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jueves, 13 de diciembre de 2012

La homilía de mi ordenación sacerdotal!


POR MONS. ANGEL FRANCISCO PIORNO
Obispo de Chimbote Perú

El primero de Diciembre me ordené sacerdote en la Catedral de Chimbote - Perú, por manos de monseñor Ángel, obispo de la diócesis de Chimbote, y gusté tanto de la homilía que hoy quiero compartir con ustedes hermanos seminaristas.

Querido Luis Paúl, Queridos Sacerdotes, Queridas hermanas Religiosas, Queridos Padres y Hermanos de Luis Paúl, Queridos Hermanos:

El servicio del Presbítero a La Comunidad Cristiana es un tesoro en vaso de arcilla. Este pensamiento constituye una de las afirmaciones de San pablo sobre el Ministerio y de él se derivan importantes consecuencias para la espiritualidad.

1.      Un sacerdote es, en primer lugar, un TESORO para la Iglesia, porque a a través de su ministerio se hace presente en medio de la comunidad la Palabra de Dios, la Eucaristía del señor y el impulso renovador del Espíritu Santo. A través de su ministerio se realiza la reconciliación de los cristianos entre sí y con Dios. A través de su ministerio se talla la fe de los creyentes, se gesta la cohesión interna de los grupos cristianos y se descubre y cultiva la vocación de los seguidores de Cristo de servir a la sociedad haciéndola más libre, más fraterna y más dichosa. Por esto, un sacerdote es un TESORO para la comunidad.

2.      Pero un sacerdotes es un tesoro en VASO DE ARCILLA, como nos recuerda 2Cor 4,5-7.La humanidad, tu humanidad, LUIS PAÚL, es un vaso de arcilla que contiene, vela y desvela el tesoro de tu Ministerio. Un vaso de arcilla es, en primer lugar, un recipiente modesto. No es un vaso de oro, ni de plata. Es simplemente barro cocido. No nos permite entrever el valor que lleva dentro de sí. Un Sacerdote es una persona con limitaciones físicas, con deficiencias psicológicas y con fallas morales. Le tienta el orgullo, la ambición, la lujuria, la violencia, el deseo inmoderado de bienes materiales y de confort. Sus buenas cualidades están entreveradas con sus defectos.

3.      El VASO DE ARCILLA, además es extremadamente frágil. Se quiebra con facilidad y, al quebrarse, compromete en cierta medida la eficacia salvadora del tesoro que lleva en sí. De ahí la importancia de cuidar este vaso con mucha precaución. El Presbítero tiene que saber que al ser llamado recibe un tesoro que debe cultivar a través de una fidelidad atenta y servicial.

Dios a querido, quiso, que el tesoro del Ministerio Sacerdotal fuera envasado en un recipiente de arcilla. No deja de ser sorprendente y casi extraña esa tenacidad de Dios en trasmitir su salvación a través de medios limitados y humildes.

San Pablo nos da la clave para entender esta conducta de Dios: así se ve con mayor claridad que la fuerza de estos hombres es Fuerza de Dios. Y esta clave conduce a Pablo a una conclusión verdaderamente desconcertante: “Si la fuerza de Dios llega a la cumbre en la debilidad del Apóstol, gustosamente me seguiré apoyando en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo” (2Cor 12,9-10).

Tus limitaciones interiores y dificultades exteriores, querido LUIS PAÚL, lejos de ser un obstáculo para la eficacia de tu ministerio han de ser cauce y vehículo de la fuerza salvadora de Cristo. Él te llamó, como nos recuerda el Evangelio de San Marcos (Mc 3,13-19), con todo lo que eres y tienes y Él no te retirará su confianza porque seas débil e incluso pecador, con tal que sepas reconocer humildemente tu debilidad, aceptarla con paz en aquello que no puedes evitar y procurar subsanarla en aquello que puedes mejorar. Dios no se escandaliza de nuestras limitaciones y ha llamado al Ministerio no a superdotados, ni a superhombres, sino a criaturas de carne y hueso.

