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miércoles, 29 de mayo de 2013

La conversión del sacerdote en el año de la fe

Luis Alva

“La conversión del sacerdote en el Año de la fe” es una reciente reflexión del cardenal Mauro Piacenza en el contexto del Año de la fe,. Dicha reflexión está articulada en dos puntos fundamentales: “El sacerdote, hombre de fe” y  “El  Sacerdote, que ha sido llamado por gracia a sostener la fe de sus hermanos”.  Es un tema que habla del aspecto personal de la conversión y de las consecuencias  pastorales que ella misma lleva consigo. Esta dirigida a los sacerdotes, sin embargo, se refiere muchas veces al tema de la formación, convirtiendo así, en reflexión obligatoria para los seminaristas. A continuación te presento la primer parte del texto.


“El sacerdote, hombre de fe”

Dentro del gran tema de las vocaciones, de su cualidad, de su número y de su discernimiento, al que siempre se debe prestar total atención en cualquier momento y más precisamente en el contexto actual secularizado, el primer dato, que tantas veces se da por descontado, pero que en realidad nunca se puede ni se debe disminuir su  propio valor, se centra exactamente en la fe de los candidatos.

Desde el momento de la vida en el Seminario, la Iglesia ha sido llamada a aceptar a quienes creen haber  recibido una sobrenatural vocación al Sacerdocio, verificando, sobre todo, que esos sean hombres de fe, con una fe limpia, robusta y probada y sean, por eso, capaces de desafiar la cultura dominante. Dicha fe se deben injertar en la vocación en cuanto a tal, y en todas aquellas virtudes humanas y cristianas, en fuerza de ella sea posible no sólo individualizar obstáculos a la ordenación, sino poder llegar a la certeza moral que esa sea efectivamente un verdadero bien para la Iglesia.

En la vida de cada uno de nosotros, el Espíritu dispone diversas etapas y momentos de progresiva conversión de tal manera que nadie puede decir “ya he llegado”; eso perdura hasta el día de la última llamada a entrar en la Casa del Padre; pero es siempre necesario, ya sea en los candidatos al Sacerdocio ya en el camino de aquellos que han recibido el Orden Sagrado, valorar como “mentalidad evangélica” el tener el pensamiento de Cristo y, como diría San Pablo, todo ello debe representar el elemento constitutivo e indispensable del propio perfil sico-espiritual.
De una parte y sin unilaterales ponderaciones es necesario reconocer la importancia fundamental del tiempo de la formación inicial, en la que normalmente se ponen las bases para una vida a ejercer en el ministerio santo y, de la otra, el concreto, diario y generoso ejercicio del ministerio, que plasme progresivamente la existencia y el alma sacerdotales y que está llamando, un día después de otro, a la conversión, en aquellos aspectos en los cuales todavía hubiera necesidad o en aquellos ámbitos de mayor radicalidad, proyectados hacia un heroísmo que puede madurar en el tiempo.
El Sacerdote es, sobre todo, hombre de fe si vive en constante y profundo contacto con Dios. Cualquiera que sea el ámbito de actuación que la Iglesia le ofrezca – aunque fueran aquellos campos simplemente administrativos – somos siempre hombres de Dios, llamados en cada momento de nuestra vida a estar delante de su presencia y a pensar aquello que El piensa y aquello que El quiere.

En el Año de la Fe, una primera radical conversión podría ser ésta: centrar de nuevo nuestras existencias sacerdotales en Dios, reconociendo su primado, llegando a ser, al mismo tiempo, casi realmente extraños a una cultura y a un tiempo, que, con obstinación, está negando a Dios, pero contemporáneamente muy cercanos al corazón de cada hombre de este tiempo, que se encuentra inmerso en esta cultura. Ciertamente cada hombre, también el más “alejado”, es buscado por Dios y, aunque sea inconscientemente, busca a Dios.

Esta radicalidad del contacto con Dios, esta bendita frase: “no hay que  anteponer nada al amor de Cristo”, puede nacer y madurar sólo dentro de un auténtico espíritu de oración. Para el Sacerdote, la oración no es sólo un trabajo a realizar, sino que es un respiro que hay que mantener, con el cual debe sintonizar constantemente el propio corazón con el Sagrado Corazón del Sumo Sacerdote. Sólo en la oración es posible recibir, como don, aquella sobrenatural configuración con Cristo, que hace percibir la identidad sacerdotal como algo absolutamente propio y que coincide del todo con nuestra misma identidad sico-personal.

Sólo de rodillas delante del Tabernáculo y en atenta escucha de la Palabra es posible vivir y renovar constantemente el cambio necesario de “hacer el sacerdote” al “ser sacerdote”. Es el paso desde un ministerio exigente que, a veces, puede cansar humanamente, a un don constante que configura a Cristo crucificado, inmolado por la salvación e los hombres. El paso desde una extrañeza inevitable en el ámbito de la cultura dominante, que habiendo eliminado a Dios no sabe qué hacer de los sacerdotes, a la compañía de la divina presencia, del Espíritu Santo consolador y fuerte, que hacen que el sacerdote sea “totalmente otro”, llegando a la misma comprensión del ministerio que se le ha entregado.

Sobre todo, en este Año de la Fe debemos convertirnos hacia nuestro Sacerdocio. Convertirse, esto es, rendirse nuevamente a aquella intervención extraordinaria y sobrenatural, que Dios ha obrado en nuestra vida, configurándonos para siempre con su Hijo Unigénito, que nos ha enviado “al” mundo con la admonición de no ser “del” mundo para poder salvar al mundo. Sin embargo, quizás se encuentra todavía una cierta simpatía a favor del mundo, que nace de ser todavía del mundo y de aceptar las categorías de juicio y las medidas de valor de esemundo…, y eso no es sacerdotal. Existe una simpatía por el mundo que es, en  realidad, una verdadera pasión, esto es, capacidad de dar la vida; proviene de la inserción en el Hijo Eterno del Padre, que ha entrado en la historia para salvarla desde dentro y que nos ha mandado estar “en” el mundo, pero no ser “del” mundo (cfr. Jn. 15, 19).

Vivir una auténtica y profunda vida de oración y convertirse diariamente al propio Sacerdocio son realidades posibles sólo en el Cuerpo de la Iglesia. Si hoy en día son muchos quienes sostienen que el verdadero problema es de carácter eclesiológico, esto es, cuál es la idea que tenemos de Iglesia y cuál es la experiencia que hacemos acerca del Cuerpo de Cristo del que somos parte, es necesario reconocer cómo en la misma dimensión dinámica del acto de fe, la conversión no es nunca el cambio hacia una idea o hacia un acto entendido en el sentido moral, sino hacia una presencia. Uno se convierte sólo delante de una presencia. Y tal presencia es la Iglesia, el Cristo en nuestro tiempo.

Convertirse como Sacerdotes en el Año de la Fe significa preguntarse con humildad: Yo, ¿a quién pertenezco?; ¿de quién soy?


