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miércoles, 19 de junio de 2013

Los empleados del Seminario, nuestros grandes formadores!

Por Luis Alva

Cómo olvidar el nombre de Margarita, de Roumalda, de Salomón, de Cailita, de Daniel, de Rosita, de Elena, de Lupita y de don Julio! Si los tengo gravados en el corazón. Estos nombres corresponden a aquellas personas que me vieron “hacerme” sacerdote. Corresponden a tres seminarios y a tres países diferentes, me refiero a aquellas personas que han ayudado desde su servicio en el seminario. Estas personas literalmente no pertenecen al equipo de formadores, ni se mencionan cuando se refieren a la comunidad del Seminario, sin embargo, para nosotros testigos de su incondicional generosidad les colocamos como personas indispensables en un seminario, en definitiva, en el proceso de formación;  me refiero a los que sirven a la misión de la Iglesia en la función de empleados en el Seminario.

Inicio afirmando que nuestro relacionamiento con los empleados del seminario es inevitable. Existe un relacionamiento constante y cercano con ellos. Principalmente algunas actividades del seminario permiten esta relación. Por ejemplo, en los días que toca al seminarista el servicio de cocina, prácticamente (aunque en algunos seminarios lo prohíban) entra en contacto directo con ellas, el seminarista esta  a disposición de ella, para ayudar a servir los alimentos. Igual ocurre con la señora que lava la ropa o con la señora que realiza la limpieza (mayormente ropa de los formadores y limpieza de los ambientes de los mismo) o con el señor responsable del mantenimiento de la casa. Con éste último, sin miedo a equivocarme, puedo decir que existe un trato necesario, más jovial y de amistad, el trato es de favores. Por ejemplo, no enciende la lámpara, la cerradura de la puerta no va bien, cuando no hay agua, cuando no hay energía eléctrica,  cuando hay algún desperfecto en los ambientes del seminario, recurrimos a “Don” para que nos solucione el problema o problemas. Después existen también otras personas que entran en nuestro relacionamiento, como lo es la secretaria o secretario, el chofer, el señor de seguridad, etc., el trato con ellos no es tan fluido como los primeros.

Estas personas directa o indirectamente forman parte de nuestro proceso de formación. En muchos seminarios el tema del “relacionamiento con los empleados” entra a formar parte del proyector comunitario. Si ellos tendrían que dar una opinión de nuestra vocación o de nuestra persona ante los formadores tendría que decir mucho, porque ellos tienen un conocimiento muy acertado de cada seminarista. Por esto las personas con quién prácticamente convivimos merecen un trato especial, una delicadeza por parte de los seminaristas.

Algunas actitudes  prácticas  convenientes para con los empleados del Seminario

La primera actitud es la de amarlos, honrarlos, respetarlos y obedecerlos. Esto es como la base en el relacionamiento para con ellos, sin la práctica de estas actitudes las que siguen no tienen valor.

Averigua el día de su cumpleaños, o de su aniversario de boda y colócala en tu agenda, así te recordarás y rezarás por ello. Ofrécele un saludo especial en ese día, un abrazo, un regalo aunque sea pequeño.  Ofrece su vida como intención de misa. En el día de la madre y en el día del padre que se haga costumbre de rezar (además por nuestra mamá y papá) por las mamás y papás que trabajan en nuestro Seminario. Que ese día se les ofrezca algún regalo o detalle especial. Si es posible que algún seminarista le cante una canción o le recite un poema, etc. Que ese día compartan algunos de los alimentos con los seminaristas. En los seminarios sobra la imaginación y creatividad para embellecer y ensalzar una celebración de este tipo.

Invítalos a las fiestas grandes que se celebran en el Seminario (Día del seminario, ordenaciones, día de la familia, navidad, etc.). Ciertamente que si ellos están en la celebración ¿quién hará el servicio? De todas maneras convídalos, hazlos sentir parte de la comunidad del seminario, preparándoles una tarjeta de invitación y una mesa especial para ellos. Y en el día de tu ordenación que ellos sean los invitados especiales, porque son los primeros testigos de tu vocación, te vieron nacer y crecer en ella.

Ser agradecidos con ellos. La mayoría de los empleados en los Seminarios ven a su trabajo como un servicio una ayuda a la misión de la Iglesia por medio de la formación sacerdotal. Porque una comida bien preparada o una camisa bien planchada es hecha con el mismo amor de una madre o padre para con su hijo. Agradécele por la comida con gestos y palabras que le motiven, hazlos sentir que su trabajo y su amor para con los seminaristas es único incompensable.

Una última y principal actitud para con los empleados del seminario, rezar por ellos. Rezar por aquellas personas que colaboran de manera directa en nuestra formación es casi una obligación nuestra. Por eso, conviene tenerlas presente en la lista diaria de nuestra oraciones. Si no hay un agradecimiento o un gesto delicado para con ellos, es en la oración donde recompenzamos toda esa generosidad.

Aquí otras actitudes prácticas:

Que tu forma de hablar sea con amabilidad, pues no hay nada tan agradable como una frase alegre al saludar. Sonríe, y nunca discutas, ni critiques, ni les des consejos sin que te lo hayan pedido.

Llámales por su nombre, y escúchales con atención, dándoles el tiempo necesario para que hablen. La música más agradable para el oído de cualquiera, es el sonido de su nombre.

Sé cordial, habla y actúa como si todo lo que hiciera fuera un placer.

Recibe sus consejos con amabilidad y cordialidad, y procura ponerlos en práctica.

Estate dispuesto a prestarles algún servicio o ayudarles en el servicio, pues cuenta mucho en la vida el hacer por los demás.

No entrar en diálogos prolongados con ellos, porque su tiempo es limitado para sus trabajos, al igual que el tuyo.

Es preferible no compartir con ellos los temas delicados o diversas situaciones de seminaristas que corresponden sólo a la comunidad del seminario.

No te auto invites a su casa u otro lugar, si ellos voluntariamente lo hacen no les desprecies.

En tus conversaciones con ellos que no surgan preguntas que tengan que ver con temas familiares, o que pongan en evidencia ciertas deficiencias familiares.

DESPUÉS DE ESTA BREVE OPINIÓN, QUIERO HACERTE UNA PREGUNTA:

¿Cómo está tu actitud de seminarista frente a aquellas personas del servicio en el Seminario?


Si tienes alguna otra actitud, escríbelo en facebook que allí está publicado! Gracias






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