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viernes, 7 de junio de 2013

“La preocupación por las vocaciones sacerdotales no es sólo una preocupación del obispo” Cardenal Piacenza

Por Agencia SIC
Recientemente ha visitado España el cardenal prefecto de la Congregación del Clero, Mons. Mauro Piacenza, para participar en la reunión anual de los delegados diocesanos para el Clero. Su intervención llevó por título “La conversión del sacerdote en el año de la fe”. Para hablar del contenido de esta ponencia, así como de la nueva edición del Directorio para la Vida del Presbítero y de las vocaciones sacerdotales, Mons. Mauro Piacenza ha concedido esta entrevista a Agencia SIC.
P.- Mons. Piacenza, ¿qué aspectos considera usted que necesitan de una mayor conversión en la vida de los sacerdotes, hoy?
R.- En general creo que la mayor urgencia es la conversión del espíritu del mundo hacia el espíritu de Dios. No porque haya urgencia y que todos los curas tengan necesidad convertirse porque viven en lo mundano, sino porque existe como una mentalidad difusa. Tenemos que tener en cuenta que vivimos en una civilización de la comunicación, una comunicación completa en papel impreso, en Internet, en los medios de comunicación en el sentido amplio de la palabra. Los medios entran en la vida de la persona, y no son como antes que solo se limitaban al periódico, sino que bombardean continuamente, creando esta atmosfera difusa. Esta atmósfera es en general más secularizada, más bien laicista, aunque no siempre laicista en el mal sentido, pero de hecho más bien laicista.
El sacerdote es un hombre que obviamente vive en su tiempo, como todos los hombres. Él tiene una estructura interior particularmente fuerte por el tipo de educación pero está inmerso en este tipo de sociedad, como una esponja inmersa en el agua, el sacerdote, un hombre de nuestro tiempo, está inmerso en el “agua” de la comunicación en general. Desde por la mañana, cuando se despierta y hasta la hora de dormir. Entonces, es fácil que por ósmosis del ambiente, asuma algunas características como claves de lectura de la situación que son las mismas que se están transmitiendo normalmente en nuestra sociedad.
El primer tipo de conversión que debe hacer el sacerdote, y también los que forman a los sacerdotes, es el de comprender la neta distinción entre el espíritu de Dios y el espíritu del mundo. Esto es fundamental para la vida personal y para la vida pastoral, porque no puede haber una separación total entre ambas. El sacerdote es sacerdote porque está en medio de la gente, pero al mismo tiempo para estar en medio de la gente, debe estar con Dios. Él debe conjugar estos dos elementos: por un lado es útil el conocimiento de todo aquello que se mueve en la sociedad y de todo aquello que es enemigo del espíritu de la sociedad. Pero debe estar atento porque este conocimiento no debe alimentar su vida, su vida se debe nutrir del espíritu de Dios.
P.- Recientemente se ha presentado en castellano una nueva edición del Directorio para la vida del presbítero, publicado hace veinte años. ¿Qué aporta esta nueva edición?
R.- Hacía mucho tiempo que se sentía esta necesidad, no porque hubieran pasado ya 2 siglos, porque solo han pasado 20 años, sino más bien, porque han pasado muchísimas cosas en estos veinte años. Diría en primero lugar que se ha querido adquirir la gran experiencia positiva del Año Sacerdotal, que ha aportado mucho, porque ha despertado con mucha fuerza el interés por la figura del sacerdote en un periodo histórico en lo cual la figura del sacerdote, por diversos factores, había quedado comprimida. Yo diría que teológicamente, el sacerdocio había quedado atrapado entre la teología del episcopado y la teología del laicado: el sacerdote estaba un poco entre ambos extremos, sin saber bien qué era. Se había llegado a agradecer, en ciertos ambientes, el hecho de que fueran pocos sacerdotes porque se necesitaba despertar al laicado y no se comprendía que cada uno tiene su función en el cuerpo místico y que promoviendo más el sacerdocio ministerial, se promueve más el sacerdocio común de los fieles, porque los dos están relacionados, no están en oposición, sino en comunión.
Por otra parte, se hacía necesario dar una relevancia particular a la urgencia de las vocaciones porque son un tesoro para toda la comunidad. No lo digo sólo como broma, las vocaciones al episcopado no faltarán nunca, pero las vocaciones al sacerdocio sí que pueden faltar o ser menos numerosas. Por tanto, es importante dar relevancia al ministerio sacerdotal y al impulso de las vocaciones sacerdotales.
Mons. Piacenza 2
P.- ¿En este tiempo, se han sucedido en la Iglesia realidad complicadas en torno al ministerio sacerdotal, han influido éstas en la actualización del Directorio?