Pertenecer a Dios, ser de Cristo y vivir en Cristo, como explícitamente ha recordado el Papa Francisco, significa saber que uno pertenece a su Cuerpo, que es la Iglesia. Pertenecer a él no sólo en un modo simplemente de hecho o jurídico, porque es evidente que el Sacerdote pertenece a la Iglesia, sino en modo profundamente existencial, radicado en el Espíritu Santo y, por ende, espiritual, en modo sacramental, esto es, real. Si pertenecemos realmente al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, es la misma vida divina, que en Ella se respira, que nos mueve progresivamente a la conversión de nuestra existencia. Convertirse en un profundo espíritu de oración a la propia identidad sacerdotal significa renovar la experiencia – y con ella el juicio – de pertenecer a la Iglesia.  Texto completo


lunes, 27 de mayo de 2013

Seminaristas maduros, contra la pederastia y otras desviaciones

Por Luis Alva

No es un secreto que muchos sacerdotes han sido denunciados y varios de ellos condenados judicialmente por cometer "delitos", "abusos", "intentos" sexuales contra menores. Y algunos obispos han cesado de su cargo al hacerse públicas algunas denuncias por el mismo hecho. Es común y de bienestar que los "problemas familiares" se dialoguen dentro de la familia, para que por medio de este diálogo se logre una inmediata solución o al menos una debida prevención, y para esta prevención no hay lugar privilegiado que el propio seminario.

La Santa Sede a dedicado un apartado significante en su página web a esta problemática, con el título Abusos contra menores. La respuesta de la Iglesia. No es este el motivo de mi reflexión,  sólo menciono para captar lo importante que es para la Iglesia este problema, y al mismo tiempo, una preocupación urgente, por lo que no ha querido quedarse con los brazos cruzados. Y el Papa Francisco ha sido drástico al referirse sobre este tema, su intervención ha sido "coactiva", y esperamos también sea "preventiva".

Los seminaristas, los formadores y los obispos no pueden quedarse callado ante esta realidad. Esto no es un mito ni mucho menos tabú. Esto es un problema, y los problemas por más graves que sean necesitan ser solucionados. He pasado 10 años de seminarista y nunca he recibí una charla o una tutoría sobre este tema. Es un tema que se habla poco en los seminarios y lo poco que se habla no es en profundidad. Ciertamente que existen seminarios con todo un programa especializado sobre este tema. A continuación te presento un texto de los padres jesuitas Cucci Giovani y Zollner Hans, expertos en este tema. Abordan el tema de manera amplia, por eso he querido sólo presentar una parte que corresponde a la formación. 

La importancia de una formación integrada

Frente a los abusos cometidos por sacerdotes católicos surge la pregunta sobre cómo fue posible que estas personas hayan llegado a la ordenación o a la profesión religiosa. En realidad hoy resulta muy difícil identificar a un potencial pedófilo: quedan aún demasiados elementos oscuros que requieren estudios e investigaciones. A menudo se lo reconoce sólo después de verificado y comprobado el abuso. Debe también agregarse que quien tiene inclinación a la parafilia o a otros disturbios clínicos, como la pedofilia, no siempre solicita su ingreso al seminario o a la vida religiosa en la búsqueda de víctimas potenciales; muchos están atormentados por estas inclinaciones y ven en el sacramento del orden o en la consagración a la vida religiosa una suerte de mágica sanación. Pronto el pensamiento mágico se enfrenta con la realidad con trágicas consecuencias, como se advierte en el relato de quien se ha ocupado de estas tristes historias: “Los candidatos que creen que un compromiso a una vida célibe los ayudará a dejar atrás sus dificultades sexuales terminan obsesionados por el problema. ¡Cuántos abusadores de niños me han dicho que pensaban que el ministerio, el celibato, contendría sus batallas sexuales! Muchos de ellos no tuvieron problemas en los primeros diez o quince años de ministerio. Tarde o temprano, sin embargo, el problema irresuelto en el área sexual emergerá” (S. Rossetti).

De estos tristes episodios se pueden de alguna manera obtener valiosas lecciones:

-El escándalo de los abusos es doloroso, pero necesario e importante, aun purificante, para los pastores y quienes se preparan para serlo. Muchas víctimas pueden luego de muchos años comunicar finalmente su drama, el dolor, la angustia, la rabia y la vergüenza, y pueden así abrirse a la posibilidad de una mayor reconciliación. Ningún proceso o resarcimiento podrá jamás sanar estas heridas devastadoras. Algunos gestos pueden resultar sin embargo importantes. Para esto es de gran valor y significado la decisión de acoger y escuchar a las víctimas de los abusos, como lo hizo repetidamente Benedicto XVI.

-Es importante que la Iglesia reconozca la gravedad de lo ocurrido, no sólo castigando a los abusadores, sino sobre todo preguntándose qué sacerdotes quiere tener y qué hacer para formarlos sanamente, haciéndolos apóstoles idóneos, capaces de inclinarse ante las heridas y el sufrimiento de las personas que les son confiadas. Esto exige elegir con cuidado y atención a los posibles candidatos y acompañarlos adecuadamente para que puedan vivir el celibato. También es necesario afrontar el desafío espiritual subyacente: ¿qué es lo está en el centro de la fe?

-La Iglesia, cuando comunica con solicitud y transparencia su pesar por las víctimas, su compromiso por la ayuda terapéutica y su disponibilidad para colaborar con las autoridades civiles, puede también favorecer una mayor claridad y razonabilidad en la discusión pública. (Cfr. el procedimiento seguido en las arquidiócesis de Mónaco, Colonia y Bolzano, donde los obispos han adoptado una actitud que se podría definir como “proactiva”, es decir, de colaboración preventiva en relación con las autoridades y los medios).

-Celibato y pedofilia carecen de relación causal. Esto se demuestra, como dijimos, en el hecho de que, quienes han cometido actos de pedofilia son en su mayoría casados y tienen hijos; tampoco los sacerdotes que cayeron en tales prácticas vivían en castidad.

-Otra enseñanza de carácter más general, vinculada a esta tristísima experiencia, es que los sacerdotes deben tomar mayor conciencia del rol público que están llamados a desempeñar y de las repercusiones de sus determinaciones, tanto como de sus opiniones y sus juicios. Aceptado esto, debe agregarse sin más que este episodio doloroso requiere un atento screening (filtrado) además de la adecuada preparación de formadores y superiores que tienen la responsabilidad de admitir a quienes solicitan su ingreso al ministerio, ya que la solicitud puede encubrir graves dificultades en la sexualidad o en la personalidad en general.

Se trata de conocer al candidato también en su dimensión humana, especialmente en el área afectiva  sexual. Más generalmente, desde el punto de vista de las ciencias humanas, se trata de observar la madurez afectiva y el equilibrio general y el dominio de los propios impulsos, requisitos fundamentales del hombre de Dios, como repetidamente los recuerdan los documentos de la Iglesia, incluyendo los recientes.

