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martes, 29 de enero de 2013

Encuentro de Seminaristas 2013 Provincia de Tlalnepantla - México


Por Seminarista David Guevara
Diócesis de Valle del Chalco - México

El encuentro Inter-seminario 2013 que cada año celebramos como Provincia de Tlalnepantla (Diócesis: Tlalnepantla, Texcoco, Valle del Chalco, Nezahualcoyotl, Cuautitlan, Ecatepec), se llevó a cabo en el Seminario Conciliar del Espíritu Santo de la diócesis de  Ecatepec. El encuentro de seminaristas dio inicio  en punto de las diez de la mañana con una cálida recepción  animada por los seminaristas  de la Diócesis organizadora.

Los seminarios participantes  fueron: el seminario de Tlalnepantla, Texcoco, Valle del Chalco, Nezahualcoyotl, Cuautitlan, Ecatepec, además de los Misioneros Servidores de la  palabra, Cristo Rey de vocaciones adultas, y los seminaristas operarios diocesanos.


Monseñor  Carlos Ruiz  y Alvarado impartió una conferencia a los seminaristas del encuentro titulada la  “formación del pastor”,  donde invitó a los seminaristas a “salir de nuestra sacristía para estar y entrar en contacto con el pueblo” y “transfigurarse el seminarista de hoy  con el buen pastor”. Al finalizar la amena  charla se dio paso a  compartir y profesar la fe en el momento de la santa eucaristía en manos del obispo actual de Ecatepec Monseñor  Oscar Rodríguez  Domínguez; culminada la  eucaristía. 




Luego llegó el momento de compartir los alimentos, y por la tarde el gran y extrañado torneo de las diferentes categorías, donde los Seminaristas de los misionero servidores de la palabra volvieron a ganarle la final a los seminaristas de  Texcoco en fútbol. El seminario de vocaciones adultas  gano el área de voleibol y el seminario de Cuautitlán el de  básquetbol  y así termino la convivencia  de la provincia de Tlalnepantla  alrededor delas 8 de la noche.



Sin duda que estos encuentro de seminaristas son muy fundamental en nuestra formación como futuro sacerdotes. Principalmente porque ayudan a estrechar lazos de amistad entre seminaristas de otras diócesis o comunidades, y se concilia el esfuerzo y la entrega de los propios seminaristas de la diócesis. Se compartió de todo, comida, juegos, oración, misa, amistad.Y que todo sea para mayor gloria y honra de Cristo Nuestro Señor!.





sábado, 26 de enero de 2013

Los Seminarios pasan de la Congregación para la Educación Católica a la Congregación para el Clero!


Por Luis Alva

VATICANO, 25 Ene. 13 / 12:57 pm (ACI/EWTN Noticias).- "Ministrorum institutio" es el título del Motu Proprio con que el Papa Benedicto XVI modificó la constitución apostólica "Pastor Bonus" para trasladar la competencia sobre los seminarios de la Congregación para la Educación Católica a la Congregación para el Clero.

En el documento dado a conocer hoy, el Santo Padre señala que "la formación de los ministros sagrados fue una de las preocupaciones principales de los Padres del Concilio Ecuménico Vaticano II, que escribieron ‘Conociendo muy bien el Santo Concilio que la anhelada renovación de toda la Iglesia depende en gran parte del ministerio de los sacerdotes, animado por el espíritu de Cristo, proclama la grandísima importancia de la formación sacerdotal’".

"En este contexto, el canon 232 del CIC reivindica para la Iglesia el ‘derecho propio y exclusivo’ de ocuparse de la formación de aquellos que están destinados a los ministerios sagrados, la cual suele tener lugar en los seminarios".
El texto recuerda además que el Concilio Vaticano II afirma que "los seminarios mayores son necesarios para la formación sacerdotal".

"Los seminarios pertenecen, de acuerdo con el Concilio Vaticano II y el Código de Derecho Canónico de 1983, al ámbito de la ‘formación de los clérigos’, que para ser verdadera y eficaz debe unir la formación permanente con la formación en el seminario".

Benedicto XVI recuerda luego lo escrito por el Beato Juan Pablo II en la exhortación apostólica Pastores Dabo Vobis de 1992: "es de mucha importancia darse cuenta y respetar la intrínseca relación que hay entre la formación que precede a la Ordenación y la que le sigue. En efecto, si hubiese una discontinuidad o incluso una deformación entre estas dos fases formativas, se seguirían inmediatamente consecuencias graves para la actividad pastoral y para la comunión fraterna entre los presbíteros, particularmente entre los de diferente edad".
El documento del actual Pontífice señala que es "oportuno asignar a la Congregación para el Clero la promoción y el gobierno de todo lo relacionado con la formación, la vida y el ministerio de los presbíteros y los diáconos; desde la pastoral vocacional y la selección de los candidatos a las órdenes sagradas, pasando por su formación humana , espiritual, doctrinal y pastoral en los seminarios y en los centros oportunos para los diáconos permanentes, hasta su formación permanente, incluidas las condiciones de vida y las modalidades del ejercicio del ministerio, así como su seguridad y asistencia social".


miércoles, 23 de enero de 2013

Sacerdocio y narcisismo! Deformación espiritual!

Por Luis Alva

Los sacerdotes, religiosos, o seminaristas narcisistas viven para el aplauso, viven para la admiración, viven para la aprobación, generalmente son personas que quieren ser el centro de la atención, y que no les importa el costo que hay que pagar, espiritual, doctrinal, comunitario. Y normalmente mucha gente los encuentra sacrificados, porque viven siempre para afuera, y el padre Amadeo Cenicini llama a esto "deformación espiritual" que es incompatible con el sacerdocio y la vida religiosa. Asimismo añade que cundo se detecta a una persona narcicista en el seminario debe ser encaminada por otro camino y no por la vida sacerdotal. Les presento a continuación un video donde  Alejandro Bermudes expone de la manera muy elocuente el tema del sacerdocio y el narcisismo.




lunes, 21 de enero de 2013

Cómo alcanzar lo que nos proponemos!

Por Luis Alva
 
Miguel Angel Cornejo y Francisco Yañez nos dan las llaves de como alcanzar los objetivos que nos trazamos en la vida. Cientos de tips y claves para alcanzar tus sueños. Conferencias -Superación personal y motivación.

