Buscar

Entradas populares

Mensaje del Papa Francisco a los Seminaristas, Novicios...

En la Jornada Mundial de los Seminaristas, Novicios y Novicias y todos los que están en camino vocacional, Julio del 2013

“Id y haced discípulos a todos los pueblos” JMJ Rio 2013.

Del 23 al 28 de julio se realizará la JMJ Rio 2013. ¿Seminarista qué sabes de las JMJ? Te ofrecemos un análisis de las JMJ

Card. Bergoglio: La formación del presbítero hoy

¿Cómo formar sacerdotes que estén verdaderamente a la altura de estos tiempos, capaces de evangelizar al mundo de hoy?

La Eucaristía centro de vida de un seminario y de un seminarista

Sin esta centralidad eucarística orante, que supera cualquier otro medio formativo, no hay auténtica formación sacerdotal

Crisis de vocaciones, o ¿crisis vocacional?

Hay más que una crisis de vocaciones, una crisis de fe, «que va en detrimento no sólo de la vida sacerdotal o religiosa, sino de la...

¿De dónde vienen los seminaristas?

A los monaguillos les resulta fácil conocer la figura del sacerdote y del seminario. Casi todos los que hoy son curas, fueron un día monaguillos...

sábado, 27 de abril de 2013

"El primer anuncio en tiempos de nueva evangelización" Encuentro de Seminaristas


Archidiócesis de Valladolid

En este mes de abril tuvo lugar en la ciudad de Ávila el Encuentro de Primavera 2013 de los Seminaristas de la Región del Duero. El título del encuentro ha sido: “El primer anuncio en tiempos de nueva evangelización”. Participaron en él 54 jóvenes que se preparan al sacerdocio, provenientes de las diócesis de Palencia, Valladolid, Burgos, Osma-Soria, La Rioja, Zamora, Ciudad Rodrigo, Salamanca y Ávila. También estuvieron presentes en el encuentro nueve sacerdotes, entre rectores y formadores.
El primer acto del Encuentro fue el rezo de Vísperas, presidido por D. Jesús García Burillo, Obispo de Ávila, que dio la bienvenida a todos los participantes. Después de cenar se proyectó el “tráiler” y 25 minutos de la película “Un Dios prohibido”, dirigida por Pablo Moreno y realizada por Contracorriente Producciones. Este film narra la historia del martirio de los seminaristas claretianos de Barbastro, acaecida en 1936. La película se encuentra en proceso de montaje y será estrenada en los próximos meses. Después de la proyección el actor Luis Seguí ofreció su testimonio de acercamiento a la fe y a la Iglesia, después de su participación en largometraje. También presentaron su experiencia los seminaristas de la diócesis de Valladolid que participaron como extras en la película (Francisco y Javier).

La ponencia marco del Encuentro de Primavera 2013 de los Seminaristas de la Región del Duero ha llevado por título “El primer anuncio para una nueva evangelización”. El encargado de su preparación y exposición ha sido el Profesor D. Eloy Bueno de la Fuente, de la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos)

En la tarde del sábado 13 de abril se visitó la Catedral del Salvador de Ávila, donde nos esperaba el sacerdote D. Jorge Zazo Rodríguez, para presentarnos el primer anuncio desde el arte. Tras esta visita volvimos al Seminario pasando por la Basílica de San Vicente, donde D. Jorge Zazo ejerce su ministerio como vicario parroquial de la misma, y tuvo la amabilidad de enseñarnos el templo, pudiendo así rezar el Regina Coeli ante la imagen románica de la patrona de la ciudad de Ávila: la Virgen de la Soterraña. Finalizamos la tarde con la oración de Vísperas con las MM. Carmelitas del Monasterio de la Encarnación. A las 8,15 pm., D. Juan José Calvo, director espiritual de nuestro Seminario de Valladolid, expuso el Santísimo Sacramento en la Capilla de la Transverberación mientras la Comunidad de Carmelitas entonaba el Ave Verum. Fue uno de los momentos más intensos de encuentro con el señor del encuentro.

La diócesis de Ávila está celebrando durante este curso 2012-13 el IV Centenario de la Fundación del Convento de San José. Por ello, el domingo 14 de abril, último día lo dedicamos a seguir las huellas de Santa Teresa de Jesús. Acompañados por el P. David Jiménez Herrero, OCD, Superior del Convento de Santa Teresa, recorrimos la casa natal de la Santa, la parroquia de San Juan Bautista (en la que fue bautizada Santa Teresa), el convento de Gracia y el Monasterio de San José. Finalizada la ruta pudimos compartimos un tertulia con las MM. Carmelitas de San José, primer Monasterio de la reforma teresiana. A las 12,30 h. celebramos la Misa, que fue presidida por D. Olegario González de Cardedal, sacerdote abulense y catedrático de teología de la UPSA. Al término de la Eucaristía, los seminaristas recibieron el escapulario de la Virgen del Carmen que las MM. Carmelitas les regalaron y que les impuso D. Gaspar Hernández, rector del Seminario de Ávila.

El encuentro finalizó con la comida fraterna a la que asistieron, además de los participantes del encuentro, D. José María García Somoza, Vicario de Pastoral de la diócesis abulense y D. José Luis Retana Gonzalo, Rector del Seminario de Ávila hasta el mes de junio del pasado año.
Fuente: archivalladolid.org


viernes, 26 de abril de 2013

Las vocaciones nativas fortalecen la esperanza de que Dios continúa llamando en los lugares más insospechados