De aquí surge la importancia de un encuentro entre intelecto, afectos y voluntad en la experiencia de fe, según lo que indicaba Juan Pablo II como característica fundamental del sacerdote formado: “La promesa de Dios es asegurar a la Iglesia no sólo pastores, sino pastores “según su corazón”. El “corazón” de Dios se ha revelado a nosotros plenamente en el corazón de Cristo buen pastor […] La gente necesita salir del anonimato y del miedo, necesita ser conocida y llamada por su nombre, caminar segura los senderos de la vida, ser reencontrada si se ha perdido, ser amada, recibir la salvación como supremo don de Dios: justamente esto es lo que hace Jesús el buen Pastor” (Pastores dabo bobis). En tal representación apasionada del ideal del hombre llamado por Dios, puede manifestarse un indudable signo de honestidad y rectitud en el reconocimiento y el trabajo humilde, acompañado del deseo para superar eventuales obstáculos que tornan más difícil la libre respuesta al llamado. 



sábado, 25 de mayo de 2013

07 de junio: Jornada de Oración por la Santificación del Clero!

Por Luis Alva


El próximo 07 de junio, fiesta del Corazón de Jesús,  celebraremos  la Jornada de Oración por la Santificación del Clero. Jornada  convocada por el Santo Padre, para que los fieles de todo el mundo eleven sus plegarias al Señor  por la santificación de nuestros sacerdotes, en su ardua tarea evangelizadora. Además es un día especial para pedirle al Creador que siga enviando sacerdotes a la mies, que los seminarios se sigan fortaleciendo, y que cada día sean más los jóvenes que le dan ese sí al creador. Aquí tienes la Carta completa para tu reflexión.

Carta a los sacerdotes para la Jornada de Oración por la Santificación del Clero


viernes, 24 de mayo de 2013

O seminarista de hoje será teu companheiro de amanhã. Carta de um formador aos padres!


Angola, 23 de maio de 2013

Aos padres

Estimado padre, quero iniciar esta carta agradecendo-lhe de todo coração, por tua entrega generosa à Igreja, em favor dos homens. Não tive a oportunidade de dizer-lhe quando era seminarista, agora como padre eu quis sentar-me e escrever-lhe com muito respeito e carinho.


Durante o tempo de seminário eu conheci a muitos padres, a maioria padres bons. Padres que quando me aproximava de suas paróquias faziam de tudo para me fazer sentir parte dela. Padres que sabiam meu nome e até conheciam minha família. Padres bondosos, acolhedores, compreensivos e, sobretudo, padres amigos. Não há dúvidas que estas experiências com bons padres me motivaram e ajudaram no meu processo vocacional. No entanto, nem tudo são flores. Recordo que um dos objetivos do projeto de vida, da dimensão pastoral no meu último ano de teologia era criar laços de amizade com o pároco (de onde realizávamos nossa atividade pastoral). E os pontos eram entrar em contato com o padre antes e depois da atividade pastoral, ter momentos de conversas pessoais, visitas espontâneas fora dos dias de atividade pastoral, etc. No momento de avaliar este objetivo, tudo apontava ao fracasso. O padre é grande desconhecido! Isto que acabo de mencionar não passou de moda. Os seminaristas se queixam da ausência dos padres; da falta de proximidade para com eles; da falta de confiança; da falta de amizade!


A referência imediata do ministério sacerdotal é a do padre que conheceram em sua paróquia ou que conheceram já como seminarista em seu trabalho pastoral. Muitos que agora são sacerdotes foram motivados, ou melhor, o testemunho de vida de seu pároco foi motivo para ingressar no seminário. Deixa-me dizer-te estimado padre, que tua própria vida é motivo de muitas vocações. E não só é motivo para que os jovens ingressem no seminário, mas muitos perseveram e chegam até o sacerdócio por tal motivação. Neste sentido, a vida mesma dos padres, sua entrega incondicional à grei de Deus, seu testemunho de serviço amoroso ao Senhor e a sua Igreja – um testemunho selado com a opção pela cruz, acolhida na esperança e no gozo pascal –, sua concórdia fraterna e seu zelo pela evangelização do mundo, são o fator primeiro e mais persuasivo de fecundidade vocacional (Cf. PDV 41).
Não sou eu quem dirá o que tens que fazer ante seus futuros colegas, no entanto, te recordo que o formador por excelência é o Mestre, que formou seus discípulos com humildade e inteligência, e agora és tu quem o representa na terra. Formar ao modo de Jesus Cristo.



Envolvê-lo na missão (Mc 6,7; Lc 9,1-2; 10, 1).
Quando realizas uma atividade forte em tua paróquia, convide os seminaristas, faze-os participantes de teu trabalho pastoral. O seminarista tem que entusiasmar-se, conhecer e entrar em contato desde sua formação com aquela realidade que servirá por toda sua vida.



Faça revisão com eles (Lc 10,17-20). 
Resulta muito positivo que depois de alguma atividade paroquial, em que os seminaristas fizeram parte, fazer uma revisão com eles, pedir-lhes seus pontos de vista, analisar prós e contras. Em geral os seminaristas são muito críticos, detectam rapidamente as lacunas ou as dificuldades. Isto melhora a atividade seguinte.



Corrige-os quando se enganam e quando querem ser os primeiros (Mc 9,33-35;10,14-15).
Isto é muito importante. Acontece que quando o seminarista começa a formar parte de um projeto na paróquia, não admite erros, acredita que estando ali, tudo sairá perfeito. E sabemos que não há trabalho perfeito. Ocorre também que dentro desse grupo, é o seminarista quem fala mais, quem quer fazer tudo, quem toma postura de líder, e muitas vezes não admite opiniões dos demais. Certamente, tem qualidades para fazer tudo isto, no entanto, tem que ser humilde e sair de seu “saber tudo” para abrir caminho a outros espíritos.



Se tens que corrigir-lhe, espere o momento oportuno para fazê-lo (Lc9,46-48; Mc 10,14-15).
Se não chega na hora repreenda-o, se falta constantemente pergunte-lhe o porque das faltas, depois pergunte ao seu formador. A correção de um padre é uma riqueza. Se tens que corrigir-lhe, espera o momento e o lugar oportuno. Uma correção pública não é bem-vinda muitas vezes.



Ajuda-os a discernir (Mc 9,28-29).
Se os vires tristes ou desanimados, pergunta-lhes o que está acontecendo, converse com eles, anima-os. A partir de sua experiência, ajuda-os a discernir suas dúvidas e questionamentos.



Prepara-os para o conflito (Jo 16,33; Mt 10,17-25).
O primeiro contato com o trabalho pastoral é motivador, entusiasma. No entanto, tem que fazê-lo conhecer as outras realidades, como são as exigências, fracassos, sacrifícios, tentações, conflitos e adversidades que muitas vezes são parte da missão. 