El sentimiento de desproporción entre nuestro ministerio y nuestra persona, ha de ser vivo en todo sacerdote sincero y realista. No sólo somos conscientes de la distancia que existe entre lo que decimos y lo que hacemos. Sabemos, además, que toda nuestra preparación, nuestro ingenio, nuestra simpatía, toda nuestra capacidad de amar y de crear no son capaces ni siquiera de un pequeño soplo de salvación.

Además de la distancia moral entre lo que hacemos y decimos, está la otra distancia, la distancia ontológica entre nuestra actividad humana y la salvación divina.

En este inmenso desnivel entre el valor del Tesoro y la calidad de la vasija, a ti querido LUIS PAÚL, te corresponde poner amor. Has optado por el Sacerdocio porque amas con todo tu corazón y con toda tu alma a Jesucristo y porque quieres prestarle tu humanidad para que Él, a través de ti. Hable, actúe, goce y sufra en su comunidad, en su Iglesia.

4.      La tarea que hoy asumes como Presbítero será de actualizar para la comunidad cristiana la Cena Pascual del Señor en la Eucaristía y prolongar la entrega eucarística de Jesús en el servicio humilde a la comunidad cristiana y a sus miembros débiles. Hoy el Señor te coloca, por la acción del Espíritu Santo, al frente de la comunidad. Es un servicio tanto más abnegado cuanto más elevado. Es prolongación del servicio sacerdotal de Cristo que se abajó tanto más cuanto mayor es su Señorío sobre el mundo. L forma de servicio que hoy asumes descarta la arrogancia y el protagonismo, ya que eres enviado en nombre de Cristo a evangelizar a los pobres, a vendar los corazones desgarrados, a pregonar a los cautivos su liberación y a los reclusos su libertad, y a proclamar un año de gracia de Yavhé. Esta tarea profética te va a exigir un servicio sin libro de reclamaciones y te pedirá que silenciosamente cargue los fardos de los demás. La gente te pedirá mucho más de lo que puedes ofrecer. La mayoría te querrá mientras te necesite y te olvidará cuando no te necesite. En más de una ocasión te preguntarás: “Yo, que todo el día me preocupo de los demás. ¿Quién se preocupará de mí? ¿Quién me consolará? ¿En qué hombros podré yo reclinar mi cabeza? Pues bien, en el hombro de Jesucristo, en el hombre de tu obispo, en el hombro de tus hermanos Presbíteros que el día de hoy te acompañan. Ahí recuperarás el aliento para seguir sirviendo, no desde arriba como lo hacen los príncipes, sino desde abajo como un siervo humilde y sufriente. Sólo quien ha experimentado en alguna medida que servir es fuente de libertad y de alegría, asume responsablemente el servicio sacerdotal.

5.      Querido LUIS PAÚL, tu ordenación nos alegra a todos; alegra a tus padres y hermanos que tanto han contribuido a consolidar tus opciones y alegra a la Hermandad que te acogió. Pero, sobre todo, alegra a Jesucristo que se siente seguido, amado y testificado de manera relevante entre los suyos. Que esta alegría sea para ti el regalo duradero del Espíritu Santo que hoy has recibido.

Que la Virgen María te enseñe el abandono confiado, sin reserva alguna, de tu presente y de tu futuro en Dios. Cuando se nos llama a una tarea difícil, nace en nosotros todo un mundo de temores: ¿Podré? ¿Valdré? ¿Resistiré? Ellos constituyen esa reserva cautelosa que nace del noble instinto de conservación. La fe de María consistió en la victoria sobre esa reserva y esos temores. Ella se puso en manos de Dios y fue capaz de decir: “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38).

No quisiera terminar esta reflexión sin invitarles a todos ustedes a volver la mirada del corazón a la Virgen María, para dejar a LUIS PAÚL bajo su protección y amparo. Que se ella, querido LUIS PAÚL, la que te enseñe a manifestar al mundo a Jesucristo, el fruto bendito de su vientre.

Que así sea.


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