Por D. Anastasio Gil García
Director Nacional de OMP

La celebración de la Jornada anual de Vocaciones Nativas, promovida por el Secretariado de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol –una de las Obras Misionales Pontificias–, es una ocasión para volver la mirada, con admiración y agradecimiento, a las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada que Dios hace brotar en los territorios de misión. Esta iniciativa de Juana Bigard, que surgió en el año 1889, ha suscitado en la Iglesia universal el compromiso de ayudar a seminaristas y novicios, tanto en su formación, como mediante el equipamiento de seminarios y noviciados. Así lo manifestaba el beato Juan Pablo II con ocasión del centenario de esta Obra: “¡Qué bellas páginas de la historia de la Iglesia han escrito en los diversos continentes los socios de la Obra de San Pedro Apóstol! ¡Cuántos sacerdotes, religiosos y religiosas han tenido, gracias a esta Obra, la alegría de seguir su vocación!”.
La contemplación de esta floración de vocaciones para hacer presente el Reino de Dios es claramente motivo de esperanza. Así lo reconoció el Concilio Vaticano II: “La Iglesia agradece con inmenso gozo el don inestimable de la vocación sacerdotal que Dios ha concedido a tantos jóvenes entre los pueblos convertidos recientemente a Cristo. Porque la Iglesia echa raíces cada vez más firmes en cada grupo humano cuando las varias comunidades de fieles tienen de entre sus miembros los propios ministros de la salvación en el Orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, al servicio de los hermanos” (Ad gentes, 16). Este es el fundamento seguro de toda esperanza: “Dios no nos deja nunca solos y es fiel a la palabra dada” (Benedicto XVI, Mensaje para la L Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 2013), y alcanza siempre a aquellos que se dejan encontrar.
Juana Bigard y su madre, Estefanía
El “ayúdanos” que Pablo escuchó del macedonio (cf. Hch 16,9-10) viene a ser un símbolo de cómo el mundo, muchas veces de manera inconsciente, ansía que alguien le lleve una respuesta a sus necesidades y, sobre todo, al más profundo de sus anhelos: poder vivir conforme a la dignidad de hijos de Dios. Millones de personas esperan el Evangelio, y la Iglesia debe “dar el salto” para ofrecérselo, por medio de palabras y de gestos de caridad concreta que lo hagan visible. “Doquier nos apremia la urgente necesidad de procurar la salvación de las almas en la mejor forma posible; doquier surge la llamada «ayúdanos», que llega a nuestros oídos”, escribía el beato Juan XXIII en su encíclica misionera Princeps Pastorum (n. 3). Y también el decreto Ad gentes señalaba que hay que facilitar el que “todos y cada uno de los fieles conozcan plenamente la situación actual de la Iglesia en el mundo y escuchen la voz de las multitudes que claman: «Ayúdanos»” (n. 36).
La Obra de San Pedro Apóstol nació ante las necesidades de ayuda para el clero indígena planteadas por el obispo francés de Nagasaki, Mons. Jules-Alphonse Cousin, de la Sociedad de Misiones Extranjeras. Él se encontró en su diócesis de Japón con cristianos que, por miedo a las persecuciones, evitaban los auxilios espirituales de los misioneros extranjeros, pero que podían ser fácilmente atendidos por sacerdotes del país. Juana Bigard y su madre, Estefanía, en contacto epistolar con el obispo, se movilizaron poniendo en marcha en 1889 esta Obra de apoyo a las vocaciones nativas. Ellas, como Pablo, respondieron con generosidad y presteza al grito “¡ayúdanos!” que seguía resonando en el corazón de los evangelizadores, como sucede permanentemente en la historia personal y silenciosa de cada uno de los misioneros y misioneras que, dejándolo todo, pasa a la otra orilla.
Como señaló Juan Pablo II, Juana y Estefanía “comprendieron la llamada de Dios para consagrar sus recursos, sus energías y toda su vida a la promoción del Evangelio por medio de la formación de los sacerdotes, así como de hombres y mujeres consagrados, y supieron forjar con entusiasmo y tenacidad un instrumento apto para la realización de este noble propósito”.
En particular, Juana Bigard, que se había ofrecido a la voluntad de Dios, conoció, andando el tiempo, el misterio de la cruz que había presentido: “Sufriré mucho –escribía en 1903–, pero si a este precio la pequeña semilla de mostaza debe germinar y crecer, yo sería culpable si lo rechazara”. “Desde luego –añade Juan Pablo II–, su generoso sacrificio ha sido fecundo. La Obra de San Pedro Apóstol le debe mucho, pues ella pudo desempeñar su papel y favorecer realmente el crecimiento del número de las vocaciones en las Iglesias jóvenes”.
“Vocaciones nativas, señal de esperanza”
Este es el lema que la Dirección Nacional de Obras Misionales Pontificias propone a la Iglesia en España para vivir esta Jornada en el último domingo de abril, como establece la Conferencia Episcopal Española. El lema se inspira en el Mensaje de Benedicto XVI para la L Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que gira en torno al tema “Las vocaciones, signo de la esperanza fundada sobre la fe”. La celebración, por tanto, está en continuidad con la oración perseverante por las vocaciones vivida el domingo anterior. A su vez, la contemplación de tantas vocaciones en los territorios de misión es argumento para fortalecer la esperanza de que Dios continúa llamando en los lugares más insospechados. Desde esta visión, se ha de vencer la tentación del desaliento, para dar paso a la oración de gratitud.
Asomarse a los territorios de misión y contemplar la floración de estas vocaciones es, sí, un motivo de agradecimiento y esperanza. Dios sigue suscitando vocaciones en su Pueblo. Importa menos que estas broten de un sitio o de otro; lo que realmente vale es que Dios no ha abandonado a su Iglesia y mantiene las promesas de su alianza.
En efecto, en estos ámbitos geográficos donde es más visible que “la misión está aún en sus comienzos”, hay muchas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Este hecho se transforma en “señal de esperanza”. En la Biblia se recurre muchas veces al uso de una “señal”. Así, el ángel da a los pastores la señal para descubrir al Mesías, al Salvador, al Señor (cf. Lc 2,10); los fariseos piden a Jesús una señal que justifique la razón de sus milagros (cf. Mt 12,38ss); Tomás pone como condición para creer en el Resucitado ver la señal de los clavos (cf. Jn 20,25); Pablo certifica su comunión con la Iglesia al comprobar que Pedro, Juan y Santiago “nos dieron la mano en señal de comunión a Bernabé y a mí” (Gál 2,9); y, finalmente, el Apocalipsis presenta a la “mujer vestida del sol” como una señal del triunfo final (Ap 12,1). Ciertamente, la verificación de tantas vocaciones es una señal, como la que vieron los Magos o los pastores. Es preciso seguirla para encontrarse con el Señor.
Vocaciones necesitadas de ayuda
El proceso de discernimiento y formación de estas posibles vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada es largo y muy laborioso. Los obispos han de contar con personas preparadas y capacitadas para el acompañamiento de estos jóvenes. Sin duda, este es el principal reto de una Iglesia particular: tener los recursos humanos necesarios para la formación de quienes más tarde han de ser los principales colaboradores del pastor de la diócesis. Es verdad que algunos de ellos tienen la posibilidad de vivir esta formación en otros países con mayores recursos espirituales y académicos, pero en su mayoría han de permanecer en el país de origen, y es bueno que su formación se fragüe en estos ámbitos donde van a trabajar.
A esta escasez de medios humanos se suma la carencia de recursos económicos para el sostenimiento de estos jóvenes y el mantenimiento de los edificios donde reciben la formación. Juan Pablo II, en la carta que escribió con motivo del primer centenario de esta Obra Pontificia, decía: “El crecimiento del clero autóctono podría detenerse a causa de la insuficiencia de los recursos disponibles. Según el testimonio de numerosos obispos de los países de misión, más de una diócesis hoy día correría el peligro de ver reducida su esperanza de contar con un clero autóctono, si no gozara de la ayuda aportada por la Obra de San Pedro Apóstol. No cerremos nuestro corazón: ¡lo que hemos recibido de su bondad, démoslo también nosotros con alegría!”.
En nombre de tantas vocaciones que, con nuestra ayuda, pueden culminar sus procesos de formación y discernimiento vocacional, Obras Misionales Pontificias quiere hacer llegar su gratitud a los miles de cristianos anónimos que aportan su donativos para estos seminarios y noviciados. Uno de los medios que proponemos, a modo orientativo, son las “Becas” que una persona física o jurídica puede pagar para ayudar a estos seminaristas o novicios. Sirva como indicador del fruto de estas limosnas el testimonio de quien ahora es vicario general de la Archidiócesis de Lagos (Nigeria), Mons. Bernard Ayo Okodua: “Si no hubiera existido la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, no habría sido sacerdote. Gracias a ella, el seminario pudo financiar mis estudios”.
Publicado por Agenciasic.com


jueves, 25 de abril de 2013

Carta de una religiosa a un Seminarista

 Bilbao, 14 de abril 2013

Querido hermano seminarista, que luz tan bella se proyecta en el futuro al pensar en tu sí sostenido ¿Qué luz es ésta?: La luz de la Esperanza y del Amor iluminando la Historia Humana y disipando cualquier sinsentido de este andar -más de una vez fatigoso de hombres y mujeres-. Porque al topar con tantos hambrientos, con tantos enfermos, con tantos sumidos en una oscura soledad, -quizá al encontrarme con mi propia hambre, mi propia enfermedad y soledad-, surge tu historia en medio de las nuestras para confirmar la Promesa cumplida del Buen Pastor, Jesucristo: “ Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.» (Mt. 28, 20b).

Porque con tu entrega a este Proyecto Divino de hacer presente la Acción Salvadora del Señor Jesucristo, no sólo renunciando a mil planes posibles sino sobre todo entregándote para ser con el Maestro Pan Partido y Compartido: ¡Cuántas almas saciarás con el Pan de Vida! ¡Cuántos  corazones destrozados por el pecado y la culpabilidad sanarás! Llegará el día en que nos congregaremos en torno tuyo para ser Familia, y en la Iglesia con la ayuda de tu ejemplo encontraremos la manera de vivir la fraternidad, y el compartir será nuestro distintivo porque lo aprendimos en la Palabra que nos predicaste y practicaste, por la Acción del Espíritu Santo.  Y por este mismo Espíritu: a cuántos podrás ayudar a encontrar su Misión en la Vida como tú la encontraste y te esfuerzas día a día por vivirla en Fidelidad y Humildad, sabiendo que siervos somos todos y que en el Cuerpo Místico de Cristo no hay miembro insignificante.