Manda-os observar a realidade (Mc8,27-29; Jo 4,35; Mt 16,1-3).
É importante que o seminarista não fique com o “bonito” da paróquia. Por isso, é de muita importância fazê-los conhecer as outras realidades não “tão bonitas” que são próprias de uma paróquia, como são os bairros pobres, comunidades distantes, e outras realidades pastorais “em situações críticas”. E se tem que ir andando, que andem; se tem que ir de ônibus, que vão de ônibus; se tem que comer o que comem os pobres, que comam como pobre; se tem que dormir sobre um tapete, que durmam num tapete; se tem que celebrar a liturgia da palavra ou rezar o rosário com uma só pessoa, que o façam com uma só pessoa; etc.



Interpela-os quando são lentos (Mc 4,13;8,14-21).
É possível no princípio, uma “lentidão pastoral”, atrasos, impontualidades, desorganização, etc por parte dos seminaristas. E interpelá-los é prevenir faltas mais graves no futuro.



Reflita com eles sobre as questões do momento (Lc 13,1-5). 
É de muita importância que o seminarista se inteire pelo próprio pároco das questões que vive a paróquia, adversas e favoráveis; questões particulares de alguns fiéis; questões dos próprios seminaristas.



Confronte-os com as necessidades das pessoas (Jo 6,5).
Como em todo rebanho, na paróquia há também ovelhas que sofrem a causa da miséria do pecado, da pobreza material, da solidão, do abandono, das infidelidades, etc. Os seminaristas têm que sensibilizar seus corações perante estas necessidades das pessoas, e muitas vezes estas necessidades são “motivos” para seguir respondendo com o sim na vocação. A atividade pastoral do seminarista não termina no sábado ou domingo à tarde, ela termina na sua oração de cada dia; quando na oração leva aquele seu trabalho realizado o dá por encerrado.



Ensina-os que as necessidades das pessoas estão por cima das prescrições rituais (Mt 12,7.12).
E isto não só de palavras, mas com a própria experiência.



Tenha momentos a sós com eles para podê-los instruir (Mc 4,34; 7,17; 9,30-31; 10,10; 13,3).
Os seminaristas também necessitam de formação pastoral específica de uma paróquia. Não é o mesmo trabalhar em um hospital que num colégio; os seminaristas tão pouco sabem tudo. Têm conhecimentos de filosofia, de teologia, de pastoral catequética, de condução de grupos, das diversas pastorais, mas tudo na teoria! 

A formação não se inicia nem termina no seminário. A formação tão pouco é a transmissão de verdades que se devem decorar, mas uma comunicação da nova experiência de Deus e da vida que irradiava de Jesus para seus discípulos e discípulas. Neste sentido, a paróquia é o lugar privilegiado para continuar e autenticar uma verdadeira formação. Para tanto, a figura do pároco se converte na figura do formador; o formador que deixou a teoria para formar já com a prática.



Termino pedindo-te um favor. Quando chegar um seminarista na tua paróquia, faça-o sentir com se estivesse em sua própria casa. Não importa que seja de outra diocese, ou religioso, ou do propedêutico. Se chegar sem avisar, não lhe reprove, porque vai em busca de um amigo, daquela imagem do bom pai que ajuda e aconselha. Se em tua paróquia há presença de seminaristas porque nos fins de semana realizam seu trabalho pastoral, por favor atenda-os como se fossem teus irmãos sacerdotes. Dá-lhes o lugar que merecem. Os seminaristas são teus irmãos menores e teus futuros companheiros de presbitério. Visite seus grupos, faça-os participar do conselho pastoral, convida-os a comer em tua mesa, reze por um momento junto a ele em tua capela privada, devolva-o a passagem que gastou para chegar em tua paróquia, pergunte como ele se sente, se o vês triste, anima-o; se não chegar no horário, repreenda-o; se falta constantemente pergunte-o o por que das faltas; depois pergunte ao seu formador. Quando fores ao seminário, leve um detergente, um creme dental, ou um papel higiênico. Te digo por experiência que não só os animará, mas os ajudarás a passar menos necessidades. Se vais dar algo, que seja carinho e confiança em lugar de dinheiro.



Tua vida é sua meta, seu desejo de continuar. Não os decepcione!



Luis Paul

Traducido por Danilo Texeira da Silva


jueves, 23 de mayo de 2013

El seminarista de hoy, será tu compañero de mañana. Carta de un formador a los párrocos!

Angola, 23 de mayo del 2013
A los Párrocos


Estimado párroco quiero iniciar esta carta agradeciéndote de todo corazón, por tu entrega generosa a la Iglesia en favor de los hombres. No tuve la oportunidad de decírtelo cuando era seminarista, ahora de cura he querido sentarme y escribirte, con mucho respeto y cariño.

Durante el tiempo de seminarista he conocido a muchos párrocos, la mayoría párrocos buenos. Párrocos que cuando me acercaba por sus  parroquias se esmeran en hacerme  sentir parte de ella. Párrocos que sabían mi nombre y hasta conocían mi familia. Párrocos bondadosos, acogedores, comprensivos y sobre todo, párrocos  amigos. Sin duda que estas experiencias con párrocos buenos me han motivado y ayudado en mi proceso vocacional, sin embargo, no todo es color de rosa. Recuerdo que uno de los objetivos del proyecto de vida de la área pastoral en mi último año de teología era: Crear lazos de amistad con el párroco (dónde realizábamos nuestra actividad pastoral). Y los indicadores eran, entrar en contacto con el padre antes y después de la actividad pastoral, tener momentos de pláticas personales, visitas espontáneas fuera de los días de actividad pastoral, etc. Al momento de evaluar este objetivo, todo apuntaba al fracaso. El párroco el grande desconocido! Esto que acabo de mencionar no ha pasado de moda. Los seminaristas se quejan de la ausencia de los párrocos; de la falta de cercanía para con ellos; de la falta de confianza; de la falta de amistad!

La referencia inmediata del  ministerio sacerdotal es la del párroco que conocieron en su parroquia o al que conocieron ya de seminarista en su trabajo pastoral. Muchos de los que ahora son sacerdotes, fueron motivados, o mejor dicho, el testimonio de vida de su párroco fue el motivo para ingresar al seminario. Déjame decirte estimado padre, que tu propia vida es motivo de muchas vocaciones. Y no sólo  el motivo para que los jóvenes ingresen al seminario, sino que muchos persevera y llegan a hasta el sacerdocio por tal motivación. En este sentido, la vida misma de los párrocos, su entrega incondicional a la grey de Dios, su testimonio de servicio amoroso al Señor y a su Iglesia – un testimonio sellado con la opción por la cruz, acogida en la esperanza y en el gozo pascual –, su concordia fraterna y su celo por la evangelización del mundo, son el factor primero y más persuasivo de fecundidad vocacional (Cf. PDV 41).

