Código señala: «los jóvenes que desean llegar al sacerdocio deben recibir, tanto la conveniente formación espiritual como la que se adecua para el cumplimiento de los deberes propios del sacerdocio» (c. 235 § 1).

Dentro de la múltiples dimensiones que concierne la formación sacerdotal, el Derecho Canónico, haciéndose eco del Concilio Vaticano II, en el sentido que los alumnos deben ser educados cuidadosamente para el estado del celibato sacerdotal (Cf. OT 10), establece una formación específica para el celibato, al señalar que «por medio de una formación adecuada prepárese a los alumnos a observar el estado de celibato, y aprendan a tenerlo en gran estima como un don peculiar de Dios» (c. 247, § 1). Por lo tanto, estas dos últimas afirmaciones demuestran que la vivencia del celibato no se improvisa, ni inicia con la ordenación sacerdotal, sino que es necesario una educación previa, seria y permanente.

La formación específica para el celibato hoy

Ante este deseado anhelo de la Iglesia surge una pregunta ¿Se puede hablar hoy de una específica formación para el celibato sacerdotal en las casas de formación? En tiempos pasados, en los programas formativos de los seminarios o casas de formación, se daba una notable atención al compromiso del celibato y a cuanto estaba relacionado con él.  Era una formación explícita y cuidaba que, a través de diversas actuaciones en la persona y en el grupo, se comunicaba valores y se prevenía de eventuales dificultades[1].

Sin lugar a dudas se trataba de programas bien estructurados y de proyectos operativos de formación para la castidad perfecta. Sin embargo, en la actualidad hay quienes dicen que la formación para el celibato no se da, o porque no se hace de forma cuidada y explícita (dejando en manos del propio candidato tal formación); o porque se hace de forma incompleta y unilateral (o sólo desde la dimensión espiritual o sólo de la humana); o porque no tiene en cuenta ciertos elementos importantes o no sabe descubrir la problemática de esta área en cada uno de los candidatos; o porque prefiere púdicamente ignorar tal realidad o no se considera bien preparado para afrontarla; o porque no va dirigida a todos, sino que mira solamente a algunas personas y a algunos casos (los que se encuentran en problemas/crisis) y está confiada-delegada a presencias ocasionales (el confesor) o externas a la realidad formativa (el psicólogo); o porque se hace simple y exclusivamente en grupo y relegada al último momento (antes de la ordenación de diácono o de la profesión perpetua en el caso de los religiosos)[2], etc. Esta realidad queda explícitamente revelada por la Congregación para la Educación Católica:

Una particular carencia formativa resulta ser la del celibato. Es un punto doloroso en la selección definitiva de los candidatos. Todavía hoy hay que lamentar que en el periodo del seminario un punto tan importante no se haya tratado con la debida seriedad, no sólo respecto a sujetos portadores de patologías especiales, sino tampoco en casos normales[3].
                                                                                                       
Todo esto parece demostrar que la formación específica para vivir el celibato de los futuros sacerdotes es una formación desatendida.




[1] Cf. Amadeo Cencini, Por amor, con amor, en el amor, 104-105.
[2] Cf. Ibid., 105-106.
[3] Congregación para la Educación Católica,Annotazioni, rilievi, rimedi da cause per diduzione a stato laicale con dispensa da obblighi per sacerdote e diaconi, Cittá del Vaticano, 18 mayo 1991, 4, en Ibíd.,106.


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