Por eso hoy doy gracias a Dios Padre por dirigirte su Llamada, por tu existencia entregada desde un acto de tu libertad que nunca podrá ser más auténtico que cuando esté purificado de todo egoísmo, de toda búsqueda de protagonismo o posicionamiento social.

Como religiosa y como muchas otras personas ya lo hacen, ofrezco mi vida consagrada como humilde ofrenda en favor tuyo, para que siempre encuentres como motivo de tu Perseverancia y Fidelidad a esta Llamada que te apremia: el Amor a Dios y a los Hermanos, y un vehemente deseo de construir el Reino de Dios fruto de la Gracia que con tu ministerio Dios hará posible. Unidos en Cristo Jesús Eucaristía.
Sor Olivia Quiroga Barranco
Esclava de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios.


miércoles, 24 de abril de 2013

Seminaristas, primeros e inmediatos apóstoles de la vocación en medio de otros jóvenes


Por Luis Alva

No existe en la Iglesia mejor herramienta para entusiasmar y motivar a los jóvenes por el sacerdocio o a la vida consagrada, que la  vida ejemplar de sacerdotes, religiosas y religiosos, y seminaristas. En el caso de los sacerdotes, Juan Pablo II, decia: “la vida misma de los presbíteros, su entrega incondicional a  la grey de Dios, su testimonio de servicio amoroso al Señor y a su Iglesia, su concordia fraterna y su celo por la evangelización del mundo, son el factor primero y más persuasivo de fecundidad vocacional” (P.D.V 41). De hecho, los sacerdotes son, en muchas ocasiones, testimonios de entrega a la Iglesia, capaces de una gozosa generosidad, de humilde adaptación a las distintas situaciones en las que trabajan. Su ejemplo suscita el deseo de grandes compromisos en la Iglesia y la voluntad de ofrecer la propia vida al Señor y a los hermanos (1). En modo particular, ejerce una fuerte atracción en los jóvenes el compromiso de los sacerdotes hacia las personas hambrientas de Dios, de los valores religiosos y en condiciones de gran pobreza espiritual (2).

De esto que se dice del sacerdote, por analogía, se puede decir también de los que están en camino del sacerdocio. De los seminaristas.

Es cierto que la pastoral vocacional es tarea de todos (Cf. OT 2), pero recae principalmente en algunos por la propia forma de vida, como son los sacerdotes, religiosas y religiosos y los seminaristas. A los seminaristas hay que recordarles una consolidada verdad pastoral: «Nadie es más adecuado que los jóvenes para evangelizar a los jóvenes. Los jóvenes estudiantes que se preparan al presbiterado, los jóvenes y las jóvenes en vía de formación religiosa y misionera, a título personal y como comunidad son los primeros e inmediatos apóstoles de la vocación en medio de otros jóvenes»(3).

Los seminarista dentro del seminario y fuera de él, están llamados a realizar siempre una atenta y responsable pastoral vocacional. El solo hecho de que  los vean alegres, convencidos de lo que hacen y dicen, concentrados en las exigencias de su proceso formativo, coherentes con la propia opción vocacional, cercanos y amables hacia con los demás,   y sin añorar las cosas "del mundo", anima y entusiasma a los jóvenes por el sacerdocio o la vida consagrada; también sucede, y no puedo dejar de no mencionarlo, que algunos seminaristas se convierten en "impedimento vocacional", sus vidas en lugar de motivar y animar a los jóvenes, escandalizan. Varios con la "incoherencia vocacional" o "la doble vida", y muchos con comentarios imprudentes sobre la vida del seminario; de su propia madre, la Iglesia; de los consejos evangélicos, sobre todo del celibato; destruyendo así el esfuerzo de tantas familias, sacerdotes, religiosas y religiosos que han dedicado su tiempo en motivar a los jóvenes para que vivan la experiencia del seminario como un discernimiento y un ambiente apropiado para escuchar el llamado de Dios. Esta "incoherencia" no sólo no motiva a que los jóvenes se entusiasmen por el sacerdocio, sino que, muchas veces desanima a los que ya se encuentran discerniendo su vocación en el seminario. 

Por otra parte, el seminarista tiene muchas posibilidades para motivar la pastoral vocacional. Desde la formación del grupo vocacional que en muchos seminarios se realiza; su presencia en la comisión parroquial de pastoral vocacional; y su participación en la Pastoral vocacional diocesana. La presencia del seminarista en la Pastoral vocacional es requerida y conveniente. En este sentido ningún seminarista esta dispensado del trabajo de pastoral vocacional. Todo su quehacer del seminarista se convierte en pastoral vocacional. En este año que estamos celebrando el "Año de la fe" es una invitación directa para re-evangelizar a los jóvenes. Recuerda estimado seminarista que todos somos responsables de la pastoral vocacional, y si tendríamos que indicar a los responsables más cercanos, serían ustedes.




[1] Congregaciones para las Iglesias Orientales, para los Religiosos y los Institutos Seculares, para la Evangelización de los Pueblos, para la Educación Católica (a cura de), Desarrollos del cuidado pastoral de las vocaciones en las Iglesias particulares: experiencias del pasado y programas para el futuro. Documento conclusivo del II Congreso internacional de los obispos y otros responsables de las vocaciones eclesiásticas - Roma, 10-16 de mayo de 1981 (2 de mayo de 1982), n. 41. Original en italiano, la traducción del texto al español pertenece a la redacción.
[2] «El servicio de amor es el sentido fundamental de toda vocación, que encuentra una realización específica en la vocación del sacerdote», (Pastores dabo vobis, n. 40: AAS 84 [1992] 725).
[3] «Vuestro entusiasmo, vuestra comunión, vuestra vida de oración y vuestro generoso ministerio, son indispensables. Puede suceder que sintáis cansancio o miedo ante las nuevas exigencias y las nuevas dificultades, pero debemos confiar en que el Señor nos dará la fuerza necesaria para realizar lo que nos pide. Él – oramos y estamos seguros – no dejará que falten las vocaciones, si las imploramos con la oración y a la vez nos preocupamos de buscarlas, conservarlas con una pastoral juvenil y vocacional llena de ardor e inventiva, capaz de mostrar la belleza del ministerio sacerdotal», (Benedicto XVIDiscurso con ocasión del Encuentro con los Sacerdotes, los Diáconos, los Religiosos, las Religiosas, los Superiores y los Alumnos, Catedral de San Rufino-Asís, 17 de junio de 2007, en Insegnamenti III-1 [2007] 1138).