R.- He dicho esto sobre el plano teológico, pero ciertamente también sobre el plano de la existencia de cada día tengamos en cuenta que han sucedido, o han sido puestos de relieve, muchos hechos negativos. Pensemos en toda la cuestión sobre los abusos, más marcados en ciertas partes del mundo. Esto exigía poner de manifiesto, al mismo tiempo, una realidad muy importante que corresponde a la gran mayoría de los sacerdotes que son fieles a sus obligaciones, incluso heroicamente fieles a sus obligaciones y darles un refuerzo de credibilidad ante sí mismos, ante la propia misión, y ante el pueblo de Dios, y también ante los que están alejados, porque el sacerdocio ministerial es obviamente para todos. Este era otro factor a tener presente.
El año sacerdotal supuso un renovado impulso en la concepción y la misión del sacerdote en la Iglesia
Realmente, el Directorio ha sido enriquecido, como dije anteriormente, con todo lo que ha sido la experiencia muy positiva del Año Sacerdotal, y del riquísimo magisterio de Benedicto XVI establecido, sobretodo en aquél año, a través de catequesis y homilías para el sacerdocio ministerial. Este ha sido un punto importante de su pontificado: la claridad teológica sobre el misterio de la Iglesia y la sacramentalidad del sacerdocio ministerial íntimamente ligada a la sacramentalidad de la Iglesia.