No soy quien para decirte lo que tienes que hacer ante tus futuros colegas, sin embargo, te recuerdo que el formador por excelencia es el Maestro, que formó a sus discípulos con humildad e inteligencia, y ahora eres tú quien lo representa en la tierra. Formar al modo de Jesucristo.

Involúcralo en la misión (Mc 6,7; Lc 9,1-2; 10, 1). Cuando realices una actividad fuerte en tu parroquia invita a seminaristas, hazlos partícipes de tu trabajo pastoral. El seminarista tiene que entusiasmarse, conocer y entrar en contacto desde su formación con aquella realidad donde servirá toda su vida. Hace revisión con ellos (Lc 10,17-20). Resulta muy positivo que después de alguna actividad parroquial, donde los seminaristas formaron parte, hacer una revisión con ellos, pedirles sus puntos de vistas, analizar favores y contras; por lo general los seminaristas son muy críticos, detectan rápidamente las lagunas o las dificultades, esto mejora la siguiente actividad.

Corrígeles cuando se equivocan y cuando quieran ser los primeros (Mc 9,33-35; 10, 14-15). Esto es muy importante, sucede que cuando el seminarista entra a formar parte de un trabajo en la parroquia, no admite errores, cree que estando él allí, todo saldrá a la perfección. Y sabemos que no hay trabajo perfecto. Ocurre también que dentro de este grupo, es el seminarista quien habla más, quien quiere hacerlo todo, quien toma la postura de líder, y muchas veces no admite opiniones de los demás; ciertamente, tiene cualidades para hacer todo esto, sin embargo, tiene que ser humilde y  bajar de su “sabelotodo” para dar paso a otros espíritus.

Si tienes que corregirle, espera el momento oportuno para hacerlo (Lc 9,46-48; Mc 10,14-15). Si no llega a la hora repréndele, si falta constantemente pregúntale el porqué de las faltas, luego preguntas a su formador. La corrección de un párroco es una riqueza. Si tienes que corregirle espera el momento y el lugar oportuno, una corrección pública no es bienvenida muchas veces.

Ayúdales a discernir (Mc 9,28-29). Si los ves tristes o desanimados, pregúntales que es lo que les esta pasando, conversa con ellos, anímalos, desde tu experiencia, ayúdales a discernís su dudas y cuestionamientos.

Prepárales  para el conflicto (Jn 16,33; Mt 10,17-25). El primer contacto con el trabajo pastoral es motivador, entusiasma, sin embargo, hay que hacerle saber de las otras realidades, como son las exigencias, fracasos, sacrificios, tentaciones, conflictos y adversidades que muchas veces son parte de la misión.

Mándalos  observar la realidad (Mc 8,27-29; Jn 4,35;Mt 16,1-3). Es importante que el seminarista  no se quede con lo “bonito” de la parroquia. Por eso, es de mucha importancia hacerles conocer las otras realidades no “tan bonitas” que son propia de una parroquia, como son los barrio pobres, comunidades lejanas, y otras realidades pastorales “en situaciones críticas”; y  si tienen que ir caminando, que caminen; si tienen que ir en autobús, que suban al autobús; si tiene que comer lo que comen los pobres, que coman como pobre; si tienen que dormir  sobre una estera, que duerman en una estera; si tienen que celebrar la liturgia de la palabra o rezar el rosario con una sola persona, que lo hagan con una sola persona; etc.

Interpélalos cuando son lentos (Mc 4,13; 8, 14-21). Es posible al principio una “lentitud pastoral”, retrasos, impuntualidades, desorganización, etc., por parte de los seminaristas. E interpelarles es prevenir  faltas más graves en el futuro.

Reflexiona con ellos sobre las cuestiones del momento (Lc 13,1-5). Es de mucha importancia que el seminarista se entere por el propio párroco las cuestiones que vive la parroquia, adversas y favorables; cuestiones particulares de algunos fieles; cuestiones de los propios seminaristas.

Confróntales con las necesidades de la gente (Jn 6,5). Como en todo rebaño, en la parroquia hay también ovejas que sufren a causa de la miseria del pecado, de la pobreza material, de la soledad, del abandono, de las infidelidades, etc. Los seminaristas tienen que sensibilizar su corazón antes estas necesidades de la gente, y muchas veces estas necesidades son “motivos” para seguir respondiendo con el sí en la vocación. La actividad pastoral del seminarista no termina el sábado o domingo por la tarde, la termina en su oración de cada día;  cuando realmente llevó  a la oración aquel trabajo realizado ha dado por terminado.

Enséñales que las necesidades de la gente están por encima de las prescripciones rituales (Mt 12,7.12). Y esto no sólo de palabras, sino con la propia experiencia.

Ten momentos sólo con ellos para poderlos instruir (Mc 4,34; 7, 17; 9,30-31;10,10;13,3). Los seminaristas también necesitan de formación pastoral específica de una parroquia, no es lo mismo trabajar en un hospital que en un colegio; los seminaristas tampoco lo saben todo, tendrá conocimientos de filosofía, de teología, de pastoral catequética, de conducción de grupos, de las diversas pastorales, pero todo en teoría!
La formación no inicia ni termina en el seminario, la formación tampoco es  la transmisión de verdades que hay que aprender de memoria, sino una comunicación de la nueva experiencia de Dios y de la vida que irradiaba de Jesús para sus discípulos y discípulas. En este sentido, la parroquia es el lugar privilegiado para continuar y autenticar una verdadera formación. Por lo tanto, la figura del párroco se convierte en la figura del formador, el formador que ha dejado la teoría para formar ya con la práctica.

Termino pidiéndote un favor. Cuando llegue un seminarista por tu parroquia, hazle sentir como si estuviera en su propia casa, no importa que sea de otra diócesis, o religioso o de propedéutico; si llega sin avisar, no le reproches, porque va en busca de un amigo,  de aquella imagen del padre bueno  que ayuda y aconseja.  Si en tu parroquia hay presencia de seminaristas porque los fines de semana realizan su labor pastoral, por favor atiéndelos como si fueran tus hermanos sacerdotes, dales el lugar que se merecen, los seminaristas son tus hermanos menores y tus futuros compañeros de presbiterio.  Visita sus grupos, hazles participar del consejo parroquial, invítalo a comer en tu comedor, reza un momento junto a él en tu capilla privada, devuélvele el pasaje que invirtió para llegar a tu parroquia, pregúntale como se siente, si lo ves triste anímalo, si no llega a la hora repréndelo, si falta constantemente pregúntale el porqué de las faltas, luego preguntas a su formador. Cuando vallas al seminario llévales una bolsa de detergente, una pasta de diente, o un papel higiene, te digo por experiencia que no solo lo animará si no le ayudarás a pasar menos necesidades. Si le vas a dar algo, que sea cariño y confianza en lugar de dinero.

Tu vida es su meta, su sueño, su anhelo a seguir. No le defraudes! 