martes, 23 de abril de 2013

Para formar sacerdotes identificados con Cristo


Mons. Celso Morga Iruzubieta.
 Secretario de la Congregación para el Clero

     
En la famosa película La lista de Schindler (“Schindler´s List”), dirigida en 1993 por Steven Spielbergy que versa sobre las terribles deportaciones de judíos polacos a los campos de concentración, el protagonista histórico, el señor Oskar Schindler (al que en la película interpreta Liam Neeson), es un empresario de origen alemán y miembro del partido nazi, que acababa de llegar a Cracovia. Aprovechando la situación de Polonia –recientemente invadida por el ejército nazi− crea una fábrica de artículos de cocina, y llega a un acuerdo con el director de un campo de trabajos forzados para usar mano de obra judía, proveniente del guetto de Cracovia; era la opción de trabajo más económica. Pero de este modo pudo salvar a muchas personas de una muerte casi segura. Schindler, para llevar adelante su proyecto, contrata a un competente contable judío, al cual dice el protagonista en la película: «Como decía mi padre, a una cierta edad, para andar bien en la vida tenemos necesidad de tres personas: un buen médico, un sacerdote misericordioso y un contable competente».
      No sé si siempre es necesario un contable competente, por ejemplo cuando no se posee ni siquiera un mediano patrimonio; pero sí que para todos, sobre todo cuando se entra en años, resulta conveniente un buen médico y, sobre todo, un sacerdote misericordioso que entienda de humanidad y de gracia divina. Un sacerdote que, como Jesús y en su nombre, perdone nuestros pecados, rece por nosotros, ofrezca por nosotros el Sacrificio del altar, nos dé la Comunión y, en definitiva, nos ofrezca, con generosidad el alimento de la Eucaristía y de la Palabra de Dios. Un sacerdote que, como el Señor Jesús, consuele en los momentos difíciles, anime para seguir caminando como cristianos, con confianza y esperanza, por el camino de la vida y esté al lado en los momentos decisivos del paso a la vida eterna. En este sentido, el santo Cura de Ars decía que la mayor bendición para una parroquia era tener un sacerdote conforme al Corazón de Cristo.
      Estos son los sacerdotes. Pero estos cristianos que acogen con generosidad la vocación sacerdotal, en total y definitivo servicio a sus hermanos, no se improvisan. El primer y principal medio que la Iglesia tiene a su disposición es el indicado por Cristo en el Evangelio: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 37-38). Pero además, después, la Iglesia debe preparar y acompañar cada vocación al ministerio sacerdotal que el Señor quiera concederle. El Concilio de Trento instituyó los seminarios como lugares privilegiados de formación sacerdotal. Y no sólo es importante la formación inicial, sino también la formación permanente del presbítero, porque el ministerio sacerdotal es como una carrera de fondo que dura hasta el final y requiere fidelidad. No existe el sacerdocio “ad tempus”.
      El primer y principal responsable de su formación es el propio sacerdote. A cada sacerdote incumbe el deber de ser fiel al don de Dios y al dinamismo de conversión cotidiana que exige ese don. El fundamento de la formación permanente del presbítero es su vida espiritual, su camino de santidad específico a través de la vivencia de la caridad pastoral. La nueva edición del Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, que la Congregación para el Clero acaba de publicar, dedica los capítulos segundo y tercero a estas dos dimensiones fundamentales del ministerio y la vida de los sacerdotes: la formación permanente y el camino específico de santidad cristiana del sacerdote ordenado. El primer capítulo –el más importante− está dedicado a la identidad del presbítero. El servicio pastoral del presbítero ordenado no se improvisa, pero tampoco es fruto de técnicas de formación o de un plan de vida espiritual que le permita crecer interiormente, sino de la identificación ontológico-sacramental con Cristo, Buen Pastor, esculpida en él por el sacramento del orden.
Mons. Celso Morga Iruzubieta. Secretario de la Congregación para el Clero
Publicado por ALMUDI.ORG


lunes, 22 de abril de 2013

No dejes de rezar por mí, que yo no he dejado de rezar por ti!


Por Luis Alva

Ayer celebramos el 50 Día Mundial de Oración por las Vocaciones,  y por tal motivo, he recibido algunos mensajes que son resumidos en las siguientes frases: Rezo cada día por tu vocación; rezo a la Virgen por tu fidelidad; el rosario cada día por tu vocación; no he dejado de rezar por tu vocación; rezo para que seas un sacerdote santito, etc. Y al final de los mensajes (que también resumo en una frase): no dejes de rezar por mí, que yo no he dejado de rezar por ti! Esta mañana he reflexionado en mi oración de "petición" por los demás. Recuerdo que en el primer año de  seminario, para no olvidarme de rezar por aquellas personas que me lo pidieron y que yo libremente acepté, realicé una lista con los nombres de tales  personas, lista que llevaba siempre en mi breviario, eran 25 aproximadamente, entre ellos Papá y Mamá, hermanos y primos, mi abuela, dos tías, 7 vecinas, mi cuñada, el amigo íntimo de mi papa, y 4 señoras de mi parroquia. Además de estas personas, añadí los nombres de las personas a las cuales yo ofrecí rezar por ellos, eran más o menos 15. A esta lista (por pedido del formador de rezar uno por los otros) añadí los  25 nombres de los seminaristas con quienes convivía el primer año. Recuerdo que después de la oración de cada mañana leía rápidamente los nombres y dedicaba un Padre nuestro y  un ave María por todas estas personas.

Han pasado 12 años y sigo aceptando pedidos de oración, y sigo “ofreciendo” mi oración a varias personas. No tengo ya una lista, y si la tuviera creo que sería muy larga e imposible de cargarla en el breviario.   Ante esto me surge una pregunta ¿Realmente rezo por todas aquellas personas? Soy sincero al responder que no. No existe otra palabra que la de irresponsabilidad ante los compromisos asumidos e infidelidad a la palabra dada. Ciertamente, uno no puede negar una oración como quien se niega una misa porque ya tengo varias que celebrar durante el día, pero tampoco se puede estar aceptando “deliberadamente”.  Tampoco es justo, que al estilo de la “absolución general”, se realice, “una oración general” por todos. Me dirás que tampoco se podría rezar por cada una de las personas, dado que serían muchas. No puedo negar que existen personas que realmente rezan por cada una, la piensan, saben su situación y sus necesidades, hacen realmente de esa persona, una verdadera oración.

Por esto creo conveniente, volver a la lista y cargarla en el breviario, aunque sea larga y llena de nombres (ya algunos desconocidos), así nuestra oración no se dispersa, y esto nos obliga a rezar por todos y por cada uno de ellos.

Esto es una invitación también para mis hermanos seminaristas. Cuando se está en el camino de formación, se entra en contacto con muchas personas, sobre todo gente necesitada de oración. Las personas piensan y muchos no se equivocan, que los seminaristas y los sacerdotes son hombres de oración y que dedicamos largo tiempo para ello. Y es por ello que ven al seminarista como un hombre de oración, y por esto tales peticiones. 