¿Se puede lograr todo lo que nos proponemos?
Por supuesto que se puede lograr todo teniendo un programa de mejora diaria, con disciplina, explotando nuestras potencialidades y con la fiel convicción de que podemos ser triunfadores, aunado a la constancia y perseverancia. El mayor obstáculo para no lograrlo está en nosotros.
¿Cómo se aseguran los buenos resultados en sus labores diarias?
Midiendo los resultados obtenidos en cada acción realizada.
¿Qué les transmite a cada uno de receptores (empleados, alumnos, lectores, etc.)?

Los valores universales como esencia de los conocimientos. Investigamos y difundimos los conocimientos más avanzados ya probados en la práctica a nivel mundial. Nuestros egresados tienen el compromiso de convertirse en detonadores del cambio, como arquitectos sociales de un mundo mejor.
¿Cómo logra usted el engranaje perfecto?
En un grupo se exige comunicación. La única forma de crear ese espíritu de equipo es escuchar a nuestros colaboradores, inspirarles creatividad y participación, ser tolerante con los errores y, lo más importante, otorgar reconocimiento y responsabilidad al conjunto cuando se gana y cuando se pierde.
¿Cree que los obstáculos pueden influir en alcanzar las metas trazadas?
Los obstáculos ponen a prueba nuestros talentos si estamos conscientes de nuestra realidad y dispuestos a dar lo mejor de nosotros. Los obstáculos se nos convertirán en oportunidades y así se demostrará nuestra calidad humana.
¿La excelencia es para usted la nueva competencia?
La excelencia es una búsqueda permanente de hacer cada día más y mejor, un llamado natural de los seres humanos: evolucionar.


jueves, 17 de enero de 2013

¿Hacen falta sacerdotes? Una gran verdad!

Por José Gea


Hace unos días me decía una persona amiga hablando de la escasez de vocaciones: es lógico que el Señor manda las vocaciones cuando realmente hacen falta; y las manda cuando ve que pueden dar fruto; no las suele mandar a países que no son cristianos; aunque sí que las manda a países cristianos para que vayan como misioneros a esos otros países. Y si en la actualidad en nuestro pueblo, influenciado por ambientes al margen de la fe, están apartándose de la Iglesia e, incluso de la fe, es lógico que en nuestra sociedad, influenciada por el materialismo y consumismo, no fructifiquen.


Hay un hecho contrastable en la actualidad y es que la gente va dejando las prácticas religiosas y sobre todo, las más importantes como son los sacramentos. Va aumentando el número de cristianos que no se casan por la Iglesia y no bautizan a los hijos; va disminuyendo el número de quienes no asisten a misa, y que no se confirman; y mucha gente que no se confiesa. En algunos sitios parece que no existe el sacramento de la penitencia. Con personas así no hay necesidad de sacerdotes.

Cierto que está también el hecho de que hay muchos sacerdotes extraordinarios, sacerdotes que, de verdad, han renunciado a todo lo que puede atraer a un joven o a una persona adulta; sacerdotes que oran de verdad, que leen con frecuencia la palabra de Dios y la meditan, que cuidan de atender espiritualmente a todo el mundo, que son un ejemplo para los feligreses, tanto para los practicantes como para los alejados, que cuidan con esmero la formación de grupos parroquiales de militantes cristianos; y cuando hay jóvenes que aceptan la llamada del Señor, se preocupan de cuidarlos, de mantenerlos y fortalecerlos; tanto de chicos como de chicas. El resultado es que varios van respondiendo positivamente a la llamada del Señor, mientras que en otros sitios cercanos no fructifica ninguna.

Desgraciadamente, también es cierto el hecho de que hay sacerdotes que apenas hacen oración; por lo menos no se les ve en la iglesia orando; hay sacerdotes que no catequizan a los mayores; hay sacerdotes que apenas visitan a los ancianos y enfermos; hay sacerdotes que se encierran en un grupito cada vez más reducido de asistentes a la misa y que descuidan la búsqueda de aquellos que se han alejado de la iglesia; hay sacerdotes que no preparan debidamente a los que van a contraer matrimonio; hay sacerdotes que apenas confiesan; hay sacerdotes que no se preocupan de orar por las vocaciones y de atenderlas cuando se ven posibilidades de que haya una llamada del Señor que puede ser bien acogida.

Un sacerdote así ¿para que lo queremos en la Iglesia? Es cierto que no es numeroso ese tipo de sacerdote, pero los hay. Los apóstoles cuando instituyeron los diáconos, la razón que dieron fue que ellos debían dedicarse a la oración y al ministerio de la Palabra. ¿No sería bueno que los sacerdotes acentuásemos en nuestra vida esa doble acción, orar y predicar? Me pregunto y pregunto: ¿es esa doble actividad mi estilo de vida consagrada y dedicada a la evangelización a la que he sido llamado? Por lo que a mí respecta, pienso que debiera afinar mucho en ello.

Lógicamente, cuando el Señor llama a alguien para una dedicación a Él en exclusiva, es cierto que ha de llamar a muchos porque es necesaria y urgente la necesidad de trabajadores en el campo del mundo. Pero las llamadas, como las semillas de la parábola del sembrador, pueden dar fruto o, como como la semilla que cae en el camino o entre piedras o zarzas, no va a poder arraigar por falta de humedad o por ciertas dificultades sobrevenidas. Y ahí está nuestra tarea, ayudando a que haya humedad y animando a superar las dificultades que impiden el seguimiento.

La gran pregunta que debiéramos hacernos todos es si, al mismo tiempo que pedimos por las vocaciones, las estamos atendiendo con nuestro ejemplo y atención personal para que puedan florecer y dar fruto. Que caigan en tierra buena, y esa tierra buena somos nosotros.

Es muy serio y urgente la promoción vocacional, pero no podemos olvidar que sin muchos y santos sacerdotes no hay nada que hacer, y sin muchos y santos consagrados, tampoco. No digo que no haya vocaciones, sino que no hay respuestas.

En una parroquia bien orientada hay vocaciones; en una congregación o instituto de vida consagrada bien orientado, también las hay. Y cuando no hay respuestas positivas a la vocación, lo que debiéramos hacer es lamentarnos menos y vivir más en serio nuestra vida sacerdotal y consagrada. Que seamos ejemplo que entusiasme a los posibles llamados por el Señor.


martes, 15 de enero de 2013

Hacen falta misioneros! Me cambió la vida! Hay que morir por África

Por Luis Alva

Tres testimonios distintos, a veces alegres a veces escalofriantes: Ecuador, Perú, R. D. Congo. He aquí tres historias de esas personas que han elegido una misión a veces dura, con muchos momentos gratificantes, y que no quieren oir hablar de regresar. Más bien invitan a probar la experiencia desde sus blogs en la página de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España.