Luis Paul






miércoles, 22 de mayo de 2013

La predicación en la formación de los seminaristas


 Por Paolo Scarafoni


Código de Derecho Canónico, canon 256: "Los alumnos sean diligentemente instruidos en todo lo que concierne de modo preciso el sagrado ministerio, sobre todo en la actividad catequística y homilética". El primero elemento de la formación en la predicación de tipo catequístico y homilético consiste en la sólida formación general: es decir la formación espiritual, especialmente a través de la unión con Dios y el ruego, la lectura y meditación frecuente del Evangelio y la Sagrada Escritura, la formación de las virtudes cristianas, sobre todo la humildad de la caridad; en la sólida formación intelectual sobre los contenidos de la fe y moral cristiana transmitidas por el Magisterio y la Tradición. Las personas esperan respuestas competentes y seguras. Esta formación de base contribuye a consolidar a hombres maduros, a imitación de Cristo, con la mente bien estructurada, seria y creativa, con el corazón y la voluntad llenos de celo por la salvación de las almas, con un carácter predispuesto al empeño constante y al trabajo.

El segundo elemento concierne la formación específica en el campo de la predicación. Es importante que en los años de preparación al sacerdocio se haga un adiestramiento específico en el sector de la comunicación verbal, por la catequesis, la predicación sagrada, la homilía en la liturgia.

Los aspectos de esta formación específica son los siguientes:
En primer lugar el conocimiento de los hombres al que nuestro mensaje debe ser dirigido; un conocimiento concreto, que percibe la mentalidad, los ideales, el contexto cultural y de trabajo, los intereses, las características positivas y rechazos de los niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos. La adquisición de la abertura mental para saberse colocar donde nuestros interlocutores se encuentren.
En segundo lugar el dominio de las técnicas para presentar el contenido y el mensaje; especialmente aquellas técnicas usadas por Jesucristo en su predicación, aplicándolas con sencillez de modo homogéneo y apropiado tanto el contenido como el auditorio. Observamos que en el Evangelio Cristo usa la parábola, el cuento, los ejemplos y las comparaciones, los testimonios y los modelos, las alusiones a hechos y a personas, la ironía y el sentido del humor. La sobriedad en el empleo de las técnicas es muy importante para no crear el efecto opuesto de quitar la atención del mensaje.
En tercer lugar la estructuración del contenido de exponer, de modo unitario coherente y ordenado, sin improvisación y saltos ilógicos. Esto exige la adquisición de la costumbre de dedicar tiempo a la preparación de la predicación.
En cuarto lugar la adquisición de las calidades específicas del predicador y comunicador. Las mismas se logran con mucho ejercicio práctico.
a. La seguridad: en la doctrina expuesta y en el estado interior de libertad y convicción cuando se habla. La raíz profunda de la seguridad reside en vivir en paz, como expresión de la voluntad de Dios, las circunstancias concretas de la misma vida, también difíciles: todo esto produce un testimonio de amabilidad, paciencia, humildad y capacidad de escucha que es percibida por el público.
b. El equilibrio: en la cantidad y calidad de los contenidos; en la pedagogía que respeta los tiempos y las etapas espirituales de las almas; en el ejercicio de la misericordia que no "quebrará la caña resquebrajada ni apagará la mecha que todavía humea", Mt 12,20, incluso en el lleno respeto de la verdad.
c. El fuego evangélico: en la pasión de anunciar y de mover los ánimos, y en algunas ocasiones para sacudirlos con vigor, como ha hecho Cristo y así reconducirlos a la verdad. Pero no conviene usar modos teatrales de otros tiempos. El fuego se demuestra en la fuerza y claridad de los contenidos, en las expresiones convincentes y precisas.
d. El corazón: la predicación nace del corazón (de la interioridad, de las convicciones que tienen profunda resonancia interior); refleja el corazón (hablar de Cristo, Camino, Verdad y Vida, querido sin medida); llega al corazón (hablar en sintonía con lo que está a corazón: la verdad, el amor y la felicidad).
El buen predicador se forma en aquel que es gran investigador, que prepara la homilía o la intervención con esfuerzo y pasión para mejorarlo, con laboriosidad e insistencia; en aquel que quiere ser creativo, y no solamente repite las buenas ideas que ha sentido, es decir está completamente comprometido con su discurso; en aquel que se sabe organizarse bien para prepararse a tiempo y con dedicación.
Intervención de Paolo Scarafoni L. C. en la videoconferencia organizada por la Congregación para el Clero el 29 de septiembre de 2005


martes, 21 de mayo de 2013

¿Ninis en los Seminarios?


Por Luis Alva

El término Nini  es un neologismo que se utiliza para designar a las personas (especialmente a los jóvenes) que ni trabajan ni estudian. La definición práctica sería designar a aquellos jóvenes que, no tienen interés por el estudio, pero tampoco quieren introducirse en el mundo laboral. Nini equivale al acrónimo inglés NEET, acrónimo en inglés de la expresión Not in Employment, Education or Training (Ni trabaja, ni estudia ni recibe formación). El acrónimo inglés fue utilizado por primera vez por el gobierno británico y su uso se ha extendido en otros países, mientras en los países de habla hispana se prefiere la denominación "nini" o "ni-ni". En España es ya de uso conocido, aunque quizá aún no tan generalizado, pero tiene una connotación diferente a la que tiene en México, debido a sus muy diferentes orígenes y diversas consecuencias.

Ya alguna ves se señaló que “la Iglesia tiene sus propios “ninis”, para referirse a los católicos que ni van a la Iglesia, ni conocen su doctrina” (Cardenal Rivera). Esto también se descubre cuando a ciertas personas se les pregunta ¿usted es católico? Y responden, si pero “no practicante”, es decir, son conscientes de su religión católica, pero ni conocen a la Iglesia, ni practican la fe de la Iglesia. O lo que pasa con los bautizados en la Iglesia católica, cuando se les pregunta ¿usted de qué religión es? Y la respuesta es, soy bautizado, pero ni soy ni católico, ni soy protestante.. Haciendo una analogía al significado de “nini”, creo que la Iglesia esta llena de “ninis”.

Siguiendo con la analogía, podemos descubrir a ciertos “ninis” también en los Seminarios. Por ejemplo aquellos seminaristas que ni juegan al basquetbol, ni juegan al fútbol  Los que ni rezan, ni estudian! Los que ni trabajan, ni dejan trabajar! Los que ni hablan, ni escuchan! Por poner unos ejemplos prácticos. Ahora, unos ejemplos más profundos, por ejemplo, los que ni se comprometen a nada, ni califican de bueno o malo alguna actividad! Los que ni quieren ser sacerdotes, ni viven como seminarista! Los que ni quieren dejar los malos hábitos, ni asumir los buenos!