jueves, 18 de abril de 2013

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones: !Confío en ti¡


+ Ginés García Beltrán
Obispo de Guadix

El cuarto domingo de la Pascua es conocido también como domingo del Buen Pastor en referencia al evangelio que se proclama este día, y en el que Cristo se presenta a sí mismo como Buen Pastor. Desde hace cincuenta años, por voluntad del Papa Pablo VI, y en plena celebración del concilio Vaticano II, es también la Jornada Mundial de Oración por la Vocaciones. 
 Es verdad que orar por la vocaciones hemos de hacerlo cada día, y así os sigo animando a hacerlo. Sin embargo, esta Jornada tiene un carácter especial. En la alegría de la resurrección del Señor, contemplándolo como Pastor de nuestras almas, le pedimos que siga realizando su obra al elegir a hombres y mujeres, tomados entre los hombres, para servirlo de un modo radical en el sacerdocio ministerial o en la vida de especial consagración. 
 Pedir por las vocaciones es pedir por los frutos de una Iglesia viva que se manifiesta en la rica variedad de los carismas y servicios en la comunidad, como respuesta a la voluntad de Dios que llama a los hombres a los diversos estados de la vida cristiana. El mismo Papa Pablo VI, lo expresaba así: «El problema del número suficiente de sacerdotes afecta de cerca a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana, sino también porque este problema es el índice justo e inexorable de la vitalidad de fe y amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y testimonio de la salud moral de las familias cristianas. Donde son numerosas las vocaciones al estado eclesiástico y religioso, se vive generosamente de acuerdo con el Evangelio» (Pablo VI, Radiomensaje, 11 abril 1964). El número de las vocaciones y la santidad de las mismas es signo indiscutible de la vitalidad de una iglesia. 
 El lema de la Jornada de este año, que tiene sabor a plegaria, es el secreto de toda vocación: ¡Confío en ti!. Nadie deja lo que es suyo, lo que le pertenece, sino es por una realidad mayor; es más, sólo salimos de nosotros mismos cuando hay una actitud de confianza. Esto es la fe: la salida de uno mismo como respuesta confiada a una invitación al diálogo, que toma la existencia del hombre transformándola. Dios llama y el hombre responde, y lo hace porque se fía. Por eso, la falta de respuesta a la llamada de Dios expresa una falta de confianza, una falta de fe. 
 Este año estamos convocados a renovar nuestra fe. La profesión de los labios tiene que brotar de la actitud del corazón, para ello es siempre necesaria la conversión. Hemos de redescubrir el gozo de creer, sólo así podremos transmitir la fe en toda su belleza. Además, de esta actitud de fe renovada han de brotar respuestas generosas a la llamada del Señor. Un creyente que muestra en su vida el gozo de creer es el mejor medio para que otros vengan y vean. 
 Al hablar de las vocaciones, no podemos olvidar la importancia que tiene un ambiente propicio para que estas crezcan y se desarrollen. De un ambiente superficial e intrascendente, difícilmente brotarán las vocaciones que necesita la Iglesia. Cuando miramos el ambiente en que, generalmente, se mueven los jóvenes, es fácil comprender que no nazcan vocaciones consagradas, no pueden nacer. Por eso, es necesario crear ambiente para que los jóvenes puedan escuchar la voz de Dios; hemos de ser capaces de poner a los jóvenes en contacto con el Señor, para que descubran el gusto por la intimidad con él. El Jesús amigo, el Jesús cercano, el Jesús Esposo creará el ámbito de la intimidad, e irá colmando el corazón para decirle: Sí; porque me fío de ti, porque sin ti la vida no es vida. Los jóvenes tienen derecho a descubrir que la felicidad está en hacer la voluntad de Dios. 
 Esta es tarea de toda la comunidad cristiana, pero de un modo especial, de nosotros sacerdotes y consagrados. Nuestra vida es el mejor testimonio para los jóvenes. Hemos de mostrar la alegría por lo que somos, decirles que somos felices y que merece la pena vivir la vocación, de lo contrario, ¿cómo querrán elegir este estado de vida?. Nadie da la vida por lo que no merece la pena. 
Quiero terminar expresando mi firme confianza en que el Señor nos va a bendecir con numerosas y santas vocaciones para el servicio de Iglesia, y lo hago con una invitación a los jóvenes, que recojo del Mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de esta Jornada: “Queridos jóvenes, no tengáis miedo de seguirlo y de recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del compromiso generoso. Así seréis felices de servir, seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno, aprenderéis a «dar razón de vuestra esperanza» (1 P 3,15)”. 
 Con mi afecto y bendición
+ Ginés García Beltrán
Obispo de Guadix


miércoles, 10 de abril de 2013

El gran sueño de un seminarista!



Por Luis Alva

Cuentan las Memorias Biográficas que cuando en noviembre de 1831 Juan Bosco, muchacho de 16 años, se puso en camino hacia Chieri para iniciar allí sus estudios de bachillerato, lo acompañó un amigo suyo de la misma edad: Juan Filippello. Mientras caminaban, Bosco contaba al compañero muchas cosas que había aprendido en la escuela, en la iglesia y en la vida, todo salpicado de oportunas reflexiones. Tras dos horas de andar, se sentaron a descansar un poco, y Bosco seguía contando. A un cierto punto, Filippello lo interrumpió: “¿Vas a estudiar y ya sabes tantas cosas? ¡Pronto llegarás a ser párroco!” Juan Bosco le respondió prontamente: “¿Párroco? No, querido Filippello, yo no seré párroco. Voy a estudiar porque quiero consagrar mi vida a los muchachos”.

El gran sueño de un seminarista es llegar a ser un buen sacerdote, y para muchos su sueño va más allá del sacerdocio, se refieren ya a la actividad pastoral del sacerdote. Muchos sueñan con ser un párroco bueno y trabajador, su gran anhelo  es “tener” algún día su “propia” parroquia y todo lo que ella implica, fieles, catequesis, jóvenes, niños, celebración de sacramentos, etc. Otros sueñan con ser grandes educadores, y su gran sueño es trabajar en la Universidad Católica, Institutos religiosos, u otros centros educativos anejos. Otros, sobre todo los de talante militar, les gustaría ser capellán de alguna institución militar o policial. Hay otros que les gustaría trabajar con los pobres, los presos, drogadictos, niños huérfanos, etc. Otros añoran ir a las comunidades más lejanas y necesitadas, algo así como misionero diocesano. Esto lo escucho de los propios seminaristas en algunas entrevistas con ellos, cuando les pregunto ¿cómo se ven como sacerdotes? Pero hasta ahora no he escuchado a un solo seminarista que me haya dicho, quiero ser sacerdote formador, o que su sueño sea trabajar en el seminario. Lo que si escuchado es a algunos sacerdotes jóvenes manifestar su no deseo de desempeñar su labor pastoral en el seminario; y es común escuchar  a los sacerdote ya no tan jóvenes: cualquier lugar menos el seminario! Ojalá no me manden al seminario! No soy digno de trabajar en el Seminario!

Ciertamente que ningún oficio de estos se oferta en la Iglesia, todos estos oficios responden mayormente a la necesidad y circunstancia de la diócesis, o responden a las propias cualidades del sacerdote. Sin embargo la tarea del sacerdote formador es una de las prioridades pastorales de la diócesis. Nada se debe dejar por hacer en las diócesis para poder dotar a los seminarios del personal dirigente y docente que necesitan.

 La tarea de formador exige varias cualidades esenciales que el sacerdote debe presentar. Y según el decreto Optatam totius (5): los superiores y los profesores de seminarios han de ser elegidos de entre los mejores». De esto surge una pregunta ¿Será posible ya desde el seminario motivar, encaminar y preparar a algunos para la tarea de formador? Las Directrices sobre la preparación de los formadores en los Seminarios (51) al referirse de la Formación de los formadores responde a esta cuestión: Cuidando de no anticipar, de modo inconveniente y antipedagógico, responsabilidades desproporcionadas, ya durante los años del seminario se pueden detectar las personas que se consideren especialmente dotadas para las tareas de formación, confiándoles algún primer encargo de animación y de servicio en la comunidad. Después de la ordenación, se les puede destinar a ministerios que por su misma naturaleza estimulen el desarrollo y la verificación de tales aptitudes. Finalmente, es posible comenzar a comprometerlos directamente con el equipo de formadores del seminario con encargos de colaboración, como el de asistente o vice-rector, acompañados y ayudados por colegas expertos y de más edad. Ese itinerario, unido a la asistencia asidua a congresos y cursos de espiritualidad, de pedagogía y de psicología que hoy ofrecen con cierta abundancia distintos centros académicos, pueden ir preparando a un sacerdote para ser rector o director espiritual, permitiendo al mismo tiempo al obispo calibrar su capacidad y madurez.

Estimado seminarista, quiero concluir este breve comentario animándote por esta hermosa tarea de "formador", nadie nace sacerdote ni mucho menos formador.  La tarea de formador "es un arte que supera a todas las demás", para esto se necesita entusiasmarse, dedicarse y animarse por este arte. Trabajo en un seminario desde que culminé la teología, ya llevo 2 años y me siento muy feliz en realizar esta labor.


Para reflexionar:


¿Hacen falta sacerdotes formadores en mi diócesis?


¿Qué actividad me gustaría realizar después de ser ordenado sacerdote, la de párroco, la de capellán, la de misionero, la de educador?


¿No me estará llamando Dios a la tarea de formador?








martes, 9 de abril de 2013

Formar y evaluar. Un reto para los formadores


Por Montserrat Aidé Montiel
Publicado por Almas.mex

La evaluación del candidato al sacerdocio dentro del proceso formativo en los diferentes niveles del seminario representa un gran reto para los responsables. La evaluación puede convertirse en una pauta de aprendizaje o generar clasificación y exclusión.

Según la RAE (2009)* evaluar significa “señalar el valor de algo”. Comúnmente esta evaluación tiene que ver con la asignación numérica. La forma más apegada a esta opción es la evaluación cuantitativa, que busca ser neutral, objetiva y que permite se puedan hacer predicciones. Por otro lado, la evaluación cualitativa tiene por objetivo conocer y describir.