Desde "La Argelia" de Ecuador

Pedro Jesús Arenas Toboso es misionero de la congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús. En enero del 2013, hará diez años en Ecuador como misionero. Siete años y medio en la costa del Pacífico, en las afueras de una población llamada Bahía de Caráquez y los dos años últimos en unos barrios de las afueras de Quito llamados en su conjunto "La Argelia".

"Mi principal labor es compartir vida y sobre todo la fe con las gentes con las que Dios me ha hecho coincidir en cada momento de mi vida. Con una actitud de escucha y acogida a un mundo diferente con otros conceptos distintos de vida, familia, trabajo, comunidad, etc… podemos ir dando una respuesta liberadora y comunitaria a las situaciones más problemáticas con las que nos encontramos", afirma.

Ecuador es un país más o menos pequeñito (la mitad de la superficie de España) pero muy rico en biodiversidad, culturas, climas, paisajes. Pero lo más especial son sus gentes que son muy acogedores. Tiene una población de 13 millones de habitantes de los cuales hay una parte importante fuera del país como emigrantes en busca de un futuro mejor.

Toda la ayuda llega. No hay duda en ello y desde España cuesta hacerse una idea de lo importante que es cualquier colaboración económica para las misiones. Por pequeña que sea la ayuda acá se convierte en instrumento de vida y esperanza para tantas personas en situaciones de exclusión social, pobreza y marginación.

En nuestro caso no tenemos “funcionarios”, nosotros, los misioneros somos los portadores de esa ayuda y el canal directo desde quien la da a quien la recibe. No hay intermediarios ni gastos de gestión.

¡Claro que sí! Hay muchísima gente, la mayor parte del mundo, que no conoce aún el mensaje de Jesucristo. Hacen falta misioneros y misioneras en tantos países subdesarrollados o en vías de desarrollo en América, Asia, África.

Pero también hacen falta personas con corazón misionero allá donde estén, sea en España, Europa o América del Norte. Personas abiertas a la misión y a tantas situaciones donde la vida clama. Personas que no sean indiferentes a quien vive una crisis continua y difícilmente encontrarán quien les rescate.

Hacen falta personas valientes y decididas en España o donde sea que se atrevan a decir que Jesucristo es Buena Noticia para todos, que es Él quien realmente salva".

Mas sobre este misionero en http://www.misionesalbacete.org.

Experiencia veraniega que cambia la vida

Paula Pascual es una joven mallorquina que este verano ha vivido por segunda vez una experiencia misionera en Perú. Sabe que esta experiencia le ha cambiado la vida y quiere compartirla con todos para que se sientan movidos a seguir su ejemplo.

“Una vez más en mi interior resuenan palabras de Jesús: Id por todo el mundo; una vez más se me invita a vivir la misión, vivir y experimentar, comunicar y expandir el Evangelio. Después de haber estado estos dos meses en Perú, creo que una vez más veo cómo estoy llamada a vivir en una vida cotidiana, coherente con el Evangelio. Y para eso, sólo veo una opción, dejarme transformar, moldear. Abrir mi corazón y encontrarme así con Él.

Y este camino es en el que he iniciado tras la experiencia misionera en Perú. He vuelto en un proceso de dejarme moldear, y seguir escuchando la palabra de Dios, pero sobre todo con una fuerte convicción de querer vivir en un mundo coherente con las acciones, con la misma sensación en el corazón que los dos de Emaús, dándome cuenta ahora de que él estaba conmigo cuando yo estaba con cada uno de los niños y mi corazón ardía en ese momento... 

Por eso, ahora no puedo hacer más que, una vez más, dar gracias por la oportunidad que se me ha brindado, gracias por ese Amor incondicional que se me ha dado y que he ido recibiendo cada día.

Resulta paradójico que escribiendo esto, no haga más que caerme lágrimas por la cara, pero son unas lágrimas ya no de impotencia, sino de haber experimentado esas cuatro letras, esas letras en mayúscula: Amor; me encanta decirlas una vez que has experimentado lo que es.

Pero es imposible, a pesar de que lleve tantas páginas escribiendo, describirlo. Así que no intentaré hacerlo, sino simplemente, cerraré los ojos, y disfrutaré de ver cada una de las imágenes que han pasado por mis retinas estos meses, disfrutaré de recordar esos olores que no son nada agradables, pero son los que dan la gracia al lugar y disfrutaré de sentir; de recordar cada una de las caricias, sonrisas, besos, abrazos, palabras… ese es sin duda el mejor regalo. No es tanto lo poco que yo he podido dar… es todo lo que ellos me han dado a mi…”

Ver su testimonio completo en: http://misionesmallorca.blogspot.com.es/2012/09/voluntarios-en-peru-una-vez-mas-en-mi.html.

Hay que morir por África

María del Prado Fernández Martín, misionera comboniana en la República Democrática del Congo, habla de su preocupación por las consecuencias de un brote del virus Ébola en Isiro.

“Nuestra presencia, aunque no trabajemos directamente para combatir esta enfermedad, es una señal de esperanza para la población. Hay que morir por África nos dijo Comboni. Bueno, tampoco hay que exagerar, pero esa es nuestra mentalidad. Estar al lado del que sufre, acompañando, dando esperanza”.

"A perro flaco todo son pulgas, eso es lo que dice el refrán español y eso es lo que se hace realidad muchas veces en contextos y personas con pocos recursos. En Isiro, en la provincia Oriental de la República Democrática del Congo vivimos una epidemia de Ébola desde hace ya un mes. Para quien no haya oído hablar de esta enfermedad, esto le dirá poco o nada. A nosotros nos dice mucho porque el Ébola es la peor enfermedad, hoy por hoy, para el ser humano. Es un virus que se transmite a través de los fluidos humanos, no se sabe su origen ni hay medicamentos para curarlo. Solo se para cuando se consigue cortar la cadena de transmisión.