Ante esta realidad de “ninis” en los seminarios es posible llegar a un clima de pasividad, a un desánimo comunitario. La vida de Seminario exige jóvenes despiertos, decididos, comprometidos y entusiastas, capaces de inyectar vida. Que si no te gusta el basquetbol, pues, juega volleybal, inténtalo con el fútbol  o corre, o camina, te cuento que fue en el seminario donde aprendí (obligado) a jugar volleybal, basquetbol y algo de fútbol  y ahora no sabes como me divierto al hacerlo con los seminaristas, pero no te quedes en el desconcierto del sueño y del desánimo. Que tienes miedo a los compromisos, no tienes tiempo, mejor que se comprometan otros, pues te digo, que es en el seminario donde se germinan y crecen los grandes líderes en la Iglesia. Sé crítico ante las situaciones adversas o no adversas, el quedarse callado es admitir aquella realidad, el criticar ayuda a mejorar.

Ofrécete, opina, propón ideas; que si nadie va al deporte, organiza un campeonato, una tarde deportiva entre seminaristas vecinos, con los jóvenes de la parroquia; que si la oración es rutinaria, pon música de meditación, coloca alguna frase motivadora, lee un texto significante, etc. Que si nadie va al sala de estar, promueve algún nuevo juego, programa una buena película, prepara palomitas y algunos refrescos, etc. Que si nadie sale los días libres de seminario o si salen cada uno por su lugar, o que si salen y no saben que hacer, propón una salida comunitaria, para visitar algún museo, algún concierto de música, algún evento de diversión, etc. Porque un Seminario con "ninis", es un Seminario mediocre!


sábado, 18 de mayo de 2013

Aumenta el número de Seminaristas en África y Asia, en América y Europa registran una contracción!


Por Luis Alva

El aumento de seminaristas en la Iglesia es evidente según el Anuario Pontifico 2013, especialmente en África y Asia. El número de seminaristas diocesanos y religiosos del año 2008 era el de 117.024, en el  2009 el número es de 117.978 , en el 2010 el número es de 118.990,  en el año 2011 el número es de 120.616 con un aumento del 7,5% . Sin embargo, la "crisis vocacional" permanece, a pesar de África y Asia, donde se registra un aumento.

A continuación te presento el Anuario Pontificio 2013 publicado el 13 de mayo del 2013.

De la lectura de los datos se pueden recoger algunas novedades relativas a la vida de la Iglesia católica en el mundo en 2012 y hasta la elección del Papa Francisco.
En ese período cabe destacar que se han erigido 11 nuevas sedes episcopales, 2 ordinariatos personales, 1 vicariato apostólico y 1 prefectura apostólica. Asimismo se elevaron 1 prelatura territorial a diócesis y 2 exarcados apostólicos a eparquías.
Las estadísticas, que se refieren al año 2011, muestran las dinámicas de la Iglesia Católica en las 2.979 circunscripciones eclesiales del planeta. Por lo que respecta al número de católicos en el mundo, en 2011 era de 1.214.000 frente a los 1.196 millones de 2010 con un aumento de 18 millones de fieles, es decir, un 1,5%. En el transcurso de los dos últimos años la presencia de católicos bautizados en el mundo permanece estable, alrededor del 17,5%.
Los católicos han aumentado en África (4,3%) que ha acusado, entre 2010 y 2011, un aumento de su población de 2,3%. . En el continente asiático también se ha registrado un aumento de católicos superior al de la población (2,0% frente al 1,2%). En América y Europa el aumento de los católicos y de la población es igual (0,3%). En 2011 el total de católicos bautizados estaba distribuido, por continente, de este modo: Africa (16,0%); América (48,8%); Asia (10,9%); Europa (23,5%) y Oceanía (0,8%).
De 2010 a 2011 los obispos pasaron de 5.104 a 5.132, con un aumento relativo del 0,55% El incremento se ha registrado sobre todo en Oceanía (+4,6%) y en África (+1,0%) mientras Asia y Europa están ligeramente por debajo de la media mundial y en América no se registran variaciones.
Prosigue la tendencia al crecimiento del número de sacerdotes comenzada en el año 2000. A 31 de diciembre de 2011 se contaban 413.418 presbíteros, frente a los 405.067 de la misma fecha en 2001. Sin embargo, ese aumento no es homogéneo. En África y Asia el incremento es respectivamente del +39,5% y del + 32% ( con un aumento de más de 3.000 sólo en 2011). En América la situación es estacionaria (122.000) mientras Europa, en el último decenio, ha asistido a una disminución que supera el 9%.
Prosigue la fuerte expansión de los diáconos permanentes que han pasado de los 29.000 de 2001 a los 41.000 de 2011. Están presentes sobre todo en América del Norte y en Europa que cuentan con el 97,4% del total, mientras el 2,6% restante se reparte entre África, Asia y Oceanía.
Los religiosos profesos no sacerdotes se consolidan y superan ligeramente los 55.000. Aumentan en África y Asia (+18,5% y +44,9% respectivamente) y disminuyen en América (-3,6%), en Europa (-18 %) y Oceanía (-21,9%).
Una dinámica en fuerte decremento atraviesa el mundo de las religiosas profesas que en este momento son 713.000, frente a las 792.000 de 2001. Hay menos religiosas en Europa (-22), Oceanía (-21%) y América (-17%). Sin embargo, su aumento es significativo en África (+28%) y Asia (+18%).
Los candidatos al sacerdocio, diocesanos y religiosos han pasado de los 112.244 de 2001 a los 120.616 de 2011 con un aumento del 7,5%. El incremento más fuerte es el de Africa (+30,9%) y Asia (+29,4%) mientras Europa y América registran una contracción del 21,7% y del 1.9% respectivamente.


viernes, 17 de mayo de 2013

La comunicación, esencial en el proceso de formación


Pbro. Carlos Arturo Quinteros
Secretario Ejecutivo de Comunicación del CELAM

En los seminarios mayores la comunicación debe ser algo esencial, fundamental. Tres son las razones que yo invoco para hacer de la comunicación un elemento unificador, articulador y garante de las relaciones humanas:

1. La comunicación humana hunde sus raíces en la comunicación divina: Dios es comunión-comunicación, Dios se comunica con la humanidad, Dios habla a la humanidad, como lo expresa la carta a los Hebreos: “En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo” (Hb 1,2). Él ha venido para comunicarnos la vida: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10). Jesús, se presenta ante la humanidad como el Camino, la Verdad y la Vida, Él es el Verbo, la Palabra de Dios hecha Carne, Toda esta dimensión teológica de la comunicación, la podemos comprender con las palabras del Papa Benedicto XVI, en su mensaje con motivo de la Jornada mundial de las comunicaciones para el 2009, en la que el Sumo Pontífice destaca nuestra participación en el amor comunicativo y unificador de Dios, “que quiere hacer de toda la humanidad una sola familia. Cuando sentimos la necesidad de acercarnos a otras personas, cuando deseamos conocerlas mejor y darnos a conocer, estamos respondiendo a la llamada divina, una llamada que está grabada en nuestra naturaleza de seres creados a imagen y semejanza de Dios, el Dios de la comunicación y de la comunión”.