También se ha dado un impulso a la profundización de la vida litúrgica de la Iglesia, que implica también una profundización del sacerdocio ya sea ministerial, ya sea de los fieles. Porque hay un cordón umbilical que lega la eucaristía al sacerdocio ministerial y evidentemente había esta riqueza de magisterio que necesitaba salir a la luz.
P.- Recientemente la Congregación del Clero ha asumido las competencias en la cuestión de Seminarios, que antes pertenecían a la Congregación para la Educación Católica ¿Cómo ha afectado esto a sus trabajos?
R.- Como consecuencia de la Pastores dabo vobis, se puso de manifiesto la necesaria relación entre la formación inicial en el Seminario con la formación permanente de los sacerdotes. Estábamos en la reelaboración del Directorio cuando tuvo lugar el paso de la competencia sobre los seminarios de la Congregación para la Educación católica a la Congregación para el Clero. En este sentido, la Congregación para el Clero ha sentido la necesidad de ofrecer un instrumento que, actualizado en muchas partes, pudiera dar al formador unas premisas para trabajar, ya sea en la formación del Seminario, ya sea en la formación permanente.
P.- ¿Cómo recoge el Directorio la cuestión de la fraternidad sacerdotal?
R.- El Directorio ha querido acentuar lo más posible el aspecto de la fraternidad sacerdotal, como gran sustento de la vida del sacerdote. Es un apoyo también para la vivencia consciente y alegre del celibato eclesiástico y ciertamente, la fraternidad sacerdotal ayuda al sacerdote a sentirse dentro de una familia.
Se busca profundizar un poco la teoría del presbiterio, no sólo como una amistad puramente humana, que es algo positivo pero no sustancial, sino también con la sacramentalidad del mismo presbiterio que es sustancial. Por tanto una fraternidad que es vivida de varias formas…pero que sobre todo nace de la reflexión sobre la liturgia de la misa crismal del Jueves Santo.
P.- ¿Cuáles son las preocupaciones que usted tiene como prefecto de la Congregación del Clero? ¿Cuáles son, desde su punto de vista, las prioridades de su Congregación?
R.- En mi trabajo, sobre todo tengo presente la espiritualidad del sacerdote y su misión. Estos dos puntos juntos están, en mi opinión, en sintonía con el sentir, el deseo, y el querer del actual Sumo Pontífice. La espiritualidad en el sentido de que, como habrá oído el Papa a menudo reclama, el hecho de que se trate la Iglesia más como una organización internacional, como un tipo de Cruz Roja Internacional, con todo respeto a estos aspectos, pero la Iglesia es un Misterio, es decir, no una súper organización. Naturalmente un misterio que viviendo en este tiempo, en esta fase, tiene necesidad de organización también humana, pero como soporte, con la conciencia siempre muy clara que se trata de servir a un Misterio, el Misterio de Dios que en la historia quiere salvar al hombre. Por tanto, la organización no debe ahogar al Misterio.
Para el sacerdote podemos decir que vive en un tiempo delicado, porque todas las épocas tienen sus características y no debemos exagerar la dificultad de nuestro tiempo respecto a otras. Podemos pensar en las dificultades que pueden haber atravesado los sacerdotes en el periodo de tribulaciones que conllevó al Concilio de Trento, pensemos en el siglo XVIII, el laicismo, el modernismo, etc, debemos pensar que entonces nuestros hermanos no soportaron un peso ligero. Por tanto no tenemos que exagerar. Sin embargo, debemos responder a las exigencias de nuestro tiempo, y no de otro tiempo, atesorando también lo que en otro tiempo han preparado. Creo que es importante que este Pontificado, providencialmente en continuidad y no en discontinuidad con el Pontificado anterior, quiere enfatizar algunas cosas y esto se convierte también en mi preocupación.
Y resumiendo sobre lo que decía sobre el misterio, el sacerdote tiene en una tesitura espiritual particularmente fuerte, que sepan que para estar entre la gente, el cura, sobre todo el diocesano, por su vocación específica, está llamado a estar con la gente, en medio de un pueblo. Y la Iglesia debe estar siempre de parte de las personas, porque está hecha para las personas. Pero, para hacer esto y no caer en el populismo, en la demagogia ocurre esta tesitura espiritual especial, por eso digo que los sacerdotes en este tiempo deben permanecer en el campo del Espíritu, y por tanto su musculatura deberá ser la propia del espíritu, porque deben remar continuamente y remar contra corriente, porque la corriente del consumismo, la del pansexualismo, la de la no existencia de la ley natural, exigen una respuesta que precisa de una fuerte musculatura espiritual.
En lo que se refiere a la segunda cuestión, la de la misión, está muy ligada a la primera, porque si se trata de un misterio, si se trata de salvación y de salvación eterna del hombre, conviene al sacerdote estar con Cristo delante de la Iglesia.
La misión surge de un contagio del corazón que se inflama estando ante el Sagrado Corazón de Jesús. Y yo creo que estas son las preocupaciones más importantes.
P.- Cuáles considera usted, ante el panorama de la ausencia de vocaciones que se dan en algunos países, especialmente en los del primer mundo, ¿por dónde iría la solución a esta ausencia de vocaciones, traer sacerdotes de otros países, el impulso de la pastoral vocacional…?
R.- Efectivamente esta ausencia de vocaciones es un fenómeno europeo y sobre todo concentrado en algunos países, y por tanto no es un factor universal. Pero es algo que debemos afrontar y, como somos una familia, incluso también en los países en los que no se ha llegado a este punto. Debemos estar atentos por el fenómeno de una secularización que es galopante y que, con los medios de comunicación, indudablemente el desafío llega a todas partes.
En cualquier caso, en general, podemos recordar que el primer punto de las vocaciones es aquello que se dijo: “Rogad al dueño de la mies”. Por tanto sería muy conveniente la constitución de un punto al menos, en todas las diócesis, de adoración perpetua del Santísimo Sacramento. De ahí brotará una creatividad pastoral. No olvidemos que ciertas figuras, como S. Juan de Ávila o como el santo cura de Ars, indudablemente sin tener un título en Teología pastoral han hecho milagros pastorales, y los han hecho aprendiendo de una cátedra particular, la del Sagrado Corazón de Jesús que es el corazón del Buen Pastor.
Por tanto intentar acercar a todos de nuevo a la adoración eucarística y hacer comprender a la gente que la preocupación por las vocaciones sacerdotales no es sólo una preocupación del obispo, que no sabe cómo cubrir determinados lugares pastorales, sino una preocupación de toda la comunidad, de la cual el obispo es cabeza y por tanto es impulsor y organizador, pero la preocupación ha de ser de todos.
También la maternidad espiritual, a la que yo suelo recurrir mucho, pensando en la Virgen y aquello que la Virgen representa: está al pie de la Cruz, con S. Juan. Recordemos lo que Jesús ha dicho al joven y lo que ha dicho a su madre. Yo creo que es muy importante y puede implicar a muchas almas femeninas el saber vivir interiormente, en unión con María Santísima, está maternidad sobre las vocaciones; adoptar esas vocaciones, aunque sin conocerlas personalmente, y verlas con los ojos de la fe. Porque vocaciones sí hay, pero los oídos que deben escuchar la voz de Jesús están distraídos.
Después de esta oración y de esa maternidad espiritual hay otros aspectos organizativos en la pastoral vocacional, pero lo sustancial es esto. También hacen falta sacerdotes muy motivados y muy claros en lo que se refiere a su propia identidad. Esto se manifiesta en una alegría muy particular que los jóvenes saben captar. Comprenden que es algo hermoso, que no es algo frustrante. Por último, sin duda privilegiar el ministerio de la confesión sacramental y de la dirección espiritual, aunque los jóvenes no lo llamen así. Se podrían decir muchas otras cosas, pero estas son las fundamentales.


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