Desde hace ya un tiempo veníamos constatando que había muchas muertes ‘rápidas y raras’ en la ciudad. De la noche a la mañana la gente moría y nadie sabía el por qué. Luego se oyó que el virus del Ébola estaba actuando en Uganda, un país limítrofe con la R. D. del Congo, y luego tímidamente se empezó a hablar de Ébola en Isiro. Se mandaron a analizar a Kinshasa, la capital, muestras de varios enfermos, y el resultado fue positivo. Había una epidemia de Ébola en Isiro.

Enseguida vinieron Médicos sin Fronteras y especialistas de todo tipo. Había que frenar la epidemia lo antes posible si se quería evitar un desastre. Un comité de expertos elaboró una lista con recomendaciones sobre lo que había que hacer o evitar para impedir el contagio. El comunicado se leyó en todas las iglesias de todas las confesiones, en las emisoras de radio, en todos los encuentros… Sobre todo se tenía que evitar el contacto directo, de modo particular saludarse estrechándose la mano. Pero mucha gente se ríe literalmente de estas recomendaciones y siguen teniendo los mismos comportamientos de riesgo de siempre. Piensan que la enfermedad viene porque un espíritu malo les ha echado una especie de "mal de ojo" y no pasará hasta que mueran tantas personas como ese espíritu malo ha decidido.

En el hospital central de Isiro, Médicos sin Fronteras trabajan sin denuedo para atajar la enfermedad. Aíslan a los pacientes que presentan la enfermedad y siguen a aquellos que aparentemente pueden desarrollarla, los pacientes de riesgo. Un equipo de colaboradores locales les ayuda en las tareas de higiene, con una vestimenta especial que impide el contacto con el enfermo o el ambiente en el que éste está. Cuando detectan un caso seguro todo lo que pertenecía a la persona se quema o se desinfecta.

Hasta ahora son once las personas que han muerto por causa de esta enfermedad. Los casos sospechosos son mucho más numerosos. Dicen los expertos, que este tipo de Ébola que está actuando en Isiro, no es tan letal como el de Uganda y que por eso la contaminación es más débil.

Ahora cuando parece que todo está bajo control se presenta otro fenómeno y es el de la "ausencia" de enfermos. Aquellas personas que presentan los síntomas de la enfermedad tienen miedo a ir al hospital porque piensan que van a morir. Con lo cual se marchan hacia lugares más recónditos y allí la contaminación puede ser mucho más virulenta. Y los centros de salud están casi vacíos, nadie quiere ir a curarse por miedo a contaminarse.

El día 3 fue el inicio del curso escolar. A pesar de todo, el ministro de educación dijo que no había peligro de contaminación y que las escuelas debían empezar. Pero la realidad es que estas, aquí en Isiro, están casi desiertas. Los padres de los alumnos no han pagado las matrículas debido al alto coste de la escuela y de todo lo que ella conlleva, pero también porque hay miedo a la contaminación, al estar juntos.

Este es el panorama que estamos viviendo en estos meses de agosto y septiembre. Y eso nos limita mucho en nuestras actuaciones. Las salidas que podemos efectuar en estos momentos son muy pocas, casi nulas, y ello por el riesgo de contaminación. Hemos vivido momentos de tensión, sobre todo al inicio cuando mucha gente que no era del Congo salió de estampida de la ciudad por miedo a la contaminación.

Nuestra presencia, aunque no trabajemos directamente para combatir esta enfermedad, es una señal de esperanza para la población. Y de un modo conciso y con un francés un poco pobre lo explicó uno de nuestros colaboradores cuando alguien le preguntó y le dijo: "Oye, todos los extranjeros se han ido de la ciudad, ¿por qué los blancos de vuestra parroquia siguen allí? ¿Por qué no se han ido ellos también?’, y él les respondió: Porque estos blancos de nuestra parroquia son hijos de Comboni y él había dicho: ‘hay que morir por África’. Bueno, tampoco hay que exagerar, pero esa es nuestra mentalidad. Estar al lado del que sufre, acompañando, dando esperanza”.

Para saber más cosas de esta misionera: http://misioneroscc.blogspot.com.es/2012/08/denuncia-de-una-misionera-desde-el.html.

Y muchos más en: http://ompes.blogspot.com.es.


lunes, 14 de enero de 2013

¿Ya leíste las Orientaciones pastorales para la promoción de las vocaciones al ministerio sacerdotal? Aquí 25 frases que resumen el documento!