2. La comunicación mediática es una realidad y la cultura digital hoy nos revela igualmente sus inmensas potencialidades. 

Los medios de comunicación no han de ser vistos como instrumentos nocivos y perjudiciales para la vida de los seres humanos, ellos son buenos en sí mismos. Pero tenemos que ser conscientes, que si están al servicio del hombre, deben velar por la promoción de la dignidad humana, por la integración de los pueblos y por el afianzamiento de las relaciones. Cuando sucede lo contrario, el hombre está o se pone al servicio de los medios, los medios se convierten en fines y el ser humano pasa a ser un medio, se cosifica, se instrumentaliza, el hombre se vuelve esclavo de los medios. Y estos medios deben ser usados en el proceso de evangelización, por lo que se necesita de una previa formación y conocimiento de las bondades de estos medios.

Desde el discurso inaugural de Aparecida, el Papa Benedicto XVI, habla de la importancia de los medios de comunicación para la Nueva Evangelización: “no hay que limitarse sólo a las homilías, conferencias, cursos de Biblia o teología, sino que se ha de recurrir también a los medios de comunicación: prensa, radio y televisión, sitios de internet, foros y tantos otros sistemas para comunicar eficazmente el mensaje”. Es un gran reto y desafío para la Iglesia saber utilizarlos. Hoy más que nunca se exige el conocimiento de los nuevos lenguajes, del mundo digital y de esta nueva cultura. Cómo ignorar por ejemplo, ”el fácil acceso a teléfonos móviles y computadoras, unido a la dimensión global y a la presencia capilar de Internet, que han multiplicado los medios para enviar instantáneamente palabras e imágenes a grandes distancias y hasta los lugares más remotos del mundo”. Gracias a estos medios, la Iglesia puede llegar a multitudes (EN. 45)

3. La comunicación social debe ser entendida más allá de esa realidad mediática, como proceso de relaciones. La comunicación hay que comprenderla como un proceso de relaciones, esto quiere decir, que la comunicación va más allá de los medios. Si nos quedamos con una visión instrumentalista de los medios, esa visión mediática, impedirá ver en el otro, a un hermano, con quien puedo compartir, vivir la solidaridad, comprometerme. Se trata, como lo dice el Papa Benedicto XVI de un anhelo de comunicación y amistad que “tiene su raíz en nuestra propia naturaleza humana y no puede comprenderse adecuadamente sólo como una respuesta a las innovaciones tecnológicas”. Al entender la comunicación como un proceso de relaciones, el hombre se hace sensible al reconocimiento del otro, comprende su ser social por naturaleza, sabe que no está sólo, que a su lado hay otros seres humanos, como él, con cualidades y defectos, acepta que tiene una misión en el mundo y que, en su diario vivir, comparte con los suyos, alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, sueños e ideales. Esta cultura de amistad, de respeto y de diálogo debería ser el punto de inicio del fortalecimiento de una cultura solidaria.

Por lo tanto, en los Seminarios Mayores, debería fortalecerse este proceso relacional, desde la cercanía, la empatía, la sinceridad, el diálogo, el compartir, la fraternidad, como un camino inicial para construir la fraternidad sacerdotal.


Conclusión

A lo largo de lo sugerido por los documentos de la Iglesia sobre la comunicación, siempre me he cuestionado: ¿por qué reducimos nuestro quehacer pastoral de la comunicación, a los medios? ¿Por qué no preocuparnos por el entramado de relaciones que se van tejiendo en la Iglesia y que deben ser relaciones fraternas? ¿Por qué no intentar, mejorar nuestros canales de comunicación?.

Dialogar con el obispo o con los sacerdotes, con una Superiora, con el Rector del seminario o con los formadores, debiera ser un signo de confianza, de acogida, de caridad pastoral; ser capaces de dialogar y propiciar el diálogo entre los fieles, superando todo asomo de resentimientos o envidias, superar la idea de que “aquí mando yo” y entender que nuestra misión es el servicio, que debemos preocuparnos por prepararnos para responder a los desafíos del mundo de hoy, conociendo los nuevos lenguajes, promoviendo una cultura del respeto por la vida y la dignidad del ser humano.

En los Seminarios Mayores y casas de Vida Consagrada, debería haber espacio para la formación en la comunicación, interés por conocer los medios de comunicación y apoyo a la labor que realizan los comunicadores, periodistas, fotógrafos, artistas, actores, actrices, publicistas, ayudándoles en su formación humana y cristiana. En fin, ser capaces de detenernos un momento, mirar a los ojos de las personas y escuchar con alegría, a imagen de Cristo, que valoró el silencio, la acogida y el respeto por el otro.

La Iglesia hoy hace énfasis en la comunicación y la participación, toma conciencia de que el ser humano no puede vivir aislado, su misión debe realizarla en la comunidad. El bautizado tiene a Jesús, como modelo de comunicador, que escucha, acoge y proclama, así el discípulo está llamado a escuchar la Palabra de Dios, a acoger a Jesús en su corazón, a proclamarlo ante sus hermanos y a generar relaciones de comunión y participación. Considero, que si en los seminarios mayores, la comunicación ocupa el lugar que debe ocupar, no como un instrumento o simplemente como un ´medio´, sino como una estructura de base, que permea toda la vida del seminario, las relaciones que surgen serán relaciones no de poder, sino de servicio, no relaciones diplomáticas y funcionales, sino una relación de hermanos, no relaciones de protocolo y convencionales, sino una relación de empatía, de sinceridad y respeto, no una relación de coexistencia, sino una relación de comunión. Todo esto implica generar canales de comunicación, intensificar los momentos y espacios de comunicación durante el proceso de formación y estimular en los seminaristas el uso de los medios de comunicación y su inmersión en la cultura digital, al servicio de la Nueva Evangelización.


Bibliografía

CONCILIO VATICANO II. Inter Mirífica. Ed. BAC. Madrid, 1966
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA. Orientaciones sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de la comunicación social. Ed. Vaticana. Roma, 1986
CONGREGACIÓN PARA LA DUCACIÓN CATÓLICA. Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis. Ed Vaticana, Roma, 1970
DOCUMENTO CONCLUSIVO, V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Centro de Publicaciones, Bogotá, 2007
JUAN PABLO II. Redemptoris Missio. Disponible en internet: http//: www.vatican.va
PONTIFICIA COMISIÓN PARA LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL. Communio Et Progressio. Disonible en internet: http//: www.vatican.va
QUINTERO GÓMEZ, Carlos Arturo. La comunicación a la luz de Aparecida. Centro de Publicaciones, Bogotá, 2008

Autor: Pbro. Carlos Arturo Quintero Gómez.
Secretario Ejecutivo de Comunicación del CELAM