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martes, 17 de julio de 2012

Un seminarista con fe, vale oro!!

Por. Pbro. Wilmer Moyetones


«Fui hallado de quienes no me buscaban;
me manifesté a quienes no preguntaban por mi»(Rm 10,20)


¿Tienen fe los seminaristas?
Hace dos años y medio aun me encontraba en El Seminario, y una de las preguntas que solía hacerme en esta etapa de la formación era precisamente, si yo como seminarista tenía fe o simplemente quería ser “seminarista”.
La pregunta debe ser respondida afirmativamente. Si, los seminaristas son hombre de fe. Los jóvenes que deciden entrar al seminario, en primer lugar, se han cuestionado la vida, se han preguntado si son capaces de llevar adelante la tarea de ser “Padres” en sentido Ministerial. Humanamente su respuesta se ve palpable en el dejar sus casas, trabajos, escuelas, novias, amigos; para comenzar una nueva vida. Una vida que está llena de cosas “Trascendentales” en los cuales, tú como seminarista, debes poner tu fe, la confianza en grado superlativo, que te ayude a darle armonía y color a aquello que a los ojos del mundo se muestra como oscuro y desafinado.
El dejar la casa donde vivías, y las demás cosas, no es la garantía de que puedas ser sacerdote, pero es un paso importante para escuchar la voz de Dios que te llama como a los primeros discípulos y te dice “Sígueme”. Por eso este primer gesto es loablemente extraordinario cuando es iluminado desde la fe y acompañado por el animador vocacional.
“Un seminarista con fe vale oro” escuche decir en varias oportunidades a las señoras mayores de mi parroquia. Seminarista, Dios es quien te da la fe, como regalo, como un don sutil que tienes que cuidar con delicadeza y humildad. Dios es quien ha puesto sus ojos en ti desde siempre, desde tu familia, con tus amigos, con tu trabajo, con la chica que te gustaba o te sigue gustando, según sea cada caso. Es Dios el dueño de esta empresa y por tanto es a Él a quien le interesa mejor que a nadie, tu discernimiento vocacional en esta etapa formativa del seminario. El tiempo y la formación te ayudarán a ir madurando la fe, la confianza en Dios y en su proyecto para contigo, por ahora, ¡tú sigue adelante!

¿Dejan los seminaristas el seminario por falta de fe?

Los seminaristas pueden dejar El Seminario por muchos motivos externos o internos, pero creo que en el fondo es una decisión muy personal y debe ser respetada. Antropológicamente las relaciones humanas tienden a tener sus dificultades. Cuando el seminarista ya no mira hacia el horizonte de la trascendencia, sino que mira las cosas concretas y cotidianas, y además, las evalúa desde la sola razón humana, entonces en ese momento está siendo posesionado por el espíritu crítico y racionalista del mundo. La mirada ya no está en las cosas “trascendentes”sino en lo que me afecta, lo que me molesta, lo que mi cuerpo reclama como intolerablemente inaceptable. Sin embargo, vale reconocer que algunas veces el seminarista deja El Seminario porque ha descubierto que el proyecto Dios para su vida no va inclinado a la vocación sacerdotal, sino a otro tipo de llamada.
En la etapa de formación, los seminaristas están invitados a encontrarse con Dios. Con un encuentro de intimidad, desde la oración y la vivencia de los sacramentos, especialmente la Eucaristía. Madurar la fe en lo que aun no llega, en lo que no se ve, en lo que no sabemos que puede suceder. Es Dios quien se regala, como un don y una tarea. Un regalo que sólo Él nos puede dar, es una tarea porque toca a los seminaristas ir descubriendo con qué se come esode la fe.
Recientemente el Santo Padre El Papa Benedicto XVI ha convocado un año dedicado a la fe. Que sea, pues, un año para profundizar y madurar en las bases de nuestro encuentro con Dios.


Que sea la Iglesia la plataforma donde encontremos los medios y los indicadores de la vivencia de la fe. Que sea la Palabra de Dios que hable al corazón de los seminaristas y que en ellos encuentre el sagrario acogedor y bondadoso que necesita el mundo de hoy. Que la Virgen María, mujer y maestra en la fe, ayude a nuestros seminaristas a descubrir la vocación y poder decir“heme aquí Señor”.


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