Por Jeús Alejandro Mendivil
Seminarista de la Diócesis de Obregón -México

I. LA PASTORAL DE LA VOCACIÓN AL MINISTERIO SACERDOTAL EN EL MUNDO
    1.  La situación actual de las vocaciones presbiterales es muy variada en el mundo. Se presenta caracterizada con luces y sombras.
     2. La disminución de la natalidad contribuye a la reducción de las vocaciones de consagración especial. La vida de los fieles católicos sufre el efecto de la búsqueda desenfrenada de los bienes materiales y de la disminución de la práctica religiosa, que alejan de las opciones valientes y comprometedoras del Evangelio.
3.      Allí donde madura y crece una pastoral integrada se asiste a un florecimiento de vocaciones sacerdotales. La dimensión vocacional no se propone, por tanto, como un simple añadido de programas y propuestas, sino que se vuelve expresión natural de la comunidad entera.
4.      La familia sigue siendo la primera comunidad para la transmisión de la fe cristiana.
5.      A menudo, la llamada vocacional al presbiterado nace en los adolescentes y en los jóvenes gracias al testimonio gozoso de los presbíteros; también después de haber vivido una experiencia de voluntariado o en la escuela en el contacto con un maestro o sacerdote.
6.      La difusión de la mentalidad secularizada desalienta la respuesta de los jóvenes a la invitación de seguir al Señor Jesús con más radicalidad y generosidad.
7.      La misma vida presbiteral, arrastrada por el torbellino del activismo exagerado, con la consiguiente sobrecarga de trabajo pastoral, puede ofuscar y debilitar la luminosidad del testimonio sacerdotal.
II.  VOCACIÓN E IDENTIDAD DEL SACERDOCIO MINISTERIAL
1.      El sacerdocio ministerial se diferencia esencialmente del sacerdocio común y está al servicio de éste.
2.      Por cuanto es necesario que la Iglesia sea convocada por Cristo Resucitado, los sacerdotes están habilitados, por el Sacramento del Orden, a ser instrumentos eficaces para la edificación de la Iglesia, a través del anuncio de la Palabra, la celebración de los sacramentos y la guía del pueblo de Dios. El sacerdocio ministerial es el punto neurálgico y vital para la existencia de la Iglesia.
3.      El ministerio presbiteral, conferido con el Sacramento del Orden, está sellado en su naturaleza por la vida trinitaria, vida comunicada por Cristo y por su unión con el Padre en el Espíritu Santo. Esto caracteriza esencialmente la identidad presbiteral.
4.      La integración y la maduración afectiva son una meta necesaria para saber acoger la gracia del Sacramento. Es importante que el llamado perciba con claridad los compromisos que tendrá que asumir, en particular en el celibato.
5.      Las figuras de sacerdotes venerados como santos contribuyen, en manera nada despreciable, a dar aliento y generosidad a los «llamados».
6.      El crecimiento y la maduración de una vocación presbiteral requiere un amor concreto por la propia Iglesia particular.
7.      La disponibilidad para la misión define la verdad del presbítero en toda su actividad. Esto significa plasmar una estructura interior y un modo de ser, más que un modo de hacer.
III.  PROPUESTAS PARA LA PASTORAL DE LAS VOCACIONES SACERDOTALES
1.      Emplear el poderoso instrumento que ha puesto en nuestras manos: la oración.
2.      A nivel diocesano, el Obispo instituye el Centro para las vocaciones, compuesto por sacerdotes, consagrados y laicos, como organismo de comunión al servicio de la pastoral vocacional en la Iglesia local con la tarea de promover las vocaciones de consagración especial en el contexto de todas las vocaciones.
3.      Es necesario hacer que los padres sean más conscientes de su ministerio de educadores de la fe, enraizado en el Sacramento del Matrimonio, para que en el corazón de la familia se desarrollen las condiciones humanas y sobrenaturales que hagan posible el descubrimiento de la vocación sacerdotal.
4.      La parroquia, por su parte, es el lugar por excelencia donde se proclama el Evangelio de la vocación cristiana y, en particular, se presenta el ideal del sacerdocio ministerial.
5.      A los seminaristas hay que recordarles una consolidada verdad pastoral: «Nadie es más adecuado que los jóvenes para evangelizar a los jóvenes. Los jóvenes estudiantes que se preparan al presbiterado, los jóvenes y las jóvenes en vía de formación religiosa y misionera, a título personal y como comunidad son los primeros e inmediatos apóstoles de la vocación en medio de otros jóvenes»
6.      También el periodo universitario, en muchos países, está convirtiéndose para los jóvenes en un tiempo fecundo para sus propias opciones de vida. Los años de la juventud son preciosos y decisivos para la búsqueda del sentido pleno de la propia existencia.
7.      La promoción de la vocación sacerdotal encuentra sus puntos fuertes en las propuestas de formación a la vida cristiana, basadas en la escucha de la Palabra de Dios, en la participación en la Eucaristía y en el ejercicio de la caridad.
8.      En cada forma de catequesis no se ha de descuidar la presentación de la vocación sacerdotal.
9.      El Centro Diocesano para las Vocaciones podría proponer y organizar la iniciativa del monasterio invisible, que compromete a muchas personas, día y noche, en la oración continua por las vocaciones sacerdotales.
10.  Los retiros y los ejercicios espirituales vocacionales, organizados para los jóvenes, tienen una notable importancia para permitirles que vivan la experiencia del silencio, de la oración prolongada y confrontar sus vidas con la Palabra de Dios.
11.  EI Seminario menor puede ofrecer a los niños y adolescentes la oportunidad de ser acompañados, educados y formados para discernir el deseo de ser sacerdotes.


domingo, 13 de enero de 2013

La Liturgia. De lo visible a lo invisible!

Por Luis Alva
Nuestra celebración del culto de Dios en este mundo, es una preparación para la eterna celebración en el cielo que no tendrá fin. La liturgia es un hacerse presente el cielo en la tierra. Cada vez que celebramos la eucaristía experimentamos el cielo en la tierra. No se trata sólo de nosotros se trata de Dios y nosotros.. Se trata de nosotros y Dios…Éste es el primero de una serie de vídeos que han preparado la Fundación E.U.K. Mamie y H.M. (Hogar de la Madre) Televisión en colaboración con el dicasterio del cardenal Antonio Cañizares para acercar a los fieles el significado de los misterios sagrados, tal como se transmiten a través de las cosas sensibles…LA LITURGIA, «EL CIELO EN LA TIERRA», EXPLICADA EN OCHO MINUTOS POR LA CONGREGACIÓN DEL CULTO DIVINO.
ES MUY INTERESANTE TE INVITO A MIRARLO!!!



viernes, 11 de enero de 2013

¿Tengo un celibato maduro?