En palabras de Álvarez (2001)**, la evaluación de los distintos aspectos que conforman a la persona, que puede generar exclusión, “no ofrece posibilidades de mejora y aprendizaje puesto que se hace al final de un periodo, agotando el tiempo y espacio requeridos para los procesos. Además, en este tipo de evaluación la persona permanece ajena, distante y sin oportunidad de participar en un proceso del cual también podría aprender. Tal vez la consecuencia más grave de este tipo de evaluación sea que los responsables de la formación hagan interpretaciones externas, basados más en los números que en el bienestar de la persona, y se tomen consideraciones que son vitales para el desarrollo de las personas.” Esto puede generar en el evaluado ansiedad, frustración, enojo y desconfianza.

Un efecto común al utilizar este tipo de evaluación es el uso de “etiquetas”. La etiqueta en sí misma pueden cumplir una función de economía mental, ya que engloba una serie de características en un solo término, las dificultades vienen cuando estas etiquetas se quedan adheridas a la persona, cómo si éstas tuvieran el poder de envolverla, convirtiéndose en la etiqueta.

Algunos de los signos de estar cayendo en la trampa de etiquetar son:
Se juzgan todas las acciones y actitudes en función de la etiqueta.
La etiqueta impide dialogar de temas diferentes que pueden ser importantes para la persona.
La exclusión empieza a ser frecuente, ya sea de actividades o de responsabilidades.
Se dificulta la apreciación o reconocimiento de habilidades, logros y competencias
Se compara a la persona con un estándar de apreciación personal.
Las relaciones son superficiales y desde el “deber ser”, no desde lo que se “es”

Por otro lado, el mismo autor propone “la evaluación con una «intención formativa», en donde el evaluado tiene una participación activa, hay oportunidad de externalizar sus razones, ideas, dudas y comentarios. Señala la “negociación” y la “transparencia” como elementos fundamentales para una evaluación de la que se pueda seguir aprendiendo, en beneficio del evaluado, dejando atrás acciones de sanción y exclusión. Se recomienda que esta evaluación sea parte del proceso formativo de manera continua, ya que sólo de este modo se puede orientar e intervenir en el momento en que la persona evaluada necesita de apoyo.”

Si consideramos que el proceso de aprendizaje en el Seminario no sólo tiene que ver con los aspectos académicos, pastorales y espirituales, sino también humanos, encontramos que la evaluación con intención formativa sólo puede tener lugar dentro de una relación interpersonal cercana, de confianza, libertad y reciprocidad, de persona a persona.



Discurso del Papa Francisco a los más de 30 mil jóvenes argentinos en la JMJ Río.

Río de Janeiro, 

Gracias, gracias por estar hoy aquí, por haber venido. Gracias a los que están adentro, y muchas gracias a los que están afuera, a los treinta mil, me dicen que hay afuera, desde acá los saludos! Están bajo la lluvia. Gracias por el gesto de acercarse, gracias por haber venido a la Jornada de la Juventud.
Yo le sugerí al doctor Gasbarri que es el que maneja, que organiza el viaje, si hubiera un lugarcito para encontrarme con ustedes, y al medio día tenía arreglado todo. Así es que también le quiero agradecer públicamente al Doctor Gasbarri, esto que ha logrado hoy.
Quisiera decir una cosa. ¿Qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud? ¡Espero lío! ¿Que acá dentro va a haber lío? ¡Va a haber! ¿Que acá en Río va a haber lío? ¡Va a haber! ¡Pero quiero lío en las diócesis! ¡Quiero que se salga afuera! ¡Quiero que la Iglesia salga a la calle! ¡Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos. Las parroquias, los colegios, las instituciones, ¡son para salir! Si no salen, se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG.
Que me perdonen los obispos y los curas, si alguno después les arma lío a ustedes, pero es el consejo… gracias por lo que puedan hacer. Miren, yo pienso que en este momento, esta civilización mundial se pasó de rosca, ¡se pasó de rosca! Porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos. Y por supuesto, porque uno podría pensar, que podría haber una especie de eutanasia escondida. Es decir, no se cuida a los ancianos, pero también está esta eutanasia cultural: ¡no se los deja hablar, no se los deja actuar! Y la exclusión de los jóvenes: El porcentaje que hay de jóvenes sin trabajo, sin empleo, ¡es muy alto! Y es una generación que no tiene la experiencia de la dignidad ganada por el trabajo. O sea, ¡Esta civilización nos ha llevado a excluir las dos puntas que son el futuro nuestro!
Entonces, los jóvenes tienen que salir, tienen que hacerse valer. Los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores, ¡A luchar por los valores! ¡Y los viejos abran la boca, los ancianos abran la boca y enséñennos, transmítannos la sabiduría de los pueblos! En el Pueblo Argentino, yo se los pido de corazón a los ancianos, no claudiquen de ser la reserva cultural de nuestro pueblo que transmite la justicia, que transmite la historia, que transmite los valores, que transmite la memoria de Pueblo. Y ustedes, por favor, ¡no se metan contra los viejos! ¡Déjenlos hablar, escúchenlos, y lléven adelante! Pero sepan, sepan que en este momento, ustedes, los jóvenes y los ancianos, están condenados al mismo destino: exclusión! ¡No se dejen excluir! ¿Está claro? Por eso creo que tienen que trabajar.
Y la fe en Jesucristo no es broma, es algo muy serio, es un escándalo. Que Dios haya venido a hacerse uno de nosotros, ¡es un escándalo! Y que haya muerto en la cruz, es un escándalo, el escándalo de la Cruz. La Cruz sigue siendo escándalo, pero ¡es el único camino seguro, el de la Cruz, el de Jesús, la encarnación de Jesús!
Por favor, ¡no licuen la fe en Jesucristo! Hay licuado de naranja, licuado de manzana, licuado de banana, pero por favor, ¡no tomen licuado de fe! ¡La fe es entera, no se licua! Es la fe en Jesús. Es la fe en el Hijo de Dios hecho hombre, que me amó y murió por mí.
Entonces, ¡Hágan lío! ¡Cuiden los extremos del pueblo que son los ancianos y los jóvenes! No se dejen excluir, y que no excluyan a los ancianos, segundo, y no licuen la fe en Jesucristo.
¡Las Bienaventuranzas! ¿Qué tenemos que hacer, padre? Mirá, leé las Bienaventuranzas que te van a venir bien, y si querés saber qué cosa práctica tenés que hacer, leé Mateo 25, que es el protocolo con el cual nos va juzgar, con esas dos cosas tienen el programa de acción: Las Bienaventuranzas y Mateo 25, no necesitan leer otra cosa. ¡Se los pido de corazón!
Bueno, les agradezco ya esta cercanía, me da pena que estén enjaulados, pero les digo una cosa. Yo por momentos siento, ¡qué feo estar enjaulado! ¡Se los confieso de corazón! Pero bueno… los comprendo! …Me hubiera gustado estar más cerca de ustedes, pero comprendo que por razón de orden, no se puede.
¡Gracias por acercarse, gracias por rezar por mí, se los pido de corazón, lo necesito! ¡Necesito de la oración de ustedes, necesito mucho! ¡Gracias por eso!
Y bueno, les voy a dar la bendición y después vamos a bendecir la imagen de la Virgen que va a recorrer toda la República y la Cruz de San Francisco, que van a recorrer misionariamente.
Pero no se olviden, ¡Hágan lío! ¡Cuiden los dos extremos de la vida, los dos extremos de la historia de los pueblos, que son los ancianos y los jóvenes! ¡Y no licuen la fe!
Y ahora vamos a rezar para bendecir la Imagen de la Virgen y darles después la bendición a ustedes.
Nos ponemos de pie para la bendición, pero antes le quiero agradecer lo que dijo Monseñor Arancedo, que de puro mal educado no se lo agradecí, así es que gracias por tus palabras…
En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo. 
Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. 
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, 
ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Señor tu dejaste en medio de nosotros a tu Madre para que nos acompañara. 
Que ella nos cuide, nos proteja en nuestro camino, en nuestro corazón, en nuestra fe. 
Que ella nos haga discípulos, como lo fue ella, y misioneros, como también lo fue ella. 
Que nos enseñe a salir a la calle, que nos enseñe a salir de nosotros mismos. 
Bendecimos esta Imagen Señor, que va a recorrer el País. 
Que ella, con su mansedumbre, con su paz, nos indique el camino.