Por J. Roberto Ávila Rangel
Publicado por Almas A.C.
En ocasiones oímos hablar de sacerdotes son infieles a su celibato y puede ser que nuestro primer pensamiento sea: “es lógico, el celibato va en contra de la naturaleza, el cuerpo tiene sus necesidades”. En efecto el cuerpo tiene sus propios mecanismos. Sin embargo, habría ir a lo profundo y no quedarnos en fórmulas simplistas. En este sentido, ¿qué es realmente lo que está detrás de esa situación? Psicológicamente hablando, para poder vivir el celibato, el sacerdote requiere haber alcanzado un virtud clave: la fidelidad.
La adolescencia es aquella etapa en la cual se desarrolla una mayor conciencia de nuestro yo, es decir, es el momento en que surge la pregunta: ¿quién soy?, pero a la vez ¿quién puedo ser?. Anteriormente, nos habíamos identificado con todo aquello que el mundo planteaba como bueno y socialmente aceptable. Nuestra identidad se basaba, en gran medida, en lo que otros esperaban o creían. Es como si nos apropiáramos por fin de nosotros mismos. De ahí la crisis de identidad.
El adolescente necesita autoafirmarse y tiende a la rebeldía, aferrándose a sus propios ideales y a las personas que los representan. El análisis que hace de la realidad está todavía muy afectado por el subjetivismo propio de su edad. Sus criterios de análisis están en desarrollo y fácilmente se compra las propuestas que encuentra en su entorno. Asimismo, hay otro elemento de la psicología del adolescente que necesitamos mencionar: su capacidad de compromiso y fidelidad, la cual se encuentra en desarrollo. Precisamente esta virtud, según la teoría de desarrollo psicosocial de Erik Erikson, es la que se alcanza en dicha etapa (Erikson, 2000).
En el caso del sacerdote, generalmente la adolescencia coincide con el seminario. Precisamente éste último es un espacio en donde necesita tener la condiciones  para conocerse a sí mismo, confrontarse y enfrentarse con sus propias heridas y oscuridades. Debe ir a lo profundo, de tal manera que se haga más dueño de sí mismo. Si no sucede esto, en gran medida el sacerdote seguirá siendo afectivamente un adolescente y vivirá su servicio de esta manera. No será capaz de autodominarse. Su fidelidad será débil.
Ahora bien, en cuanto al logro de la fidelidad, hay dos extremos que pueden ser signos de estar atorado:
1. Fanatismo. Este es el caso del sacerdote que no tiene una convicción verdadera y profunda. Las elecciones que ha hecho en su vida, incluyendo su vocación están más motivadas por un cumplir con expectativas de otros (inconscientes) o por mantener cierta imagen, a través de la cual puede esconder su verdadero yo: la parte frágil y débil. El sacerdote tiende a ser altamente perfeccionista e idealiza excesivamente su vocación, incluso subestimando otras como la vida laical o religiosa. Cuando tiene una crisis, puede desmoronarse hasta el punto de rechazar totalmente el sacerdocio.
2. Repudio. El sacerdote que rehúye del rol y el compromiso que el sacerdocio implica porque, en el fondo, no tiene una convicción de vivirlo tampoco. El celibato lo ve más como un aspecto molesto que hay que vivir como parte de su ser sacerdote. ¡Ni modo! Eso toca. En este caso pareciera que no hay ideales verdaderos y, por lo tanto, no hay un esfuerzo de mejora personal. Sabe que tiene debilidades y caídas, pero no le preocupa o se autoengaña pensando que no es tan importante.
Si nos damos cuenta, los anteriores son dos caras de la misma moneda. En ambos casos no hay una verdadera convicción y el celibato se vive como algo “añadido” y no desde lo profundo del sentido. En el primer caso, la persona se esfuerza por parecerse lo más posible a su idealización y pone una acento especial en el celibato, como si éste fuera lo principal en su vocación; en el otro extremo, el sacerdote rechaza los roles y compromisos propios de su opción vocacional, viendo el celibato como una carga pesada de la cual sería mejor liberarse. Definitivamente, ambos extremos son expresiones, afectivamente hablando, de un celibato inmaduro.
Por último, habría que decir que lo virtud de la fidelidad tiene que ver más con ser fiel a uno mismo. Es el gran logro de la adolescencia. Es el equilibrio entre la rebeldía del repudio y la idealización de fanatismo. Un sacerdote con madurez en este sentido, es aquél en quien verdaderamente hay una convicción profunda y serena de su identidad vocacional, con todas sus implicaciones, incluyendo el celibato.
Para reflexionar: ¿qué significa para mí el celibato? ¿es una carga pesada o, en el otro extremo, pareciera que es lo más importante de mi vocación? ¿considero que he logrado una verdadera fidelidad?


miércoles, 9 de enero de 2013

Examen de conciencia sacerdotal!


Escrito por Mons. José Ignacio Munilla,
Obispo de San Sebastián, España.


El sacerdote, “oveja” y “pastor”  
del rebaño de Cristo
En su homilía de inicio de pontificado, Benedicto XVI hizo una breve explicación catequética sobre el “palio”, confeccionado con lana de oveja, con el que se reviste el arzobispo: “El palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros”. Asimismo, el Papa recordaba también que Aquél que nos pide a nosotros, sacerdotes, colaboración en su tarea de pastoreo, es el mismo que comparte de forma misteriosa nuestra propia condición: “El pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho Él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados”.
Esta doble condición de ser pastores y ovejas del rebaño de Cristo, que tenemos los sacerdotes, es el punto de partida de este breve “examen de conciencia sacerdotal”, que proponemos en el contexto del Año Jubilar Sacerdotal.

Es de suponer que este examen de conciencia para sacerdotes, llegue también a las manos de muchos laicos, consagrados o religiosos… Obviamente, no existe ninguna contraindicación para que puedan servirse de él. ¡No hay secretos entre las distintas vocaciones de vida cristiana! Todos buscamos la santidad; y de la misma manera que para nosotros, los sacerdotes, es muy estimulante ver el esfuerzo que muchos seglares realizan por ser fieles en su vocación, también lo será para los laicos ver que los sacerdotes hacemos lo propio, máxime en este Año Jubilar Sacerdotal. ¡Alguien dijo que el deseo de santidad es contagioso!

Las tentaciones del sacerdote, 
en cuanto “oveja” del rebaño de Cristo

+ Falsa seguridad: Uno de nuestros peligros principales puede ser el olvido de que somos tentados como cualquier otro ser humano… Nuestra condición sacerdotal no nos preserva de la tentación del materialismo, del placer; ni tampoco de la búsqueda del poder y del prestigio… “¡El que se crea seguro, tenga cuidado en no caer!” (1 Co 10, 12).

+ Autodidactas: Los sacerdotes tenemos una cierta tendencia a “autodirigirnos” y a “autoevaluarnos” en la vida espiritual, como si fuésemos maestros de nosotros mismos… ¡Y eso no funciona! Dios nos da el “don de consejo” para ejercer como pastores con los que nos han sido encomendados, pero no para con nosotros mismos. Nosotros hemos de ser “pastoreados” por otros hermanos sacerdotes. Cometeríamos un grave error si pensáramos que el director espiritual fue una figura necesaria solamente en el tiempo de formación en el Seminario.

+ “En casa de herrero, cuchillo de palo”: Ciertamente, los sacerdotes podemos dar por supuesta, equivocadamente, la madurez de nuestra vida espiritual, sintiéndonos dispensados de determinados actos de piedad… Sin embargo, nosotros somos los primeros que necesitamos los medios sobrenaturales para el cultivo de nuestra vida de fe.

+ Rutina: Es el riesgo que tenemos de acostumbrarnos a lo sagrado, de no conmovernos ante la presencia real de Dios en la Eucaristía… El hecho de ser “administradores” de los tesoros de Dios, nos permite estar especialmente cerca del Misterio, pero también nos puede inducir a la rutina y al acostumbramiento.

+ Falta de esperanza en nuestra propia santidad: Los sacerdotes podemos asumir el rol de ser “altavoces de Dios”, dejando paradójicamente en segundo plano la llamada a la santidad que Dios nos dirige a nosotros mismos. No es infrecuente que nos resulte más fácil confiar en la “historia de salvación” de Dios para con la “humanidad”, que en el plan personal de santificación que tiene con nosotros. La recepción frecuente y esperanzada del sacramento de la penitencia, es el mejor signo de que los sacerdotes mantenemos vivo el deseo de recuperar el “amor primero”.