Señor, vos sos un escándalo, el escándalo de la Cruz, 
una Cruz que es humildad, mansedumbre, una Cruz que nos habla de la cercanía de Dios. 
Bendecimos también esta Imagen de la Cruz que recorrerá el País.

¡Muchas gracias y nos vemos en estos días!
¡Que Dios los bendiga y recen por mí, no se olviden!
_______________________

Publicado por Zenit el 25 de julio.


sábado, 6 de abril de 2013

XIX Encuentro de sacerdotes, seminaristas y consiliarios: "Concilio Vaticano II y Acción católica. Balance y perspectivas"


Por Religión Digital

En la Casa de Oración de Santa María de  los Negrales (Madrid),  los días 2 y 3 de  Abril,  sacerdotes  y  seminaristas  de  distintas  diócesis  españolas,  junto  con  los presidentes de los Movimientos de Acción Católica, hemos participado en el Encuentro de Formación organizado anualmente por la Federación de los Movimientos de Acción Católica -presididos por el Obispo consiliario, Mons. Carlos Escribano-.  En  esta  ocasión,  el  tema    a  tratar  ha  sido  “Concilio  Vaticano  II  y  Acción Católica. Balance y perspectivas”. A la luz de la ponencia de Imanol Zubero -Sociólogo en la Universidad del País Vasco y militante cristiano-, hemos descubierto los cambios culturales  que  están  determinando  el momento  actual  que  podemos  denominar  como “modernidad líquida” (ambiente social regido por el individualismo con una importante carga de relativismo y ambigüedad) y que marcan retos e interpelaciones a la Iglesia si quiere  ser  evangelizadora  con  novedad. 

El  sujeto  humano,  en  este  contexto,  vive  una situación de extrañamiento en  la realidad, de desconexión con ella, de deculturación y, consecuentemente,  con  un  alejamiento  de  la  institución  religiosa,  de  la  vivencia comunitaria y organizada de  la  fe, en un cisma soterrado de desencuentro mutuo de  la ciudadanía  y  de  la  Iglesia.  Hemos  analizado,  desde  la  propia  experiencia  pastoral  y personal,  cómo  la  fe  y  su  transmisión,  en  este  sentido,  también  vive  su  debilidad  y queda  al  amparo  de  la  elección,  la    indiferencia  o  la  absolutización  de  alguna  forma parcial. Sin  embargo, notamos cómo  ese mismo hombre ansía y necesita caminar con horizonte y utopía (Abrahán), sanarse y reconstruirse (samaritano), vivir en profundidad y espiritualidad (Pentecostés) y sentirse querido y reconocido en comunidad humana y fraterna (Jerusalén).

La  reflexión  teológica  de    Santiago Madrigal  -eclesiólogo  en  la  Facultad  de Teología  de  Comillas-  nos  ha  adentrado  en  el  ser  y  hacer  de  la  Iglesia  a  la  luz  del Concilio Vaticano  II, atendiendo a ese eje  transversal e  identificador eclesial que es  la misión. A los cincuenta años del Concilio, y para ser fieles a él, nos reafirmamos en la necesidad de una nueva evangelización para el mundo de hoy, que sepa verter el tesoro de  siempre  en  las  vasijas  nuevas  de  esta  generación,  a  la  que  estamos  obligados  a posibilitar su encuentro con Jesucristo y su Evangelio. La Acción Católica, identificada con el Concilio,  tanto en su eclesiología de comunión como de misión, así como de  la relación  Iglesia-mundo propuesta por él, se alegra de haber servido en estos cincuenta años al avance de la evangelización del mundo y sus ambientes. En  fidelidad  a  este momento  cultural  y  a  la  Iglesia  que  quiere  ser  fiel  y  dejarse interpelar por el hoy, descubrimos llamadas y retos fundamentales para reencontrarnos y reinterpretarnos  en nuestro  ser  y hacer ministerial  en  la Acción Católica,  así  como  en todos  los  espacios  eclesiales  y  sociales  en  los  que  desarrollamos  nuestra  labor.

Aspiramos  y  soñamos  –animados  por  las  palabras  y  gestos  del  Papa  Francisco-   una iglesia verdaderamente samaritana, que arriesgue en gratuidad y libertad, se  haga cargo de la realidad encarnándose a favor de los últimos, ofrezca espacios y vida comunitaria, sea  corresponsable  y  se  fundamente  en  la  persona  de Cristo  y  sus  sentimientos.  Para  favorecer  la nueva evangelización y colaborar en esta  Iglesia  samaritana nos  sentimos llamados:

-  A cuidar en  todos nosotros  la espiritualidad ministerial, en comunión unos con otros,  así  como  en  la  praxis  del  acompañamiento,  para  compartir  vidas  y procesos con  todas las personas que nos vamos encontrando. Sentimos especial llamada a renovarnos en la gratuidad y caridad pastoral.

-  Queremos  aportar  y  promover  en  la  Acción  Católica  la  priorización  del Evangelio  y  la  entrega  sobre  la  organización,  y  a  buscar  procesos  de  acompañamiento  y  de  reflexión  que  nos  ayuden  a  buscar  caminos  nuevos  de evangelización,  profundización  en  las  riquezas  propias  de  la  pedagogía  de  la acción  y  de  la  fe,  así  como  de  la  Revisión  de Vida.  Buscaremos  también  la propia autocrítica en orden a ser más creativos y audaces en la misión eclesial.

-  En  la  Iglesia  deseamos  aportar  optimismo  y  modos  de  hacer  creativos  y  compartidos,  que  generen  esperanza  para  el momento  cultural  e  histórico  que estamos  viviendo.  El  cuidado  de  los  procesos  en  los  espacios  eclesiales,  y  la búsqueda de la inserción de los laicos en la sociedad para gestionar la autonomía de lo secular lo consideramos urgente, así como la preocupación por los que más sufren en nuestra sociedad y en el mundo.

Todas  nuestras  reflexiones  y  aspiraciones  las  ponemos  en manos  de Dios  Padre, desde  el  agradecimiento  profundo  a  todo  lo  que  nos  está  concediendo  personal  y pastoralmente el acompañamiento; nos sentimos agraciados por haber sido educados en la mirada evangélica, sentir gozosos la corresponsabilidad, y disfrutar de la encarnación y  de  los  signos  del  reino  que  a  diario  pasan  por  nuestras  vidas,  gracias  a  la Acción Católica.


viernes, 5 de abril de 2013

Francisco, un Papa con estilo de Jesucristo!