Las tentaciones del sacerdote, 
en cuanto “pastor” del rebaño de Cristo

+ Falta de autoestima: El avance de la increencia en nuestra sociedad, puede conducirnos a la tentación de hacer una lectura pesimista de nuestro ministerio sacerdotal… Como les ocurre al resto de los mortales, también nosotros tenemos el riesgo de valorarnos más por el “tener” que por el “ser”; es decir, hacer depender nuestra autoestima del grado de éxito cosechado en nuestros proyectos, y no tanto del valor del tesoro que llevamos entre manos…

+ Desconfianza hacia la Providencia de Dios: En medio de nuestro empeño pastoral, no podemos olvidar cuáles son el Alfa y la Omega de la Historia de la Salvación: Sólo Cristo es el Redentor del mundo, y nosotros somos meros instrumentos. ¡Sus planes de salvación para la humanidad, no se verán frustrados! La Iglesia tiene la promesa de indefectibilidad recibida del mismo Cristo. ¡La victoria de Cristo sobre el mal será plena y esplendorosa!... Es frecuente que nosotros suframos porque las cosas no vayan como nosotros pensamos que debieran ir… Pero, como aquellos apóstoles que estaban angustiados al ver cómo Jesús dormía en aquella barca zarandeada por la tempestad, quizás también nosotros necesitemos la reprensión que Jesús dirigió a los suyos: “Hombres de poca fe, ¿por qué habéis dudado?” (Mc 4, 40; Mt 14, 31).

+ Necesidad de purificar nuestros criterios: Una cosa son las sensibilidades enriquecedoras, y otra muy distinta las “ideologías”, que siempre deben ser purificadas… Baste recordar aquella reprensión de Jesús a Pedro: “Tú piensas como los hombres, no como Dios” (Mc 8, 33). En la Sagrada Escritura y en el Magisterio de la Iglesia encontramos la fuente para conformar nuestros criterios con la luz de la Revelación…

+ Falta de oración “apostólica”: Es posible que podamos pasarnos la vida diciéndonos a nosotros mismos que, como sacerdotes que somos, hemos de orar más y mejor… Y la pregunta es: ¿Será cuestión de tiempo? ¿de fuerza de voluntad? ¿o de amor de Dios? Lo indudable es que el Pueblo de Dios no solo requiere de nosotros que seamos “maestros”, sino también “testigos” del mensaje que anunciamos…

+ Vanidad: Podemos realizar muchas obras “materialmente” buenas, en servicio de Dios y de los fieles; pero que, sin embargo, pueden encubrir una cierta búsqueda “subjetiva” de nosotros mismos… Existe el riesgo de interferencias de nuestro amor propio, incluso en el marco de un cumplimiento íntegro del ministerio sacerdotal.

+ Miedos que nos paralizan: En ocasiones, el miedo al fracaso nos lleva a no arriesgar en nuestras actuaciones, a no dar lo mejor de nosotros mismos. Igualmente, el temor a ser etiquetados o mal comprendidos, también puede disminuir nuestro celo apostólico y nuestra acción en bien de las almas (En el fondo, estamos ante otra manifestación de la vanidad).

+ Falta de método: Nuestra labor sacerdotal, aún siendo muy sacrificada, puede perder eficacia por causa de una forma desordenada de trabajar. A veces podemos abusar de la improvisación, o de no rematar las cosas. Hemos de ver también si compartimos nuestras iniciativas, si delegamos responsabilidades...

+ Falta de cuidado personal: La vida sacerdotal puede conllevar una cierta soledad, de la cual se desprenden determinados riesgos: comer mal, descansar poco, descuido del aseo personal, del vestir, de la salud, hábitos desordenados de vida, dejar que se enrarezca nuestro carácter... Un cierto nivel de autodisciplina es necesario. Pero, sobre todo, lo más importante es que nuestro descanso interior y exterior lo vivamos “en Cristo”, y no al margen de Él.

+ Impaciencia: Podemos confundir la necesidad de “rigor” con la “impaciencia”, olvidando las palabras del profeta: “la caña cascada no la quebrarás, la mecha humeante no la apagarás” (Is 42, 3). La radicalidad evangélica no justifica nuestra dureza con los que nos han sido confiados… Por el contrario, en nuestra vida de servicio sacerdotal, es importante el sentido del humor, el cariño y la alegría…es decir, la misericordia.

+ Los predilectos de Cristo y los nuestros: La acción apostólica de Cristo se dirige a todos, sin excepción. Al mismo tiempo, sus predilectos fueron los excluidos, los pobres, los enfermos… Nuestro examen de conciencia nos cuestiona sobre si los pobres y necesitados ocupan el centro de nuestro ministerio sacerdotal: personas en soledad, quienes padecen desequilibrios psíquicos, otros enfermos y ancianos, parados, inmigrantes, transeúntes, maltratados…. sin olvidar la mayor de las pobrezas, compartida por todos nosotros: el pecado. ¡La administración abnegada del perdón de Cristo, es el máximo signo de la “caridad pastoral”!

Llenos de esperanza 
en este Año Jubilar

Un examen de conciencia no es una mera introspección, sino que consiste en abrirnos a la gracia de ver nuestra vida desde los ojos de Dios. Nuestro Patrono, el Santo Cura de Ars, decía: “No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él”; “Este buen Salvador está tan lleno de amor que nos busca por todas partes”.

Tenemos sobradas razones para vivir nuestro “examen de conciencia sacerdotal” llenos de confianza y abiertos a la esperanza de la santidad. No en vano, el Papa convocó el Año Jubilar Sacerdotal con el objetivo de “promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo” y de “favorecer la tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual, de la cual depende sobre todo la eficacia de su ministerio”.

He aquí las palabras con las que su Santidad Benedicto XVI concluía su Carta para la Convocación de este Año Jubilar Sacerdotal: «A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: “En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz».


miércoles, 2 de enero de 2013

Carta a las madres de Sacerdotes y Seminaristas. Card Mauro Piacenza

Por Luis Alva

(Zenit) - El prefecto de la Congregación para el Clero, cardenal Mauro Piacenza, ha dedicado una carta a las madres de sacerdotes y seminaristas y a todas aquellas que ejercen el don de la maternidad espiritual hacia ellos. En la misma, afirma que "la Iglesia toda mira, con admiración y profunda gratitud" su misión de "maternidad espiritual" de sus hijos en el ministerio.

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"Causa nostrae Letitiae - ¡Causa de nuestra Alegría!"El pueblo cristiano ha venerado siempre, con profunda gratitud, a la Bienaventurada Virgen María, contemplando en Ella la Causa de toda nuestra verdadera Alegría.En efecto, acogiendo la Palabra Eterna en su seno inmaculado, María Santísima dio a luz al Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, único Salvador del mundo. En El, Dios mismo vino al encuentro del hombre, lo levantó del pecado y le donó la Vida eterna, es decir Su misma Vida. Adhiriéndose a la Voluntad de Dios, Dio, por tanto, María participó, de modo único e irrepetible, en el misterio de nuestra redención, convirtiéndose así en Madre de Dios, Puerta del Cielo y Causa de nuestra Alegría.


De modo análogo, la Iglesia toda mira, con admiración y profunda gratitud, a todas las madres de los sacerdotes y de cuantos, recibida esta altísima vocación, han emprendido el camino de formación, y con profunda alegría me dirijo a ellas.
Los hijos, que ellas acogieron y educaron, fueron elegidos por Cristo desde la eternidad, para convertirse en sus "amigos predilectos" y, así, vivo e indispensable instrumento de su Presencia en el mundo. Por medio del sacramento del orden, la vida de los sacerdotes es definitivamente asumida por Jesús e inmenrsa en El, de modo que en ellos, es Jesús mismo el que pasa y actúa entre los hombres.


Este misterio es tan grande que el sacerdote es también llamado "alter Christus" -"otro Cristo". Su pobre humanidad, elevada por la fuerza del Espíritu Santo a una nueva y más alta unión con la persona de Jesús, es ahora lugar del Encuentro con el Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado por nosotros. Cuando cada sacerdote enseña la fe de la Iglesia, es Cristo el que habla en él, habla al Pueblo; cuando, prudentemente, guía a los fieles a el confiados, es Cristo el que apacienta a las propias ovejas; cuando celebra los sacramentos, en modo eminente la Santísima Eucaristía, es Cristo mismo el que a través de sus ministros, obra la Salvación del hombre y se hace realmente presente en el mundo.


La vocación sacerdotal, normalmente, tiene en la familia, en el amor de los padres y en la primera educación en la fe, aquél terreno fértil en el cual la disponibilidad a la voluntad de Dios puede radicarse y extraer la indipensable nutrición. Al mismo tiempo, cada vocación es, incluso para la misma familia en la que surge, una irreductible novedad, que huye a los parámetros humanos y llama a todos, siempre, a la conversión.
En esta novedad, Cristo actúa en la vida de aquellos que ha elegido y llamado, todos los familiares -y las personas más cercanas- están implicados pero es ciertamente única y especial la participación que corresponde a la madre del sacerdote. Únicas y especiales son los consuelos espirituales que le afluyen por haber llevado en su seno a quien se ha convertido en ministro de Cristo. Toda madre no puede sino alegrarse en ver la vida del propio hijo, no sólo realizada sino investida de una especialísima predilección divina que abraza y trabsforma para la eternidad.


Si aparentemente, en virtud de la vocación y la ordenación, se produce una inesperada "distancia", respecto a la vida del hijo, misteriosamente más radical de toda otra separación natural, e realidad la bimilenaria experiencia de la Iglesia enseña que la madre "recibe" al hijo sacerdote en un modo totalmente nuevo e inesperado, tanto como para ser llamada a reconocer en el fruto del proprio seno, por voluntad de Dios, un "padre", llamado a generar y acompañar la vida eterna en una multitud de hermanos. Cada madre de un sacerdote es misteriosamente "hija de su hijo". Hacia el podrá ejercer también una nueva "maternidad", en la discreta, pero eficacísima e inestimablemente valiosa, cercanía de la oración y en la ofrenda de la propia existencia por el ministerio del hijo.


Esta nueva "paternidad", a la que el seminarista se prepara, que al sacerdote es donada y de la cual el Pueblo Santo de Dios se beneficia, necesita ser acompañada por la oración asidua y por el personal sacrificio, para que la libertad de adhesión a la voluntad divina se renueve y robustezca continuamente, para que los sacerdotes no se cansen nunca, en la cotidiana batalla de la fe y unan, cada vez más totalmente, la propia vida al sacrificio de Cristo Señor.


Tal obra de auténtico sostén, siempre necesaria en la vida de la Iglesia, parace hoy más urgente que nunca, sobre todo en nuestro Occidente secularizado, que espera y pide un nuevo y radical anuncio de Cristo y las madres de los sacerdotes y de los seminaristas son un verdadero "ejército" que, desde la tierra eleva al Cielo oraciones y ofrendas y, todavía más numeroso, desde el Cielo intercede para que cada gracia sea derramada sobre la vida de los sacros pastores.

Por esta razón, deseo con todo el corazón animar y dirigir un particularísimo agradecimiento a todas las madres de los sacerdotes y seminaristas y --junto a ellas- a todas las mujeres, consagradas y laicas, que han acogido, también por la invitación dirigida a ellas durante el Año Sacerdotal, el don de la maternidad espiritual hacia los llamados al ministerio sacerdotal, ofreciendo la propia vida, la oración, le propios sufrimientos y las fatigas, como también las propias alegrías, por la fidelidad y la santificación de los ministros de Dios, haciéndose así partícipes, a título especial, de la maternidad de la Santa Iglesia, que tiene su modelo y su cumplimiento en la divina maternidad de María Santísima.


Un especial agradecimiento, por último, se eleve hasta el Cielo, a aquellas madres, que, llamadas ya de esta vida, contemplan ahora plenamente el esplendor del Sacerdocio de Cristo, del cual sus hijos se ha convertido en partícipes, y por ellos interceden, en modo único y, misteriosamente, mucho más eficaz.


Junto a los más sentidos augurios por una Año Nuevo de gracia, de corazón imparto a todas y a cada una la más afectuosa bendición, implorando para vosotras de Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de los sacerdotes, el don de una cada vez más radical identificación con Ella, discípula perfecta e Hija de su Hijo.

Mauro Card. Piacenza
Prefecto de la Congregación para el Clero