Por P. Eduardo Redondo
Sacerdote Operario Diocesano

Seguramente, para muchos de nosotros, esta Semana Santa debe haber tenido un sabor especial. Además de ser la Semana Mayor. El corazón no estaba dividido aunque estaba en dos lugares, ya que antes o después de cada celebración con la comunidad intentaba escuchar o mirar, aunque sea de reojo, en la radio o en la televisión, que había hecho o dicho el Papa Francisco. Me llamo la atención la homilía de la misa crismal donde, entre otras cosas nos decía a nosotros los sacerdotes:
El que no sale de sí, en vez de mediador se va convirtiendo, poco a poco, en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor “ya tienen su paga”, medran a costa de las partes y así como no “ponen el propio pellejo ni el corazón” tampoco reciben un agradecimiento de corazón. De aquí proviene precisamente esa insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en coleccionistas de antigüedades o de novedades en vez de ser pastores con olor a oveja y pescadores de hombres…”
El Jueves Santo les lavo los pies a muchachos y muchachas menores de edad presos, y algunas frases me fueron quedando para rumiar durante este tiempo de pascua: “busquen el dialogo”; “únanse”, “llegar a las periferias existenciales”; “no centrarnos en los trapos litúrgicos para llegar a ver la belleza y profundidad de la misma”; “Ser pastores con olor a oveja”; “No tenerle miedo a Dios, el no condena, ama y perdona” y tantas otras que a cada uno seguro nos tocaron el corazón.
La alegría es grande y no hay porque dejar de celebrarlo: La muerte fue vencida y la Vida triunfó!!! Jesús resucito!!! Se quedó con nosotros!!! Nada más importante y existencial; El Hombre nuevo se hace realidad. Y la alegría también es sobria, ya que tenemos Papa y el mismo es “Francisco”.
Alterno con algunos comentarios jocosos encima de este tema. Pero cuidado, no lo hago con espíritu chauvinista, ya que estoy convencido que lo importante no es que Francisco haya nacido en Argentina; eso es un accidente colateral, sino que el hecho significativo es tener un Papa hispano y latinoamericano, que podrá tener una mirada del mundo, de la realidad y de la historia desde otro lugar, desde los perdedores; al menos es lo que deseo, y esto no es poca cosa.
¡Ahora si, después del paréntesis: Cómo se divierten con los argentinos en el mundo entero! Sus razones deben tener, tenemos nuestras debilidades y todos nos conocemos.
Algunos diarios del mundo publicaron en su tapa: “La otra mano de Dios”, otros se preguntan cómo siendo porteño y argentino Francisco no se puso por nombre “Jesús II".
Sin embargo, y aunque parezca un chiste contra los argentinos, lo que les comento ahora es un hecho real que me ocurrió hace un día apenas cuando un sacerdote Dehoniano de Brasil, que conocí en el aeropuerto, regresando a Madrid para viajar a Argentina, me contaba que una mujer le preguntó porque eran tan distintos los estilos de Francisco y Benedicto XVI y el, no supo que responderle hasta que sin pensarlo casi, le salió:
“Sabes lo que ocurre, Benedicto es muy bueno y su estilo es el de un teólogo; Francisco también es muy bueno,…, pero su estilo, “es el de Jesús”.
Sin faltarle el respeto ni quitarle los méritos ni el valor a la obra de Benedicto XVI, simplemente me pareció su respuesta, por lo espontanea, verdaderamente magistral. Punto y aparte.
Por un lado, no se puede negar, nos llena de esperanza la elección de Francisco para la Iglesia y el mundo.
Además de sus primeros gestos, su nombre no deja de indicarnos un camino, un proyecto, un estilo de Iglesia, pobre, sobria, que vive en el encuentro personal con el otro la experiencia de Jesús. No olvidemos tampoco que San Francisco fue un laico toda su vida y solo al final lo ordenaron diacono, como exigencia por su predicación, este no es un dato menor.
También no dejan de sorprender el estilo, sobrio, campechano y cercano del Papa, sus formas, gestos, palabras y actitudes que hasta ahora vamos viendo. Lo llamativo es que actitudes y valores humanos ordinarios, que recibimos de nuestras familia, casi todos somos hijos de tanos y gallegos que se deslomaron trabajando y dejaron el cuero para que tengamos un futuro lo más digno posible, se vuelven extraordinarios en la “cima” de la Iglesia. Estas actitudes son caricias del Espíritu para el mundo entero.
Por otro lado, no podemos negar las dificultades y suciedades que vivimos en la Iglesia, de arriba hacia abajo: la curia romana, el Banco IOR, los curas pederastas, etc., y que nos llaman a vivir en una actitud permanente de conversión personal, pastoral e institucional que presupone la justicia.
De una forma u otra, por acción u omisión creo que a casi todos nos cabe el poncho. Todo este peso y podredumbre, seguramente, entre otros motivos, no habrá hecho soportar a Benedicto XVI sostener la barca de Pedro, y colocan ahora encima de Francisco demasiadas expectativas en cuestiones que son de fondo y en las cuales se le irán la vida y solo Tata Dios y la historia juzgara si hubieron algunos cambios realmente. ¡No creo que sea justo pedirle tanto!
El fondo del problema, dice el teólogo J. M Castillo, está en que la “lógica de la renovación” de la Iglesia no es la “lógica de la razón”, sino la “lógica del Evangelio”, que es paradójicamente la “lógica del caos”. El “desorden” que Jesús provocó con su conducta, con sus conflictos frente al Templo y los dirigentes religiosos de su tiempo. La conducta evangélica que se tradujo en el “miedo a la bondad” y el “miedo a la ternura” que el papa Francisco les dijo a los Jefes de Estado, en la misa de su nombramiento oficial, que tenían que superar. (Cf. en la web, Periodismo Digital del día 30-03-13)
Les comparto tres palabras de un artículo que publicó Ignacio González Faus en estos días, y las hago mías desarrollando dos palabras de cada una, pensando en los desafíos que tiene Francisco, pero remarcando sobre todo cuáles, a mi humilde juicio, deberían ser nuestras actitudes.
Subrayo: “Paciencia”, “Esperanza” y “Colaboración” y yo añadiría, “Tolerancia” y “espíritu de comunión”
“Paciencia” para asimilar este tiempo, saber que los cambios que “yo” creo urgentes pueden no serlo tanto, sabiendo que estamos en las manos de Dios y su Espíritu conduce la barca. Sus tiempos, casi siempre, no coinciden con los nuestros.
“Esperanza” para saber esperar, pero “sin exagerar en las expectativas” y acompañar en este tiempo nuevo la vida de la sociedad y a nuestras comunidades parroquiales, juveniles, seminarios, etc. Animándolos a vivir procesos desde la fe, que sin duda nos harán a todos más humanos y consecuentemente más parecidos al rostro de Dios. Muchos cristianos y no cristianos están, al menos, sorprendidos por los “gestos del Papa”. Es un comienzo.
“Colaboración”, ya que cada uno con nuestras actitudes, nuestras palabras y nuestros gestos concretos de cercanía, misericordia y compasión, teniendo “mano de hierro”, quiero decir con esto: firmeza en las convicciones del evangelio, pero con “guantes de seda”: por el cariño, la ternura y la compasión con que debemos vivirlo, somos corresponsables en acompañar este proyecto de forma prospectiva. Esa actitud, cuenta su hermana en una entrevista, que se destacaba en el Cardenal Bergoglio en sus años de formador.
Es muy importante que no nos olvidemos también, que hay muchos hermanos laicos, religiosos y sacerdotes que están como perdidos, desconcertados y algunos hasta desconformes con la alegría que en estos días estamos viviendo. Y no son pocos! Ellos también forman parte de esta barca.
En este sentido, nos invita el evangelio a cada uno a asumir la “tolerancia” y un “espíritu de comunión”, no vale aquí el ojo por ojo y diente por diente, o estar de un lado o del otro, aunque nuestro lado humano lo piense. Debemos incluir a todos en la causa de Jesús. Esto nos lo pide y exige el mismo evangelio.
En Nazaret, Jesús con su familia fue construyendo su identidad, amasando el pan de la ternura y el vigor, de María, de José y de toda su parentela, que con el agua del Espíritu le iban dando forma. Haciendo crecer la maza, amasando de nuevo cada vez que era preciso, comenzando una y otra vez y colocando la levadura justa, hasta que el mejor pan esté preparado para compartirlo con toda la humanidad.
El propio Nazareno se entregó como pan partido para el mundo. Nosotros también debemos hacerlo; y el único camino es pasar por la cruz.
Mamerto Menapace título uno de sus libros, “El Paso y la espera”.
Pascua, “Paso de la muerte a la vida”, de las “tinieblas a la luz”, de la “tristeza a la alegría”.
“Espera activa”, que nos obliga a descentrarnos, a abrir el corazón a todos, comenzando por las “periferias existenciales” que son muchas, con “mano de hierro y guante de seda”, ya que amar como nos amó Jesús es un compromiso y una decisión diaria que no pocas veces duele y nos lleva, por pasión y amor radical, a ofrecer la propia vida. 
Madrid, Domingo 31 de Marzo del 2013
Eduardo